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Carta a la hija de un inspector de policía (Manuel Marlasca)

NotaPublicado: Lun, 08 Jun 2015, 04:46
por Bávaro
Cartera Mossos D`esquadra

Realizada en piel
enpieldeubrique.com
SÁBADO, 6 DE JUNIO DE 2015
Carta a la hija de un inspector de policía

Debes estar a punto de nacer o tendrás muy pocas horas de vida. Conocí a tu padre hace años, pegado a unos auriculares y un monitor de ordenador, a través de los cuáles ha dado caza a traficantes y delincuentes de guante blanco.

Querida Ángela:

Debes estar a punto de nacer o tendrás muy pocas horas de vida. Si ya has llegado al mundo, habrás visto a tu padre y a tu madre. Los dos se dedican a la misma profesión: son inspectores de Policía, un trabajo del que te hablaré un poco. Conocí a tu padre hace años y desde entonces, cada vez que le he visto, le he encontrado en la misma posición: con los oídos tapados por unos cascos de los que se emplean en las galerías de tiro y concentrado en el monitor de su ordenador, por el que desfilan miles de columnas de números. Los cascos y el ordenador son las barreras que pone para aislarse de casi todo lo que pasa a su alrededor, para estar concentrado en su trabajo.

Arrastra tu padre fama de tipo raro. No es de los que se dejan ver en los bares cercanos a su lugar de trabajo, ni siquiera en la cantina del complejo policial en el que pasa los días. Su ética del trabajo –al parecer, heredada de tu abuelo– le impide escatimar media hora a los contribuyentes, al público, a la gente, a la que decidió servir hace ya unos cuantos años, cuando arrancaba este siglo en el que has nacido. Tu padre, Ángela, parecía destinado a dedicarse a la dirección de empresas, a cuadrar balances, a auditar compañías o a comerciar con fondos de inversión o con valores de bolsa… Estudió para ello, pero un día, en esa edad en la que uno tiene aún varias vidas por delante, decidió ser policía, así que ingresó en una academia para preparar las oposiciones de ingreso en el cuerpo. Allí daba clases un inspector jefe al que todos le debemos que tu padre cambiase su destino y decidiese lucir placa de policía en lugar de corbata de auditor. El entusiasmo de ese profesor, su amor al servicio público y a la Policía se lo contagió a su padre, que lo hizo suyo.

Estudió para dirigir empresas, cuadrar balances y auditar compañías; pero un día, en esa edad en la que uno tiene aún varias vidas por delante, decidió ser policía

El día que cambió el mundo al que has llegado –11 de septiembre de 2001–, tu padre ingresó en la escuela de Ávila y tres años después era inspector. Tras un breve paso por otro destino, llegó a una unidad dedicada a la delincuencia económica. Su primer trabajo importante fue llevar el estado de derecho y las leyes, de la mano de uno de esos jueces que tanto le gustan, con ganas de trabajar y sin miedos, a una ciudad de la costa, donde la corrupción, como si de una gota malaya se tratase, había calado hasta lo más profundo de los cimientos de la clase política y empresarial de esa ciudad. Aquel fue su primer gran servicio. Desde entonces, tu padre ha hecho muchos más, ha detenido gente que sale en los periódicos y en las televisiones, pero él siempre ha huido de los focos.

A tu padre todos le debemos hacer acabado con la mayor organización de traficantes de cocaína de nuestro país, aunque el dice siempre que fue mérito del juez, un magistrado valiente, al que los malos acabaron derrotando y haciendo entregar las puñetas de la toga. Durante nueve meses, tu padre y un compañero dedicaron miles de horas a ver, a través del estudio de cuentas corrientes, de empresas, de transferencias, como un pequeño camello había crecido y se había convertido en el mayor importador de cocaína de España. Desde su puesto, con sus auriculares en los oídos, fue reconstruyendo la carrera criminal del mayor hampón de España: desde los tiempos en los que pitufeaba, cambiando billetes grandes por pequeños en los bancos, hasta los días en los que, a imagen y semejanza del Tony Montana de Scarface, se creía el rey del mundo y empleaba complejas estructuras de blanqueo. Gracias al trabajo de tu padre, tu país recuperó más de 20 millones de euros escondidos bajo la cama de un delincuente y el mayor traficante de España duerme desde hace años en una prisión –ironías de la vida– de Miami.

