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La muerte del silbador.El automóvil antiguo, pero muy pulido, avanzó por el sendero de la casa de campo. Se detuvo exactamente frente a la acera enlosada que conducía al pórtico de la casa.
El señor Henry Smith bajó del carro. Dio unos pasos hacia la puerta y luego se detuvo, al ver una guirnalda de luto arriba de ella. Murmuró algo en voz baja, que sonó muy parecido a «Dios mío» y permaneció allí un momento. Se quitó los anteojos de oro que llevaba montados sobre el puente de la nariz y los limpió con cuidado.
Volvió a ponerse los lentes y miró otra vez hacia la casa. Esta vez, su mirada se elevó más. El techo era plano y tenía un parapeto de un metro. Parado detrás del parapeto, mirando al señor Smith, estaba un hombre grande, con un traje de sarga azul. Una racha de viento abrió el saco del hombre y el señor Smith vio que llevaba un revólver en una funda sobaquera. El hombre abotonó su saco y retrocedió hasta desaparecer de su vista. Esta vez, sin lugar a dudas, el señor Smith exclamó:
- ¡Dios mío!
Enderezó su bombín gris, subió al pórtico y oprimió el timbre de la puerta. La puerta se abrió después de alrededor de un minuto. La abrió el hombre que había estado en el techo y frunció el ceño. Medía más de 1.83 y el señor Smith sólo alcanzaba 1.68.
- ¿Sí? - dijo el hombre grande.
- Me llamo Henry Smith. Me gustaría ver al señor Walter Perry. ¿Está en casa?
- No.
- ¿Se espera que regrese pronto? - insistió el señor Smith -. Yo... ah... tengo una cita con él. Quiero decir no es exactamente una cita. Es decir, no es una cita para una hora específica. Pero ayer hablé con él por teléfono y sugirió que viniera esta tarde - los ojos del señor Smith se desviaron con rapidez hacia la guirnalda fúnebre que estaba sobre la puerta abierta -. ¿Él no... ah...?
- No - replicó el hombre grande -. Murió su tío, no él.
- Ah..., ¿asesinado?
Los ojos del hombre grande se abrieron un poco más.
- ¿Cómo lo supo? ¿Los diarios no han...?
- Fue sólo una deducción - explicó el señor Smith -. Su saco se abrió cuando usted estaba en el techo y vi que trae pistola. Por eso y por... ah... su aspecto general, deduje que usted era un guardián de la ley, posiblemente el sheriff de este condado. Cuando menos, si mi deducción de que fue un asesinato es correcta, espero que sea un guardián de la ley y no... ah...
El hombre grande rió.
- Soy el sheriff Osburne, no el asesino - empujó su sombrero hacia atrás -. ¿Y cuál es su asunto con Walter Perry, señor... eh...?
- Smith. Henry Smith, de la Compañía Falange de Seguros. Mi asunto con el señor Walter Perry es relativo a seguros de vida. Sin embargo, mi compañía también extiende seguros contra incendio, robo y accidentes. Somos una de las compañías más antiguas y fuertes de la región.
- Sí, he oído hablar de la Falange. ¿Para qué lo quería ver Walter Perry? Espere, entre. No tiene objeto hablar en la entrada. No hay nadie en la casa.
Lo condujo a través del vestíbulo hasta un gran salón, amueblado con lujo, en una esquina del cual estaba un gran Steinway de caoba. Señaló un mullido sofá al señor Smith y tomó asiento en la banca del piano.
El señor Smith se sentó en el mullido sofá y puso su bombín gris cuidadosamente junto a él.
- Supongo - dijo -, que el crimen debe haber ocurrido anoche. ¿Y sospechan ustedes de Walter Perry? ¿Lo tienen detenido?
La cabeza del sheriff se inclinó un poco hacia un lado.
- ¿Y por qué supone todo eso? - preguntó.
