Buenas tardes:
Si de algo estoy seguro en este foro es que la gente está más que susceptible. A nada que pinches sobre el tema que sea, salen las viejas rencillas oxidadas. Triste. Cuán triste es entre bomberos pisarse la manguera. Y de esas, paso. Cada uno tenemos nuestra visión por cómo nos ha ido en la feria, y al pasar del sexto trienio, cosmovisión. En el séptimo, nihilismo práctico.
He visto, como decía el replicante en BLADE RUNNER, muchas cosas en estos años de participación y conocido a muchos foreros. Si mi memoria no me engaña, varios de lo que han participado en este hilo estaban opositando, —uno, concretamente a la ejecutiva, o en primer curso—, cuando un servidor debatía con Loro, tal vez el primero de los inspectores que apareció y, que como yo, se quedó. Con esto quiero decir que ha llovido sobre mojado en cuanto a resolver dudas. Y a volver a plantearlas una y otra vez cuando se asoma un estudiante que empieza a pensar en el futuro. Que todo es cíclico. Hasta los malos rollos. Que a los que tan sólo anteayer preguntaban y contestábamos en calidad de acreditados, ayer mismo, tomaron el relevo y son, hoy, quienes como profesionales responden a los ‘argonautas’ que nos visitan, tal vez con las mismas preguntas de siempre. Yo que soy de los de 'anteayer', prefiero que sean otros quienes se dediquen a aclarar cuestiones prácticas de soldadas y destinos, porque están más frescos, y reservarme para quien tenga otro tipo de inquietudes y de anhelos. Tal pensaba que era el caso de cheche. Pero visto fue que no.
Y creedme si os digo que no vengo aquí a dar caña. A nadie.
Claro que el foro está, tal es su esencia, para comprender y resolver preguntas, aclarar dudas, tanto entre compañeros como entre personas que lo quieren llegar a ser, o de ciudadanos que quieren opinar o decir algo bajo su punto de vista, por eso es que ando aún asomado por aquí. Pero participo menos, porque, en realidad, todo está escrito. Sueldo, promoción, destinos, maneras de vivir, etcétera. Lo bueno es, pienso yo, entrar en un foro para tener una ‘charla’ amena. Conocer muchos puntos de vista.
Sobre la «vocación» se ha escrito mucho también. De ahí que me llamara la atención sobremanera que alguien en un mensaje de apenas diez líneas utilizase tres veces ese, para mí, resbaladizo término. Cheche, debe ser un joven de no más de dieciocho, que puede estar equivocando vocación con ilusión, me dije. Y por eso pregunté qué que era para él, que la definiese. Era pregunta muy compleja, nada sencilla. Para mí vocación es lo mismo que para todos los demás, dijo, escueto. Y después añadió la definición que viene en el DRAE. Nos ha medrado mayo con las flores. Que alguien me responda con sencillez o con brevedad a mí no me condiciona en el modo de percibir a un forero. Pero necesito verlo andar. Andar, cheche. ¿Sabes la fabula aquella de un caminante, un peregrino, que le preguntó a un abate de Lugo, muy viejo, que estaba sentando a la sombra de una árbol: cuánto le faltaba para llegar a Santiago? El abate, sin pestañear, sumido en sus pensamientos, con un dedo admonitorio que señalaba para occidente, le contestó: camina.
Zas, en toda la boca, pensó el otro, por lo que, molesto, salió zumbando, cuando apenas había dado veinte pasos oyó a su espalda la voz de nuevo del abate que le decía: ¡cuatro días!
Regresó hacia aquel, y quiso saber:
—¿Y por qué no me lo has dicho cuando te pregunté?
—Para poder calcular el tiempo que ibas a tardar, carallo, primero necesitaba saber tú velocidad.
Pues eso, que se hace camino al andar. Preguntas exprés; repuestas exprés. Me he pasado más de media vida entre ‘vocacionales’ y ‘profesionales’, escuchándolos decir esto y lo otro y lo de más allá, y he visto a muchos del primer grupo pasarse, al poco tiempo, a los primeros embistes de un servicio, al segundo nones del jefe o de la administración a su solicitud cursada, al segundo; y al revés, tíos que habían entrado aquí por catorce pagas seguras que, luego, amarían esta profesión ingrata más allá de la realización personal, de lo exigible. Por eso, si hablas en tono determinante de
vocación, amigo cheche, como motivo para ser policía, más concretamente inspector, y te pregunto que me definas lo qué es para ti, no puedes obviarme de ese modo, pues entenderé, primero, que lo tener vocación lo decías por decir, que lo tuyo era ilusión, idealización pasajera de la profesión, que hoy es la policía y mañana será ser bombero, y, segundo, que no quieres entablar conversación con veteranos (hace años, que hace veinte años, que no tengo veinte años) y saber todas esas cosas que no salen el en BOE, lo que habita bajo la armadura, si te llevas el trabajo a casa o éste se queda prendido, humeante, en el uniforme al colgarlo en la taquilla, solamente recoger información puntual, rápida: sueldo, destinos y posibilidad de volver a casa. Que por otro lado, ya deberías saber.
Ser policía, hoy por hoy, habida cuenta de las convocatorias, está muy jodido. Y ser inspector mucho más. La vocación es extraño pájaro que sobrevuela por los hombros del neófito, sin saber por dónde entra ni por donde ha de salir. La vocación no es garantía de nada. Y el amor por esta profesión, como pasa en algunos matrimonios, se gasta de tanto usarlo. Y la TV ha hecho mucho daño en los jóvenes retratando la profesión de una manera que favorece su idealización. Aparte de partidarios que, dudan si ponerse tatuajes antes de ingresar o después pero cuya vocación es firme, también fomenta detractores que consideran a la policía como los esbirros del poder.
Ilusiones es normal que se tengan a tu edad, cheche. Matarte la ilusión es como matar un ruiseñor. Una cabronada. Mas la vocación de servicio, la auténtica (la que se adquiere con el pasar del tiempo o venía de serie), esa no se va, por muchos nones, silencios administrativos, diatribas del jefe (los inspectores también tienen un jefe, y los comisarios, y hasta el director general), congelaciones de pies y de sueldos, bocas oscuras de cañón que lo apunten a uno a la incierta luz del alba, humos de explosiones que se coma con o sin onda expansiva. «Si uno gasta un par de botas, ya no cambia», que decían en tiempos de mi padre. Mientras estamos escribiendo, como dejó dicho Horacio, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha, pues, el hoy. Estudia, esfuérzate y oposita. Lo demás vendrá servido.
Mi compañero Fernando esperó toda su vida a irse a Córdoba, veinte años. Nada menos. A mi compañero Javier le llevó nada más que cinco. Quién sabe, tal vez en tu camino se cruce una mujer y eches raíces allí donde nunca sospechaste.
«Si rota defuerit, tu pede carpe viam» que dice un emblema, no recuerdo si de la UPR o de quién.
Un saludo.