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Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Mar, 09 Ago 2022, 06:05
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Cuando la Guardia Civil se dio a la fuga en Tortellá para pasarse al bando Nacional

Un grupo de guardias civiles, militares y civiles intentaba llegar a la frontera francesa para pasarse al bando nacional cuando algunos milicianos les tendieron una emboscada


n grupo de milicianos tendieron una emboscada al paso, por Castellfullit de la Roca, del vehículo que conducía el guardia civil Manuel Molina Rodríguez, transportando un grupo de guardias civiles procedentes del acuartelamiento de Ausias March, en Barcelona. Junto con otros civiles y militares intentaban llegar a la frontera francesa, para pasarse al bando nacional, en una acción combinada y concentrada con otros grupos de guardias civiles de la comandancia de Gerona. El guardia civil Francisco Soriano Espinosa conducía otro vehículo con el mismo propósito y destino. Recibió un disparo que lo dejó malherido. Lo llevaron a una farmacia de Castellfullit de la Roca donde falleció. Los hechos fueron estos…
«Desde los primeros días, en unión de otros compañeros oficiales y guardias de su misma significación, estuvo preparando su evasión de la zona roja con el propósito de pasarse a la España Nacional, hasta que el quince de febrero de 1937, después de muchas gestiones y preparativos en los que llevó al parecer parte destacada el Sargento Arean, salió una expedición de esta ciudad, compuesto de unos cuarenta entre oficiales, clases y números de la Guardia Civil en dos coches y una camioneta, en dirección a la frontera francesa pasando por Olot, en donde recogieron a otros guardias y paisanos, siguiendo hasta Castellfullit de la Roca, a la entrada de cuya población se había construido dos barricadas con el propósito de detener la expedición, pues habían recibido los elementos rojos del pueblo noticias del paso de la misma desde Olot a donde se había denunciado el hecho desde Barcelona.
A la llegada de los coches, hacia las once de la noche, solamente uno de los turismos y la camioneta, pues el otro se ignora el camino que siguió, fueron tiroteados cayendo heridos en primer lugar los conductores de ambos vehículos y originándose una refriega, dispersándose los componentes de la expedición por distintos caminos yendo Vicente Rodríguez a parar en unión del alférez José Carbonell Faura, que iba herido, a una masía –Can Muscarolas de Montagut– con ánimo de curar a este provisionalmente y continuar la fuga, pero fueron denunciados primero al comité de Besalú y luego al de Castellfullit, saliendo de dicho pueblo una partida de gente armada que los localizó en dicha masía, haciéndoles frente Vicente Rodríguez, aunque infructuosamente fue asesinado, junto con el Alférez Carbonell en la cocina de la repetida masía, y su cadáver, que presentaba heridas de arma de fuego en la cabeza, enterrado en el cementerio del citado pueblo de Castellfullit de la Roca en unión del Alférez Carbonell y de otros dos guardias, asimismo asesinados llamados Manuel Molina y Francisco Soriano».

A Manuel Molina Ramírez, lo mataron en «curva Puente de Castellfullit, en carretera de Olot-Gerona». A Francisco Soriano Espinosa lo asesinaron en «carretera Gerona-Olot. Ramal a la de Montagut».
Los guardias civiles asesinados en Montagut-Oix, Olot, Sant Julià de Ramis y Tortellá, habían sido encuadrados en la Guardia Nacional Republicana, que fue el nombre con el que se denominó en la zona republicana a la Guardia Civil. Estos guardias civiles iban a ser enviados al frente por decisión de las autoridades republicanas de Cataluña, como castigo por no simpatizar con la causa republicana o por la venganza de los anarquistas. Al verse descubiertos huyeron a pie para conseguir cruzar la frontera. En ese momento se inició una persecución de los anarquistas y milicianos a la caza de los guardias civiles. La mitad de ellos fueron ejecutados al ser descubiertos.

Algunos fueron asesinados en Oliveda de Ayma, después de ser descubiertos por el comité revolucionario de Tortellá. Otros, después de ser apresados en la finca Les Planes, cerca de la frontera francesa, fueron asesinados por los mismos milicianos en una verneda de la carretera de Sadernes, a 4 km de Tortellá. El resto de los ajusticiados en Tortellá fueron llevados al Ayuntamiento antes de ser asesinados. Los milicianos de Massanet asesinaron a dos guardias civiles en el Manso de la Gabarra y en el Castillo de Recasens. Los miembros del comité revolucionario de Castellfullit de la Roca asesinaron a varios en el Manso Corominas de Montagut.
Desconocemos lo que ocurrió con el otro coche que iban en la caravana emboscada en Castellfullit de la Roca. Hemos de suponer que, al cambiar de ruta, consiguieron su propósito y cruzaron la frontera francesa, pero sólo es una suposición. De ser así, de los 40 guardias civiles sólo 17 consiguieron su propósito.
Los que no fueron asesinados en el lugar donde los descubrieron fueron llevados a Sant Julià de Ramis y más tarde trasladados a Gerona. Ahí se organizó un Tribunal Espacial de Guerra que, en juicio sumarísimo, los sentenció a muerte. El juicio tuvo lugar en el Palacio de Justicia de Gerona. De ahí volvieron a trasladarlos a Sant Julià de Ramis.
Las personas sospechosas de participar en estos crímenes de Tortellá, según la Causa General, eran Jaime Molas Alsina (huido a Francia); Pedro Guinó Ayats (ejecutado); Amadeo Pratabera Puntí (huido a Francia); Ignacio Planas Reirado (huido a Francia); Ángel Blanch (ejecutado); Fernando Bach-Estela Munt (huido a Francia); Juan Junia Busquets (huido a Francia); Miguel Vergés (ejecutado); Juan Pujol Oliveras (huido a Francia); Juan Genis Triadú (huido a Francia); Pascual Badosa Bosch (huido a Francia); Narciso Peña Sabaté (fallecido.
Mientras que las personas sospechosas de participar en los crímenes de Castellfullit de la Roca eran Jaime Albí Expósito (extranjero), Julián Basagañas Figueras (fallecido), Juan Badosa Basagañas (fallecido); Daniel Servosa Teixidó (fallecido); Gabriel Villega Garrido (Fallecido); José Casas Viñolas (fallecido); Rosendo Viñas Plana (extranjero); José Siqués Rodeja extranjero), Primo Casadevall Fábrega (extranjero), Miguel Argelés Homs (extranjero); Juan Villegas Garrido (extranjero), Ramón Planas Guitart (fallecido); Jaime Gelis Bartina (fallecido); Simón Vila Corominas (extranjero).
Aparte de los guardias civiles, también viajaban en esos coches militares, un sacerdote y paisanos. Francisco Asencio Ponceliz. Capitán de Infantería y de la Guardia Nacional Republicana; Francisco Jou Parés, Alférez de Infantería; Esteban Jou Parés, sacerdote en Bordils; Luis Adroher Sierra, dependiente en Gerona; y Joaquín Llobet Llabarri, estudiante de Gerona.

https://www.eldebate.com/historia/20220 ... tella.html



un@ entre más escribió:Hallan en Valladolid a Salvador Lapuente, el guardiacivil republicano de Alonsotegi fusilado en 1938

Junto a sus restos ha aparecido la botonadura del uniforme, con el escudo sin corona del cuerpo, y está documentado el consejo de guerra en el que fue delatado por sus compañeros profranquistas


Se llamaba Salvador Lapuente Arbeo y cuando estalló la Guerra Civil contaba apenas 22 años. Era agente de la Guardia Civil de la Comandancia de Bizkaia y estuvo destinado, entre otros, en el cuartel de Alonsotegi, una localidad entonces dentro del término municipal de Barakaldo y ahora independiente. Tenía relación también con el puesto de Zorroza, no lejos de allí pero dentro del municipio de Bilbao. Sus ideas eran firmemente republicanas y, como otros agentes gubernamentales de la provincia, se opuso al golpe de Estado de Francisco Franco en el verano de 1936. En agosto ya estaba en el frente, en Usurbil. Tras caer herido en la zona de Larrabetzua, que formaba parte de la defensa conocida como Cinturón de Hierro, fue apresado por los sublevados el 13 de junio de 1937, primer día de la batalla de Bilbao, que caería seis días después a manos de las tropas franquistas, auxiliadas por los nazis alemanes y los italianos fascistas. Trasladado a Valladolid porque las tropas conquistadoras eran las de la VII Región Militar, fue sometido a un consejo de guerra en el que otros compañeros le delataron como “rojo”. El tribunal lo condenó a muerte y fue fusilado el 9 de mayo de 1938. Ahora, 84 años después, sus restos han sido localizados en el cementerio vallisoletano de El Carmen.

Su historia la ha hecho pública Julio del Olmo, que es el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid y coordina desde hace años las labores de exhumación de víctimas de la represión franquista en el camposanto de la capital castellana. Han sido cientos los cuerpos identificados en los años que lleva de trabajo -“250”, estima- y, por su análisis documental previo, esperaba ya encontrarse con Salvador. Son las fosas “cinco, seis y siete” en las que están actuando ahora mismo, detalla. Se trata de tres lugares de enterramiento en un espacio de “19 metros de largo por 2,40 metros de ancho”. Ahí fueron depositados cadáveres de personas fusiladas tras juicios sumarísimos en un orden muy concreto. “Sabíamos que podía aparecer un guardiacivil”, indica Del Olmo por teléfono desde las propias tareas de exhumación.