- Es obvio que no había ocurrido ayer, cuando hablé con el señor Perry - explicó -, o lo habría mencionado, con seguridad. Luego, si el crimen hubiera ocurrido hoy, se vería más actividad, con forenses, agentes de pompas fúnebres, alguaciles, fotógrafos. El descubrimiento habría sido hecho no después de la madrugada, para que todo eso hubiera terminado y que el... ah... los restos hubiesen sido retirados. Supongo que ya ha sucedido, por la guirnalda luctuosa. Eso indica que el agente de pompas fúnebres ya estuvo aquí. ¿Dijo que la casa está sola? ¿No requiere servidumbre una propiedad de estas dimensiones?
- Sí - contestó el sheriff -. Hay un jardinero por allí y un palafrenero, que cuida los caballos... la afición de Carlos Perry era criar caballos. Pero ellos no están en la casa... quiero decir, el jardinero y el caballerango. Había dos sirvientes del interior de la casa, una ama de llaves y una cocinera. El ama de llaves renunció hace dos días y no han contratado otra todavía. La cocinera... Oiga, ¿quién está interrogando a quién? ¿Cómo supo que tenemos detenido a Walter por sospechas?
- No es una inferencia ilógica, sheriff - replicó el señor Smith -. Su ausencia, la actitud de usted y su interés respecto a mi asunto con él. ¿Cómo y cuándo fue asesinado el señor Carlos Perry?
- Poco después de las dos, o un poco antes, dice el forense. Con un cuchillo, mientras estaba en cama, dormido. Y nadie más se hallaba en casa.
- ¿Excepto el señor Walter Perry?
El sheriff frunció el ceño.
- Ni él, a menos que pueda deducir cómo... Oiga, ¿quién está interrogando a quién, señor Smith? ¿Cuál era su negocio con Walter?
- Le vendí una póliza... no muy grande, era por tres mil dólares, hace pocos años, cuando asistía al colegio en la ciudad. Ayer, recibí la noticia de la oficina matriz, de que su prima no ha sido pagada y que su periodo de gracia ya expiró. Eso significaría la pérdida de la póliza, a excepción de una entrega de su valor, muy pequeño, considerando que la póliza tenía menos de tres años. Sin embargo, la póliza puede ser refrendada antes de veinticuatro horas después de la expiración del periodo de gracia, si puedo cobrar la prima y hacerlo firmar la declaración que goza de buena salud y no ha sufrido ninguna enfermedad grave desde la fecha de la póliza. También esperaba que aumentara el monto... ah... Sheriff, ¿cómo puede estar seguro de que nadie más estaba en casa a la hora en que fue asesinado el señor Perry?
- Porque había dos hombres sobre la casa - explicó el sheriff.
- ¿Sobre la casa? ¿Quiere decir, en el techo?
El sheriff movió la cabeza tristemente.
- Sí - contestó -. Dos detectives privados de la ciudad y no sólo tienen coartadas mutuas... las tienen para todos los otros, incluyendo al señor Addison Simms, de Seattle - gruñó -. Bueno, esperaba que su razón para ver a Walter nos ayudara en algo, pero creo que no sirvió. Si surge algo, puedo comunicarme con usted por medio de su compañía, ¿verdad?
- Por supuesto - replicó el señor Smith.
No hizo ningún movimiento para retirarse.
El sheriff se volvió hacia el piano Steinway de concierto. Con un dedo, tocó las notas de «Peter, Peter, Pumpkin Eater».
El señor Smith esperó pacientemente que terminara el concierto. Después preguntó:
- ¿Por qué estaban dos detectives en el techo, sheriff? ¿Había habido un mensaje de aviso o una amenaza de alguna clase?
El sheriff Osburne se volvió en la banca del piano y miró lúgubremente al pequeño agente de seguros. El señor Smith sonrió en forma apaciguadora.
- Espero que no piense que estoy interponiéndome, pero usted puede ver que es parte de mi obligación, parte de mis deberes hacia la compañía, resolver este crimen, si puedo.
- ¿Eh? No tenían asegurado al viejo, ¿o sí?
