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"Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 06:57
por un@ entre más
Guantes Anticorte Policiales

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«Nos gritaba: 'Hoy tengo que matar a un funcionario'»

La Audiencia de Cádiz acoge el juicio a uno de los presos más peligrosos de España, con dos sentencias firmes por asesinato y acusado de intentar matar a varios funcionarios de Puerto III a puñaladas

Eran las nueve de la mañana. Había tomado ya el desayuno. Parecía tranquilo, «como un día más». El interno Fabrizio Joao Silva, guineano, más de 1,80 de estatura y 120 kilos de peso, estaba en su celda. En 'El Quince', el módulo de aislamiento donde ingresan los presos más conflictivos y peligrosos (los 91.3). Venía de la prisión de Morón. Allí había agredido a varios funcionarios y acumulado otro rosario de problemas y expedientes abiertos –él dice que no–. Su condena: 22 años por haber asesinado a su novia. Pero además tenía otro delito de sangre a su espalda. Ya siendo recluso en Alcolea (Córdoba) acabó con la vida de un preso golpeándolo hasta la muerte a patadas y puñetazos. 17 años más entre rejas. Fabrizio fue llevado a Puerto III, a máxima seguridad, pero aquel 21 de julio de hace dos años se volvió a meter en problemas muy serios.

La varios funcionarios del centro penitenciario portuense. La Fiscalía lo procesa por los delitos de homicidio en grado de tentativa y lesiones y solicita para él la pena total de 25 años y tres meses de prisión. Uno de los funcionarios estuvo a punto de perder la vida después de que sufriera un corte en el cuello que se quedó a escasos centímetros de tocar la yugular.

Dado todos estos graves antecedentes, la vista se celebraba en la Audiencia entre fuertes medidas de seguridad. Varias dotaciones de la USECIC de la Guardia Civil de Algeciras lo trasladaban a primera hora de la mañana desde Botafuegos (donde permanecía llegado de una cárcel gallega) hasta los juzgados. Además agentes de la UPR de la Policía Nacional también velaban porque todo se desarrollara sin incidentes. Los momentos de mayor tensión se vivieron al principio de la sesión cuando al ser llevado a la sala por el pasillo uno de los funcionarios de prisiones que acudió al juicio le increpó. Pero todo quedó ahí.

La sesión comenzó con la declaración del acusado, que resultó ser diametralmente opuesta a todos los testimonios aportados por el resto de testigos, tanto los funcionarios que resultaron heridos, como sus compañeros, además del médico de guardia de aquel día y los forenses. Fabrizio quiso contestar a todas las partes para insistir en su inocencia y asegurar que la víctima fue él. «Los funcionarios me agredieron a mí».

Según su versión, todo ocurrió cuando le fueron a registrar para salir al patio, «me pusieron contra la pared y, en ese momento, sentí un golpe». «Me tiraron al suelo y me dieron patadas. Luego vinieron más con cascos y gomas y me siguieron golpeando». A preguntas del fiscal, el interno manifestó que ese ataque pudo deberse, según siempre su versión, a represalias porque había presentado varias denuncias acerca de «cosas que pasaban en el departamento». «Yo solo intenté defenderme», afirmó. Además dijo que «quedó semiinconsciente» en el suelo y que ya no se enteró «de nada más». Sin embargo, tras el incidente, cuando se le pudo cachear de forma más exhaustiva, se encontró el arma (una pletina de zapato afilada para cortar) metido en su ano. Pero Fabrizio negó que ese fleje fuera suyo. Es más. Llegó a asegurar ante el tribunal que él estuvo inconsciente «tres o cuatro días» y que alguien le había «violado» e introducido ese punzón en su cuerpo.

«Fue entre ellos», se defendió

Sin embargo esta versión fue puesta en duda de manera contundente por el fiscal al describir la serie de lesiones y golpes que sufrieron los funcionarios. El interno le contradijo asegurando que todas esas heridas y multitud de policontusiones se las hicieron entre los mismos trabajadores «porque había muchos». En contra, significó el Ministerio Público, el parte de lesiones de Fabrizio solo refleja un corte en el brazo y alguna contusión leve. «No parece que le dieron una paliza», asestó.

