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El guardia civil Juan Batista fue asesinado de un tiro el día antes de volver a Gran Canaria y después de saber que esperaba un hijo
SANTA CRUZ DE TENERIFE. La familia de Juan Batista García tenía todo preparado para irlo a buscar al aeropuerto grancanario de Gando al día siguiente. De hecho, aquel 16 de abril de 1979 se fueron a la cama con la ilusión de que apenas faltaban unas horas para reencontrarse con él. "Teníamos todos muchas ganas de verlo", cuentan sus hermanos Antonio, Rafael y María Esther. Para ellos era "la alegría de la casa". Bromista, alegre y sobre todo cariñoso, Juan había acordado con su padre regresar a Las Palmas pues la tensión en Guipúzcoa, a donde lo había destinado la Guardia Civil, se había vuelto insostenible.
Juan aprovechó la tarde-noche de su penúltimo día en la Península para acudir a la localidad navarra de Leiza a despedirse de su novia, con la que había acordado que se unirían en Canarias en poco tiempo y se casarían. Justo en ese encuentro, Juan Batista se enteró de que ella estaba embarazada. Guardia civil de la Agrupación de Tráfico con destino en el destacamento de Tolosa (Guipúzcoa), natural de Las Palmas de Gran Canaria, de 24 años, fue hallado a las tres horas y 20 minutos de la madrugada del día siguiente, martes 17 de abril de 1979, por el conductor de un camión en el kilómetro 43 de la carretera nacional a Irún.
El conductor vio desde la cabina del vehículo una mano al borde de la calzada. Al bajar encontró mal herido a Batista y escuchó decirle: "Ayúdeme. Tengo un tiro; me han disparado. Lléveme a la clínica de San Cosme y San Damián por favor". El camionero detuvo a un turismo que llegó poco después, en el que viajaba casualmente un estudiante de medicina. Este taponó la herida, pero no fue suficiente y falleció en el traslado al centro hospitalario.
Un impacto en el pecho, a la altura del esternón, con salida por el costado derecho, fue la causa de su muerte. Junto al cuerpo fue encontrada su pistola reglamentaria, con la que habían sido hechos cinco disparos para llamar la atención sobre su situación. El automóvil del agente se encontraba aparcado a unos 200 metros del lugar en que fue hallado.
Todos conocían el riesgo que corría, pero su padre fue el que mantuvo en todo momento la calma porque sabía mejor que nadie que era una obligación irrenunciable para su hijo hasta que no terminara la misión en el País Vasco. Por algo el papá era teniente de la Guardia Civil. No tuvo la misma tranquilidad la madre, que en esa semana previa al esperado regreso había dicho varias veces que le daba la espina que Juan no volvería.
Un hecho fundamental aceleró el cambio de destino a Gran Canaria. El guardia había sido objeto de un atentado frustrado apenas un mes antes, el 10 de marzo, del que salió ileso gracias a la actuación de los Técnicos Especialistas en Artefactos Explosivos (Tedax), que desactivaron una bomba-lapa colocada por los matones de ETA en los bajos de su vehículo. Era la constatación de que estaba en el punto de mira. Su padre ya no soportaba la presión.
"Cada vez que recordamos que por unas horas no lo tuvimos con nosotros...". A sus hermanos todavía les cuesta hoy rememorar todo aquello. Se les quiebra la voz tras cada detalle. Un alto mando del cuerpo llamó a casa ya bien entrada la madrugada. María Esther era todavía una niña y no lo supo hasta que al día siguiente un compañero de clase comentó en los pasillos que habían matado a un guardia civil de Las Palmas.
La madre murió pocos meses después. No superó la tragedia. El padre se quedó con cuatro hijos a su cargo y un dolor que lo marcó para siempre. Juan y él estaban muy unidos y compartían la afición por la agricultura. De hecho, sus hermanos recuerdan que cuando Juan estudiaba en el Claret de Las Palmas, buscaba siempre un hueco para darse un salto a la finca que tenían a las afueras de la capital y dar de comer a los animales. Ya en ese entonces iba en moto, otra de sus pasiones.
Hasta el Rey envío una carta de condolencia a la familia. En el funeral estuvieron presentes las principales autoridades de Gran Canaria, incluidos todos los mandos de la Guardia Civil. La capilla ardiente se instaló en el hospital militar de Las Palmas. "Hasta le dedicaron una canción en la despedida. Fue emocionante", recuerda María Esther, que aclara que a pesar de agradecer las muestras de solidaridad, "fueron días tristes, muy tristes". "Estábamos en una nube. No nos lo creíamos. Pasó tiempo hasta que lo asumimos".
Publicado en el periódico tinerfeño laopinion en el día de hoy. Este periódico esta publicando la historia de todas las victimas de la banda terrorista que eran canarios, en mi humilde opinión esta muy bien esta iniciativa ya que aunque ETA no haya atentado asta la fecha en el archipiélago si a matado a muchos canarios que como el resto de españoles deben ser recordados mas aun en los tiempos que corren. Este articulo me a dejado frió, esto es lo que ay detrás de la muerte de un inocente. saludos