- No, nada más al joven Walter. Pero surge la pregunta..., ¿es culpable de asesinato Walter Perry? Si lo es, haré un mal servicio a mis jefes, al tratar de renovar la póliza. Si es inocente y no le recuerdo que su póliza está a punto de expirar, faltaré a mis obligaciones con un cliente. Así que espero que comprenda que mi curiosidad no es meramente... ah... curiosidad.
El sheriff gruñó.
- ¿Hubo una amenaza, algún aviso? - insistió el señor Smith.
El sheriff suspiró.
- Sí - contestó -. Llegó por correo, hace tres días. Una carta, que decía que sería asesinado, a menos que restituyera el dinero de las canciones que había robado... pirateado, creo que le dicen en el ambiente, a las víctimas. Usted sabe que era un editor de música.
- Recuerdo que su sobrino mencionó el hecho. En Whistler y compañía, ¿verdad? ¿Quién es el señor Whistler?
- No hay ningún señor Whistler - replicó el sheriff -. Es una historia... Muy bien, será mejor que se la cuente. Carlos trabajaba en el teatro; hacía un acto, silbando. Cuando existía esa clase de teatro de variedades. Al tomar una muchacha como ayudante, empezó a anunciarse como Whistler (silbador) y Compañía, en lugar de usar su nombre. ¿Comprende?
- Y después se dedicó a la edición de canciones y usó el mismo nombre para su compañía. ¿Y realmente estafó a sus clientes?
- Sí, creo que lo hizo - respondió el sheriff -. Escribió un par de canciones que tuvieron un éxito regular y usó el dinero que ganó para establecerse en el negocio. Y creo que sus métodos eran deshonestos, sí. Fue demandado alrededor de una docena de veces, pero siempre ganó los juicios y siguió ganando dinero. Tenía bastante. Yo no diría que era millonario, pero de cualquier modo, debió tener medio millón.
»Así que hace tres días, llegó esa carta amenazadora entre la correspondencia y nos la mostró, pidiendo protección. Bueno, le dije que trataríamos de encontrar al remitente de la carta, pero que el condado no podía asignar a nadie una protección permanente en su domicilio y que si deseaba eso, tendría que contratar quien lo hiciera. Así que fue a la ciudad y contrató a dos hombres de una agencia.
- ¿Una de buena reputación?
- Sí, la Internacional. Ellos enviaron a Kraussy y Roberts, dos de sus mejores hombres.
La mano del sheriff, que descansaba sobre el teclado, tocó lo que probablemente intentaba ser un acorde. No lo fue. El señor Smith se sobresaltó un poco.
- Anoche - continuó el sheriff -, nadie estaba aquí, excepto el amo... quiero decir, Carlos Perry y los dos agentes de la Internacional. Walter se había quedado a pasar la noche en la ciudad; dice que fue al teatro y permaneció en un hotel. Lo hemos investigado. Se registró en el hotel, sí, pero no pudimos probar que permaneció en su cuarto o que salió de él. Se registró cerca de medianoche y dejó dicho que lo llamaran a las ocho. Pudo haber llegado fácilmente hasta aquí, regresando después.
»Y la servidumbre... bueno, ya le dije que el ama de llaves había renunciado y no ha sido reemplazada todavía. Es nada más una coincidencia que los otros hayan estado ausentes. La madre de la cocinera está enferma de gravedad; continúa ausente. Era la noche de salida del jardinero; la pasó con su hermana y su cuñado en Dartown, como lo hace siempre. El otro tipo, el entrenador de caballos, o palafrenero o como quiera llamarle, fue al pueblo a ver a un médico, por un pie que se le infectó, por haber pisado un clavo. Fue en el camión de Perry y el vehículo se descompuso. Llamó por teléfono a Perry y él le dijo que lo hiciera arreglar en un garaje que permanece abierto durante toda la noche y que durmiera en el pueblo y trajera el camión por la mañana. Así que, excepto por los caballos y por un par de gatos, las únicas personas que estaban aquí anoche, eran Perry y los dos detectives.
El señor Smith movió la cabeza gravemente.
- ¿Y el forense dice que el asesinato fue alrededor de las dos?