Muchos de los detenidos por tu padre, aunque no lo creas, fueron personas con responsabilidad política que un día decidieron convertirse en delincuentes

Muchos de los detenidos por tu padre, aunque no lo creas, fueron personas con responsabilidad política que un día decidieron convertirse en delincuentes. Políticos a los que los policías como tu padre escuchan hablar durante muchas horas y comprueban su falta de moral y escrúpulos, la impunidad con la que creen vivir hasta que tu padre les pone los grilletes. Abogados y hasta notarios dedicados a montar estructuras para que muchos delincuentes puedan seguir haciéndolo están también entre las piezas que se ha cobrado tu padre, al que nunca verás fotografiándose con sus trofeos. Mientras otros lo hacen, él sigue trabajando, aislado del mundo, para que cuando llegue el juicio haya una condena y los ciudadanos, para los que tu padre siempre dice trabajar, recuperen parte del botín que se llevaron los delincuentes.

Por tu casa verás tres medallas, las que tu padre se ha ganado con su trabajo. Pero no verás las cicatrices, los desvelos, los disgustos y hasta las enfermedades que su trabajo le han dejado solo porque él se rige por el criterio de la moralidad y las reglas del Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal. No hay colores ni componendas políticas que le paren o que le empujen. Tu madre, tus abuelos, sus amigos y la fe le han servido para curar esas cicatrices y para seguir creyendo en lo que hace, desoyendo ofertas de empresas privadas. Y es que él sabe que mientras siga siendo inspector de Policía, podrá seguir luchando por hacer de este mundo al que has llegado un mundo mejor.

http://www.zoomnews.es/545826/pringue/c ... or-policia

Re: Carta a la hija de un inspector de policía (Manuel Marla

NotaPublicado: Mar, 09 Jun 2015, 21:31
por Calypso
Bávaro escribió:SÁBADO, 6 DE JUNIO DE 2015
Carta a la hija de un inspector de policía

Debes estar a punto de nacer o tendrás muy pocas horas de vida. Conocí a tu padre hace años, pegado a unos auriculares y un monitor de ordenador, a través de los cuáles ha dado caza a traficantes y delincuentes de guante blanco.

Querida Ángela:

Debes estar a punto de nacer o tendrás muy pocas horas de vida. Si ya has llegado al mundo, habrás visto a tu padre y a tu madre. Los dos se dedican a la misma profesión: son inspectores de Policía, un trabajo del que te hablaré un poco. Conocí a tu padre hace años y desde entonces, cada vez que le he visto, le he encontrado en la misma posición: con los oídos tapados por unos cascos de los que se emplean en las galerías de tiro y concentrado en el monitor de su ordenador, por el que desfilan miles de columnas de números. Los cascos y el ordenador son las barreras que pone para aislarse de casi todo lo que pasa a su alrededor, para estar concentrado en su trabajo.

Arrastra tu padre fama de tipo raro. No es de los que se dejan ver en los bares cercanos a su lugar de trabajo, ni siquiera en la cantina del complejo policial en el que pasa los días. Su ética del trabajo –al parecer, heredada de tu abuelo– le impide escatimar media hora a los contribuyentes, al público, a la gente, a la que decidió servir hace ya unos cuantos años, cuando arrancaba este siglo en el que has nacido. Tu padre, Ángela, parecía destinado a dedicarse a la dirección de empresas, a cuadrar balances, a auditar compañías o a comerciar con fondos de inversión o con valores de bolsa… Estudió para ello, pero un día, en esa edad en la que uno tiene aún varias vidas por delante, decidió ser policía, así que ingresó en una academia para preparar las oposiciones de ingreso en el cuerpo. Allí daba clases un inspector jefe al que todos le debemos que tu padre cambiase su destino y decidiese lucir placa de policía en lugar de corbata de auditor. El entusiasmo de ese profesor, su amor al servicio público y a la Policía se lo contagió a su padre, que lo hizo suyo.

