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Johnny, la primera víctima de 'el Rodri': ''Ni siquiera le puede odiar porque no sabe quién es, no recuerda nada...''
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El ex guardia urbano Juan José Salas cuando recorrió un tramo del Camino de Santiago. Lo ha hecho varias veces. CRÓNICA
Hablamos con la mujer y familiares del guardia que quedó tetrapléjico tras recibir la pedrada del antisistema que ahora ha matado a un hombre por llevar unos tirantes de España.
Ninguno tiene palabras de odio para 'El Rodri'. "No somos quiénes para juzgarlo. El único que juzga es Dios", dicen con la piedad que él no tuvo.
El acusado de matar a un hombre por llevar tirantes con la bandera de España dejó tetrapléjico en 2006 a un guardia urbano de Barcelona
Un policía de Barcelona herido muy grave y otros tres agentes lesionados por altercados en una casa 'okupa'
JAVIER NEGRE17 DIC. 2017 03:09
Juan José Salas (51 años) vive en su humilde piso de Sant Boi de Llobregat (Barcelona) completamente ajeno a la tensión independentista. A la aplicación del 155. A las elecciones del 21-D. A lo que ha hecho El Rodri, el antisistema que le dejó así... Su mundo es otro. El del juego de la oca, el parchís o el dominó, a los que dedica parte del día en su ordenador. Sus otras dos preocupaciones son su familia y su lenta recuperación. Sólo sueña con poder dar algún paso en unos años... Porque Johnny, como le llaman sus allegados, está postrado en una silla de ruedas. Siempre necesita una persona a su lado y se alimenta a través de un tubito por el estómago (sonda gástrica). No puede hablar y se comunica con los suyos a través de un aparato que convierte su tecleo en palabras escuetas. Es incapaz de mantener una conversación. Ni siquiera sabe por qué está en una silla de ruedas. Ni por qué estos días el teléfono de su domicilio no ha parado de sonar. No eran los comerciales de una compañía telefónica. Eran viejos amigos interesándose por su evolución al ver su rostro de nuevo en los telediarios. También este periodista buscando el testimonio áspero de una familia rota por el dolor. Un mar de lágrimas. O el odio de su esposa Rosa y de sus cuatro hijos contra aquel desalmado que de una pedrada le dejó tetrapléjico y que hace días mató a un señor por llevar tirantes con la bandera de España. Pero no encontramos nada de eso. Sólo escuchamos las palabras conciliadoras de un núcleo unido en la tragedia. Que no quiere aprovechar la muerte de Víctor Laínez para exhibir a Johnny en programas de prime time y hundir más a El Rodri. Estamos ante una familia que no quiere mirar atrás ni reabrir viejas heridas. Sus miembros, unidos por una extraordinaria religiosidad, sólo destilan bondad, positividad y esperanza. Como hicieron los padres de Ignacio Echeverría.
«No le odiamos porque él ya pagó con su condena con respecto a nosotros. De nada sirve odiar. Se cruzó una vez con nosotros y no queremos que se nos vuelva a cruzar», dice a Crónica Rosa, la mujer coraje que compagina su trabajo en Telefónica con el cuidado de su marido a quien define como un hombre «feliz». Evita nombrar a Rodrigo Lanza, alias El Rodri, el okupa que llevó la tragedia a su familia.
Antes de terminar la conversación, escuchamos una voces. Es Johnny, enfadado por haber perdido una partida al dominó. Porque este hombre siempre ha sido, además de «buena persona», según los agentes de la Guardia Urbana consultados, un «ganador nato». Como deportista en un campo de fútbol. Como persona solidaria cuando había que hacer donaciones a las iglesias de su zona. Como paciente en el Tourmalet de su recuperación tras una operación a vida o muerte. O como peregrino cuando ha recorrido varios tramos del Camino de Santiago (la última vez, el pasado año) con una camiseta negra que resume su mentalidad: «El dolor es algo temporal. La gloria es para siempre». Los doctores aún se preguntan cómo sobrevivió a aquella pedrada de El Rodri y es a día de hoy todo un ejemplo de superación. «Sus ganas de vivir le han hecho salir adelante», cuenta un familiar.
Seis de la madrugada del 4 de febrero de 2006. Número 55 de la calle Sant Pere Mes Baix de Barcelona. Un grupo de agentes de la Guardia Urbana, entre los que estaba Juan José con la placa 22.424, custodia la entrada de una casa okupa tolerada por el Ayuntamiento de la Ciudad Condal. En su interior, está celebrándose una fiesta con alcohol y drogas. «Recibimos la orden de que estuviésemos allí en la puerta para evitar alteraciones de orden público, que la gente no mease en la calle...», recuerda uno de los policías de aquel dispositivo. De repente, aparece un joven fibroso, con rastas y los laterales de su cabeza rapados al cero. Es Rodrigo. Su estética es similar a la que lució hace 10 días cuando volvió a la senda del mal en la puerta del bar maño El Tocadiscos: camiseta de death metal, piercings y dilataciones en las orejas. «No le dejaron entrar los okupas en la fiesta y pensó que era porque estábamos allí los guardias. Fue entonces cuando empieza con otros amigos a atacarnos con palos y a Johnny le tira una piedra a cinco metros de distancia que le da en la frente. Cayó desplomado y se rompió la base del cráneo con el suelo», cuenta el policía. Al agente, un joven con un dibujo de un cuadrado en su cabeza le remató en el suelo.