- Dice que con bastante aproximación, fue a esa hora y tiene algo en que basarse. Perry se retiró cerca de medianoche y un poco antes de hacerlo, comió un bocado que sacó del refrigerador. Uno de los detectives, Roberts, estaba en la cocina con él y puede verificar qué comió y a qué hora. Creo que usted sabe cómo puede calcular un forense la hora de la muerte, por el grado hasta donde ha llegada la digestión. Y...
- Sí, por supuesto - lo interrumpió el señor Smith.
- Subamos al techo - sugirió el sheriff -. Le mostraré el resto. Es más fácil que decírselo.
Se levantó de la banca del piano y se encaminó hacia la escalera, con el señor Smith siguiéndolo como una cola pequeña en una cometa grande. El sheriff habló por encima de su hombro:
- Así que Perry se retiró a medianoche. Los dos detectives registraron el lugar detenidamente, por dentro y por fuera. No hallaron a nadie. Lo juran y como dije, son buenos.
- Y si alguien estaba ya oculto en la propiedad - dijo el señor Smith con alegría -, siendo medianoche, no pudo tratarse de Walter Perry. Usted verificó que se registró en ese hotel a medianoche.
- Sí - gruñó el sheriff -. Sólo que no había nadie. Roberts y Krauss dijeron que entregarían sus licencias, si alguien se encontraba en la casa. Así que subieron por aquí al techo, porque había luna y era el mejor lugar para vigilar. Allí arriba.
Subieron la escalera que salía de la parte posterior del corredor del segundo piso y llegaron al techo plano. El señor Smith caminó hasta el parapeto. El sheriff Osburne agitó una mano enorme.
- Mire - dijo -, puede ver en todas direcciones hasta ochocientos metros y por algunos lados, aún más lejos. Había luna, tal vez no tan brillante para leer bajo su luz, porque estaba muy abajo en el firmamento, pero ambos detectives de la Internacional estuvieron aquí desde alrededor de medianoche hasta las dos y media. Y juran que nadie cruzó ninguno de esos campos ni pasó por el camino.
- ¿Ambos vigilaban al mismo tiempo?
- Sí - contestó el sheriff -. Iban a vigilar por turnos y el de Roberts era el primero, pero Krauss no tenía sueño y era una noche tan bonita, que permanecieron hablando. Y aunque no miraban en todas direcciones cada segundo... bueno, le tomaría algún tiempo a cualquiera, para cruzar el área donde ellos podrían ver a una persona. Dicen que nadie pudo hacerlo.
- ¿Y a las dos y media? El sheriff frunció el ceño.
- A las dos y media, Krauss decidió bajar y dormir un poco. Pasaba por el tragaluz, cuando empezó a sonar el timbre... el timbre del teléfono. El aparato está abajo, pero hay una extensión en la planta alta y suena en ambos lugares.
»Krauss no sabía si debía contestarlo o no. Sabía que aquí, en el campo, había señales diferentes para cada teléfono y no sabía si era la del de Perry o no. Regresó al techo para preguntar a Roberts si lo sabía y si era la señal de Perry la que estaba sonando. Roberts contestó que era la señal de Perry, así que Krauss bajó y contestó el teléfono.
»No era nada importante. Era solamente una equivocación. Merkle, el tipo de los caballos, dijo a los mecánicos del garaje que llamaría para saber si estaba listo el camión; intentaba hacerlo cuando despertara, por la mañana. Pero el tipo del garaje no lo entendió y pensó que debía llamar cuando terminara de trabajar en el camión. Y no sabía que Merkle se hallaba en el pueblo. Llamó a la casa para avisar que el camión se hallaba listo. Es un tipo tonto, el que trabaja en el garaje por las noches.
El sheriff Osburne inclinó su sombrero todavía más atrás y luego lo agarró, cuando una brisa vagabunda casi se lo arrancó completamente.
- Entonces, Krauss empezó a preguntarse por qué no habría despertado el teléfono a Perry - continuó el sheriff -, pues el aparato estaba junto a la puerta y sabía que Perry tenía el sueño ligero; Perry se lo había dicho. Así que investigó y lo halló muerto.
