5 años sin Joseba

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5 años sin Joseba

Notapor Predikador » Vie Abr 06, 2007 10:22 pm


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sector115.es
Joseba Andoni Urdaniz (12-4-1969/3-4-2002)

EL ESCOLTA JOSEBA

Su única vocación era la seguridad. Por eso intentó ser guardia civil, creó una empresa de detectives y fue guarda jurado hasta convertirse en escolta. La muerte de Joseba Andoni, abatido el martes por el «fuego amigo» de la Benemérita, es la demostración de la jungla de pistolas en que se ha convertido el País Vasco

ILDEFONSO OLMEDO

Joseba Andoni Urdaniz tenía una extraña costumbre. Solía llevar encima siempre, junto a todo un arsenal de tecnología para el espionaje y la contra vigilancia, grandes sumas de dinero. A veces, entre 2.000 y 3.000 euros. Joseba era un hombre seguro de sí mismo. Salvo el chaleco antibalas que nunca le dieron, su equipamiento como escolta privado superaba el mínimo de cualquier manual antiterrorista: reloj con mini cámara fotográfica, inhibidor portátil de frecuencia que le entregó el Gobierno vasco, micro cámara de vídeo, máquina fotográfica de pequeño formato con película para más de 170 imágenes y pistola reglamentaria.
Cuando desenfundó el arma, minutos antes de las 8.30 horas de la mañana del pasado martes en un barrio donostiarra, creyó estar disparando a tres etarras que, a la carrera y con sus pistolas empuñadas, iban a por su joven protegida, la concejala de 25 años de Lezo (Guipúzcoa) Ainhoa Villanúa, a la que logró poner a salvo entre un coche y un contenedor. Fue su último y fatal error. Los hombres que creyó pistoleros (uno en chándal y otro con pasamontañas) eran guardias civiles. Perseguían a presuntos delincuentes que, según la versión oficial de los hechos aún por aclarar, se disponían a atracar un banco.
Joseba, que antes que escolta intentó ser guardia civil, un profesional extremadamente precavido, murió disparando a quienes podrían llegar a haber sido sus propios compañeros. A manos de guardias civiles. Todo se oscureció de repente, y en una fecha tiznada ya de fatalismo. El martes era su última jornada con la joven Ainhoa (antes fue la sombra de una médico forense de los juzgados de San Sebastián y ya sabía quién sería su próximo vip, que así se les llama en el argot, a proteger: un periodista). El martes su madre cumplía 54 años. Joseba nunca alcanzará ya los 33.
De pequeño, en el caserío familiar navarro de Landaburúa, situado entre árboles en las estribaciones del monte fronterizo Larun y próximo al río Zia donde tanto le gustaba ir a por truchas, a Joseba Andoni sus hermanos le llamaban Totonio. Había nacido el 12 de abril de 1969 en la misma hacienda labriega donde sus padres, Zacarías Urdaniz y Paula Echeverría, celebraron las mieles del casorio después tragaron las amargas hieles de la separación , y recibió las aguas bautismales como José Antonio.
Lo de Joseba y Andoni, su equivalente en euskara, fue posterior.«Se cambió el nombre porque se sentía muy vasco», dice calladamente su hermana Belén mirando con lágrimas a la urna donde reposan unas cenizas que, siguiendo los deseos de su hermano, serán esparcidas en un terreno a las faldas del monte Larún, balcón de los Pirineos navarros de 900 metros de altitud, al que le tenía especial afecto. Su vida, con el doloroso y confuso epílogo escrito a sangre el martes en San Sebastián, es la historia de pequeños éxitos y fracasos que le arrojaron a los brazos de su gran, y definitiva, vocación.
Él, al que 4,5 dioptrías cerraron las puertas de la Guardia Civil, a las que llamó tras hacer la mili en el acuartelamiento para escaladores y esquiadores de Ansoain, quiso ser guardián de otras vidas, ángel custodio contra el terror. Para Ainhoa lo fue hasta el final: «Ha muerto por salvarme a mí».
NADIE LO SABIA
«Desde niño», llora ahora su madre, «llevó dentro el gusanillo de la seguridad... Yo alguna vez le decía: "Menudo militar puedes ser tú". Y se reía. No le molestaba. A mí tampoco. Ni siquiera me disgustaba su trabajo de escolta. Hasta ahora no había sufrido por ello...». Había callado mucho, eso sí. En el pequeño pueblo navarro lindero con Guipúzcoa y Francia, donde los Baroja tuvieron casa familiar desde 1919, muy pocos lugareños sabían que el hijo de Paula y del jubilado Zacarías era guardaespaldas. Él y otro vecino más. Un compañero de pupitre en el colegio público Ricardo Baroja que sabe que la discreción en su mejor seguro de vida: «Es una profesión que hay que llevar aquí muy en secreto».
Un metro 89 centímetros de estatura y su fuerte determinación de abrirse camino en el laberinto vasco convirtieron a Totonio en el escolta Joseba Andoni, siempre alerta, excelente tirador pese a la vista, denunciante implacable como delegado de la Asociación Española de Escoltas (ASES) en Guipúzcoa de las precarias condiciones en que sus compañeros, un ejército de alrededor de 1.000 hombres adscritos a empresas privadas de seguridad, vienen realizando las tareas de guardaespaldas en una tierra a la que 30 años de hacha y serpiente le tienen abiertas las venas.
Los fúnebres acordes del órgano de la parroquia de San Esteban, tocados el pasado miércoles, como siempre, por el alcalde batasuno de Vera de Bidasoa «No es alcalde de Batasuna, es Josu», dice Belén, la hermana del escolta, son la metáfora de una violencia que no cesa. Y que ha convertido a Euskadi y Navarra, en palabras del ministro de Interior, Mariano Rajoy, en «los lugares del mundo con más personas escoltadas». El despliegue de guardaespaldas (5.500, según algunas estimaciones; 3.500 según ASES) y de agentes de los distintos cuerpos de seguridad hacen de este territorio uno de los más vigilados del planeta.