Estudió para dirigir empresas, cuadrar balances y auditar compañías; pero un día, en esa edad en la que uno tiene aún varias vidas por delante, decidió ser policía

El día que cambió el mundo al que has llegado –11 de septiembre de 2001–, tu padre ingresó en la escuela de Ávila y tres años después era inspector. Tras un breve paso por otro destino, llegó a una unidad dedicada a la delincuencia económica. Su primer trabajo importante fue llevar el estado de derecho y las leyes, de la mano de uno de esos jueces que tanto le gustan, con ganas de trabajar y sin miedos, a una ciudad de la costa, donde la corrupción, como si de una gota malaya se tratase, había calado hasta lo más profundo de los cimientos de la clase política y empresarial de esa ciudad. Aquel fue su primer gran servicio. Desde entonces, tu padre ha hecho muchos más, ha detenido gente que sale en los periódicos y en las televisiones, pero él siempre ha huido de los focos.

A tu padre todos le debemos hacer acabado con la mayor organización de traficantes de cocaína de nuestro país, aunque el dice siempre que fue mérito del juez, un magistrado valiente, al que los malos acabaron derrotando y haciendo entregar las puñetas de la toga. Durante nueve meses, tu padre y un compañero dedicaron miles de horas a ver, a través del estudio de cuentas corrientes, de empresas, de transferencias, como un pequeño camello había crecido y se había convertido en el mayor importador de cocaína de España. Desde su puesto, con sus auriculares en los oídos, fue reconstruyendo la carrera criminal del mayor hampón de España: desde los tiempos en los que pitufeaba, cambiando billetes grandes por pequeños en los bancos, hasta los días en los que, a imagen y semejanza del Tony Montana de Scarface, se creía el rey del mundo y empleaba complejas estructuras de blanqueo. Gracias al trabajo de tu padre, tu país recuperó más de 20 millones de euros escondidos bajo la cama de un delincuente y el mayor traficante de España duerme desde hace años en una prisión –ironías de la vida– de Miami.

Muchos de los detenidos por tu padre, aunque no lo creas, fueron personas con responsabilidad política que un día decidieron convertirse en delincuentes

Muchos de los detenidos por tu padre, aunque no lo creas, fueron personas con responsabilidad política que un día decidieron convertirse en delincuentes. Políticos a los que los policías como tu padre escuchan hablar durante muchas horas y comprueban su falta de moral y escrúpulos, la impunidad con la que creen vivir hasta que tu padre les pone los grilletes. Abogados y hasta notarios dedicados a montar estructuras para que muchos delincuentes puedan seguir haciéndolo están también entre las piezas que se ha cobrado tu padre, al que nunca verás fotografiándose con sus trofeos. Mientras otros lo hacen, él sigue trabajando, aislado del mundo, para que cuando llegue el juicio haya una condena y los ciudadanos, para los que tu padre siempre dice trabajar, recuperen parte del botín que se llevaron los delincuentes.

Por tu casa verás tres medallas, las que tu padre se ha ganado con su trabajo. Pero no verás las cicatrices, los desvelos, los disgustos y hasta las enfermedades que su trabajo le han dejado solo porque él se rige por el criterio de la moralidad y las reglas del Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal. No hay colores ni componendas políticas que le paren o que le empujen. Tu madre, tus abuelos, sus amigos y la fe le han servido para curar esas cicatrices y para seguir creyendo en lo que hace, desoyendo ofertas de empresas privadas. Y es que él sabe que mientras siga siendo inspector de Policía, podrá seguir luchando por hacer de este mundo al que has llegado un mundo mejor.

http://www.zoomnews.es/545826/pringue/c ... or-policia

Pese a todo pequeña Ángela, aunque no lo creas, tu padre no heredará la empresa......(mode ironic On)

Re: Carta a la hija de un inspector de policía (Manuel Marla

NotaPublicado: Mar, 09 Jun 2015, 21:42
por joxju
Una de esas personas que nos hace creer que este nuestro querido Cuerpo, sigue mereciendo la pena. Esperemos que no se vaya (se lo lleven...) demasiado pronto, y pueda impregnar a los que tiene alrededor de su saber y su querer, para que esto siga rodando aunque sea un poco más.