El señor Smith, movió la cabeza.
- Supongo que entonces registraron el lugar nuevamente - preguntó.
- No. Son muy listos. Le digo que son buenos. Krauss volvió a subir e informó a Roberts y éste permaneció en el techo, vigilando, tal vez pensando que el asesino podía estar todavía en la casa y que podría verlo al salir, ¿comprende? Krauss bajó, me llamó por teléfono y mientras llegaba con un par de muchachos, registró el lugar otra vez, mientras Roberts vigilaba todo el tiempo. Registró la casa y luego los pajares y todas partes y cuando llegamos, lo ayudamos y volvimos a hacerlo nuevamente. No encontramos a nadie aquí. ¿Comprende?
El señor Smith movió la cabeza otra vez con gravedad. Se quitó sus lentes con arillos de oro y los limpió y después caminó en torno al parapeto.
El sheriff lo siguió.
- Mire - dijo -, la luna estaba baja en el Noroeste. Eso significa que la casa proyectaba su sombra sobre los pajares. Un hombre podía haber llegado hasta ahí con facilidad, pero después, tendría que cruzar el campo hasta ese grupo de árboles que están a la orilla del camino. Al cruzar el campo, se notaría como un pulgar inflamado.
»Y aparte de los pajares, ese grupo de árboles de allá es el lugar más cercano de donde hubiera podido venir. Le tomaría diez minutos cruzar ese campo y no pudo haberlo hecho.
- Dudo que alguien haya sido tan tonto para intentarlo - observó el señor Smith -. La luna ilumina en todos sentidos. Quiero decir, pudo haber visto fácilmente a los hombres en el techo, a menos que hayan estado escondidos tras el parapeto. ¿Estaban escondidos?
- No. No estaban tratando de atrapar a nadie. Estuvieron vigilando, la mayor parte del tiempo sentados en el parapeto, vuelto cada uno de ellos hacia un lado, mientras conversaban. Como dice usted, la persona que hubiera querido atravesar el campo los hubiera visto tan fácilmente como habría sido vista.
- Hmmm. Pero no me ha dicho por qué tiene detenido a Walter Perry. Supongo que es el heredero... Eso le daría un motivo. Pero, de acuerdo con lo que me dijo respecto a la ética de Whistler y compañía, muchas otras personas pudieron tener motivos.
El sheriff movió la cabeza en forma lúgubre.
- Varias docenas de ellas. Sobre todo, si pudiéramos creer esa carta amenazadora.
- ¿Y pueden creerla?
- No, no podemos. Walter Perry la escribió y la envió a su tío. Rastreamos el papel y la máquina estenográfica que usó. Y él admite haberla escrito.
- Dios mío - exclamó el señor Smith con seriedad -. ¿Explicó por qué?
- Sí, pero es ridículo. Mire, usted quiere verlo, así que, ¿por qué no escucha su versión?
- Una idea excelente, sheriff. Y muchas gracias.
- Está bien. Creí que pensando en voz alta, tendría una idea de cómo fue hecho, pero fue en vano. Oh, bueno. Mire, diga a Mike en la cárcel que le dije que podía hablar con Walter. Si Mike no acepta su palabra, haga que me llame por teléfono a este lugar. Estaré aquí por un tiempo.
El señor Henry Smith se detuvo cerca del tragaluz abierto, para echar un último vistazo al campo que lo rodeaba. Vio un hombre alto y delgado, vestido con un mono de algodón, que salía montado al campo, desde el otro lado del pajar.
- ¿Ése es Merkle, el entrenador? - preguntó.
- Sí - contestó el sheriff -. Ejercita a esos caballos como si fueran sus hijos. Es un buen tipo, si usted no critica sus caballos... no intente hacerlo.
- No lo intentaré - aceptó el señor Smith.
Miró por última vez detenidamente en torno suyo y después bajó y fue hasta su automóvil. Lo condujo con lentitud, pensativo, hasta el asiento del condado.