Para la identificación preliminar ha sido determinante que hayan aparecido elementos de su uniforme en perfecto estado. “Es el uniforme de la Guardia Civil de la República. Lleva toda la botonadura de su guerrera, las insignias y los botones de la bocamanga perfectamente conservados”, describe Del Olmo, que destaca el detalle de que en el escudo del cuerpo no hay corona alguna, aunque matiza que en uniformes más modernos se cambió la de la casa de Borbón por otra “de castillo y republicana” que se usó en monedas y otros símbolos.

La historia del agente Lapuente está incompleta, ya que las mejores pruebas documentales son las resoluciones judiciales de parte en su contra. Lo único oficial e indubitado es un boletín de 1934 que explicaba que estaba soltero y que tenía el grado de cabo. Uno de los testigos del consejo de guerra, el guardia Saturnino Córdoba Nájera, explicó que coincidieron un año en el puesto de Alonsotegi, ya desaparecido. Este agente, que en 1937 estaba ya destinado en Olmedo, lo calificó de “irreligioso” y de “enemigo de las ideas de orden”. Cuando se produjo el golpe de Estado -explicó ante el tribunal- se fue “voluntario al frente”. Le vio pasar por la casa-cuartel baracaldesa “con divisas de sargento de milicias”, “ostentando los emblemas comunistas”. Un auto del 9 de diciembre de 1937 explica que fue apresado en la retirada de los batallones gubernamentales ante el avance de los sublevados. Había quedado herido y se había refugiado en unos caseríos en la zona de Larrabetzu. En la sentencia, consta que el joven guardia fue condenado a “pena de muerte” por haberse “distinguido” por sus ideas “izquierdistas, más bien comunistas” y por haberse sumado “desde el primer momento” a los “rebeldes”, esto es, por haberse mantenido leal a la II República. Se le acusa incluso de hacer listados para “dar muerte a personas de orden del pueblo de Zorroza” aunque se admite que no hay pruebas de que se llevaran a efecto tales hechos.

“Como la mayoría de la Guardia Civil, se mantuvo fiel al orden establecido. Luchó defendiendo la legalidad. Los documentos de estos juicios hay que cogerlos con pinzas”, explica Del Olmo sobre la documentación judicial en relación a la figura de Lapuente. ¿Y por qué se le permitió meses después de su detención y en una de las ciudades más profranquistas como Valladolid no solamente vestir el uniforme sino, incluso, uno con símbolos republicanos? “Aunque fuera 'traidor' y 'rebelde' para ellos, los militares tienen sus códigos. El uniformes es algo serio. Ser fusilado con el uniforme es un derecho que tienen los militares, algo común”, indica Del Olmo, aunque pide “cautela” ante la información porque siempre “hay cosas que se pueden escapar” después de tantos años.

Lapuente no fue ni mucho menos el único agente de la Guardia Civil leal a la democracia en 1936. El caso más señero es el de un alavés llamado Juan Ibarrola, de alta graduación y que encabezó una de las dos columnas del Ejército de Euzkadi -erróneamente simplificado como un cuerpo exclusivo de 'gudaris' o combatientes nacionalistas- en la que fue su única y fallida ofensiva contra el bando franquista, la conocida como batalla de Villarreal. Al mando de la segunda columna estuvo el teniente coronel del Cuerpo de Carabineros de la República, Juan Cueto, también alavés y nacido en la propia Legutio (denominación actual de Villarreal de Álava), a la luz de las investigaciones de Josu Aguirregabiria. Según Michael Alpert, Ibarrola siguió combatiendo con las fuerzas gubernamentales tras la caída de todo el territorio vasco y acabó en un campo de concentración. Fue condenado a muerte aunque le conmutaron la pena. Murió en su Llodio natal en 1976, pocos meses después de fallecido Franco.

Y -explica Del Olmo- los restos de Lapuente no serán los únicos de origen vasco en Valladolid. Según sus datos, en las próximas exhumaciones deberían aparecer los del teniente Ángel Egaña Mendibil, un 'gudari'. En su caso, fue asesinado un mes después de que el guardiacivil, a principios de junio de 1938. El fusilamiento estuvo basado en una condena por haber matado a bastonazos a un capitán de los requetés carlistas, aliados de Francisco Franco en la contienda. Egaña nació en 1914 en Arrankudiaga y, tras la caída de Bilbao, se desplazó también a Santoña. Allí fue detenido y enviado a Valladolid. A principios de 2020, ya fue homenajeado con otras 2.650 personas represaliadas en la Guerra Civil en El Carmen y en el acto participó una delegación de su pueblo natal.

https://www.eldiario.es/euskadi/hallan- ... 93562.html




un@ entre más escribió:"Emprendió veloz carrera...": así liquidó la Guardia Civil al Maquis en la guerra sucia del 42

El régimen franquista dio por terminada la guerra el 1 de abril de 1939, pero se recrudeció entre 1942 y 1952 bajo el secretismo, las torturas y los asesinatos, aplicando la Ley de Fugas


"Tras el interrogatorio, confesó que conocía el paradero de algunos sujetos que en el norte se hallaban refugiados (...) al dirigirse a los citados montes en unión del detenido convenientemente esposado, al llegar al alto de la carretera nueva de Arteijo y monte de Teijeira, sobre las 4 horas de la madrugada de hoy, el individuo en cuestión emprendió veloz carrera, dándose a la fuga, sin que se contuviese a pesar de las voces de alto dadas por la fuerza, que salió en su persecución, teniendo esta que hacer nuevamente fuego, cayendo el perseguido muerto a unos doscientos metros". El informe de la Guardia Civil que recoge Arnau Fernández Pasalodos en 'La Ley de Fugas durante la lucha antiguerrillera en España (1936-1952', ejemplifica la actuación de la benemérita en la lucha contra el maquis: resulta que se les fugaban siempre todos después de detenidos y había que acribillarles. Se repiten a centenares, como explica el experto. Un 'modus operandi' para atajar a los guerrilleros que ciertamente cometían crímenes emboscados en los montes para subsistir y combatir al bando vencedor, el de Franco.

¿Quiénes eran esos guerrilleros? ¿Acaso bandoleros, como decía el régimen, desperdigados en zonas aún no del todo controladas? ¿O luchadores antifascistas? El 1 de abril, con el célebre parte del general Franco, se había dado por terminada la Guerra Civil y se decidió además que el "frente de la sierra", como lo denominaba Queipo de Llano, "había dejado de existir". Así lo explica el experto en el Maquis, Julián Chaves Palacios, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura y autor este año de 'Historia del Maquis'. ¿El frente de la sierra? ¿No estaba cautivo y desarmado el ejército Rojo? ¿No había acabado todo con la huida en barcos desde Castellón y Alicante?

Excombatientes huidos

La realidad es que, aunque totalmente derrotada, una masa aún importante de combatientes no se montaron en barcos hacia el exilio, sino que se subieron a los montes, especialmente en las últimas zonas en caer en manos del bando nacional, desde donde organizaron la guerrilla. El franquismo no quiso saber nada de ellos al principio, ignorando casi que pudiera existir algún problema y volcándose después, cuando sus acciones fueron brutales, en una guerra sin cuartel. Una guerra sucia antes de los años de plomo de ETA, con la que hay bastantes coincidencias por desagradables que parezcan. El Maquis, la última resistencia de la guerrilla republicana primero, directamente comunista después, a partir de 1944, dio guerra hasta 1952. La Guardia Civil, que fue quién lucho arduamente contra la guerrilla antifranquista, se los quitó de encima aplicando un método y una consigna muy concretos: disparar sin preguntar, evitar cualquier juicio y aplicar con triquiñuelas una ley de Fugas vigente desde el siglo anterior y que sirvió exactamente para exterminar la última resistencia contra Franco, según los prometedores estudios de Andreu Fernández, 'La Ley de Fugas durante la lucha antiguerrillera en España (1936-1952)'.

Un renovado interés por la Historia del Maquis, que el franquismo trató de ocultar siempre y que en años más recientes, en cambio, se ha desbordado entre la fantasía y el romanticismo, con decenas de cientos de novelas sobre sus guerrilleros y andanzas en las sierras y montes de media España, una visión que en la primera época de esas publicaciones de los años 50 y 60 recurrían al bandolerismo y el romanticismo que se ajustaban en algún caso, pero que distorsionó también en ocasiones la realidad de una lucha a cara de perro en la que el régimen franquista echó toda la carne en el asador. Según Chaves, esas ediciones basadas en el bandolerismo de los años 50 beneficiaban al régimen que desmontaba así el componente de lucha política, de resistencia tras la Guerra Civil. Sus historias nunca dejaron de excitar las mentes de escritores y periodistas que siguen ahondando en sus vidas, como la reciente 'Cuento del Norte' de Alfonso J. Ussía, sobre Juan Fernández Ayala, 'Juanin', legendario líder de los maquis de Cantabria. Una colección de biografías porque los personajes de esas bandas del Maquis han interesado siempre en España,

Dura Represión

La cuestión es que los partisanos españoles, al igual que en el resto, fueron distintos a sus camaradas europeos, por más que las guerrillas partisanas de la Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por los nazis sirvieran de vaga inspiración tanto para las agrupaciones reales como para su posterior representación en novelas. Terminada la Guerra Civil, la dura represión y las partidas de numerosas bolsas de guerrilleros que no se habían entregado facilitaron una lucha antifranquista que, sin embargo, en una primera y larga etapa de 1939 a 1944 no estuvo coordinada y respondía más fácilmente al mito que querían extender las autoridades franquistas: grupos de forajidos, bandoleros y fueras de la ley que amedrentaban al país y ponían en jaque a seguridad nacional con atracos, secuestros y asaltos de todo tipo.