«Era un portugués que fue condenado pero luego indultado. Se dedicó a pegarle a Johnny con un cono en la cabeza cuando ya estaba inconsciente», rememora este guardia. «Perro, c****, nos lo hemos cargado», gritó uno de los chicos que acompañaban a El Rodri. Johnny había entrado en la Guardia Urbana en 1999 procedente de la Policía de Molins de Rey. Hijo de un matrimonio cordobés que le hizo crecer en Australia, sólo llevaba un año destinado a la unidad nocturna cuando en su fatal destino se cruzó El Rodri, nieto de un estrecho colaborador del dictador Pinochet. La pedrada que le lanzó a Johnny, unida al cabezazo posterior que se dio contra el suelo, le provocó una contusión fronto-bilateral, traumatismo craneoencefálico grave, hematoma subdural temporopolar, focos de hemorragia subaracnoidea tentorial traumática, fractura occipital y de peñasco derecho, y signo de hipertensión endocraneal.
Fue operado de urgencia en el Clínico de Barcelona, estuvo en coma varios meses e ingresó en el Instituto Guttmann, hospital barcelonés de neurorehabilitación, en estado de mínima respuesta. Sólo podía abrir y cerrar los ojos. Fue donde comenzó a recuperarse y ahora sigue acudiendo a diario a un centro para luchar contra su lesión cerebral y ganar movilidad.
El Tribunal Supremo condenó en 2009 a Rodrigo a cinco años de prisión como autor de «un delito de lesiones dolosas en concurso ideal con otro de lesiones imprudentes y otro de atentado». También le condenó a pagarle a Juan José una indemnización de 935.641,85 euros por las graves heridas y secuelas provocadas por la agresión y de 120.767,65 euros a su esposa e hijos por perjuicio moral. Cantidades que nunca ha abonado a pesar de que ha ganado dinero en Zaragoza arreglando bicicletas. Tampoco les pidió perdón. El Rodri ingresaría en la cárcel de Cuatro Camins donde pasó dos años y medio y varios funcionarios le calificarían como «lo peor que ha pasado por allí». Estuvo encerrado en una prisión. Johnny sigue encarcelado en el silencio y la falta de movilidad. Cuando despertó del coma, Juan José no recordaba nada. No sabía quién era Lanza. Nunca preguntó por las razones que le llevaron a estar así. Tampoco a lamentar que ya no podría volver a hacer sus rutas de montañismo. Su familia se aferró a su fe en Dios y decidieron no desvelarle los detalles de su tragedia.
El acusado de matar a un hombre con la bandera de España en 2014: 'Yo me voy a vengar de todo esto'
«Nos centramos en su recuperación. No queremos que nada ni nadie turbe nuestra paz como familia. Él no puede odiarle porque no sabe ni quién es. No recuerda nada y nosotros tampoco hemos querido recordárselo. No le guardamos rencor a Lanza», dice un allegado. Esta familia vivió su drama en silencio. Su mujer siguió trabajando en Telefónica y sus hijos estudiando. Decidieron permanecer al margen de la movilizaciones que promovió el movimiento okupa de Barcelona para convertir a Lanza en un mártir, en una persona inocente que había sido encarcelada víctima de un montaje policial. También de los lamentos de la madre del chico, Mariana Huidobro, que se quejaba «por no poder tocar a sus hijos todos los días». La mujer e hijos de Johnny sí podían tocarle pero nunca alejado del metal de su silla de ruedas.
La familia tenía problemas económicos y recibieron la ayuda de diversas personas. Por ejemplo, del entonces alcalde socialista de Barcelona, Jordi Hereu, del líder del PP de Barcelona, Alberto Fernández Díaz, que solía llevar a su hijos a ver al Espanyol de Barcelona, o del entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Éste decidió darle a su marido la cruz al mérito policial con distintivo rojo en octubre de 2013, que añadía a su pensión por invalidez el 10% de su sueldo.
En aquel momento, Johnny recibió este honor con una sonrisa. «Johnny eres fuerte. Los niños se han hecho mayores y son personas alegres y sin odio, como tú querías», le dijo su esposa. No había palabras de venganza. Ni odio. No mencionó a Lanza ni le dedicó ataques como sí han hecho otras víctimas en circunstancias parecidas. Porque ellos se sentían en paz, tranquilos hasta la emisión en TV3 en 2015 del documental Ciutat Morta, financiado, entre otras personas, por Ada Colau, promocionado por Podemos, y en el que se argumentaba que Lanza era inocente. Que nunca había lanzado una piedra contra su marido, sino que había sido víctima del impacto de una maceta. Fue premiado con 7.000 euros por el Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por el convergente Xavier Trias.
Con su emisión, el teléfono del domicilio de Juan José sonó de nuevo. El documental volvía a situarle en el ojo mediático y Rosa volvió a renunciar a hablar. Ni siquiera quiso pronunciarse sobre la aparición de un atestado policial que relataba la primera maldad que hizo Lanza tras salir de prisión. Era dos de febrero de 2014 y varios okupas apedrearon a una vigilante del parque Güell. Varios agentes de la Guardia Urbana identificaron a los jóvenes. Entre ellos estaba Lanza quien, según el atestado, se jactó de haber dejado tetrapléjico a uno de sus compañeros. Al terminar la actuación, el joven extendió su mano hacia un agente, que renunció a dársela.
Publicado: Jue, 14 Dic 2017, 17:32
