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Si uno reúne a cincuenta y cinco mil economistas para que le expliquen cómo salir de esta crisis, va a obtener cincuenta y cinco mil teorías. O más. Con la policía pasa otro tanto. Según los años trascurridos, lo vivido en ellos, las plantillas por las que se haya pasado, así será su opinión de lo que hacen los de la ejecutiva o dejan de hacer.
Dice el refrán que cada uno habla de la feria según le ha ido en ella. En la mía, en mi experiencia concretamente, me crié en Madrid, con la figura solemne del Z-1, integrada entre otros por un viejito inspector-jefe al que no olvidaré que acudía a todos los embolados y con su veteranía más absoluta y su heteróclita forma de ver las cosas, resolvía. Hablo de atentados con coche bomba y cosas así. Patrullaba a cinco turnos y comía, como el que más, los bocatas en las cantinas de la PM. Luego la realidad fue otra y muy variada en los siguientes años, y muy distinta, los zetas pasamos a comisarías de distrito, los viejitos fueron relevados por jovencitos, como yo mismo era, y todo funcionó de otra manera y con otro enfoque, pero sin problemas en general. Se los veía con ilusión por trabajar y por acercarse a los servicios mas peliagudos. Sin embargo ya no estaban a cinco turnos y el despacho les retenía muchas veces más de las que querían.
En provincias, fue totalmente al contrario y prácticamente no vi a ninguno de la ejecutiva
patrullar en el sentido amplio del término, salvo en el sentido que dice
estrapayao de observador o consejero. Creo que andamos por las mismas latitudes y es por eso que entiendo la óptica desde la que opina. Se aparecían como la virgen, de tarde en tarde, sin ser anunciados, y a veces ni eso. Y sin mojarse ni comparecer en los casos en que sí. Solían preferir que los comisionaran porque su escuela había sido otra, entendiendo que se entrometían, de hacerlo así. Los zeteros, por su parte, no solían comisonarlos casi nunca. Unos tíos muy sobrados eran, excesivos en todo. Si yo, de aquella ya tenía una edad, los que me encontré me seguían haciendo joven. También porque como muy bien dice
Loro, las ocupaciones de los inspectores pasan a ser otras según la plantilla, que los atan a los despachos aunque no quieran. Reuniones y estadísticas y resultados: burocracia. Y prácticamente los casos de responsabilidad que se podían plantear, las provincias suelen ser mucho más tranquilas, se resuelven con el subinspector o con la experiencia del zetero, porque, a diferencia de grandes capitales donde hay una rotación tremenda, aquí, en provincias, solemos tener todos trienios bastantes como para no cogernos de nuevas nada. ¿A nivel de experto? Bueno, no sé,
experto y
perito se me antojan términos ampulosos, dejémoslo en
experimentados. Con un grupo de tíos experimentados lo más normal es que la calle esté cubierta y, sin embargo, el despacho arda de peticiones, quejas y problemas. La edad, ya se sabe. Nos volvemos cascarrabias.
Pero, sobre todo, la cosa de que un inspector patrulle o no va con la persona. Cada persona es un mundo. Lo mismo que los policías. Y los oficiales. Y los comisarios.
No sé cómo andará ahora la cosa por la villa y corte. Tengo entendido que en Madrid han vuelto al sistema zonal y dejado el distrito. Aunque me imagino que los inspectores serán menos talluditos que los que había cuando yo entré, con arrugas como surcos en tierra seca. Yo mismo dejé serlo al caer de las calendas.
Pero vamos, la respuesta es sí, pueden patrullar. Si les dejan y quieren.