En ese aspecto, tal y como señala el escritor e historiador Enrique Moradiellos, es cierto que sus actos produjeron 953 asesinatos, 5.963 atracos, 8.269 actos delictivos… Todo ello en lo que el régimen consideró una lucha antipartisana en un ambiente "de total reserva y secreto informativo por orden gubernativa". Por otra parte, el carácter fugitivo de los españoles les mantuvo siempre, aún después de organizados en guerrillas en 1944-1945, en un tipo de guerrilla a la defensiva.

Pocas veces tuvieron actividad verdaderamente ofensiva, lo cual era imposible ante un régimen totalitario y policial fuertemente atrincherado en su victoria. Casi nunca provocaban los "encuentros", sino que los esquivaban. No fue, por tanto, una guerrilla convencional, sino muy peculiar y muy condicionada por "la maquinaria represiva del régimen", —F. Moreno Gómez, 'Huidos, maquis guerrilla: una década de rebeldía contra la dictadura'—. Todos los autores coinciden en determinar dos momentos del Maquis y la lucha antifranquista en los montes.

Invasión del Valle de Arán

El primero, que iría desde el mismo fin de la guerra y hasta 1944, y el segundo entre esa fecha y lo que se considera como el último coletazo, que sería en el año 1952. ¿Por qué esa frontera en 1944? Debido a que en ese momento se produce la operación álgida del movimiento Maquis, cuando aprovechando el desembarco en Normandía y los avances aliados en la Segunda Guerra Mundial, la milicia comunista en el exilio organiza con 5.0000 guerrilleros la invasión del Valle de Arán, un enfrentamiento que, aunque se salda con una gran derrota frente a las tropas de Franco, sirve para aglutinar a las diferentes agrupaciones que actuaban en los montes de Galicia, Cantabria, León, Toledo, Extremadura... y dotarlas de una organización con objetivos comunes y dentro de una estratega y de una propaganda política —Julián Chaves Palacios—, lo que desterraría definitivamente esa visión de malhechores y bandoleros que quería transmitir en todo caso el franquismo.

Hay, sin embargo, otra división, que propone Andreu Fernández Pasalodos, para explicar el proceso de liquidación del Maquis: la aplicación generalizada de la Ley de Fugas a partir de 1942 como método para acabar con los guerrilleros. "Desde el verano de 1936 y durante los 15 años posteriores, los miembros de la Guardia Civil se encargaron de redactar centenares de informes repitiendo incesantemente esa fórmula: 'emprendieron veloz carrera'".

Presión extranjera

Esta construcción gramatical camuflaba siempre el asesinato de partisanos o civiles mediante el subterfugio de la Ley de Fugas. ¿Subterfugio? Si el estado permitió su aplicación en el periodo de 1936 a 1944, lo que ocurrió a partir de esa fecha es que directamente ordenó su aplicación, dentro de ese esquema de liquidar al Maquis con el menor ruido posible. Incluso los tribunales militares y los juicios sumarísimos, por rápidos que fueran, eran más visibles, tal y como acabó llegando a las embajadas y prensa extranjera, que era justo lo que se quería evitar. La política franquista que siguieron su ministro de la Guerra, entonces Enrique Varela, y el jefe de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega, fue la de la aplicación fraudulenta de esta Ley de Fugas, por la cual prácticamente todos los guerrilleros que fresaban emprendían una supuesta fuga por lo que acaban muertos con varios disparos. Para entonces, con la Segunda Guerra Mundial ya finalizada a partir de 1945 y cuando se había ya disipado la posibilidad de intervenir en España, se siguió además una política, más que de persecución, de acoso en las poblaciones cercanas y con los familiares y detenidos. Es decir, el hostigamiento de los colaboradores necesarios de los Maquis, como mujeres e hijos, para obtener la información sobre el paradero de la guerrilla. La crueldad también la ejercieron los maquis con secuestros y ejecuciones varias que serían tristemente el modelo de los terroristas de ETA ya en los 70. Al final, la guerrilla antifranquista del Maquis español fue liquidada por completo en 1952, tras una ardua lucha en la que murieron 2.173 guerrilleros frente a los 257 efectivos de la Guardia Civil.

https://www.elconfidencial.com/cultura/ ... a_3408190/




un@ entre más escribió:Mitos desmontados de la Guerra Civil: los planes para disolver la Guardia Civil por ser leal a la II República

Más de la mitad de la plantilla de 33.500 hombres permaneció fiel a la República durante la Guerra Civil, a pesar de las críticas que esta unidad policial había recibido en los años previos


«Ha ocurrido algo que os tengo que comentar –informa con solemnidad el cabo Gutiérrez en la película ‘Amanece, que no es poco’ (1989)–: la Guardia Civil ha perdido las elecciones. Las ha ganado la Secreta». El pueblo reunido responde con un pitido general a este anuncio. «Ahora sí –continúa el personaje de ficción–, la Secreta somos nosotros mismos. Menos…, menos Fermín. El guardia Fermín queda fuera de las fuerzas del orden público. En cualquier caso, yo pido un aplauso muy grande para el guardia Fermín».

La escena ilustra, en clave de humor y para alivio de los Fermines del mundo real, justamente lo contrario que es la Guardia Civil, que no se presenta a las elecciones ni hace política, aunque no pueda evitar que otros la hayan hecho a su costa a lo largo de sus casi dos siglos de historia.

Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada, fundó en 1844 la Guardia Civil con la idea de que fuera inmune a las veleidades políticas y perviviera a largo plazo como una institución leal al Estado. El problema es que ser leal al Estado en los turbulentos siglos XIX y XX significó moverse por arenas movedizas y enemistarse con todos los actores políticos tarde o temprano. Tras el alzamiento de O’Donnell en 1854 (la Vicalvarada), hubo voces que pidieron la disolución de la Guardia Civil por haber permanecido leal al gobierno legalmente establecido. Fue la primera de muchas peticiones similares...

Divida en dos

Especialmente problemático fue el periodo de la Segunda República, donde algunos elementos progresistas identificaron a la Benemérita como una fuerza conservadora dedicada a disolver manifestaciones por gusto. En realidad, dedicada a cumplir órdenes. Tras los sucesos de Castilblanco y los de Arnedo, se desencadenó un debate político sobre la extrema dureza de la Guardia Civil apagando manifestación públicas, lo que finalizó con el cese del general Sanjurjo como director general del cuerpo y su sustitución por el general Cabanellas el 3 de julio de 1932.

No ayudó a mejorar la imagen pública del cuerpo que en agosto de 1932 Sanjurjo, a modo de venganza, se alzara contra el gobierno con el apoyo de ciertas unidades del Ejército y de la Guardia Civil. La conocida como Sanjurjada provocó que la Dirección General de la Guardia Civil, dependiente del Ministerio de la Guerra, se transformara en Inspección General para pasar a depender del Ministerio de Gobernación. No obstante, los sucesivos gobiernos terminaron comprendiendo que no había otra alternativa que emplear a la Guardia Civil para el mantenimiento del orden y la legalidad, como ocurrió con los sucesos del pueblo de Casas Viejas (Cádiz), donde los anarquistas atacaron el cuartel de la Guardia Civil hiriendo de muerte al sargento y a uno de los agentes, y durante los sucesos revolucionarios de Asturias, que dejaron 98 casas cuartel destruidas y más de 100 muertos.

El prestigio de la Guardia Civil salió así reforzado a nivel institucional, mereciendo el reconocimiento del Gobierno, que le concedió al Instituto la Corbata de la Orden de la República el 12 de febrero de 1935 «para premiar como recompensa colectiva los innumerables actos de heroísmo llevados a cabo por el personal del mismo y los relevantes servicios de carácter cívico y humanitario que ha rendido a España y a la República en el cumplimiento de sus deberes». Para algunos sectores radicales de la población, sin embargo, su papel en Asturias solo aumentó su odio hacia este enemigo tan recurrente.

Pese a los prejuicios, el golpe de Estado de julio de 1936 fracturó el cuerpo en dos partes, como la propia España. Más de la mitad de la plantilla de 33.500 hombres permaneció fiel a la República durante la Guerra Civil. Como explica la web del Ministerio de Interior dedicada a la Benemérita, «se trataba de profesionales, conocedores del terreno y desplegados por todo el territorio nacional. Por ello la Guardia Civil fue decisiva en el desarrollo de los acontecimientos iniciales, pudiendo afirmarse que prácticamente la sublevación triunfó donde se sumó la Guardia Civil y fracasó donde ésta permaneció fiel a la República».

Las cicatrices de la guerra

El inspector general de la Guardia Civil, el general Pozas Perea, se mantuvo fiel al gobierno de la República e impartió instrucciones a toda la plantilla para que sus hombres hicieran lo mismo. Así lo procuraron, por ejemplo, el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona, lo que les costaría tras la guerra ser condenados a muerte. La Guardia Civil en Asturias, por su parte, permaneció fiel a la República, a excepción de la capital. Mientras que, en Andalucía, solo durante los tres primeros meses de la guerra perdieron la vida 712 guardias civiles defendiendo sus cuarteles de Sevilla, Granada y Córdoba.

