Un policía relata su experiencia durante su servicio en la manifestación contra el Banco Central Europeo
“Uno se la juega por este sistema”
A las 7 de la mañana empezó a arder el cuartel. Los compañeros no pudieron salir. Un policía de 27 relata sus experiencias durante la manifestación de los “Blockupy” de Frankfurt.
En realidad no habría necesitado irme a la cama el martes por la tarde. Antes de un servicio importante, intento dormir durante la noche anterior. Si lo consigo, eso es otra cosa. No es que estuviera excitado. Al menos, no en sentido positivo, como lo está uno en la noche de navidad. Pero sabía antes de irme a la cama que me esperaba un día largo y – con toda seguridad – nada fácil.
A las dos de la mañana sonó el despertador. Levantarse, limpiarse los dientes, vestirse. Tomo algo ligero para desayunar y el primer café en el cuartel. En mi taquilla están colgadas las botas, el casco y el uniforme de servicio, que es suficiente para proteger las articulaciones. Además, el traje protege de las llamas. Como se pudo ver el miércoles, eso es muy positivo.
Siempre que me pongo estas cosas deseo no tener que utilizarlas. Cada vez soy más consciente de lo vulnerables que somos. Y de todo lo que se puede entrenar: no puede prever antes del servicio todo lo que escapa a nuestro control. Sólo se puede confiar en volver sano y salvo a casa.
“Como policía se puede hacer algo por la sociedad”
Me hice policía porque no me podía imaginar estar sentado en la misma oficina durante cuarenta años. Además, siendo policía se puede hacer algo por la sociedad. Cuando los ciudadanos llegan al límite están contentos de poder llamar a la policía. Muchas veces son pequeñas cosas que te divierte.
(…)
En Frankfurt hay muchas manifestaciones. Muchas veces son sobre cuestiones que no tienen una relación directa: kurdos, maltrato de los animales. Incluso he salido sin lesiones de las manifestaciones de Pegida. Todo el mundo tiene derecho a su libertad de expresión y mi misión es protegerla, incluso cuando no me gusta. A veces es frustrante perder la tarde del sábado. Pero para eso me he hecho policía. Siempre supe que mi función me exigía entrar en situaciones de tensión. Pero uno no se puede imaginar con antelación lo que es en realidad que te caiga una lluvia de piedras.
“Cielo negro sobre el cuartel”
(Estaban los primeros manifestantes dando vueltas) y escuchamos que el cuartel del centro de la ciudad había sido atacado. Estaban ardiendo tres o cuatro coches patrulla. Justamente en el momento en el que una parte de nuestra columna había ido a ese cuartel a hacer una pequeña pausa. A causa del calor que se desató por el fuego los compañeros no pudieron salir del cuartel y nuestra columna quedó dividida de hecho. Si los anarquistas hubieran llegado al cuartel sólo uno o dos minutos antes, quizá uno de nuestros compañeros hubiera podido desviar le líquido inflamable.
Total, que empezó el fuego. Los compañeros no podían salir. Estábamos partidos en dos. Y eso poco antes de las siete de la mañana. Se sabía ya: iba a ser un día terrible.
“¿Cómo puede alguien incendiar coches con los pasajeros dentro?”
Somos todos hombres. Algunos manifestantes parecen haberlo olvidado, pero también entre los policías hay gente que tienen un perro con el que salen de paseo o que tienen mujer e hijos. (…). Se tiene una experiencia mezcla de ira, miedo, horror e incredulidad por el modo tan brutal en el que se trata a la gente.
¿Cómo puede ser alguien capaz de arrojar un líquido inflamable en un coche en el que por lo menos hay dos personas? El coche arde, los compañeros se encuentran todavía dentro del coche. Aún así, ¿hay gente que se atreve todavía a lanzar más líquido inflamable al coche? Parece que somos intercambiables. (…)
¿Qué hubiera pasado si hubiera sido yo el que estaba dentro del coche? Durante todo el día no he pensado en otra cosa más que en poder volver a ver a mi mujer y mi hijo. ¿Qué le he hecho yo a esta gente? Se puede estar descontento con el sistema, se puede pensar lo que se quiera sobre el Banco Central Europeo. Pero no hay ninguna justificación para lo que han hecho.
Lo que más me descorazona es que nos han degradado a ser puros objetos. En esos momentos parece que no tenemos más valor que un coche que arde. No se me va de la cabeza. Otras veces me han arrojado botellas. No me lo tomo personalmente. Pero que te degraden a ser sólo una cosa …
Tengo que cumplir las órdenes.
A pesar de todo, tenemos que funcionar (….).
Pero cuando después de todo lo que ha pasado hay políticos que dicen que ha sido la policía la que ha provocado uno se quema. El compañero que estaba sentado en el coche patrulla y ha sentido terror ante la muerte no ha provocado a nadie. Nosotros nos jugamos la cabeza por este sistema, por este estado, por los conciudadanos. Pero falta el reconocimiento por lo que hacemos.
¿De dónde han sacado estos chavales de instituto ese odio?
…. Niña, tienes quince años, deberías estar en casa con tus amigas, ver el programa “Bravo” y gozar de la vida. En cambio tiras piedras a la policía. ¿De dónde han sacado estos estudiantes de instituto ese odio al estado?
(…) Y desde entonces los mandos sólo dicen: retirada, retirada, retirada. No quiero criticar a mis mandos. No soy de los que tienen que tomar decisiones y ser responsables por ellas. Pero como funcionario que está en primera línea, me pegunto: ¿Qué es lo que tiene que pasar todavía? Cuando arden cinco o seis coches patrulla, cuando más de ochenta compañeros están heridos y diez casas han sido apedreadas, ¿durante cuánto tiempo podemos controlar esta cuesta abajo?
(…) Mientras nos retiramos, nos encontramos delante de una fila de manifestantes con piedras que festejan. Lo hacen como cuando celebran los éxitos del futbol, como cuando Alemania gana el mundial … porque ven que hay policía que se cagan de miedo [así está en el original] y que se les obliga a que se retiren. Eso me pone furioso.
(…) Después de 15 horas de servicio (…) volví a casa. Sólo entonces me di cuenta de lo contento que podía estar de volver a estar con mi mujer que estaba sentada en el sofá y no como el compañero que estaba en la unidad de cuidados intensivos. Toda mi familia llamó para saber cómo estaba. Es muy raro que mi móvil suene tantas veces. Casi me sentí como si fuera mi cumpleaños.
Soy en cuerpo y alma un policía (…). Iré a la próxima manifestación (…). Pero me puedo imaginar que me quedaré un minuto más pensativo ante mi taquilla esperando que por la tarde pueda colgar mi casco de nuevo.
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