La Reserva Voluntaria posiblemente sea el componente menos conocido y comprendido de las fuerzas armadas españolas [1]. Y es un ejemplo de esa peculiar capacidad que tiene el Ministerio de Defensa español de generar agravios comparativos entre colectivos profesionales, logrando que tanto los perjudicados y los supuestamente beneficiados queden descontentos.
La reserva es, por lo general, una fuerza formada por ciudadanos movilizables en caso de guerra, catástrofe o emergencia de cualquier tipo, momento en que se convierten temporalmente en militares de pleno derecho.
En países con servicio militar obligatorio, como Suiza o Israel, se forma parte automáticamente de la reserva al finalizar el servicio militar y hasta bien entrada la vida adulta. La reserva también es un pilar destacado de las fuerzas armadas de los países escandinavos y bálticos. En estos casos, la reserva existe para aumentar el tamaño de las fuerzas armadas de países con una base demográfica pequeña. Así, el ejército regular lituano cuenta con 7 batallones de infantería regular y con 9 batallones de reservistas.
Reservista lituano en las maniobras Allied Spirit VIII junto con un militar de las fuerzas especiales estadounidenses.
En países donde existen fuerzas armadas profesionales sin una amenaza directa al territorio pero con numerosos compromisos internacionales, como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, la reserva se organiza como una fuerza que combina tanto unidades de combate como unidades de apoyo que compensan los sucesivos recortes sufridos tras el fin de la Guerra Fría. Así, el Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos tiene tres divisiones regulares y una cuarta reservista. Mientras que tras la última reforma del ejército británico, el 70% del personal estará encuadrado en unidades regulares y el 30% restante en unidades reservistas.
En el caso británico al igual que en el francés, existen unidades reservistas con cometidos de apoyo pero también unidades reservistas de combate integradas en unidades regulares. Por ejemplo, la brigada paracaidista británica cuenta con un batallón y una batería de artillería formada por personal reservista. Mientras que en Francia el 2º Regimiento Extranjero Paracaidista cuenta con una compañía reservista (la 8ª) y el 92º Regimiento de Infantería cuenta con dos compañías reservistas (la 6ª y la 7ª) [2]. En el caso de Estados Unidos y Reino Unido incluso encontramos unidades de operaciones especiales formadas por reservistas, como el 19th Special Forces Group y el 21st SAS.
Reservista del 19th SFG(A) en Afganistán.
Las unidades reservistas tienen habitualmente una organización territorial. Generalmente porque están concebidas como unidades de defensa territorial en la que su personal está familiarizado con el terreno donde combatirá y su centro de movilización está cerca de casa. El más extremo es el caso suizo, donde los reservistas guardan en casa el uniforme, el arma y la munición. En el caso estadounidense y británico también se sigue una organización territorial por cuestiones de formación y movilización. En el caso estadounidense, los reservistas de la Guardia Nacional dedican un fin de semana al mes a formación y quince días al año a ejercicios militares. En la reserva de la infantería de marina británica, hay una sesión de formación semanal en horario nocturno con fines de semana adicionales.
Una vez hecho un repaso rápido y somero al fenómeno del reservismo hay que decir que la Reserva Voluntaria española no tiene nada que ver con todo esto que he contado. En España no existen unidades reservistas con organización territorial y un plan de formación continua. La Reserva Voluntaria funciona como un “pool” de especialistas a disposición de las fuerzas armadas que se integran puntualmente en unidades, centros y organismos de las fuerza armadas, generalmente en oficinas. La mayoría de los reservistas voluntarios son oficiales y suboficiales con una media de edad elevada.
En un principio se convocaban plazas dos veces al año, pero desde la crisis de 2008 sólo hay una convocatoria anual. Las plazas tienen un perfil profesional concreto, como traductor o mecánico, existiendo plazas de oficial (alférez), suboficial (sargento) y tropa (soldado o marinero). El sistema de asignación de plazas es una especie de concurso de méritos, donde se puntua la experiencia militar, la formación académica, el conocimiento de idiomas, la condición de funcionario, etc. Cada aspirante tiene derecho a solicitar diez plazas y un sistema informático asigna las plazas ponderando los puntos que suman los méritos del aspirante con el orden elegido por las plazas. No existen pruebas físicas, sólo reconocimiento médico. Y no existe una organización territorial de la Reserva Voluntaria. Un reservista voluntario trata con la Delegación o Subdelegación de Defensa local para cuestiones burocráticas pero su unidad puede estar en la otra punta del país.