El recuento final de bajas del cuerpo en ambos bandos dejó 2.714 muertos y 4.117 heridos, lo que supuso el 20% de sus efectivos iniciales. El Instituto continuó existiendo como tal en el bando nacional, mientras que en el republicano se reorganizó en un principio como Guardia Nacional Republicana y más tarde, en diciembre de 1936, como Cuerpo de Seguridad y Asalto unificando todos los cuerpos de carácter policial.

La división en dos de la Guardia Civil ocasionó que durante los primeros años del franquismo se la mirara con recelo por el bando ganador de la contienda, pues se la consideraba responsable del fracaso del golpe militar en las ciudades más importantes como Madrid, Barcelona y Valencia. Franco barajó incluso la posibilidad de disolver el cuerpo, pero al final se conformó con aumentar la vigilancia y la dependencia militar de la Benemérita. La creación de un Estado Mayor dentro de su estructura orgánica formado exclusivamente por oficiales del Ejército de Tierra se orientó en este sentido. Con el nuevo Reglamento Militar del 23 de julio de 1942, se integró a la Guardia Civil como un cuerpo del Ejército.

https://www.abc.es/historia/abci-mitos- ... ticia.html

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Mar, 16 Ago 2022, 21:02
por un@ entre más
1990: el crimen de Puerto Hurraco

Puerto Hurraco es una pedanía de Benquerencia de La Serena, en la provincia de Badajoz, situada a nueve kilómetros de la localidad. Esta zona, cuyo principal medio de subsistencia es la agricultura, fue durante muchos años uno de los más pobres de España. Según los cronistas, en los años 70 llegó la electricidad y hubo que esperar hasta los 80 para que las casas tuvieran agua corriente y las calles fueran asfaltadas.

En la página web de La Serena se explica que “el origen del asentamiento de Puerto Hurraco se remonta a los tiempos de la dominación musulmana. Además, en los altos de la sierra, popularmente conocida como Sierra Lora, pueden observarse restos de edificaciones prehistóricas. El núcleo y sus anejos están situados en las pendientes y faldas de las sierras de Castuera, Oro y Tiros”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2020, la localidad tenía 98 habitantes en 2020.

Esta web muestra un lugar agradable, con mucha naturaleza y al que puede apetecer ir, sobre todo porque en los alrededores hay multitud de puntos de interés y museos de todo tipo.

En la película de John Ford El hombre que mató a Liberty Valance, un abogado interpretado por James Stewart se supone que mata a un peligroso forajido llamado Liberty Valance. El abogado llega a ser senador. Un buen senador. Sin embargo, cuando viajando en un tren, le pide algo a un mozo, éste le contesta: “Nada es suficiente para el hombre que mató a Liberty Valance”. Algo parecido le pasa a Puerto Hurraco. La pedanía ha vivido un luctuoso hecho que parece haber marcado para siempre su historia.

Una historia de odio

El 23 de agosto de 1990, los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo asesinaron a tiros a nueve personas en Puerto Hurraco e hirieron a otras doce. Entre los fallecidos había dos niñas de 13 y 14 años. Este tiroteo fue como la explosión de una gran burbuja de odio que se venía hinchando desde hacía más de 20 años.

Corrían los años 60, y aunque la Guerra Civil y la posguerra empezaban a quedar lejos, la necesidad en muchas zonas de la España rural como Puerto Hurraco apremiaba. Con una economía basada en el grano, la aceituna y la ganadería, las tierras y el ganado eran el verdadero sustento de la región.

En esos años se produjo una disputa de lindes ente la familia Cabanillas, conocidos en la zona como los Amadeos, y la familia Izquierdo, a los que apodaban los Patas Pelás. Parece que Amadeo Cabanillas entró con el arado en la finca que Manuel Izquierdo tenía en Puerto Hurraco. El 22 de enero de 1967, Jerónimo, el mayor de los Izquierdo, mató a puñaladas a Amadeo Cabanillas en una era cercana a Puerto Hurraco. El homicida cumplió una condena de 14 años.

Venganza por la muerte de la madre

La muerte de Amadeo Cabanillas y el encarcelamiento de Jerónimo no sirvió para cerrar rencillas. El 18 de octubre de 1984 Isabel, la madre de los Izquierdo murió en un incendio que se había declarado en su casa. La investigación de los peritos concluyó que había sido un accidente, pero esta conclusión no convenció a los cinco hijos de la fallecida, Jerónimo, Emilio, Antonio, Luciana y Ángela, que acusaron a los Amadeos de haber provocado el incendio. Dejaron Puerto Hurraco y se fueron a vivir a Monterrubio, a diez kilómetros de la pedanía, pero no perdonaron.

En 1986 Jerónimo Izquierdo decidió vengar la muerte de su madre. Volvió a Puerto Hurraco y apuñaló a Antonio Cabanillas igual que hizo con su hermano casi dos décadas antes. Pese a quedar herido grave, Antonio Cabanillas consiguió salvar la vida. Por este hecho, Jerónimo Izquierdo ingresó en el psiquiátrico el 8 de agosto de 1986. Murió a los nueve días. La matriarca de los Patas Pelás no había sido vengada, pero solo de momento. Cuatro años después, sus otros dos hijos varones, Emilio y Antonio, se cobraron la revancha. Y con creces.

El crimen

26 de agosto de 1990, domingo. Cuentan las crónicas que hizo mucho calor todo el día. En la localidad había más gente de lo habitual dado que era verano y que hasta la pedanía se desplazaban a pasar las vacaciones familiares de los pocos habitantes que quedaban en el pueblo y que se habían ido a otros puntos de España a buscarse la vida.

A eso de las 18:00 horas, Antonio y Emilio Izquierdo que entonces tenían 56 y 52 años respectivamente, se despidieron de sus hermanas en su casa de Monterrubio de la Serena asegurando que se iban a cazar tórtolas. Salieron armados con escopetas del calibre 12 y con abundante munición de postas. Según las crónicas de la época, fue poco antes de las diez de la noche cuando accedieron al pueblo a través de un callejón.

Después del día de calor, la gente disfrutaba a la calle de la fresca y los miembros de la familia Cabanillas se encontraban juntos. Esto facilitó su venganza a los Izquierdo, que llegaron a Puerto Hurraco con la intención de liquidar a todos los miembros de la familia Cabanillas que pudieran. Su principal objetivo era Antonio Cabanillas, que ya había sido objeto del intento de asesinato por parte de Jerónimo Izquierdo en 1986.

Las primeras en caer fueron Antonia y Encarnación Cabanillas, dos niñas de 14 y 13 años respectivamente y que eran hijas de Antonio Cabanillas. A las dos las dispararon a bocajarro. Le siguió Manuel Cabanillas, quien encontró la muerte al salir de uno de los edificios, alertado por el ruido de los impactos. Aunque iban a por los Amadeos, los hermanos Izquierdo terminaron disparando a cualquiera que se les pusiera a tiro.

Otra vecina, Araceli Murillo Romero, fue alcanzada por dos disparos cuando iba a socorrer a las niñas, mientras que José Penco Rosales también fue tiroteado. Asimismo, los hermanos Izquierdo dispararon contra tres vecinos que trataron de abandonar el pueblo de forma desesperada: Manuel Benítez, Antonia Murillo Fernández y Reinaldo Benítez -los dos últimos murieron en el acto-. En total hubo nueve asesinatos –los fallecimientos de Andrés Ojeda Gallardo e Isabel Carrillo Dávila se produjeron posteriormente-, y una docena de personas resultaron heridas. Alguno de los heridos quedó relegado a una silla de ruedas para siempre.

En pleno tiroteo, y tras el desconcierto inicial, la gente del pueblo comenzó a llamar a la Guardia Civil. Una dotación de la Guardia Civil de Monterrubio llegó en cuestión de minutos a Puerto Hurraco, pero no llegaron a salir del coche. Los dos fueron heridos por los Izquierdo, que los recibieron a tiros. Una vez cumplida la venganza, los hermanos huyeron al monte.

Caza a los asesinos

La Guardia Civil movilizó a 200 efectivos en la búsqueda de los Izquierdo. Cortes en las carreteras, perros adiestrados, todoterrenos y helicópteros fueron movilizados en la operación policial. A las nueve de la mañana del día siguiente a la masacre, Antonio y Emilio Izquierdo fueron capturados por la Guardia Civil. Ambos habían estado durmiendo en el bosque. Según las crónicas de la época, Emilio aseguró que “si no me cogen, hubiera ido al entierro a matar a más gente” y añadió que “estoy tranquilo tras vengar la muerte de mi madre”. Los dos detenidos fueron conducidos al juzgado de Castuera (Badajoz), cerca de Puerto Hurraco.

Las hermanas, Luciana y Ángela, de 62 y 49 años respectivamente, huyeron de su casa de Monterrubio de la Serena y llegaron en tren a Madrid, aunque a los cuatro días (el 30 de agosto de 1990) tuvieron que regresar a Castuera para declarar ante el juez, ya que se sospechaba que habían sido las instigadoras de las muertes. Cuando viajaban a Castuera bajo custodia policial afirmaron que “vamos muertas, llevamos el estómago revuelto por todo lo que ha sucedido. Quien diga que somos culpables de haber inducido a nuestros hermanos que lo diga delante de nosotras, si se atreve”.

A las puertas del juzgado esperaba Antonio Cabanillas, el padre de las dos niñas asesinadas, con un gran cuchillo oculto, pero fue desarmado y detenido por la Guardia Civil, que custodiaba el edificio ante las probables represalias.