Hay un agente por cada 140 ciudadanos, cuando la media de la Unión Europea es de uno por cada 240 habitantes. No extraña, pues, que en estos día de luto por accidente haya quien hasta hablara de «maremagnum de pistolas».
La de Joseba, desde que en junio de 2001 fuera contratado por Prosegur como escolta (llevaba un año ya de vigilante de seguridad para Prosetecnisa), era una de ellas. La suya, aunque tardía, fue una verdadera vocación. Tanto que logró inculcársela a su hermano pequeño, Iñaki. Desde hace tres años es vigilante de seguridad y el pasado mes de enero, animado por Joseba, se sacó el título de escolta. «Quería», dice Iñaki, «que trabajáramos juntos, de pareja... Ahora ya no sé si seguiré en esto». Iñaki ya intentó, sin éxito, entrar en la Ertzaintza en las últimas oposiciones. Para 280 plazas se presentaron 3.000 aspirantes, pero ni siquiera llegaron a cubrirse todos los puestos ofrecidos. Algunos candidatos desistieron tras los asesinatos de dos ertzainas en noviembre de 2001 (fueron tiroteados cuando regulaban el tráfico en Beasain).
Desde que ETA decidió, según su propia terminología, «socializar el dolor», pocos grupos ciudadanos están ajenos a la amenaza constante. Y menos que nadie los uniformados, ertzainas incluidos. El padre de Joseba lo sabía. «Yo le dije», ha comentado tras la tragedia un hombre de 62 años que fue labriego de caserío hasta que a finales de los 60 entró a trabajar en una de las fábricas de maderas del pueblo, «que se hiciera albañil o que se colocara en una fábrica, pero él estaba decidido a meterse en ese lío... No tengo nada contra ese trabajo, pero me parecía peligroso».
Joseba, mientras vivió en Vera de Bidasoa, tuvo su cuarto en el caserío. Antes de cambiar de aires para siempre, antes incluso de hacer la mili, dejó el instituto cuando cursaba tercero de BUP y protagonizó una auténtica escapada adolescente. «Se fue a vivir mundo sin decirnos nada en casa... De adolescente», explican su madre y su hermana, «era muy de puntazos, se entregaba mucho a lo que hacía. Una vez se compró un curso sobre energía solar por correspondencia, de esos de CCC, y se pasaba días sin salir de su habitación. Sacó la mejor nota».
PENSION JOSEAN
De la mili, que hizo entre montes, escalando y esquiando, volvió decidido a tomar las riendas de su propio destino. Fue entonces cuando sus problemas con la vista (llevaba gafas desde que, con ocho años, el 22 de mayo de 1977 hiciera la primera comunión como José Antonio Urdaniz Echeverría) le impidieron el ingreso en la Guardia Civil. Y decidió abandonar el pueblo.
En Bilbao, donde arrendó a unos parientes una pensión en la calle Esperanza del casco viejo, se puso al frente de un negocio que le duraría casi ocho años, hasta 1998. Allí vivió su primer gran amor de tal manera que su hermana, ahora, no titubea al decir: «Tenía un mal ojo para las mujeres impresionante».
Lidia se llamaba ella, y era dominicana. La boda, celebrada con la urgencia de quien se enamora perdidamente, congregó a toda la familia en la capital vizcaína en junio de 1990. La ceremonia fue por lo civil y, a decir de hermana y madre, algo triste. Presagiaba quizás el pronto final de un matrimonio que, tres años después, se derrumbaba cuando Lidia, mediante documento notarial que le reclamó Joseba, admitía que el hijo que esperaba no era del dueño de la Pensión Josean, nombre que el navarro puso a su negocio.
El divorcio, una pensión con una clientela cada vez más canalla Joseba llegó hasta a ser agredido brutalmente en la nuca por uno de los clientes y el viejo deseo que siempre albergó de trabajar en el sector de la seguridad le llevaron a un nuevo cambio de rumbo en su vida. Era ya, tras varios años de gimnasio, cinturón marrón en artes marciales (taekwondo). El futuro escolta iba a nacer.
Una empresa de detectives, con sede en Pamplona, necesitaba personal para Bilbao. Joseba enseguida pensó que él era el hombre. Al poco tiempo, decidió montar su propia agencia y creó, año 1998, Black Star Investigación. El fraude en las bajas laborales y las infidelidades fueron durante casi un año su principal ocupación. En una de sus investigaciones conoció, además, a la que actualmente era su compañera, Ana, una cocinera de la Casa del Pueblo de San Sebastián.
Euskadi, en esos momentos, vivía el espejismo de la paz con la tregua declarada por ETA. Desde el 25 de junio de 1998, cuando mató al concejal Manuel Zamarreño, la banda terrorista no hacía correr la sangre. En los 19 meses sin víctimas que transcurren hasta el 21 de enero de 2000, cuando fue asesinado en Madrid el teniente coronel Pedro Antonio Blanco, el mundo de Joseba se aproxima al que será, ya para siempre, su definitivo trabajo. Alentado por él mismo, su hermano pequeño deja el negocio que regentaba en el pueblo navarro de Lesaka, próximo a Vera de Bidasoa donde en las elecciones municipales Euskal Herritarrok (el nuevo nombre de la formación batasuna) consigue nuevamente la alcaldía , y entra a trabajar en Protecsa.