Si un aspirante obtiene plaza de reservista entonces ha de pasar un proceso de formación dividido en dos fases. La primera es un centro de formación con el resto de aspirantes. Por ejemplo, todos los aspirantes a reservista del Ejército de Tierra acuden al Centro de Formación de Tropa (CEFOT-2) de San Fernando (Cádiz). Mientras que los aspirantes a reservista de la Armada Española acuden al centro correspondiente. Por ejemplo, los oficiales a la Escuela Naval Militar en Marín (Pontevedra) y los suboficiales a la Escuela de Suboficiales en San Fernando (Cádiz). La formación militar básica dura dos semanas, lo que supone en realidad 5+5 días de formación. Hay que considerar el tiempo dedicado a burocracia, recogida de material, visitas, ensayo de la jura de bandera, examen final y jura de bandera. Es decir, la formación militar básica suele ser un trámite. De hecho, los reservistas de las primeras convocatorias cuentan que parecía no existir filtro alguno, como si la prioridad fuera engordar las cifras de la Reserva Voluntaria.
La segunda fase de formación se denomina formación militar específica y tiene lugar en la unidad del aspirante a reservista. En teoría consiste igualmente en quince días, pero lo habitual es que dure una sola semana. La experiencia de los reservistas varía. Y mientras algunos en ese periodo de formación simplemente se dedican a conocer su nueva unidad otros son puestos a prueba para comprobar su idoneidad en el puesto.
Los primeros reservistas voluntarios obtuvieron su plaza en 2003. En aquel entonces a nadie se le ocurió establecer una cláusula excluyente en el proceso de selección que obligara a tener formación académica o experiencia profesional relacionada con el cometido a desempeñar. Así, cuenta la leyenda urbana que algún aspirante a reservista obtuvo plaza de oficial en el Ejército de Tierra con 0 puntos simplemente porque solicitó una plaza con cometido burocrático en un organismo anodino que nadie más consideró atractiva. Para colmo, aunque en la teoría decía que las plazas ofrecidas habían sido creadas según requerimientos de las unidades, muchos reservistas aterrizaron en su destino encontrándose la sorpresa de que nadie les esperaba o nadie tenía idea qué tarea podía desempeñar alguien con su perfil.
Reservistas voluntarios en una de las raras ocasiones en que desfilaron a pie el Día de la Fiesta Nacional en Madrid. Foto vía CISDE.
El resultado fue que la Reserva Voluntaria arrancó en España como un pequeño caos donde a las unidades llegaron tanto reservistas sin ninguna preparación para desempeñar el cometido de su plaza como reservistas perfectamente preparados para desempeñar tareas que nadie había demandado. Sin olvidar a los reservistas que llegaron a unidades donde nadie había oído hablar jamás de la Reserva Voluntaria. A partir de ahí, se aplicó la españolísima ley de la selva, esto es la improvisación, el enchufismo, el saltarse el reglamento y el buscarse la vida.
Si añadimos que en sus inicios las activaciones fueron de una semana (dos días de burocracia y protocolo más tres días de actividad) para el militar profesional medio, el reservista voluntario era un marciano que aterrizaba bastante perdido una vez al año en la unidad. Especialmente, si tenemos en cuenta que muchos reservistas voluntarios residen lejos de su unidad, por lo que ni siquiera aparece por ella en las jornadas de puertas abiertas o alguna festividad especial como la patrona o algún aniversario especial. Si añadimos la habitual rotación de personal en las unidades militares, al cabo de unos años un reservista voluntario podía encontrarse que en su destino no conocía a nadie.
Entonces, llegó la crisis de 2008 y sobre las fuerzas armadas españolas cayó el hacha presupuestaria. Las convocatorias de plazas y las activaciones se restringieron. Nunca más se supo de los escasos cursos de formación que se convocaban. Hubo reservistas voluntarios que renovaron su compromiso trianual varias veces sin haber vuelto a pisar jamás su unidad en años. Por el camino, desapareció la Oficina General de Reservistas (OGRE), con lo que la Reserva Voluntaria perdió un órgano central que velara por su funcionamiento y desarrollo. Los dos únicos cambios sustanciales en la Reserva Voluntaria fueron la introducción de ascensos y que en las convocatorias de nuevas plazas se introdujo como imprescindible contar con conocimientos académicos o experiencia profesional acorde con el puesto. Esto último logró captar a reservistas voluntarios verdaderamente cualificados mientras las plazas ofertadas al menos parecían más concretas y ajustadas a las necesidades de las organismos, centros y unidades.