En la cárcel, Mike aceptó la palabra del señor Smith, de que el sheriff Osburne le había dado permiso de hablar con Walter Perry.
Walter Perry era un joven grave e indiferente, que usaba anteojos con arillos de carey y gruesos lentes. Sonrió con tristeza al ver al señor Smith.
- ¿Quería verme para renovar mi póliza? - preguntó - Pero ahora no quiere hacerlo, y no lo culpo.
El señor Smith lo estudió un momento.
- Usted no... ah... asesinó a su tío, ¿verdad? - inquirió.
- No, por supuesto.
- Entonces - le dijo el señor Smith -, nada más firme aquí.
Sacó un formulario de su bolsillo y desatornilló la tapa de su pluma fuente. El joven firmó y el señor Smith dobló el papel cuidadosamente y volvió a guardarlo en su bolsillo.
- Pero quisiera saber, señor Perry - continuó el señor Smith -, si quiere decir por qué... ah... el sheriff Osburne me dice que usted aceptó haber enviado una carta en que amenazaba la vida de su tío. ¿Es cierto?
Walter Perry suspiró.
- Sí, lo hice.
- Pero, ¿no fue una gran tontería? Supongo que no intentaba cumplir su amenaza.
- No. Fue una tontería. Fue una locura. Debí haber comprendido que no daría resultado. Con mi tío no - suspiró nuevamente y se sentó a la orilla del jergón de su celda -. Mi tío era un pillo, pero creo que no era un cobarde. No sé si eso estaba en su favor o no. Ahora que ha muerto...
El señor Smith movió la cabeza con simpatía.
- Entiendo que su tío había estafado las regalías a muchos compositores. ¿Pensó que podía atemorizarlo, haciéndole restituir el dinero a los que estafó?
Walter Perry afirmó con movimientos de cabeza.
- Fue una necedad. Fue una de esas ideas locas que tiene uno algunas veces. Fue porque se puso bien.
- ¿Bien? Temo que no...
- Será mejor que le relate todo desde el principio, señor Smith. Sucedió hace dos años, por la época en que me gradué en el colegio... yo me sostuve los estudios trabajando; mi tío no pagó las cuentas... Entonces supe qué clase de empresa era Whistler y Compañía. Conocí a algunos de los antiguos amigos de mi tío, gente de farándula que viajó con él por los pueblos. Estaban muy amargados. Así que empecé a investigar y descubrí lo de todas las demandas a que había tenido que enfrentarse y... bueno, quedé convencido.
»Yo era su único familiar viviente y sabía que era su heredero, pero su dinero era sucio... bueno, yo no lo quería. Tuvimos una reyerta y me desheredó y eso fue todo. Hasta que hace un año, supe...
Se interrumpió, mirando hacia la reja de la celda.
- ¿Supo qué? - lo alentó el señor Smith.
- Supe accidentalmente que mi tío sufría una enfermedad cardiaca y que no viviría mucho tiempo, de acuerdo con el médico. Tal vez menos de un año. Y... bueno, quizá sea difícil que cualquiera piense que mis motivos eran buenos, pero decidí que, en esas circunstancias, yo estaba arruinando la oportunidad de ayudar a las personas a quienes estafó mi tío... que si todavía fuera su heredero, podría restituirles el dinero que les había robado, después de su muerte. ¿Comprende?
Walter Perry levantó la mirada para ver desde su asiento en el jergón la cara del pequeño agente de seguros y el señor Smith estudió el rostro del joven y luego movió la cabeza afirmativamente.
- ¿Así que efectuó una reconciliación? - preguntó.
- Sí, señor Smith. Fui hipócrita, en cierto modo, pero pensé que me permitiría paliar esos crímenes. No quería su dinero, ni un centavo de él, pero sentía lástima de toda esa gente a quien estafó y... bueno, me obligué a ser hipócrita por ellos.
- ¿Conoce en persona a alguno de ellos?
