Una gorra azul, similar a la que utilizaba el piloto Fernando Alonso, cuando estaba en el equipo Renault, se convirtió en la primera pista para que la Etzaintza pudiera desarticular, en enero pasado, un «comando» de ETA.
El 30 de marzo de 2008, una célula colocó una bomba en un repetidor de telecomunicaciones en Azpeitia. Ese mismo día, un testigo observó cómo un individuo, que se tapaba la cabeza con la citada gorra, se encontraba en las inmediaciones de una cabina de teléfono en Elgoibar. Eran las 10:50, hora que coincidía con la llamada que una persona, que dijo hablar en nombre de la banda, realizó para avisar de la explosión. El individuo abandonó el lugar en una Citröen Berlingo. El 28 de julio siguiente, ETA colocó en Orio un artefacto contra una empresa que trabaja en las obras del Tren de Alta Velocidad. El día anterior, una patrulla de la Ertzaintza había observado en la zona la presencia de una Berlingo. No realizó maniobras que levantasen sospechas, pero los agentes tomaron la matrícula. Tras el atentado, se comprobó quién era su propietario. Se trataba de Ibon Iparraguirre Burgoa, domiciliado en Ondárroa, muy relacionado con la izquierda abertzale.
A partir de ese momento, la Ertzaintza intensificó las investigaciones y se observaron frecuentes encuentros de Iparraguirre y otros individuos, con los que intercambiaba automóviles para viajar a Francia. El 20 de agosto, acudió a un centro comercial de Usúrbil en el que realizó movimientos totalmente ilógicos: guardar cola en una tienda y salir corriendo a otro sin haber sido atendido, a la que vez miraba de forma continua en todas direcciones. Finalmente, entró en un establecimiento de telefonía donde realizó una recarga de treinta euros a dos tarjetas.
La Ertzaintza comprobó que las tarjetas recargadas habían sido adquiridas en la citada tienda con un DNI a nombre de Oier Gogorza. El documento era falsificado ya que el número correspondía al de un ciudadano de Granada. Al día siguiente, realizó un viaje a Francia con otras personas a bordo de dos vehículos. El contacto entre ambos teléfonos, con llamadas de muy escasa duración, era compatible con el uso que los miembros de ETA realizan de estos aparatos cuando un coche hace de «lanzadera» de otro y le avisa de que el camino está libre.
En estos desplazamientos, Iparraguirre pagaba en metálico los peajes de la autopista cuando, en su vida cotidiana, tenía como costumbre saltárselos.
El 20 de septiembre, no aparecía por ninguno de los lugares habituales. A través del teléfono se escuchó una conversación con alguien al que le informaba de que estaba parado por una carrera ciclista. Los agentes comprobaron los postes donde se habían activado los teléfonos, entre ellos uno en Escoriaza (Vizcaya). A las 14:30, localizaron a Iparraguirre a bordo de la Berlingo cuando volvía hacia Ondárroa. Llevaba la gorra azul. Esa noche, alrededor de las 4:30 de la madrugada, se produjo el atentado con coche bomba contra la comisaría de la Ertzaintza de la citada localidad. El artefacto estaba en un Peugeot 307 SW, de color gris, que había sido robado en Francia.
Pan en el salpicadero
Tras su detención, confesó a la Ertzaintza que había sido el autor de la acción criminal, junto con otro miembro del «comando. ETA les había indicado que debían recoger el vehículo con la bomba en un parking, junto al polideportivo de Escoriaza. La contraseña era una barra de pan en el salpicadero y las llaves estaban escondidas debajo de la alfombra. En el registro de su domicilio, fue encontrada la gorra azul, que con tanto orgullo paseó por los circuitos de todo el mundo Fernando Alonso, pero que en la cabeza de Iparraguirre tuvo una utilidad muy apropiada: marcarle el camino de la cárcel.
http://www.larazon.es/noticia/6827-la-g ... lato-a-etaSaludos.