No estaban enajenados

El juicio a los Izquierdo comenzó tres años y medio después de los acontecimientos y fue seguido por toda la prensa nacional. Desde el principio, el abogado se esforzó en demostrar que sus clientes eran unos enajenados mentales que habían perpetrado los asesinatos fuera de sí.

En el transcurso del juicio los Izquierdo trataron de reforzar esta línea. Emilio, por ejemplo, aseguró que “no sé lo que pasó. Salimos mi hermano y yo de casa, pero no íbamos con ninguna intención de matar. Mi cabeza se quedó en blanco, no sé lo que hice. Tampoco recuerdo si iba armado, solo que nos dirigimos al campo, pero sin idea de matar. Cuando me empecé a dar cuenta de lo que ocurrió fue cuando me despertó un Guardia Civil”.

Por su parte, Antonio centró su defensa en que se había visto obligado a acompañar a Emilio, pero que no había disparado a nadie. “La Guardia Civil la ha tomado con nosotros. Realicé varios disparos al aire para avisar a la gente. Disparé para avisar al personal. No sabía que iba a una matanza, si llego a saberlo no habría ido con él” declaró.

Sin embargo, los forenses refutaron esa línea de defensa. Guillermo Fernández Vara, actual presidente de la Junta de Extremadura, fue uno de ellos en su calidad de director del entonces denominado Centro Médico Forense de Badajoz, lo que en la actualidad es el Instituto de Medicina Legal. Fernández Vara, que entonces tenía 30 años, fue el encargado de hacer los informes psiquiátricos de los cuatro hermanos y de asesorar al tribunal para dictaminar si debían ir a prisión o a un hospital psiquiátrico».

Sobre los hermanos Izquierdo, Vara ha señalado que «no considero que los hermanos fueran de pocas luces. Eran de aspecto primitivo, pero manejaban una explotación agrícola considerable y tenían filosofía de vida evidente».

La condena

Esto es algo con lo que finalmente estuvo de acuerdo el juez, que condenó a los Izquierdo a 684 años de cárcel y 300 millones de pesetas de indemnización (1,8 millones de euros). El juez destacó en su auto que la inteligencia de los hermanos “está dentro de lo normal, hecho que queda corroborado porque eran capaces de manejar un rebaño de unas mil ovejas, tenían fincas arrendadas y poseen, con la crisis que atraviesa el campo, una cartilla de diez millones de pesetas«.

El fallo añade que “perfilaron un plan de exterminio del mayor número de habitantes posibles de la localidad de Puerto Hurraco” y destaca de ellos «un primitivismo cultural y un empobrecimiento afectivo que determina el desprecio por la vida humana». “Los acusados alimentaban sus propias fobias y obsesiones debido a un anormal aislamiento social y a la convivencia en un grupo cerrado (en referencia a todos los hermanos)», prosigue el relato del juez.

Por su parte, las hermanas de los homicidas fueron acusadas por el fiscal de haber inducido a los crímenes, pero dos años después fueron exculpadas al no encontrar el juez pruebas que demostrasen su implicación directa en aquellos hechos. Sin embargo, fueron ingresadas en el Hospital Psiquiátrico de Mérida por recomendación médica, ya que les diagnosticaron un proceso paranoide y un trastorno delirante compartido relacionado con la venganza por la muerte de su madre.

Un trágico final para la familia

Los cuatro hermanos Izquierdo han fallecido ya. La primera en morir fue Luciana, a quien muchos consideran la jefa del clan Izquierdo y la inductora principal de los crímenes. Falleció el 1 de febrero de 2005, a los 77 años, en el psiquiátrico en el que había sido recluida. Diez meses después falleció su hermana, también en el centro médico, a los 64 años.

El 15 de diciembre de 2006 falleció en la prisión de Badajoz Emilio Izquierdo. Tenía 72 años. A su hermano Antonio, que también estaba recluido, se le dio un permiso para acudir al entierro. Según relata la prensa que cubrió el sepelio, dijo ante la tumba de Emilio: “Hermano, te vas con la satisfacción de que tu madre ha sido vengada”.

En abril de 2010 Antonio Izquierdo fue encontrado muerto en su celda. Se había ahorcado con una sábana del módulo de enfermería del penal de Badajoz. Tenía 72 años.

Ya no queda nadie de los Patas Pelás. De sus enemigos, la familia Cabanillas, los padres de las niñas asesinadas siguen viviendo en Puerto Hurraco. La hermana de las dos pequeñas asesinadas, que se no murió por puro azar, vive en una población cercana. Está casada y es madre.

Y también queda Puerto Hurraco, una pedanía que lucha por vender la belleza de la sierra que la rodea, su gastronomía o los museos de todo tipo que hay en localidades de alrededor. La vida sigue, pero la muerte parece permanecer en esta pequeña pedanía de poco menos de 100 habitantes. El recuerdo de lo ocurrido el 23 de agosto de 1990 está aún muy presente.

https://www.economistjurist.es/articulo ... o-hurraco/

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Sab, 27 Ago 2022, 15:49
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Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Lun, 10 Oct 2022, 18:07
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Una exposición de la Guardia Civil tilda de “sublevados” a la resistencia antifranquista

La muestra, que oculta el golpe de Estado, entre otras muchas imprecisiones, ha sido uno de los actos de la festividad nacional del instituto armado celebrado en León, la provincia donde nació la primera Federación de Guerrillas de España y donde más violenta fue su aniquilación


Quieres protagonizaron el golpe de Estado de 1936 en España para derrocar la democracia electa de la II República no fueron “sublevados”. En cambio, sí lo fueron los guerrilleros antifraquistas, 'los del monte', el puñado de hombres que huyendo de la represión protagonizaron durante años una más que desigual lucha contra el régimen militar impuesto en forma de dictadura.

Esta distorsionada realidad histórica es la visión que muestra una exposición que ha montado la Guardia Civil esta semana pasada en León dentro de sus actos de la festividad nacional del instituto armado con motivo de su patrona, culminada con la presencia en una gran parada militar del propio ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y la directora del cuerpo, María Gámez, entre otros.

La muestra, bajo el título “La Guardia Civil al servicio de la ciudadanía” y fue inaugurada por el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez en el Museo de Semana Santa de León, relata en uno de sus paneles dedicados al Franquismo el fenómeno del “maquis” que “hasta 1952 no se eliminará como amenaza”, dice textualmente.

La exposición resalta que a su final contribuyó el éxito de las llamadas “contrapartidas”. Éstas estaban formadas por guardias civiles que se hacían pasar por guerrilleros, vestidos y armados como tales, en las mismas zonas de monte y pueblos por donde se movían los auténticos.

La violenta acción de las contrapartidas

Su misión fue hacer uso de una extremada y calculada violencia, con un doble objetivo: por un lado, intentar sonsacar información de los movimientos de la escasa milicia republicana superviviente para acabar con ellos en batidas, como así fue ocurriendo; y por otro, generar confusión e incluso rechazo a los auténticos guerrilleros entre los habitantes de los pueblos de comarcas como La Cabrera o el Bierzo, en León, donde a los verdaderos guerrilleros se les había dado amplio cobijo y apoyo tras la Guerra Civil.

Es al relatar sus andanzas cuando en la exposición de la Guardia Civil se relata esa “lucha contra las partidas del Maquis -término que jamás se usó en España hasta después de la II Guerra Mundial- de las contrapartidas, camufladas y dispersas por el terreno en el que debían actuar, lo que causó un gran daño a los sublevados”, es decir, a los guerrilleros antifranquistas.

León, foco de la 'resistencia'

Cabe recordar que precisamente León, en concreto en la localidad de Ferradillo (Bierzo), fue la provincia donde nació la 'resistencia', la primera guerrilla formal y organizada contra la dictadura en España. Era la llamada Federación de Guerrillas de León-Galicia, con miembros de todas las ideologías políticas de izquierdas y otros míticos miembros de la lucha contra el fascismo como Manuel Girón, que tuvo en jaque a la Guardia Civil y al ejército durante años, hasta el punto de darle por muerto dos veces y acabar finalmente con él en una traición tras la que hicieron estallar el cadáver.

Pero la exposición adolece, además, de otras muchas imprecisiones, inexactitudes y enfoques poco acordes con la Ley de Memoria Democrática, recién aprobada en el Congreso de los Diputados.

Por ejemplo, en el apartado dedicado a la Guerra Civil no se hace mención en lugar alguno al golpe de estado contra el Gobierno democrático legítimo sino que se reitera en varias ocasiones los términos “alzamiento” y “sublevación”, y ni siquiera militar.

Incluso se indica literalmente de manera muy destacada que “la veteranía, disciplina y abnegación de los Guardias Civiles constituyó un factor decisivo para el triunfo o fracaso de la sublevación del 18 de julio de 1936”.

Se refieren víctimas de ambos bandos, el republicano y el golpista, y ocurre de manera muy desigual. En el lado 'nacional', la exposición resalta el caso de “los guardias civiles sublevados en Albacete son asesinados” y “arrojados al mar en Cartajena”, y hace gran hincapié en heroicos “episodios de resistencia de las fuerzas gubernamentales (...) donde la República mantiene el control, como ocurre en el alcázar de Toledo y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaen)”.

Además, personaliza tales situaciones en las biografías del teniente coronel Romero Basart, responsable de la “defensa del Alcázar”; el capitán López Anglada, que “defendió su cuartel (en Gijón) hasta que se le agotaron las municiones, fue capturado y fusilado”; o el guardia Antonio Moreno Rayo que “defendió el solo el cuartel de Caravia (Asturias) contra 500 mineros”, disparando “desde diferentes ventanas para que pareciera que había más defensores”. “Los mineros le fusilaron sentado en una silla, por las heridas que sufría”, concluye bajo una foto de todos ellos.

