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LA DELGADA LÍNEA AZUL
Durante la Batalla de Balaclava, el 25 de octubre de 1854, se sucedieron dos hechos de armas que han pasado a la historia como dos de los más notorios ejemplo de valentía y heroísmo (uno de ellos también de estupidez) del ejército británico. El primero fue la carga de la Brigada Ligera, inmor-talizada en el poema de Tennyson, contra la artillería imperial rusa. Fue una carnicería absurda y sin sentido. La segunda es la heroica acción del 93 Regimiento de Highlanders, deteniendo una carga de 2.500 jinetes rusos que amenazaba con copar y destrozar al ejército británico. Eran tan pocos que solo pudieron formar dos líneas de tiradores para oponerse al trueno rodante que se les venía encima. El Coronel al mando, Sir Colin Campbell sólo les dio una orden: «Soldados, no hay retirada, cada uno debe morir donde se encuentra». La acción se conoce como «la delgada línea roja», por el color de las casacas de los soldados británicos.
El pasado domingo un puñado de policías de la UIP formaron una delgada línea azul frente a los manifestantes. Si las crónicas no engañan, fueron copados, rodeados y golpeados con saña mientras recibían la consigna de aguantar. El resultado ahora se sustancia en un moroso conteo de heridos y detenidos. Pero las cifras no recogen ni de lejos la dramática realidad de ese grupo de treinta y tantos rodeados por un millar de manifestantes.
Ninguna crónica podrá reflejar lo que siente un policía cuando la masa anónima se convierte en un monstruo de miles de ojos que te odia a ti, personalmente a ti, cuando sabes que tú no has hecho nada a ninguno de esos sujetos y que en ese momento te detestan más allá de razones y explicaciones. Por más que te preguntes por qué las explicaciones no te alcanzan. Y solo te queda calar la visera del casco y tragar saliva, sabiendo que ni dioses ni demonios te van a ayudar y que solo te puede salvar la suerte…
Cuando todo acaba puedes irte a tu casa. Si tienes casa y no te tienes que recluir en un hotel sórdido y barato. Y respiras hondo y sientes que has tenido suerte y te has salvado hasta la próxima. Eso si no te despellejan en la prensa al día siguiente. Y sientes que te la adrenalina martiriza las arterias y las tensión te gotea por lo poros como si salieras de una sauna, cubriendo tu mente como un escarcha invernal que congela tu pensamiento.
Y sabes que ni a tus allegados les puedes contar qué te pasa, como te sientes, que significa ser un papel de fumar frente a la masa, un corcho ante un río embravecido en el que solo te queda mirar a derecha e izquierda y saber que formas la delgada línea azul, la que separa el orden del desorden. Y que para eso tienes que parar la vo-rágine de tus pensamientos y poner coraje en tu corazón e implorar que el tiempo no se detenga y pase cuento antes…
Y por la mañana hay días que la rabia sube como una arcada de bilis y no sabes cómo continuar. En tu cabeza martillean los porqués y ya no te alcanzan las excusas. No sabes por qué elegiste este trabajo demoledor ni por qué eres un sospechoso habitual y un enemigo en potencia. Ni por qué lo desempeñas por un sueldo escaso en condiciones físicas durísimas. No lo sabes y ya ni te molestas en preguntar.
Y juntas tus últimos céntimos de moral y te pones otra vez el uniforme… porque lo único que te reconforta es volver a mirar a los ojos de los que forman la delgada línea azul a tu lado…
Sabes que la actualidad barrerá la noticia como el viento las hojas secas. Que las heridas del cuerpo curarán, aunque los dientes no vuelvan a salir. Que quizás todo se arregle con un puñado de cruces rojas.
Y que volverás a formar la delgada línea azul. Porque hay algo que es más fuerte y profundo que tú. Y cuando decidiste formar con los mejo-res todavía ni eras policía. Y muchos lo intenta-ron y se quedaron por el camino. Y pasaste por Ávila, por la prácticas, por la seguridad de comisaría, por conducción de detenidos… pasaste por todo sin quejas ni reproches antes de llegar a don-de ahora estás.
Y ya no esperas nada mejor. El tiempo irá dejando surcos en el alma. Cuando llegue el momento de la jubilación ya no te quedarán porqués. Simplemente sabrás que como hombre so-portaste lo insoportable y cuando te ordenaron aguantar aguantaste lo inimaginable. Simple-mente porque formabas esa delgada línea azul.
Simplemente porque eres policía.
La delgada línea azul
Ninguna crónica podrá reflejar lo que siente un policía cuando la masa anónima se convierte en un monstruo
De miles de ojos que te odian a ti, personalmente a ti
IGNACIO DEL OLMO FERNÁNDEZ (Comisario del CNP Jefe de la BPSC de Murcia)