La versión de los funcionarios afectados y los que participaron en reducirle, todas ellas coincidentes, fue completamente contraria a la del procesado. Solo coincidieron en lo manifestado por Fabrizio en el lugar y la hora. Nada más.

«Fue sin mediar palabra. No me dio tiempo casi ni a verlo. Sacó un pincho que llevaba envuelto en una toalla, hirió a mi compañero en el cuello, a mí en la cara y luego fueron cayendo uno a uno», manifestó uno de estos trabajadores que acudió aquella mañana al Quince. Según expuso y coincidió con el resto de testimonios, Fabrizio salió de la celda y al agacharse el funcionario para dejar la ropa para engrilletarlo, se abalanzó «de manera sorpresiva» hacia él. «A mí me atravesó la mejilla y me sacó una muela de raíz».

«La rapidez y la fuerza que tuvo fue impresionante», expuso el trabajador herido en el cuello. «No podíamos con él». Y eso a pesar de que fueron a trasladarlo al patio hasta seis funcionarios. «Algo se intuía que podía pasar...». «Estaba fuera de sí. Llevaba el pincho a modo de puño americano y cada puñetazo que daba era una herida».

Otro de los funcionarios recibió la puñalada en el antebrazo. «Me la dio ahí pero iba hacia el tórax», declaró. «No había forma de reducirlo y cuando caí con él al suelo entonces me atacó», relató.

«Estaba obcecado. No paraba»

La situación era «dantesca». Los funcionarios estaban todos heridos y contusionados y el preso «muy violento», según los testimonios aportados, «no deponía en su actitud». Lograron encerrarlo entre rastrillos, es decir, entre dos rejas que separan dependencias distintas en una misma galería, y ahí «siguió como loco». Así lo contó ante el tribunal uno de estos funcionarios, encargados de la seguridad, que acudió a auxiliar a sus compañeros. «Nos decía, 'hoy tengo que matar a un funcionario'. Estaba obcecado». Según contó, tanto es así que, desde dentro les hacía el gesto de que entraran a por él.

Tras unos minutos, y después de que otros funcionarios cogieran dos escudos y algunas defensas, fueron unos diez a reducirlo. «Entramos como una melé». La reacción de Fabrizio no fue a menos. «Llegó a romper de una patada uno de los escudos». Finalmente lograron inmovilizarlo. «Cuando me tiré al suelo, me miraba y me sonreía».

Un relato muy parecido sostuvo también en sala el médico de guardia que acudió a auxiliar a los primeros funcionarios heridos. «Cuando llegué me encontré al interno en una exclusa y los funcionarios llenos de sangre». Ante esta situación se dirigió hacía los tres más graves. Como al herido en el cuello. «Por pocos centímetros no le tocó la yugular. Podría haber muerto, era una herida profunda». Además también le «llamó la atención», que otro de los agredidos tenía la prótesis dental que utilizaba fuera de la mejilla. «Se la perforó», explicó. Al interno también pudo verlo. Sin poderle hacer una exploración profunda dado el estado de «agresividad» que presentaba, no apreció en él heridas o lesiones que reflejaran que le habían dado una paliza, como aseguró durante el juicio.

Por último, los forenses fueron también muy concretos a la hora de exponer ante el tribunal que las heridas más graves afectaron a zonas vitales. Además aseguraron que estos golpes iniciales fueron directos e intencionados (cuello y tórax) y que el arma utilizada –la pletina– era «perfectamente compatible con las heridas inciso contusas que produjo. Por otro lado, para producir esas lesiones se tuvo que aplicar, según los peritos, mucha fuerza.