El propio Joseba Andoni lo de José Antonio era ya pasado cierra su agencia de detectives para hacerse vigilante de seguridad y, con el uniforme de Prosetecnisa, se convierte en guarda del mercado de Bilbao. La Universidad del País Vasco en San Sebastián, ciudad a la que pide el traslado, será su próximo destino. Lejos quedaban ya los tiempos de tregua y todo vigilante empezaba a ser poco para cubrir las necesidades de seguridad de los cada vez más amplios sectores en el punto de mira de los terroristas. Joseba lo entendió así.
El 2000 fue su año de formación: primero hizo el curso (60 horas) que el Ministerio del Interior exige para obtener el título de escolta y luego logró una beca de la Generalitat de Cataluña para, en agosto, seguir un curso de perfeccionamiento de escoltas en el centro barcelonés de Campadró, punto de referencia obligado en toda España para los especialistas en seguridad.
Corría el verano de 2001 cuando el navarro se estrenaba como escolta privado. Ya el colectivo se sabía en la diana. Pocos meses antes, en enero, un colega de profesión (el ertzaina Jorge Díez Elorza, de 27 años) había caído en el mismo atentado que le costó la vida al político socialista Fernando Buesa. Pero Joseba tenía asumido su nuevo trabajo con todas las consecuencias y la mayor discreción posible. En Vera de Bidasoa, explica ahora su hermana Belén, «ni algunas de mis tías sabían lo que era mi hermano».
UNA MÉDICO FORENSE
Su bautizo de fuego consistió en guardarle las espaldas a una médico forense de los juzgados de la capital guipuzcoana. La concejala socialista por cuya seguridad acaba de perder la vida era su segunda VIP. Se convirtió en su sombra desde agosto pasado. Ambos sabían ahora que les quedaban pocos días juntos. Los archivos de la Ertzaintza guardan los sucesivos escritos que el escolta de 32 años les remitía denunciando que, tal como estaba establecido el servicio de protección, se daban demasiadas facilidades a los etarras.
Sobre la mesa de su casa en San Sebastián (un piso en la planta 13 desde el que una potente cámara de vídeo grababa cada noche a su vehículo, aparcado en la calle) ha quedado, redactado y firmado, un último escrito que deja a las claras la seriedad con que Joseba se tomaba su misión. Tanta, que Vicente de la Cruz, presidente de la Asociación Española de Escoltas, lo eligió como delegado en Guipúzcoa. «De los 600 afiliados que tenemos en toda España, 120 se los debemos en parte a él». La mayoría de los escoltas privados es de fuera del País Vasco y Navarra. Mujeres no hay más de 40, número similar al total de varones con apellidos vascos.
Que en un pueblo como Vera de Bidasoa, con poco más de 3.500 habitantes gobernados por Batasuna, hubiera dos escoltas es, en palabras de De la Cruz, «excepcional». Ni ellos mismos, compañeros de colegio, sabían que compartían profesión hasta que coincidieron en la sede donostiarra de la Asociación.
La otra batalla de Joseba era la de procurar poner coto a la precariedad con la que muchos de sus colegas se ven obligados a trabajar. Las 500.000 pesetas que pueden llegar a ganar al mes (el grueso, gracias a la acumulación de horas extras en jornadas extenuantes de sol a madrugada) no llegan para cerrarles la boca.
Son contados los escoltas privados que disponen de chalecos antibalas (en la Ertzaintza empezaron a repartirse de forma regular sólo después del asesinato a tiros de dos agentes), y demasiados los que tienen que recurrir a su propio coche.
«Él siempre me decía», declara a CRONICA su madre, «que molestaba mucho porque se tomaba en serio su profesión. Denunciaba que había escoltas que trabajan sin titulación, que ha habido hasta quien, contratado en la avalancha sin tener licencia de armas, ha realizado servicios con una pistola de fogueo... Ahora que nadie nos da una explicación seria de lo ocurrido, que nos olvidan, nosotros nos preguntamos: ¿es que hay gente a la que estorbaba mi hijo?».
DUDAS EN FAMILIA
En la casa de Belén, situada a las afueras del pueblo navarro, junto al viejo caserío familiar ahora deshabitado, ella, su hermano Iñaki y la madre de ambos seguían el jueves sin recibir una explicación oficial de lo ocurrido. Hay demasiadas cosas que no entienden.«¿Qué hacen tres guardias civiles, pistola en mano y sin nada que los identificara, corriendo por la calle detrás de tres presuntos atracadores que dicen que venían siguiendo desde el Levante? Para Ainhoa y mi hermano, con tantos asesinatos como llevamos sufriendo aquí, aquello era una provocación... Me niego a que se hable de mi hermano, que primero protegió a la concejala y luego dio la cara a pecho descubierto, como si fuera un pobre diablo que se montó una película en la cabeza y empezó a pegar tiros».
Las palabras de Belén, de 34 años, la mayor, la que vivió quizá con mayor desgarro la separación de sus padres, rezuman desamparo. No puede dejar de mirar la urna con las cenizas de su hermano sin que le aborden reflexiones también de desespero: «La Guardia Civil ha pretendido hacer un paripé de eficacia con la detención de esos presuntos atracadores, porque nadie atracó ningún banco que se sepa, y otro paripé también de la torpeza del escolta que se ha puesto nervioso cuando no pasaba nada... Nos meremos, y Joseba también, una mejor explicación».
Es jueves y llueve sobre Vera de Bidasoa. El viejo caserío de Landaburúa, cuentan quienes una vez fueron familia allí, pronto tendrá nuevo dueño. Y es que la herencia les fue esquiva a los Urdaniz Etxeberría. Hace años que perdieron la casa. Y sólo dos días que se quedaron sin Joseba, el escolta.