Hasta el general Mola

También hay un espacio para el general Mola, el artífice de la famosa Instrucción Reservada del General Mola nº 1 de 25 de abril de 1936 en la que postulaba que “la conquista del poder ha de efectuarse aprovechando el primer momento favorable y a ella han de contribuir las Fuerzas Armadas”: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

Del otro bando, relata el panel que fueron fusilados y condenados al acabar la guerra “el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona”, por ser “fieles a la República”, y les dedica sendos apartados biográficos.

A continuación, otro panel se centra en el Franquismo (1939-1975), que comienza relatando que “Franco -primera mención-, al llegar al poder (...) estudia la disolución” del instituto armado, cosa que al final no hizo. Pero se vuelve a hurtar la explicación de cómo llegó al poder.

https://ileon.eldiario.es/guerra-civil/ ... 10610.html

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Mar, 11 Oct 2022, 22:39
por Prest0
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un@ entre más escribió:Una exposición de la Guardia Civil tilda de “sublevados” a la resistencia antifranquista

La muestra, que oculta el golpe de Estado, entre otras muchas imprecisiones, ha sido uno de los actos de la festividad nacional del instituto armado celebrado en León, la provincia donde nació la primera Federación de Guerrillas de España y donde más violenta fue su aniquilación


Quieres protagonizaron el golpe de Estado de 1936 en España para derrocar la democracia electa de la II República no fueron “sublevados”. En cambio, sí lo fueron los guerrilleros antifraquistas, 'los del monte', el puñado de hombres que huyendo de la represión protagonizaron durante años una más que desigual lucha contra el régimen militar impuesto en forma de dictadura.

Esta distorsionada realidad histórica es la visión que muestra una exposición que ha montado la Guardia Civil esta semana pasada en León dentro de sus actos de la festividad nacional del instituto armado con motivo de su patrona, culminada con la presencia en una gran parada militar del propio ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y la directora del cuerpo, María Gámez, entre otros.

La muestra, bajo el título “La Guardia Civil al servicio de la ciudadanía” y fue inaugurada por el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez en el Museo de Semana Santa de León, relata en uno de sus paneles dedicados al Franquismo el fenómeno del “maquis” que “hasta 1952 no se eliminará como amenaza”, dice textualmente.

La exposición resalta que a su final contribuyó el éxito de las llamadas “contrapartidas”. Éstas estaban formadas por guardias civiles que se hacían pasar por guerrilleros, vestidos y armados como tales, en las mismas zonas de monte y pueblos por donde se movían los auténticos.

La violenta acción de las contrapartidas

Su misión fue hacer uso de una extremada y calculada violencia, con un doble objetivo: por un lado, intentar sonsacar información de los movimientos de la escasa milicia republicana superviviente para acabar con ellos en batidas, como así fue ocurriendo; y por otro, generar confusión e incluso rechazo a los auténticos guerrilleros entre los habitantes de los pueblos de comarcas como La Cabrera o el Bierzo, en León, donde a los verdaderos guerrilleros se les había dado amplio cobijo y apoyo tras la Guerra Civil.

Es al relatar sus andanzas cuando en la exposición de la Guardia Civil se relata esa “lucha contra las partidas del Maquis -término que jamás se usó en España hasta después de la II Guerra Mundial- de las contrapartidas, camufladas y dispersas por el terreno en el que debían actuar, lo que causó un gran daño a los sublevados”, es decir, a los guerrilleros antifranquistas.

León, foco de la 'resistencia'

Cabe recordar que precisamente León, en concreto en la localidad de Ferradillo (Bierzo), fue la provincia donde nació la 'resistencia', la primera guerrilla formal y organizada contra la dictadura en España. Era la llamada Federación de Guerrillas de León-Galicia, con miembros de todas las ideologías políticas de izquierdas y otros míticos miembros de la lucha contra el fascismo como Manuel Girón, que tuvo en jaque a la Guardia Civil y al ejército durante años, hasta el punto de darle por muerto dos veces y acabar finalmente con él en una traición tras la que hicieron estallar el cadáver.

Pero la exposición adolece, además, de otras muchas imprecisiones, inexactitudes y enfoques poco acordes con la Ley de Memoria Democrática, recién aprobada en el Congreso de los Diputados.

Por ejemplo, en el apartado dedicado a la Guerra Civil no se hace mención en lugar alguno al golpe de estado contra el Gobierno democrático legítimo sino que se reitera en varias ocasiones los términos “alzamiento” y “sublevación”, y ni siquiera militar.

Incluso se indica literalmente de manera muy destacada que “la veteranía, disciplina y abnegación de los Guardias Civiles constituyó un factor decisivo para el triunfo o fracaso de la sublevación del 18 de julio de 1936”.

Se refieren víctimas de ambos bandos, el republicano y el golpista, y ocurre de manera muy desigual. En el lado 'nacional', la exposición resalta el caso de “los guardias civiles sublevados en Albacete son asesinados” y “arrojados al mar en Cartajena”, y hace gran hincapié en heroicos “episodios de resistencia de las fuerzas gubernamentales (...) donde la República mantiene el control, como ocurre en el alcázar de Toledo y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaen)”.

Además, personaliza tales situaciones en las biografías del teniente coronel Romero Basart, responsable de la “defensa del Alcázar”; el capitán López Anglada, que “defendió su cuartel (en Gijón) hasta que se le agotaron las municiones, fue capturado y fusilado”; o el guardia Antonio Moreno Rayo que “defendió el solo el cuartel de Caravia (Asturias) contra 500 mineros”, disparando “desde diferentes ventanas para que pareciera que había más defensores”. “Los mineros le fusilaron sentado en una silla, por las heridas que sufría”, concluye bajo una foto de todos ellos.

Hasta el general Mola

También hay un espacio para el general Mola, el artífice de la famosa Instrucción Reservada del General Mola nº 1 de 25 de abril de 1936 en la que postulaba que “la conquista del poder ha de efectuarse aprovechando el primer momento favorable y a ella han de contribuir las Fuerzas Armadas”: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

Del otro bando, relata el panel que fueron fusilados y condenados al acabar la guerra “el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona”, por ser “fieles a la República”, y les dedica sendos apartados biográficos.

A continuación, otro panel se centra en el Franquismo (1939-1975), que comienza relatando que “Franco -primera mención-, al llegar al poder (...) estudia la disolución” del instituto armado, cosa que al final no hizo. Pero se vuelve a hurtar la explicación de cómo llegó al poder.

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Según bibliografía del Cuerpo, F. Aguado Sánchez, y sus obras sobre El Maquis, tanto su Historia como en sus Domumentos, era la denominación de la época.
Que no se me malinterprete o se piensa que justifico, pero los primeros estudiosos del fenómeno maqui, o guerrilleros antifranquistas (término que uso preferentemente por gusto), fueron miembros del cuerpo como en este caso.
Aunque el TCOL Aguado ( eso era en cuando escribió estas obras) son textos del régimen, con un más que claro posicionamiento, son las primeras obras históricas reales sobre el tema en España.

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Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Mar, 11 Oct 2022, 22:42
por Prest0
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un@ entre más escribió:Una exposición de la Guardia Civil tilda de “sublevados” a la resistencia antifranquista

La muestra, que oculta el golpe de Estado, entre otras muchas imprecisiones, ha sido uno de los actos de la festividad nacional del instituto armado celebrado en León, la provincia donde nació la primera Federación de Guerrillas de España y donde más violenta fue su aniquilación


Quieres protagonizaron el golpe de Estado de 1936 en España para derrocar la democracia electa de la II República no fueron “sublevados”. En cambio, sí lo fueron los guerrilleros antifraquistas, 'los del monte', el puñado de hombres que huyendo de la represión protagonizaron durante años una más que desigual lucha contra el régimen militar impuesto en forma de dictadura.

Esta distorsionada realidad histórica es la visión que muestra una exposición que ha montado la Guardia Civil esta semana pasada en León dentro de sus actos de la festividad nacional del instituto armado con motivo de su patrona, culminada con la presencia en una gran parada militar del propio ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y la directora del cuerpo, María Gámez, entre otros.

La muestra, bajo el título “La Guardia Civil al servicio de la ciudadanía” y fue inaugurada por el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez en el Museo de Semana Santa de León, relata en uno de sus paneles dedicados al Franquismo el fenómeno del “maquis” que “hasta 1952 no se eliminará como amenaza”, dice textualmente.

La exposición resalta que a su final contribuyó el éxito de las llamadas “contrapartidas”. Éstas estaban formadas por guardias civiles que se hacían pasar por guerrilleros, vestidos y armados como tales, en las mismas zonas de monte y pueblos por donde se movían los auténticos.

La violenta acción de las contrapartidas

Su misión fue hacer uso de una extremada y calculada violencia, con un doble objetivo: por un lado, intentar sonsacar información de los movimientos de la escasa milicia republicana superviviente para acabar con ellos en batidas, como así fue ocurriendo; y por otro, generar confusión e incluso rechazo a los auténticos guerrilleros entre los habitantes de los pueblos de comarcas como La Cabrera o el Bierzo, en León, donde a los verdaderos guerrilleros se les había dado amplio cobijo y apoyo tras la Guerra Civil.