«Podría haber sido una auténtica masacre», dijo el fiscal para concluir en su informe. «Fue un ataque premeditado, tenía el arma preparada, y de manera sorpresiva», añadió para elevar a definitiva su petición de una pena de 25 años de prisión. «Era una persona que quería cometer un crimen».

Las cámaras de seguridad grabaron todo el incidente

Las cámaras de seguridad grabaron todo el incidente. Desde que el interno es sacado de la celda y se produce los ataques denunciados hasta que es encerrado entre rastrillos y entre una decena de funcionarios consiguen por fin reducirlo. Las imágenes podrían ser determinantes para el tribunal.

Una de las claves para determinar su culpabilidad, o grado de condena, es si el procesado golpeó él directamente o se defendió. O también si aprovechó cuando lo dejaron encerrado para introducirse el arma en el ano para que no se lo descubrieran. En las imágenes sí se puede ver cómo Fabrizio en un momento dado se pone de cuclillas y parece que se introduce este punzón en el interior de su cuerpo.

Un suceso que supuso «un antes y un después»

El grave incidente sucedido en Puerto III que ahora se juzga, supuso «un antes y un después» en los protocolos que se seguían con este tipo de presos peligrosos. Así lo atestiguaron ante el tribunal los funcionarios que declararon que advirtieron de varias cuestiones que han cambiado desde que ocurrieron estos hechos y que ya habían sido denunciadas con anterioridad en varias ocasiones a la Dirección General. Pero, insistieron, que aunque se han dado algunos medios, el régimen penitenciario no ha cambiado, algo que ellos reclaman desde hace años.

Uno de estas variantes ha sido algo tan básico como que los arcos detectores funcionen. Así se puede controlar por ejemplo si un preso lleva encima algo de metal. También que se les hayan dado mejores raquetas detectoras, además de otras medidas de protección.

Por otro lado, se ha creado un equipo de intervención (solo para algunos funcionarios) para que se encargue del control de situaciones como la vivida y otras dos cuestiones importantes: que no exista el cacheo directo a estos presos conflictivos y que se le pueda engrilletar de manera preventiva sin tener contacto físico.


https://www.lavozdigital.es/cadiz/provi ... ticia.html

Re: "Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 08:10
por rafa1
Sioen Ballistic Protection

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uspsuministros.com
Unos de los internos mas peligrosos que he conocido, además de impredecible. Para este tipo de individuos si que nos vendría bien tener taser en prisiones.

Re: "Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 08:43
por un@ entre más
Gafas Polarizadas 5.11

militariapiel.es
rafa1 escribió:Unos de los internos mas peligrosos que he conocido, además de impredecible. Para este tipo de individuos si que nos vendría bien tener taser en prisiones.


Y a nosotros, cuando los trasladamos/custodiamos... En mi unidad (conducciones) los tenemos ya de prueba.

Re: "Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 09:54
por rafa1
Psicotécnicos Joyfepol FERES

joyfepolferes.es
El 'Hannibal Lecter' de las cárceles españolas: por qué Fabrizio aterroriza a presos y funcionarios.

Menos sutil que el personaje de cine pero con un instinto criminal irrefenable, está considerado por muchos como el preso más peligroso. Pesa 120 kilos, mide 1,80 m. y lo han trasladado desde Cádiz, donde trató de matar a cinco funcionarios, hasta A Coruña.

Al módulo 15 de la prisión Puerto III (El Puerto de Santa María, Cádiz) se accede en furgón de la Guardia Civil. Al condenado que va dentro directamente se le conduce al Quince, el temido departamento de régimen interno al que sólo van a purgarse los delincuentes más desalmados: etarras, islamistas radicales, capos de la mafia, asesinos reincidentes… Por él pasó Ioan Clamparu, Cabeza de cerdo -el mayor traficante de mujeres de Europa- y allí aún permanece recluido Iñaki Bilbao Goikoetxea, el miembro de ETA que asesinó al edil socialista Juan Priede y que intentó recomponer la banda desde prisión.