- No a todos, pero sabía dónde podía hallar a la mayor parte de los que no conocía, por medio de los expedientes de los juicios. Los que conocí primero, fueron una antigua pareja de variedades, conocidos como Wade y Wheeler. Conocí a algunos otros por medio de ellos y después busqué a algunos más. La mayoría de ellos odiaban a mi tío como al veneno y no puedo decir que los culpo.
El señor Smith movió la cabeza con simpatía.
- Pero, ¿dónde entra la carta amenazadora? - preguntó.
- Hace alrededor de una semana, supe que su enfermedad cardiaca estaba mucho mejor. Descubrieron un nuevo tratamiento con una de las nuevas drogas y aunque nunca gozaría de salud perfecta, había toda clase de posibilidades de que viviera otros veinte años... sólo tenía cuarenta y ocho años. Y bueno, eso cambió las cosas.
El joven rió tristemente.
- Yo no sabía si podría resistir bajo la carga de mi hipocresía por tanto tiempo - continuó -, y de cualquier modo, no me parecía que la restitución llegara a tiempo de hacer algún bien a muchas de las personas a quienes debía dinero. Wade y Wheeler, por ejemplo, eran unos pocos años más viejos que mi tío. Era posible que los sobreviviera a ellos y a algunos de los otros. ¿Entiende?
- Así que decidió escribir una carta amenazadora, simulando que provenía de una de las personas a quienes estafó, pensando que eso lo atemorizaría, haciéndolo devolverles el dinero.
- Decidir, difícilmente es la palabra - rectificó Walter Perry -. Si lo hubiera pensado, habría comprendido cuán necio era esperar que eso sirviera de algo. Contrató detectives. Y después, fue asesinado y aquí estoy en un hermoso lío. No culpo o Osburne por pensar que pude haberlo asesinado, ya que él sabe que yo escribí la carta.
El señor Smith sonrió.
- Por fortuna para usted, el sheriff no puede deducir cómo pudo haberlo asesinado alguien - dijo -. Ah... ¿Alguien supo que escribió esa carta amenazadora? Es decir, antes que el sheriff la rastreara hasta su origen y que usted admitiera que la había escrito.
- Oh, sí. Me contrarió tanto la reacción de mi tío al recibirla, que la mencioné ante el señor Wade y el señor Wheeler y ante unos pocos de los otros a quienes mi tío debía regalías. Esperaba que ellos pudieran sugerir alguna otra idea que pudiera funcionar mejor. Pero no pudieron.
- ¿Wade y Wheeler? ¿Ellos viven en la ciudad?
- Sí. Ya no trabajan en el teatro. Viven haciendo pequeños papeles en televisión.
- Hmmm. Bueno, gracias por firmar la renovación de su póliza - dijo el señor Smith -. Y cuando salga de aquí, me gustaría verlo nuevamente, para discutir la posibilidad de que tome una adicional. ¿Dijo ayer que pensaba casarse?
- Sí, ayer - replicó - Walter Perry -. Creo que aún pienso igual, a menos que Osburne logre que me condenen. Sí, señor Smith, con gusto discutiré esa posibilidad, si salgo de este lío.
El señor Smith sonrió.
- Entonces, parece más interesante para la Compañía Falange de Seguros, definitivamente, que usted esté libre lo más pronto que sea posible. Creo que regresaré a hablar con el sheriff.
El señor Henry Smith condujo su automóvil de regreso a la casa de los Perry con más lentitud aún y en actitud más pensativa, que cuando fue a la cárcel. No llegó hasta la casa. Estacionó su viejo carro casi a cuatrocientos metros de allí, en el punto en que el camino describía una curva en torno al soto que proporcionaba la cubierta más cercana.
Caminó entre los árboles hasta que, cerca de la orilla del soto, pudo ver la casa a través del campo abierto. El sheriff estaba todavía, o nuevamente, en el techo.
El señor Smith salió del soto y el sheriff lo vio casi al momento. El señor Smith agitó la mano y el sheriff le contestó el saludo. El señor Smith atravesó el campo hasta el pajar, que se encontraba entre el campo y la casa misma.