Es al relatar sus andanzas cuando en la exposición de la Guardia Civil se relata esa “lucha contra las partidas del Maquis -término que jamás se usó en España hasta después de la II Guerra Mundial- de las contrapartidas, camufladas y dispersas por el terreno en el que debían actuar, lo que causó un gran daño a los sublevados”, es decir, a los guerrilleros antifranquistas.

León, foco de la 'resistencia'

Cabe recordar que precisamente León, en concreto en la localidad de Ferradillo (Bierzo), fue la provincia donde nació la 'resistencia', la primera guerrilla formal y organizada contra la dictadura en España. Era la llamada Federación de Guerrillas de León-Galicia, con miembros de todas las ideologías políticas de izquierdas y otros míticos miembros de la lucha contra el fascismo como Manuel Girón, que tuvo en jaque a la Guardia Civil y al ejército durante años, hasta el punto de darle por muerto dos veces y acabar finalmente con él en una traición tras la que hicieron estallar el cadáver.

Pero la exposición adolece, además, de otras muchas imprecisiones, inexactitudes y enfoques poco acordes con la Ley de Memoria Democrática, recién aprobada en el Congreso de los Diputados.

Por ejemplo, en el apartado dedicado a la Guerra Civil no se hace mención en lugar alguno al golpe de estado contra el Gobierno democrático legítimo sino que se reitera en varias ocasiones los términos “alzamiento” y “sublevación”, y ni siquiera militar.

Incluso se indica literalmente de manera muy destacada que “la veteranía, disciplina y abnegación de los Guardias Civiles constituyó un factor decisivo para el triunfo o fracaso de la sublevación del 18 de julio de 1936”.

Se refieren víctimas de ambos bandos, el republicano y el golpista, y ocurre de manera muy desigual. En el lado 'nacional', la exposición resalta el caso de “los guardias civiles sublevados en Albacete son asesinados” y “arrojados al mar en Cartajena”, y hace gran hincapié en heroicos “episodios de resistencia de las fuerzas gubernamentales (...) donde la República mantiene el control, como ocurre en el alcázar de Toledo y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaen)”.

Además, personaliza tales situaciones en las biografías del teniente coronel Romero Basart, responsable de la “defensa del Alcázar”; el capitán López Anglada, que “defendió su cuartel (en Gijón) hasta que se le agotaron las municiones, fue capturado y fusilado”; o el guardia Antonio Moreno Rayo que “defendió el solo el cuartel de Caravia (Asturias) contra 500 mineros”, disparando “desde diferentes ventanas para que pareciera que había más defensores”. “Los mineros le fusilaron sentado en una silla, por las heridas que sufría”, concluye bajo una foto de todos ellos.

Hasta el general Mola

También hay un espacio para el general Mola, el artífice de la famosa Instrucción Reservada del General Mola nº 1 de 25 de abril de 1936 en la que postulaba que “la conquista del poder ha de efectuarse aprovechando el primer momento favorable y a ella han de contribuir las Fuerzas Armadas”: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

Del otro bando, relata el panel que fueron fusilados y condenados al acabar la guerra “el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona”, por ser “fieles a la República”, y les dedica sendos apartados biográficos.

A continuación, otro panel se centra en el Franquismo (1939-1975), que comienza relatando que “Franco -primera mención-, al llegar al poder (...) estudia la disolución” del instituto armado, cosa que al final no hizo. Pero se vuelve a hurtar la explicación de cómo llegó al poder.

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Por cierto, con respeto a la federación de guerrillas de León Galicia, los responsables de las excavaciones arqueológicas en Casio, en la denominada Ciudad de la Selva ( lugar donde venía firmado toda documentación de dicha federacion) acaba de sacar un más que interesante documental...

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Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Mar, 01 Nov 2022, 18:29
por un@ entre más

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Dom, 20 Nov 2022, 16:53
por un@ entre más

foropolicia.es
José Aranguren, el general gallego de la Guardia Civil que Franco fusiló por no apoyarle

La poco conocida historia de un general gallego que se mantuvo fiel a la República y fue represaliado tras la Guerra Civil: "A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla", habría dicho Franco


Si algo hemos aprendido de las grandes historias de superhéroes es que estos nacen siempre en los momentos más difíciles. Justo cuando la adversidad parece invencible, cuando la desesperación llega hasta al más fuerte, cuando todo parece perdido, es ahí, sólo en ese momento, cuando los verdaderos héroes nacen. Porque, cuando todo va bien, nadie necesita un superhéroe, pero cuando todo está mal, su valentía y ejemplo pueden cambiarlo todo. Y no sólo por sus acciones, sino por la esperanza que representan. Uno de esos héroes nacía el 19 de julio de 1936, tras una llamada recibida en su despacho de la Consejería de Gobernación de la Generalitat de Catalunya en Barcelona. En esa conversación, le pedían que se uniera a la sublevación franquista que acababa de estallar. Este general de la Guardia Civil contestaba que no con la siguiente frase: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares”. Este gallego sería fusilado tiempo después, no sin antes haber cambiado la historia. Este es el relato de un héroe olvidado que se enfrentó a Franco para defender a su país: José Aranguren Roldán.

Gracias a la extraordinaria investigación del escritor Lorenzo Silva, que publicó en su no menos magnífico libro “Recordarán tu nombre”, podemos conocer este oculto y escondido relato de la historia de nuestro país, una parte olvidada que es esencial para el conocimiento de lo ocurrido durante una oscura época de España.

José Aranguren Roldán nacía en Ferrol en 1875 y era hijo de un comandante de artillería retirado que falleció cuando tan solo contaba con ocho años de edad, dejándole junto a su madre sumido en la pobreza. La tradición familiar le hizo decantarse por la carrera militar y, tras entrar en el colegio preparatorio de As Pedreiras, en Lugo, ingresa en la Academia de Toledo, con dieciséis años. Tras convertirse en oficial solicita el ingreso en la Guardia Civil con veinte años.

En 1929 era ascendido a coronel y con cuarenta y siete años asume la jefatura de la comandancia de Lugo. Tan solo dos años después, en 1924, marcha a Ceuta como voluntario de la guerra en Marruecos, donde entra en combate y participa en distintas operaciones militares.

Finalizada la guerra comienza a ejercer, en 1932, la jefatura de la Guardia Civil en Galicia, durante año y medio, momento en el que coincide con el que se convertirá, años después en su verdugo: Francisco Franco.

Franco era el general al mando de la 15ª brigada de Infantería de Galicia y las dos familias se visitaban asiduamente en sus residencias de A Coruña para tomar café o charlar sobre su Ferrol natal. Aunque la relación es de respeto y protocolaria debido a los cargos que ostentan, los dos se conocen perfectamente tras haber coincidido en la Academia de Toledo y en Marruecos. Lo que nadie podía saber era lo que ocurriría años más tarde entre aquellos antagónicos hombres.

Aranguren fue ascendido a general de brigada el 31 de marzo de 1936, al frente de la 5ª zona de la Guardia Civil en Cataluña, compuesta por dos tercios y cuatro escuadrones de caballería, que sumaban casi 4.000 guardias civiles. Pero el 19 de julio de 1936 estallaba el alzamiento en Barcelona por parte de las fuerzas franquistas y todo cambió. Aranguren decidió mantenerse leal al gobierno legal de la República y se limitó a seguir órdenes de sus cadenas de mando, que le ordenaron defender la constitución, representada en Cataluña por la Generalitat, frente a los rebeldes que querían acabar con ella.

Pero alguien quiso cambiar sus convicciones y su lealtad, el general del ejército Manuel Goded Llopis, al que también conocía de su paso por la guerra de Marruecos. Al mediodía del 19 de julio Goded llamó a Aranguren para exigirle que se uniera a la sublevación, ya que los rebeldes necesitaban desesperadamente a la Guardia Civil en su causa. Llegó a amenazar con fusilarle, a lo que el gallego contestó: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares. Si le fusilan a usted, fusilarán a un general que ha faltado a su palabra y su honor”.

Goded siguió insistiendo y amenazando a Aranguren de que tenía que unirse al ejército para combatir a los rebeldes. Aranguren dejó clara de nuevo su postura: “Aquí no hay más rebeldes que ustedes”. Y colgó.

La decisión del gallego selló la suerte de la rebelión en Cataluña. Dio órdenes de intentar disuadir a los militares, pero éstos no desistieron, así que decidió sacar a sus casi 4.000 guardias civiles para reponer el orden constitucional. Aranguren se puso al frente de una fabulosa fuerza bien armada, preparada y organizada que, junto a miles de personas conmunes, provocaron la rendición y huida de los rebeldes. Su defensa de la República fue clave en el fracaso del golpe en Barcelona y, aunque la ciudad caería en 1939, fue uno de los últimos refugios constitucionales en ser conquistados por Franco.

Tras su incontestable victoria, Aranguren se integró en la Guardia Nacional Republicana y asumió la comandancia militar de Valencia, en cuyo cargo continuó hasta el final de la guerra. Durante los últimos días se negó a abandonar la España republicana, ya que consideraba que no había cometido ningún delito, sino que se había limitado a cumplir con su deber defendiendo el gobierno legítimo de la República.

Pero tras la entrada de los franquistas en dicha ciudad, en marzo de 1939, se refugia en el Consulado de Panamá, donde es detenido el 10 de abril. Y es conducido a Barcelona para ser sometido a un consejo de guerra, una pantomima para condenar a un hombre cuyo único delito había sido defender a su país.