El 22 de noviembre de 2015 Fabrizio Joao Silva Ribeiro, de Guinea Bissau, ingresó a esta zona aislada del resto de la instalación penitenciaria. Por segunda vez, tras un breve paso en 2014, recalaba allí el preso más peligroso de los 70.000 internos que hay en el país. Había vuelto el demonio de los presidios españoles. Con su retorno al Quince temblaron hasta los barrotes de las celdas.

Fabrizio Joao, de 32 años, fue el único convicto que viajó en aquella furgoneta que procedía del penal sevillano de Morón de la Frontera, también de alta seguridad. Allí, donde cumplía dos condenas, solicitaron su traslado después de que apuñalara con una pletina metálica a un funcionario.

Un equipo especial de la Guardia Civil llevó al preso a Puerto III.

La primera de esas condenas, de 22 años, se la impusieron por matar en Bilbao a su novia, a la que le asestó 25 puñaladas después de violarla y asfixiarla. Fue en 2004. La segunda, de 17 años, fue por acabar con un reo casi tan violento como él dentro de la cárcel de Córdoba. Lo hizo en 2014. Le quitó la vida en el baño. Propinó tantas patadas y puñetazos a aquel interno que los médicos nada pudieron hacer para salvarle la vida. Tras aquel incidente fue trasladado por primera vez a Puerto III desde la ciudad califal.

El pasado noviembre, este guineano, hijo de Antonio y Filomena, llegó esposado por la espalda al módulo de régimen cerrado de la prisión gaditana. Dentro del penal se dice que El Quince es la cárcel de las cárceles. Allí los presos desayunan, comen y cenan dentro de las celdas, apenas ven la luz del sol dos o tres horas al día (en función de su comportamiento) y su contacto con otros presos se reduce a salir en pareja al patio o a los gritos que se dan entre sí a través de las rejas de las ventanas.

TRASLADO DE PELÍCULA

Durante el trayecto entre las prisiones de Morón y El Puerto, a Fabrizio lo acompañó un grupo especial de la Benemérita. Los agentes, armados hasta las cejas, no le quitaron el ojo de encima en ningún instante. Temían que en un descuido intentara una fuga, o que les agrediera y tratara de amotinarse.

Al llegar a Puerto III, además de la barrera de entrada, el furgón cruzó tres rastrillos. Se trata de puertas correderas que sólo se abren cuando la anterior queda totalmente cerrada. Luego, a pie, Fabrizio debió pasar dos rastrillos más. En un patio muerto, sin salida, le esperaba una pareja de funcionarios de prisiones, quienes tragaron saliva al ver de nuevo a aquel hombretón de 120 kilos, metro ochenta, piel color ébano, gruesos labios y cabeza rasurada.

Fabrizio ingresó en la celda 60, un habitáculo austero de diez metros cuadrados con muebles de escayola. Dentro, el convicto dispone de una cama, un plato de ducha, un váter, un pequeño escritorio, un armario para la ropa y un interfono para ponerse en contacto con el personal carcelario. Afuera, en la galería del módulo, varias cámaras vigilan 24 horas al día.

Además de la puerta habitual de entrada a la celda, de plancha metálica y con mirilla a la altura de la cabeza, la seguridad exige una segunda. Los funcionarios de prisiones la llaman cangrejo porque tiene barrotes y se abre y se cierra cuando lo necesitan. Sirve para que los internos no puedan abalanzarse contra ellos cuando se acciona la apertura del primer portón.
Ocho meses después de su retorno a Puerto III, el preso más peligroso del país no pudo contener su instinto asesino. Durante ese tiempo, entre algún porro fumado o alguna pastilla tomada para apaciguar la fiera que lleva dentro, amenazaba a diario a los empleados del penal. En un parco castellano, les prometía cortarles la cabeza y hacer añicos sus cuerpos. La mañana del 21 de julio se propuso hacerlo. Ese día, cuando se producía un registro rutinario de su celda, mandó a cinco funcionarios al hospital. A uno le rajó el cuello, a otro le partió la dentadura... Sólo la suerte y la rápida actuación de una compañera los mantuvo vivos.

