Gc Edicion 175 Aniversario |
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Solo se es plenamente feliz en la infancia. De adultos, lo que se tienen son momentos de felicidad: Claros de luz que salen entre nubarrones. Cuantos más momentos más feliz. ¿Se puede ser feliz en el trabajo? Pues sí, lo mismo que muy infeliz. Y la policía, fuera de los colorines, es un trabajo como otro cualquiera en una empresa muy grande.
Las sociedades modernas hablan de felicidad como un bien de consumo más. Muchas de las frustraciones de los jóvenes están en el ideal de felicidad que la sociedad les ha pintado. Y como el panorama laboral ya no pinta rosa sino negro, pues «todos funcionarios». No hace una década los sindicatos vendían una Arcadia en la que los mileuristas eran los parias. Los policías de aquella estábamos con un pie puesto en el felpudo pero sin traspasar el umbral de arcadia feliz de los bimileuristas. El ideal salarial. Ahora el ideal ha bajado a esos denostados mil euros.
Ocho de cada diez personas con las que hablo no están para nada a gusto con su trabajo. Ni antes de la crisis ni ahora. Hubieran querido otra cosa (de lunes a viernes, con horario de mañana). La mayoría de mis compañeros se quejan mucho, los turnos, los jefes, los destinos, pero ninguno cambiaría y, en general, están contentos. Diría más: hasta satisfechos.
Quizá la Felicidad no resida en hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace. Y a este oficio se le acaba cogiendo cariño. De una manera u otra. No arreglas el mundo cuando medias entre un matrimonio que ha reñido o unos vecinos con desavenencias, ni te parece que has entrado aquí para aguantar gilipolleces o insultos de personas que hacen de tu uniforme el chivo expiatorio de sus problemas, pero te reconfortas cuando entregas a una madre su niño perdido, o cuando coges la mano de alguien que te encuentras tendido en el suelo, y que saliendo de la inconsciencia abre los ojos y te dice: lamento que os molesten para esto, vosotros tenéis cosas mejores que hacer. Pues va ser que no, le respondes.
Porque de lo que se trata, más bien, es de estar a gusto. Antiguamente se decía que donde se estaba bien allí estaba la patria. Si cambiamos patria por profesión, tenemos que la mayoría de los que somos policías estamos bien con lo que somos, con lo que elegimos y con lo que nos tocó en suerte: la dedocracia de los puestos flageló muchas vocaciones, y, por el contrario, alentó otras. La feliz arcadia personal reside en ese basto mundo interior donde se almacenan los sueños rotos.
Unos eligen ser policías, otros son elegidos para la gloria sin haberlo pedido y a unos pocos es la profesión quien los elige. Que el choque entre los deseos al ingresar no sea frustrante con la realidad que te encuentras.
Lo dije una vez esto es lo más parecido a un matrimonio ¿En qué consiste que un matrimonio funcione? Tiene que ver con la armonía, el equilibrio, la cesión, la realización. Cada maestrillo su librillo; cada uno su catarsis. Y si se tienen espinas clavadas, que se saquen rápido o sino echarán raíces.
Mirando atrás, compruebo que tuve momentos infelices cuando estaba en la ODAC (mas que felices), ahora que estoy como al principio, en seguridad ciudadana, he recuperado la alegría, la querencia, he recuperado la niñez profesional.