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Oza-Cesuras dedica una calle a GC asesinado

NotaPublicado: Jue, 13 Jul 2017, 10:39
por Auxpol
DEPOL Guardia Civil

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«Cada día esperaba a que la niña marchara a la escuela para poder llorar»

El Ayuntamiento de Oza-Cesuras dedica una calle a Benedicto García Ruzo, guardia civil asesinado en Irixoa en 1989

«En el entierro todo eran promesas pero después solo oía 'vuelva usted mañana'»

Benedicto García Ruzo salió en el periódico en 1987. Su nombre se incluía en un pequeño anuncio del Ayuntamiento de Oza dos Ríos en el que se le concedía la licencia para construir una vivienda junto a la iglesia de Cuiña. Benedicto tenía planeado llevar allí a su mujer y a su hija y sacarlas así del cuartel de Irixoa, donde trabajaba como guardia civil. Treinta años después, la casa está a medio construir, comida por la maleza y sin plan de acabarse. Porque Benedicto García Ruzo volvió a salir en el periódico dos años después, y esta vez en portada. Fue asesinado en un atentado del Exército Guerrilheiro muy cerca del cuartel. En la madrugada del 2 de febrero de 1989 acudió al rescate de las víctimas de un accidente de tráfico. Pero el siniestro era un montaje de los terroristas y las víctimas acabaron siendo él y su compañero, Antonio Freire, quien consiguió salvar la vida pese a los seis disparos recibidos.

Benedicto murió en aquel ataque y, casi tres décadas después, una modesta Administración como es el Ayuntamiento de Oza-Cesuras rescata su nombre del olvido. Este sábado inaugurará una calle con su nombre, para lo que han convocado la presencia de su viuda, Teresa Senlle, y la hija, Carmen García, con 34 y 9 años en el momento del atentado. Ambas fueron arropadas en aquellos actos fúnebres del cementerio de Bandoxa, de donde era natural Benedicto, en un funeral lleno de autoridades: González Laxe, como presidente de la Xunta; Luis Roldán, como máximo responsable de la Guardia Civil; y el actual presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, presidiendo la ceremonia religiosa.

«Yo estaba en una nube, me enteré de poco», recuerda Teresa. Pero si algo no olvida es que le llovieron promesas de que no debía preocuparse por nada, que se le ayudaría y se le daría incluso una vivienda. «Hasta fuimos ver una a La Coruña por la zona de San Pedro de Mezonzo». Pero las promesas se difuminaban al mismo ritmo que el nombre de Benedicto García Ruzo desaparecía de los periódicos. «Al final, nada: en el entierro e en los días siguientes todo eran promesas, pero después solo oía “vuelva usted mañana”», relata Teresa en su casa a las afueras de Cee. Porque de allí es ella y allí tuvo que regresar tras año y medio extra en el cuartel, donde vio que ya no pintaba nada: «Era duro ver a los guardas y preguntarme cada día por que mi marido ya no estaba».

Antes de instalarse en Cee sí vivió en un piso de A Coruña de su propiedad pero sufragado por ella misma con la pensión de viuda. «Y fregué casas, y cuide niños...». Cuando su hija Carmen cumplió los 23 regresaron a Cee. Teresa construyó una casa a escasos metros del cementerio de Toba, donde descansan los restos de su marido.

-¿Pero no fue enterrado en Oza dos Ríos? -A los dos años ya lo traje aquí conmigo. Tuve que hacer bastantes trámites porque el cuerpo aún no estaba descompuesto, e hacer la sepultura, que no tenía.

Así que Teresa cruza la carretera para llevar flores al menos dos veces al mes. Un gran retrato de Benedicto preside el salón de la casa. En el recibidor hay una placa firmada por Luis Roldán que honra «su memoria por su sacrificio en favor de la sociedad». Pero su memoria solo permanece viva en este hogar de la Costa da Morte, donde ejerció de guardia civil en el cuartel de Corcubión al tiempo que iniciaba su noviazgo con Teresa. «Era muy buena persona, e la hija fué la mejor herencia que me pudo deja: la hija es como él», relata la viuda, a la que el tiempo amortiguó el dolor hasta transformarlo en una pena eterna. «Los primeros años era terrible, cada día esperaba que marchara al colegío para poder llorar, e se me descubría le decía que me dolían las muelas».

Cambio de colegio

Hoy su hija es ya una mujer y madre de Nerea, la nieta de Teresa que ilumina la casa en cada visita. Todas recuerdan que Carmen se llevó lo único positivo de aquella desgracia. Tras el atentado aceptó la oferta de ser traslada al colegio de Atocha de Betanzos, donde pasó curso y medio antes de instalarse en A Coruña. Pero tampoco se lo deben a ninguna Administración sino al teniente Amador, uno de los muchos compañeros del cuartel que arroparon a la familia. «El difunto de mi marido siempre decía: “No le dejo dinero a la hija, pero le quiero dar una buena cultura e educación”, y eso me quedó gravado», dice Teresa.

«Evitó ser trasladado al País Vasco y viene a morir a la puerta de casa»

Sabe que fue el Exército Guerrilheiro y poco más. No quiere oír nombres de los que perpetraron aquel crimen. «Sabes que de debajo de la lápida no salen, pero de la cárcel sí, no quiero saber nada de ellos, ni que les vaya bien ni que les vaya mal. Mataron a mi marido e me destrozaron lo mejor de mi vida, que me cortaron las alas con 34 anos, que parece que no pero aún era una cría», relata con un tono de indignación. Cada atentado posterior de ETA a miembros de la Guardia Civil avivaba las llamas de su duelo. Dice que Benedicto, que murió con 45 años, nunca había recibido amenazas, y que había conseguido evitar ser destinado a los cuarteles más comprometidos. «Es el destino. Evitó dos veces ser trasladado al País Vasco y viene a morir a la puerta de casa».


http://www.lavozdegalicia.es/noticia/ga ... P10994.htm