TRES MINUTOS DE PÁNICO

Ocurrió temprano, cuando el reloj marcaba las nueve de la mañana. Antes, Fabrizio Joao había tomado un café y una rebanada de pan con mantequilla y mermelada. Hasta le dio los buenos días al funcionario que le entregó una bandeja con el desayuno a través de la ranura horizontal que hay en el portón metálico de su celda, situado a la altura de la cadera. Poco después de llenar el estómago, cuando tocaba que cada preso limpiara su habitáculo, la chispa prendió en el fornido guineano y el interno entró en cólera.

Como cada día, cinco funcionarios desarmados y sólo provistos de un walkie acudieron a cachear a Fabrizio para registrar su celda en busca de pinchos hechos a mano y entregarle los bártulos para que la limpiara. Con él se extremaban las medidas de seguridad. Con cualquier otro preso del Quince ese mismo trabajo lo hace una pareja de empleados de Puerto III. Pero no con el reo más violento del país.

Cuando uno de los empleados del penal portuense examinó un pequeño macuto del interno, parecido a un morral, el reo se abalanzó sobre él. En la mano llevaba una fina placa de hierro de 10 centímetros de longitud y dos de anchura. La había extraído de la suela de uno de sus zapatos. Con ella le rajó el cuello.

Tras el ataque, los cuatro compañeros del agredido trataron de reducir al interno. Pero les fue imposible. “Entre todos no podían con él”, cuentan fuentes del penal. Fabrizio soltaba codazos y puñetazos por doquier. “Fueron tres minutos de pánico”, explican.

El preso, que logró zafarse de sus oponentes, llegó a salir a la galería central del módulo. Aturdido y asfixiado por la excitación del lance, los funcionarios malheridos lograron salvar la vida gracias a la rápida intervención de la vigilante de seguridad del Quince.

Ella, testigo de lo sucedido fuera de la celda gracias a las cámaras de vigilancia, consiguió dejar enjaulado a Fabrizio accionando el cierre de dos barreras corredizas que cruzan la galería central de un lado a otro. Primero cerró la que el reo tenía a su espalda. Luego, mientras sus compañeros reculaban con la ayuda de una silla de plástico que usaron como escudo, cerró la otra y dejó aislado al preso.

“JAMÁS MUESTRA ARREPENTIMIENTO”

Tras el incidente, a Fabrizio Joao Silva Ribeiro se le trasladó a la prisión gallega de alta seguridad de Texeiro, en A Coruña. Los cinco funcionarios se dieron de baja laboral. El parte de daños fue notable: a uno le clavó los brackets en la encía y le partió varios dientes; a otro le hizo un corte en el antebrazo de cuatro centímetros; a un tercero le cortó el cuello y a punto estuvo de seccionarle la vena yugular; a un cuarto le reventó la nariz y se la deformó; un quinto tiene afectados los ligamentos de sus rodillas. Además, todos presentaron contusiones y moratones por distintas zonas del cuerpo.

Fabrizio Joao es un preso de primer grado catalogado como de “peligrosidad extrema” (Ficheros de Internos de Especial Seguimiento 91.3). El sistema carcelario español tiene cerca de 70 reos “especialmente violentos”, explican fuentes del sector. Según funcionarios de Puerto III, este guineano es el más peligroso de todos ellos. Los psicólogos que lo tratan lo hacen en una sala dividida por barrotes, al más puro estilo del caníbal Hannibal Lecter, cuyo personaje encarnó el actor Anthony Hopkins.

Las fuentes consultadas, quienes trabajan en el “vano” intento de reinserción del preso, aseguran que es una persona con tendencia a la violencia y a la agresividad. También explican del reo que “jamás se muestra arrepentido de la conducta dañina que muestra”. Nunca, añaden, quiere colaborar en las terapias de autocontrol.

