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Hola:
Ya casi no me acuerdo de ése primer día en la explanada de Ávila, ni de los primeros días de prácticas. Tampoco del nombre del penúltimo detenido. La memoria, aunque no es selectiva, en ocasiones no logra recordar todos esos detalles de las sensaciones, decepciones y descubrimientos que tuvimos a medida que el tiempo, que vuela torpe como una gallina, va pasando y deja las cosas muy atrás, en una perdida y remota estación alejada de esta otra en la que te acabas de bajar, ayer, al cabo de unos cuantos inviernos y un montón de amaneceres. Considero, por ello, buenas las aportaciones de los que están aún en esos tramos de la vía para recordarnos cómo fue a los desmemoriados y para transmitírselo al que está pensando en sacar billete para el próximo tren, y así lo demanda.
En ese en ese primer día, supongo que cada uno lleva su
maleta donde van los sueños particulares, los anhelos personales, las esperanzas de conseguir metas, y los miedos e incógnitas también. A los años la maleta se transforma en un baúl muy pesado, donde cada lustro, par de trienios, más o menos, mirarás lo que llevas para hacer un balance en el que, incomprensiblemente, suele pesar más lo positivo que lo negativo. El tren sigue. Montes, valles, páramos, todo se va sucediendo y nunca es igual para el viajero; ni siquiera dos que viajen en el mismo vagón verán lo mismo. Cada uno ve una cosa.
Lo que sí es cierto es que se suele emplear más tiempo manifestando quejas que el que te llevaría tratar de arreglarlas; sí, se pierde más tiempo en contar las penurias, los días grises, que en narrar los otros episodios, en los que te has reído y has vuelto de buen humor a casa, los días luminosos y serenos. Aquellos en que te dices: “qué trabajo tan cojonudo tengo”. Es de tan natural y humano esto de quejarse que no has de tener tan en cuenta lo escrito en el foro hasta el punto de deprimirte, eso sería pueril, no, piensa que la mayoría de cosas que te vas a encontrar, si lo inicias, sólo a ti están reservadas, y lo que para muchos es un agudo problemón para otros no son más que tonterías. En el viaje personal no todos pasamos por las mimas vías ni por las mismas estaciones y los hay que, tristemente, no llegan a destino porque alguien, un hijoputa, les hizo descarrilar. Cada uno responde con su fuero interno ante las adversidades, como Dios le dio a entender y su coraza personal le hace soportar, jamás de la misma manera. Va con las personas.
LOS EDIFICIOS:Si la
DGP fuese el
Corte Inglés todos los edificios serían de la misma forma según un modelo tipo. Pero no lo es.
No hay dos edificios iguales. Haylos que son como el que relata Mansat, deprimentes, e incluso peores que eso -son los menos, eso sí-, y los hay que ganan premios de arquitectura como la JSP de las Palmas o el salón de actos de Canillas (Madrid). Unos son pequeños bajos de comunidades de vecinos; otros son estrechos y altos; también hay inmensos cuartelones finiseculares que no están tan mal por dentro y, por contra, edificios relativamente jóvenes que no hay por dónde cogerlos, porque son cedidos y la reforma no va a ser. Otros llenos de fallos estructurales pero que son un acierto funcional; y esotros que son un caos en sí mismos, en los que no tienes dónde dejar la ropa pero, sin embargo, dispones de aparcamiento para el coche particular. Por haber hay despachos de formica y otros que tienen muebles estilo años veinte, modernistas, con madera maciza de nogal filigranada que, puestos en el mercado, valdrían un Potosí, reliquias de otros tiempos con una tan larga como desconocida historia detrás. Hay de todo, como digo. Sólo es cuestión de suerte caer en una de esas en las que se está a gusto. Suerte. Todo lo demás lo pone uno, pero eso no.
EL FUNCIONAMIENTO:El funcionamiento interno tampoco es igual. Cada comisaría es un pequeño mundo. Si esto fuese como la república de Platon el
modus operandi no cambiaría nunca al mudarse uno de plantilla, pero no lo es. A cada cambio de destino toca cambiar también el chip. Adaptarse o morir. Toca por unos momentos ser otra vez “el nuevo”.
LA VOCACIÓN:La vocación, ese extraño pájaro que una vez nos cantó al oído y que en muchas otras pareció guardar silencio, es algo que no sabe uno dónde termina ni tampoco dónde empieza. Pero está ahí y sea lo que sea y como se le llame a ese impulso por el que una vez nos atrajo a enrolarnos en esto, bienvenido sea, porque hay pocas profesiones que lo tengan.
Comparo ésta profesión con los amoríos: Antes de conquistarla se la idolatra; una vez conquistada puede, en ocasiones, aburrir o decepcionar pero se la quiere con locura (academia). Tras la boda (jura de cargo), los primeros años todo parece ir bien pese a las broncas y las desilusiones que, no por esperadas son menos temidas; ya se ve lo que se pierde y lo que se gana. Pero va, sigue el tren su viaje nupcial. Al cabo de veinte años, desaparecido ya el ardor guerrero, sólo quedarán rescoldos de lo que fue la llama que parecía incombustible; quedará la costumbre, el sereno respeto y, además, el cariño meditado ante y por lo que juramos un día. Los juramentos son para siempre, vitalicios. Aunque no siempre hayamos estado a la altura; aunque haya quienes las engañen y quienes se divorcien de ellas, y aunque los haya, porque de todo hay siempre, que se casaron engañados.
Cuando en el horizonte va apareciendo el invierno profesional y en el poniente quede muy lejana la primavera, tan lejana que la hayas olvidado, sabrás si ha merecido la pena, no antes. Por mucho que te digan los demás… Las cosas del querer, como las vocacionales, son así. No hay que darle más vueltas.
REFLEXIÓN:Me parece una cabronada desmoralizar a alguien que está en esa fase primera de enamoramiento; algo así como matar a un ruiseñor. Por otra parte creo que en el foro, como en la vida misma, hay, cada vez más, mucho de todo, y es imposible que sólo hayas leído lo malo. Hay más cosas. Muchas más. También hay otras anécdotas esperanzadoras y divertidas, y otros foreros no tan avinagrados, que no sólo no se quejan sino que dan consejos; clases magistrales sobre qué hacer ante un determinado supuesto; que resuelven dudas técnicas, que rebaten con inusual magisterio o que aportan valiosísimas experiencias. Igual que con unos lloras con otros te ríes. En fin, que, según considero, las lecturas de los mensajes no son obligatorias y que uno ha de tener claro cuáles le aportan y cuáles no, escoger las buenas y pasar de las malas.
Un saludo.