Escudo de armas de la desaparecida Oficina General de Reservistas (OGRE), a cuyo frente llegó a estar un general.
El tema de los ascensos resultó ser uno de los más espinosos. Según el reglamento de 2011, es condición necesaria para ascender “haber permanecido seis años en el empleo anterior y acreditar un mínimo de sesenta días de activación para prestar servicio en unidades, centros y organismos del Ministerio de Defensa o para participar en programas de formación continuada”. Evidentemente esto no hizo ninguna gracia a muchos suboficiales, que por boca de algunas asociaciones, cargaron contra la figura del reservista voluntario. Por supuesto, la mayoría de reservistas que apenas eran activados y a los que jamás se les había ofrecido plan de formación continua alguno les costaba verse como un estamento privilegiado dentro de las fuerzas armadas.
El resultado final es que se consolidó un modelo de Reserva Voluntaria de dos velocidades. Por un lado, tenemos a médicos, enfermeros y otros reservistas con perfiles muy especializados, como traductores, que son activados todos los años y por períodos que van de uno o varios meses. Estos reservistas son muy valorados por sus unidades y se sienten uno más trabajando en el día a día. En este grupo minoritario entran también los reservistas militares con contactos en los cuarteles generales. Son esos reservistas que hablan sin tapujos de “mi amigo el general me preguntó si querían que me activaran en su unidad”. Dentro de este grupo, sólo médico y enfermeros han sido activados para prestar servicios fuera de las fronteras españolas.
Por otro lado tenemos a la mayoría de los reservistas que son activados poco o casi nunca. Bien porque su perfil no encajaba en la unidad, bien porque llegó la crisis y se olvidaron de ellos. Incluso, existe el caso de reservistas voluntarios a los que el órgano burocrático competente se le olvidó avisarles a tiempo de que iniciaran los trámites de renovación de su compromiso como reservista y perdieron su condición de tal. Y están también esos otros que perdieron la condición de reservista voluntario porque pasaron los años y nunca fueron activados. Luego cambió el reglamento y se consideró suficiente para no perder la condición de reservista mostrar disponibilidad para ser activado.
Si tenemos que hacer balance, no creo que haya nadie satisfecho con el actual modelo de Reserva Voluntaria de las fuerzas armadas españolas. Incluso, si consideramos a esa minoría de reservistas voluntarios que son activados regularmente por amplios periodos de tiempo, tenemos que pensar que no están cumpliendo un papel de reservista como fuerza movilizable sino que están haciendo el papel de parche en destinos con problemas de personal. En esos casos, la Reserva Voluntaria realiza una función de Empresa de Trabajo Temporal. Tal es el caso de esos puestos de traductor que son cubiertos todo el año por doce reservistas, cada uno de los cuales sirve un mes al año en una rueda sin fin. La tendencia en el largo plazo sólo puede ser que las fuerzas armadas asuman que necesitan ofrecer contratos indefinidos a civiles para cubrir esos puestos especializados. Algo que por ejemplo hemos visto en el caso del Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas.
Llegados a este punto, es de esperar que yo culmine este texto con una propuesta de una reforma de la Reserva Voluntaria, con ideas sensatas e imaginativas. Pero no lo voy hacer. He escrito casi dos mil palabras, mucho más de lo que yo esperaba. Y no me apetece seguir ahora. Puede que otro día me anime. La Reserva Voluntaria no le interesa a nadie. Durante la gestión de la ministra Chacón se habló de que era una legado incómodo de la era Trillo y se barajó su disolución.
Si buscamos en Internet, encontramos titulares que hablan de la Reserva Voluntaria como un “juguete roto” que sufre una “crisis” y “olvido”. Si consideramos que las fuerzas armadas españolas están en una crisis permanente de falta de dinero e ideas (véase el caos de reformas y contrarreformas del Ejército de Tierra) no podemos esperar entonces que haya dinero y cabeza para reformar la Reserva Voluntaria. Evidentemente, algún día la mierda golpeará el ventilador y todo será lamentos por no haber planificado con sensatez las cosas a tiempo.
[1] Eso puesto lo disputó durante un tiempo con la Unidad Militar de Emergencias.
[2] En el caso del Regimiento de Marcha del Chad se saltó la numeración para que la compañía reservista fuera la 9ª, recuperando la famosa unidad formada por españoles exiliados que entró primera en París.
https://guerrasposmodernas.com/2020/08/ ... -espanola/