La particularidad de este interno es que entre los funcionarios que trabajan en El Quince existía la “certeza y la seguridad” de que iba a atentar contras ellos. “Los días previos a la agresión la tensión era muy alta. Su única motivación ahí dentro, y más sabiendo que ha de estar preso hasta 2047, es reventar a cualquiera que tenga cerca”.

"ADONDE VAYA ES UN PROBLEMA"

En el módulo 15 de Puerto III hay 70 celdas individuales. 20 de ellas se dedican a la estancia de los presos de extrema peligrosidad, quienes suelen sufrir “tendencias psicópatas”. Muchos de ellos se tragan muelles, se comen cristales de ventanas…

Uno de los compañeros de Fabrizio Joao hasta que lo trasladaron a Texeiro era Ricardo Santiago Motos, un murciano de 18 años que pesa 130 kilos y mide un metro ochenta. Llegó a la cárcel gaditana el 15 de abril de 2016 procedente de la prisión madrileña de Estremera.

Pocos días antes de su ingreso en Puerto III había agredido a un compañero de cárcel mientras salían en pareja al patio. Lo hizo partiendo en dos el palo de una escoba y atravesándoselo por el cuello. El agredido murió a los veinte días en el hospital. Santiago Motos siempre cuenta a los funcionarios de prisiones que ambos habían discutido porque no quiso darle un cigarro.

Por el módulo 15 de Puerto III, como por el resto de las otras cuatro prisiones de alta seguridad españolas [Soto del Real (Madrid), Morón (Sevilla), Texeiro (Galicia) y Estremera (Madrid)], la rotación de este tipo de presos es continua.

Por esta sección del penal gaditano han pasado varios de los condenados más conocidos del país: desde el mayor traficante de hachís del Estrecho, el ceutí Mohamed Taieb El Nene -ya fallecido-, hasta Mohamed Achraf, el ideólogo del atentado frustrado que una célula islamista quiso cometer a mediados de la década pasada contra la Audiencia Nacional. De este último los empleados de la prisión cuentan que tiene una "inteligencia suprema".

En El Quince aún permanecen dos miembros de ETA que anhelan la vuelta al terrorismo de la banda. Con ellos convivió el encarcelado más temido del país. Uno es Iñaki Bilbao Goikoextea, que asesinó a un edil socialista y amenazó durante el juicio con “pegarle siete tiros y arrancarle la piel a tiras” al magistrado de la Audiencia Nacional Alfonso Guevara. La otra es Arantza Zulueta, la abogada de presos etarras que en un pinchazo telefónico llegó a afirmar: “Si ETA me pide que coja una pistola y mate, lo haré”.


https://www.elespanol.com/reportajes/pe ... 000_0.html

Re: "Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 17:57
por SEBASTIÁN
Edición 175 Aniversario Gc

gafaspolicia.com
Vuelvo a repetir: pena de muerte . Ya está bien de gastar dinero en basura . Y pensar que de mis impuestos va una parte para darle de comer¿ No tiene alguna extradición pendiente en USA ? . Taser para prisiones y se le quitará toda la chulería de sus 120 kilos.

Re: "Hoy tengo que matar a un funcionario"

NotaPublicado: Dom, 10 Jun 2018, 18:47
por Sishuk@

foropolicia.es
El personal de prisiones está muy tirado, y cuando digo tirado lo digo con conocimiento de causa, tengo familia en ese Cuerpo.
El problema es que la legislación penitenciaria y la operativa no se han adaptado.
Desde mi punto de vista el Cuerpo de Prisiones debiera ser un cuerpo estatal con formación y dotación capaz de solventar este tipo de situaciones. También debieran encargarse de las custodias y traslados de presos. Esto liberaría personal de GC, PN y PAs.
En caso de motín entraría a operar el cuerpo policial con competencia en la zona.
La saturación de determinados penales, la escasez de funcionarios y las condiciones de los mismos hacen muy dificil su trabajo.
Sinceramente creo que el Gobierno debiera darle una vuelta a este tema.