CHAGALL escribió:No dejan de llegar a mi memoria en forma de flashback esas evocaciones del siglo pasado con las que a veces nos regala el Compañero Humberto .
Experiencias que comparto plenamente y quizás algún bocata en la " cantina de los Municipales " en aquella antigua cochera de los tranvías de Bravo Murillo,o la decadente de La Remonta.
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Así es que actúa la memoria, o bien te sorprende con el asalto de un recuerdo sin más, o bien por asociación de un olor, de una palabra, de una lectura.
Pues sí, amigo
Chagall, los que hemos pateado por esa ciudad con demasiados rincones para ser aprendidos en una sola vida, patrullado por ese asfalto pegajoso que parece extenderse interminable cuando te pones a la rosca por primera vez, y tomado el pulso a ese gran poblachón castellano asentado a orillas de un aprendiz de río, al que cruzan las seis carreteras y descruzan tres circunvalaciones, cuyas gentes hablan con acento manchego y aprovechan cualquier ocasión para huir, teniendo la mala costumbre de hacerlo todos a la misma hora, y la obscena impertinencia de regresar a pasar retreta el último día, en el último momento, también todos a la vez.
Cuántos bocatas. Cuántos arreglos de país, cuántas alienaciones perfectas de equipos de fútbol, cuántas moviolas de jugadas, cuántas anécdotas de la fauna m-30 adentro, hasta el kilómetro Cero, y cuántas historias de la selva m-30 afuera, hasta la frontera de la m-40, de la m-45 o de la m-50 , que dejábamos en suspenso, en pausa, hasta el siguiente asalto, no se habrán dicho en esos escasos minutos, esperando con la oreja pegada al equipo a que no te llamaran de sala y te interrumpieran, en que confluíamos, movidos por sus precios, para reponer fuerzas del ajetreo continuo, de la lidia constante, lo más granado de la policía de todos los distritos de la urbe.
Cómo no imaginarte, cómo no recordarte ¡Hace apenas once años!
Bravo murillo. La Remonta. Plomo. Federico «Jamón». Ah, pero de entre todas las cantinas, uno se queda con la que existía en el escuadrón de caballería, junto a la Casa de Campo. Allí el ‘patrullero’ (atún con pimientos, la especialidad de la casa, un reponedor especialmente indicado en alicaídos funcionarios), te lo podías comer al sol de esa breve primavera de treinta días, contemplando a los caballos y a sus jinetes entrenar en el picadero. Todo un espectáculo gastronómico, todo un paisaje para el solaz del espíritu.
Ahora cuesta abajo en mi rodada
Las ilusiones pasadas
Ya no las puedo arrancar
Sueño, con el pasado que añoro,
El tiempo viejo que hoy lloro
Y que nunca volverá
Perdón por el evocador
off topic.
Un saludo.