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Joaquín Ferrándiz: los ojos de un tiburón blanco

NotaPublicado: Lun, 06 Jul 2015, 21:19
por SabineroCNP
Joaquín Ferrándiz: los ojos de un tiburón blanco
Dicen los que le han tratado en prisión que sus ojos están carentes de expresión, incapaces de transmitir un solo sentimiento. Joaquín Ferrándiz lleva en la cárcel 17 años condenado por el asesinato de cinco mujeres, el primero de ellos hace ahora veinte años. Un 'psicópata de manual' que se había convertido en el hijo perfecto, el empleado modelo y hasta el novio ideal mientras mataba sin piedad.

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La noche del 2 de julio de 1995, Sonia Rubio, una profesora de 25 años, desaparecía sin dejar rastro tras salir de una discoteca de Benicassim (Castellón). Su cuerpo fue hallado cuatro meses después. Fue la primera víctima de Joaquín Ferrándiz Ventura, un vendedor de seguros que ha pasado a la historia criminal española como el asesino en serie más anglosajón de nuestro país. Mercedes Vélez, Natalia Archelós, Francisca Salas y Amelia Sandra fueron víctimas de este "psicópata de manual", tal y como le han definido los psiquiatras que le han tratado desde que en julio de 1998 fue detenido por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) en una cacería del hombre tan fascinante como agotadora.

Joaquín Ferrándiz, Ximo para todos, era el hijo perfecto, el empleado modelo y hasta el novio ideal. Ni siquiera los seis años que pasó en prisión, condenado por la violación de una mujer en 1989, sirvieron para ensuciar su imagen. Ximo solo cumplió seis de los 14 años a los que fue condenado por su comportamiento ejemplar en prisión y por la campaña que hizo su madre, que incluyó apariciones en programas de radio y cartas al Defensor del Pueblo. Todo –decía la madre- era un montaje de la víctima. Poco después de abandonar la cárcel, Ximo mató por primera vez. Había aprendido que si violaba y dejaba viva a su víctima, acabaría encerrado.

Su aprendizaje, que incluso le hizo dejar de matar durante los cinco meses que un camionero estuvo en prisión acusado de sus crímenes, y su perfecta fachada compensatoria –integrado, con buen trabajo, con novia- convirtieron su captura casi en una quimera, hasta el punto de que los investigadores de la UCO la bautizaron como Operación Bola de Cristal. En ese grupo de Delitos contra las Personas de la UCO estaban los mejores investigadores de la Guardia Civil, una mezcla de caimanes con olfato, bragados en policía judicial e información, y jóvenes formados en las técnicas más innovadoras del FBI.

Pronto, la UCO se fijó en los antecedentes de Ximo. La violación por la que había sido condenado era un calco de los asesinatos que investigaban: maniatada con su ropa interior, los ojos y la boca tapados con pañuelos y cinta aislante, tal y como hallaron los cadáveres de Sonia, Amelia, Mercedes, Natalia y Francisca. Comenzó entonces la parte dura de la Operación Bola de Cristal: Ximo era perseguido las noches de los fines de semana por los agentes de la UCO. Le vieron ligar, tener sexo consentido en su coche, dos agentes femeninas intentaron hacer de cebo para que el asesino se fijase en ellas... Las vigilancias dieron su fruto el 11 de junio de 1998, cuando Ximo desinfló las ruedas del coche de una chica, provocando un accidente, y se ofreció a ayudarla, metiéndola en su coche. Los guardias que le seguían se hicieron pasar por buenos ciudadanos y dijeron que irían con él hasta el hospital. Ximo no pudo matar esa noche y poco después fue detenido.

El olfato de los caimanes de la UCO y las vanguardistas técnicas de los más jóvenes investigadores no fallaron: en el registro del domicilio de Ferrándiz, la Guardia Civil halló un rollo de cinta aislante de 18 milímetros, una medida muy poco común en España. En el cadáver de Sonia Rubio, su primera víctima, había restos de una cinta idéntica. Ximo había cometido un error, pero a la investigación le faltaba algo importante: la confesión.

Pasaron más de tres meses, casi cien días en los que los agentes de la UCO se ganaron la confianza de un psicópata con visitas, pequeñas prebendas... Todo acabó en noviembre de 1998, una noche en la que Ximo salió de prisión para llevar a los agentes a los escenarios de sus crímenes y contar los detalles de cada uno de sus asesinatos.

Ferrándiz lleva 17 años en prisión. No ha tenido ni un solo permiso y sigue siendo el recluso ideal, sin expedientes, sin sanciones. En la cárcel de Herrera de la Mancha ha hecho buenas migas con otros dos criminales en serie: Tony King –autor de los asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes- y Gustavo Romero –condenado por tres homicidios en Ciudad Real-. Todos los que han tratado con él hablan de su voz aflautada y su tono monocorde, de su piel casi cetrina y, sobre todo, de su mirada y de sus ojos: "Son dos bolas negras, sin expresión, son los ojos de un tiburón blanco. Los ojos de alguien gélido, incapaz de tener un solo sentimiento".



http://www.zoomnews.es/559411/pringue/ojos-tiburon-blanco?cx_source=carrusel