El hombre alto y delgado a quien había visto ejercitando un caballo, ahora estaba almohazando otro.
- ¿El señor Merkle? - preguntó el señor Smith y el hombre afirmó con la cabeza -. Mi nombre es Smith, Henry Smith. Estoy... ah... intentado ayudar al sheriff. Es un bello garañón, ese pardo. ¿Estoy equivocado, o es una cruza de árabe y un caballo de paso de Kentucky?
La cara del hombre delgado se iluminó.
- Es cierto, señor. Veo que usted conoce de caballos. He estado divirtiéndome toda la semana con esos detectives de la ciudad, engañándolos. Creen, que, porque yo se los dije, que éste es un Clyde y que la yegua colorada es un Percherón. ¿Todavía no descubren quién asesinó al señor Perry?
El señor Smith lo miró fijamente.
- Es posible que lo hayamos hecho, señor Merkle. Casi es posible que usted me haya dicho cómo lo hicieron y si sabemos eso...
- ¿Eh? ¿Yo se lo dije? - preguntó el entrenador.
- Sí. Gracias.
Dio vuelta en torno al pajar y se unió con el sheriff en el techo.
El sheriff Osburne gruñó un saludo.
- Lo vi al momento que salió de entre los árboles - indicó -. Maldita sea, nadie pudo haber cruzado ese campo anoche, sin ser notado.
- Usted dijo que la luna no estaba muy clara, ¿verdad?
- Sí, se encontraba muy baja y... vamos a ver, ¿era media luna?
- Tres cuartos - rectificó el señor Smith -. Y los hombres que cruzaron ese campo no deben haberse acercado a menos de cien metros, hasta que se perdieron en las sombras del pajar.
El sheriff se quitó el sombrero y enjugó su frente con un pañuelo.
- Seguro, no digo que uno reconocería a nadie a esa distancia, pero podría ver... Eh, ¿por qué dice «los hombres que cruzaron el campo»? ¿Quiere decir que piensa, que...?
- Exactamente - lo interrumpió el señor Smith, con actitud un tanto atildada -. Un hombre no pudo haber cruzado el campo anoche sin ser notado, pero dos sí. Parece absurdo, lo admito, pero por proceso de eliminación, debe haber sido lo que sucedió.
El sheriff Osburne lo miró estúpidamente.
- Los dos hombres - continuó el señor Smith -, se apellidan Wade y Wheeler. Viven en la ciudad y no tendrán dificultad para encontrarlos, pues Walter Perry sabe dónde viven. Creo que tampoco será difícil probar que ellos lo hicieron, una vez que sepa los hechos. Por una parte, creo que descubrirá probablemente que alquilaron el... ah... los medios. Dudo que aún los conserven, después de todos los años que han estado fuera de escena.
- ¿Wheeler y Wade? Creo que Walter mencionó esos apellidos, pero...
- Eso es - afirmó el señor Smith -. Ellos sabían la situación de aquí. Y sabían que si el señor Walter heredaba a Whistler y Compañía, recibirían su dinero, así que vinieron anoche y asesinaron al señor Carlos Perry. Cruzaron ese campo anoche bajo los ojos de los detectives de la ciudad.
- Estoy loco o usted lo está - declaró el sheriff Osburne -. ¿Cómo lo hicieron?
El señor Smith sonrió amablemente.
- Ahora mismo, en mi camino hacia la casa - dijo -, verifiqué una corazonada. Llamé por teléfono a un amigo mío que ha sido agente teatral por muchos años. Recordaba muy bien a Wade y Wheeler. Y es la única solución. Fue posible por la luz débil de la luna, la distancia y la ignorancia de hombres educados en la ciudad, que no se extrañaron de ver un caballo durante la noche, en un campo, cuando debía estar en las caballerizas. Quienes, de hecho, no recordaron haber visto un caballo.
- ¿Quiere decir que Wade y Wheeler...?
- Exactamente - replicó el señor Smith, esta vez con clara afectación en la voz -. En el teatro, Wade y Wheeler eran respectivamente la parte anterior y la posterior de un caballo de comedia.