Imagen JOSEBA, NO TE OLVIDAMOS
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Notapor lince » Dom Abr 08, 2007 3:48 am


Vaya historia, descanse en paz este compañero. Por otro lado entiendo que la familia necesite una buena explicación, pero que piensen que ha sido una provocación... :(
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Notapor EL LOBO » Lun Abr 09, 2007 4:30 pm


Acceso al cuerpo de policía autonómica del País Vasco

nola2hurtu.eus
Mi mas sincero recuerdo a este compañero que dio su vida cumpliendo su deber, que por culpa de la confusion que se vive en el !!estrangero!! fue una victima mas del terrorismo, ya que esto SEGURO que no pasaria en otro lugar de ESPAÑA.

:espana: :espana: :espana: :espana: :espana: :espana:
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Notapor VIGILANTESG » Lun Abr 09, 2007 4:51 pm


Pero esto es un ejemplo aunque dramático, de a lo que nos lleva esta absurda legislación que padecemos, y este descontrol entre seguridad privada y pública. Yo que también soy escolta, y mi mejor amigo sufre ese trabajo en el norte desde hace años, que puedo decir... que mis mejores sentimientos y deseos para esa familia, y mi apoyo a los compañeros que padecen en el norte por cuatro euros, con una precariedad que avergonzaría a cualquier europeo de pais serio, que desde luego no lo es este.
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