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La memoria, además de ser selectiva, tiende a retroalimentarse con el paso del tiempo. Así, el anciano recuerda un bofetón de un requeté en Madrid de hace setenta y seis o setenta y ocho años y los camiones cargados de republicanos camino del fusilamiento. ¿De verdad era así?, ¿o lo que recuerda era, en realidad, otros camiones pero ésta vez cargados de derechistas camino de las diversas zanjas abiertas en Aravaca, Moncloa y Paracuellos? Quién sabe.
«En pleno siglo XXI me volví a sentir como en 1936, dice José María Rivera, de 82 años». Este señor en 1936 contaba tres años y en Madrid la sublevación no triunfó. Los nacionales, como se sabe, no entraron en la capital hasta el 39, cuando ya finalizaba la guerra (la entrada ciertamente supuso la rendición y el fin). En la noticia se dice que su padre y su madre fallecieron durante la Guerra, sin embargo, él «aún recuerda las camionetas llenas de republicanos de camino al pelotón de fusilamiento y la h0stia que un requeté le dio a su padre al grito de "rojo"». Eso tuvo que suceder a la fuerza en la posguerra, no antes. O bien su padre murió en la guerra o bien en la posguerra, lo único cierto es que en Madrid no vieron requetés antes de abril del 1939, más que en fotografías. Lo que sí que vieron los madrileños de entonces fueron, aparte de los bombardeos, muchas tropelías. Curiosamente hubo más víctimas por ataques aéreos en Oviedo que en Madrid, entendible porque en la primera no había refugios subterráneos ni señal de alarma. Y las tropelías, que él no recuerda, las cometían los que ideológicamente defiende, en nombre de una revolución que en nada tenía que ver con la república, envueltos, eso sí, en una bandera que no era la tricolor. Quizá no recuerde, tampoco, con qué retratos decoraron la puerta de Alcalá en esos tres años, a menos que se tire de hemeroteca. Ni por supuesto aquel otro capitán de la guardia civil, como este oficial de la Policía municipal, afecto a unas siglas e inequívocamente ideologizado (el mismo dice soy de los vuestros), que le dio matarile a Calvo Sotelo. Ni la cabeza del republicano general López Ochoa, que un nutrido grupo de cenetistas pasearon por las calles matrintenses, después de lincharlo.
Eso es historia. Pasado. Y la historia no vuelve, se muere al ser anotada, y se anota no para caer en el olvido sino para figurar en su único sitio: la Historia. La guerra civil, en cambio, en el caso español, como en un bucle, revive, es un proceso vesánico de historicismo continuo, el pasado lejano y el no tan reciente de la dictadura (1975/1978) se convierte en un arma arrojadiza para el político del presente. Me hace gracia que un presidente haya llegado a decir que« yo soy rojo». No cabe mayor despropósito. Similar al decir que yo soy partidario de la causa carlista, de los trastámaras, de la cartaginesa o de la numantina. Y que se haya permitido el lujo, con ello, de desenterrar un odio cainita, el de las dos Españas, y a retroalimentar con datos parciales los nebulosos recuerdos de los ancianos que entonces eran unos niños.
Policialmente, intervenir un asta con una tela para evitar que se arremeta con ella, bien para evitar provocación y males mayores, o por ambas, no debería tener mayor trascendencia (en otras noticias se dice que el anciano quiso pegar a la joven con el mástil —sic—). Pero esto es España, claro. La tricolor es una tela, por mucha simbología nostálgica que se le quiera ver. Unidades de la Legión entraron en Asturias en el 1934 para sofocar la revolución, marchaban enarbolando la tricolor, la oficial, frente a ellos, huyendo en desbandada, los revolucionarios se replegaban dejando tiradas en el suelo las banderas rojas. Otra tela, aunque enseña extranjera. Antaño ciego por el totalitarismo el pensamiento es ahora cegado por él. Me parece muy bien que este señor diga que la tricolor «simboliza "todo" para mí» y que «es mi corazón, todo lo que quiero está ahí», pero las cosas como son: No todos los que pelearon en esa guerra lo hicieron por sus querencias ni con su símbolo. Eso sí, matarse se mataron de coj0nes, más que en el frente: en la retaguardia.
El titular fatal, por tendencioso: ¿El policía que defendió al anciano de la bandera republicana? Me gustaría oir la versión de los actuantes, seguro que cambiaba mucho el relato amable que cuenta el artículo. Los policías defendemos la ley, no las creencias particulares de nadie.
Un saludo