Muchos agentes hacen un semisacerdocio de su trabajo. A pesar de los sinsabores que les deja el día a día, pocos pierden la pasión por su oficio.
Lleva un par de años lejos de la calle, sin subirse a un coche zeta, sin necesidad de engrilletar a nadie, sin notar el peso de su arma reglamentaria en la cintura, salvo en las ocasiones que el protocolo lo requiere. Pero se sigue sintiendo policía. Tan policía ...