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Allí España se veía rodeada y amenazada de enemigos por todos lados, en tierra hostil, donde cada vez se hacía mas difícil establecer rutas para el suministro y abastecimiento de las tropas que allí estaban acantonadas, o bien para los nuevos refuerzos que se solicitaban, de ahí el dicho “poner una pica en Flandes”, dando a entender un hecho que conlleva bastante dificultad para llevarse acabo, en alusión al grave problema que ocasionó a España durante el siglo XVII la recluta y formación de buenos soldados y el poder enviarlos en rutas seguras hasta tierras de los Países Bajos.
La grandeza y efectividad de los Tercios fue decreciendo con el paso del tiempo y con la llegada a la corona española de reyes ineptos y despreocupados de las tropas que tantos títulos, súbditos y tierras les habían otorgado. Atrás quedaron reyes vinculados a sus hombres de armas como fueron el gran Carlos V y su hijo y sucesor Felipe II, que sin tener el carisma de su padre, fue un monarca de buen hacer. Con la llegada al trono de reyes como Felipe III y Felipe IV, despreocupados de los problemas que acuciaban al Imperio y a las tropas españolas que lo sostenían, establecidas en la interminable y desmoralizante guerra de Flandes, crearon un descuido imperdonable en los ejércitos españoles, que yacían mal vestidos y alimentados, descuidados, y en las ocasiones en que permanecían ociosos se dedicaban al saqueo y al pillaje, provocando motines, en muchas ocasiones producidos por la falta o retraso en las pagas, la escasez de alimentos y las duras condiciones de vida, conocido es el tremendo castigo y terror que producía en las poblaciones la llamada “furia española”, como ocurrió por ejemplo en el saqueo de Amberes en 1576.
Este horror y odio que sembraban los soldados españoles fue en detrimento de España que veía como la causa protestante en los Países Bajos se hacía cada vez mas enconada y conseguía mas afectos.
Todas estas desavenencias unidas al estancamiento en las tácticas militares y el avance que sus enemigos habían llevado acabo en el campo militar, provocaron la decadencia paulatina de los Tercios españoles, que fueron dejados a su suerte por unos monarcas despreocupados de sus responsabilidades y que dejaron en manos de validos como en el caso del Duque de Lerma, que bien solo se preocuparon de desangrar aún mas las arcas del Estado para su propio beneficio, y que sin estar capacitado lo mas mínimo para una empresa tan difícil y necesaria como requería España, se comportó mas como enemigo de la Nación que como un soberano del Imperio. En otros casos hubo gobernantes como el Conde-Duque de Olivares que a pesar de tener buenas intenciones en sus actos y de intentar por todos los medios mantener los territorios españoles, las continuas guerras a las que el Imperio estaba sometido, la quiebra económica producida por los enormes gastos de la corona y los continuos levantamientos ya vinieran de fuera o dentro de nuestras fronteras provocaron el descalabro del Imperio español en Europa y su supremacía del Continente en detrimento de Francia.
Siempre se ha hecho creer que la batalla de Rocroi acontecida en Mayo de 1643, frente a los ejércitos franceses, fue la sepultura de los Tercios españoles, pero su ocaso fue paulatino y progresivo y no podemos establecerlo de repente en esa fecha fatídica para las armas españolas y en las que el desenlace de la batalla estuvo muy cerca de ser una victoria para los ejércitos imperiales.
Atrás quedan tiempos de gloria y tiempos de ocaso para nuestros Tercios, que grabaron con el filo de sus picas y espadas y el tronar de sus arcabuces y mosquetes la furia española, la bravura de los hombres de Castilla, de Aragón y de tierras vascongadas, esos gritos de: Santiago! y Cierra España! que aún retumban por tierras de Europa, de África o América donde los infantes españoles lucharon y quedaron imperecederos ante el paso del tiempo, junto a las antiguas legiones de Roma, como los mejores infantes que los campos de batalla han conocido.
España mi natura,
Italia mi ventura,
Flandes mi sepultura.