El juicio se despachó en pocos días con testigos falsos y sin permitir al acusado presentar pruebas con las que defenderse. De nada sirvió que su hermano fuera coronel del bando vencedor o que dos de sus hijos hubieran luchado bajo las órdenes de Franco. Fue declarado culpable y condenado a muerte.

A Aranguren le costaba mantenerse en pie y caminar por las lesiones sufridas en un accidente, motivo por el que tenía que permanecer siempre sentado. Cuando le comunican a Franco su detención y su estado de salud, este contesta: “A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla”.

Y así fue. A las 5 de la mañana del 21 de abril de 1939, un pelotón de fusilamiento acababa con su vida en el conocido como Campo de la Bota, en Barcelona. Su valentía y entereza se muestra en la última frase que pronunció ante sus verdugos: “Disparad sin temor porque es ya poca la vida que a mí me quitáis”.

Todos los jefes de la Guardia Civil en Cataluña durante aquel verano de 1936 fueron exterminados sin piedad por Franco. Y el motivo estaba muy claro. Estos inesperados e imprevistos héroes habían alterado el guion de una sublevación que querían que fuese épica, rápida e histórica. Pero, sobre todo, aquel general gallego que llevaba 40 años en la Guardia Civil, un hombre ejemplar con una hoja de servicios impoluta y llena de condecoraciones, y todos los que le habían secundado y apoyado en su lucha por el gobierno constitucional, demostraban al mundo, con sus actos, que todavía quedaban hombres buenos.

https://www.elespanol.com/quincemil/art ... o-apoyarle

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Dom, 27 Nov 2022, 17:47
por un@ entre más
Cartera Porta Placa Ertzaintza

Fabricado en piel de vacuno
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Un monolito recuerda a un contrabandista de Zugarramurdi muerto por la Guardia Civil en 1967

Un monolito recuerda desde hoy a Migel Mari Iturbide, un zugarramurdiarra de 16 años que murió por disparos de la Guardia Civil hace 55 años, cuando intentaba pasar unos terneros al otro lado de la muga. Al homenaje han acudido familiares y amigos, así como representantes del Ayuntamiento.


El monolito de recuerdo a Migel Mari Iturbide, obra de Pello Iraizoz, ha sido inaugurado poco después de las doce del mediodía en el paraje de Laputseiko zokoan, justo en el lugar donde fue tiroteado en la noche del 7 al 8 de noviembre de 1967.

Este joven de 16 años acompañaba a otros dos vecinos de Zugarramurdi que conducían varios terneros por el monte para intentar pasarlos al otro lado de la muga, pero fueron sorprendidos por una patrulla de la Guardia Civil. Los agentes abrieron fuego y los disparos alcanzaron a Migel Mari Iturbide Elizalde, que murió en el acto.

Era un joven que vivía en el caserío Jangoneko Borda, y esa noche se había iniciado en el contrabando para ayudar a su familia en tiempos de grandes penurias económicas. Los otros dos jóvenes que le acompañaban eran los hermanos Jesús y Juan Pedro, de Iruinborda, quienes consiguieron huir.

El pueblo de Zugarramurdi quedó consternado al conocer la muerte de Migel Mari Iturbide, un joven tímido muy conocido y apreciado por los vecinos. Jesús y Juan Pedro, testigos de los hechos, narraron que había sido tiroteado por la espalda por el cabo Eutiquio Chamorro Chamorro, hospedado entonces en la casa Barrentxea de Zugarramurdi.

Esa misma madrugada, un vecino del pueblo vio a Eutiquio Chamorro entrar a la casa y volver al paraje donde fue tiroteado Migel Mari Iturbide. Ese acto le llevó a interpretar que «seguramente fue a por una pistola para depositarla junto al cadáver».

La versión oficial fue que el joven contrabandista había disparado primero y que los guardias civiles se defendieron. También hicieron correr el bulo de que se trataba de un miembro de ETA que quiso atacar a los agentes y que estos repelieron la agresión. En aquella época, año 1967, la organización armada vasca todavía no había realizado ninguna acción mortal.

La noticia causó un gran impacto en toda la comarca de Xareta, y en Zugarramurdi nadie creyó la versión oficial. Algunos vecinos, junto al párroco José Otamendi, realizaron gestiones para intentar aclarar los hechos y hacer justicia, pero el caso se archivó tras llegar a la sede de la Capitanía General de Burgos.

Durante varias décadas apenas se volvió a hablar de aquel suceso, hasta que el escritor Xabier Susperregi investigó los hechos y publicó el libro ‘Miguel María Iturbide. Crimen sin castigo’, editado en 2021. Fue presentado en el Museo de las Brujas de Zugarramurdi y sirvió no solo para conocer la verdad, sino también para homenajear al joven zugarramurdiarra, ya que el libro incluye poemas y reproducciones de obras de arte llegadas desde diversos lugares del mundo.

Aquel mismo día, familiares y amigos también le recordaron en el cementerio del pueblo y anunciaron la realización de un monolito en su recuerdo, que posteriormente encargaron al escultor Pello Iraizoz.

Después de 55 años, la versión oficial de los hechos sigue siendo la del guardia civil que mató a este joven contrabandista de 16 años.

https://www.naiz.eus/eu/info/noticia/20 ... il-en-1967

Re: Historia del Cuerpo

NotaPublicado: Vie, 09 Dic 2022, 08:12
por un@ entre más
José Aranguren, el general gallego de la Guardia Civil que Franco fusiló por no apoyarle

La poco conocida historia de un general gallego que se mantuvo fiel a la República y fue represaliado tras la Guerra Civil: "A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla", habría dicho Franco


Si algo hemos aprendido de las grandes historias de superhéroes es que estos nacen siempre en los momentos más difíciles. Justo cuando la adversidad parece invencible, cuando la desesperación llega hasta al más fuerte, cuando todo parece perdido, es ahí, sólo en ese momento, cuando los verdaderos héroes nacen. Porque, cuando todo va bien, nadie necesita un superhéroe, pero cuando todo está mal, su valentía y ejemplo pueden cambiarlo todo. Y no sólo por sus acciones, sino por la esperanza que representan. Uno de esos héroes nacía el 19 de julio de 1936, tras una llamada recibida en su despacho de la Consejería de Gobernación de la Generalitat de Catalunya en Barcelona. En esa conversación, le pedían que se uniera a la sublevación franquista que acababa de estallar. Este general de la Guardia Civil contestaba que no con la siguiente frase: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares”. Este gallego sería fusilado tiempo después, no sin antes haber cambiado la historia. Este es el relato de un héroe olvidado que se enfrentó a Franco para defender a su país: José Aranguren Roldán.

Gracias a la extraordinaria investigación del escritor Lorenzo Silva, que publicó en su no menos magnífico libro “Recordarán tu nombre”, podemos conocer este oculto y escondido relato de la historia de nuestro país, una parte olvidada que es esencial para el conocimiento de lo ocurrido durante una oscura época de España.

José Aranguren Roldán nacía en Ferrol en 1875 y era hijo de un comandante de artillería retirado que falleció cuando tan solo contaba con ocho años de edad, dejándole junto a su madre sumido en la pobreza. La tradición familiar le hizo decantarse por la carrera militar y, tras entrar en el colegio preparatorio de As Pedreiras, en Lugo, ingresa en la Academia de Toledo, con dieciséis años. Tras convertirse en oficial solicita el ingreso en la Guardia Civil con veinte años.

En 1929 era ascendido a coronel y con cuarenta y siete años asume la jefatura de la comandancia de Lugo. Tan solo dos años después, en 1924, marcha a Ceuta como voluntario de la guerra en Marruecos, donde entra en combate y participa en distintas operaciones militares.

Finalizada la guerra comienza a ejercer, en 1932, la jefatura de la Guardia Civil en Galicia, durante año y medio, momento en el que coincide con el que se convertirá, años después en su verdugo: Francisco Franco.

Franco era el general al mando de la 15ª brigada de Infantería de Galicia y las dos familias se visitaban asiduamente en sus residencias de A Coruña para tomar café o charlar sobre su Ferrol natal. Aunque la relación es de respeto y protocolaria debido a los cargos que ostentan, los dos se conocen perfectamente tras haber coincidido en la Academia de Toledo y en Marruecos. Lo que nadie podía saber era lo que ocurriría años más tarde entre aquellos antagónicos hombres.

Aranguren fue ascendido a general de brigada el 31 de marzo de 1936, al frente de la 5ª zona de la Guardia Civil en Cataluña, compuesta por dos tercios y cuatro escuadrones de caballería, que sumaban casi 4.000 guardias civiles. Pero el 19 de julio de 1936 estallaba el alzamiento en Barcelona por parte de las fuerzas franquistas y todo cambió. Aranguren decidió mantenerse leal al gobierno legal de la República y se limitó a seguir órdenes de sus cadenas de mando, que le ordenaron defender la constitución, representada en Cataluña por la Generalitat, frente a los rebeldes que querían acabar con ella.

Pero alguien quiso cambiar sus convicciones y su lealtad, el general del ejército Manuel Goded Llopis, al que también conocía de su paso por la guerra de Marruecos. Al mediodía del 19 de julio Goded llamó a Aranguren para exigirle que se uniera a la sublevación, ya que los rebeldes necesitaban desesperadamente a la Guardia Civil en su causa. Llegó a amenazar con fusilarle, a lo que el gallego contestó: “Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares. Si le fusilan a usted, fusilarán a un general que ha faltado a su palabra y su honor”.

Goded siguió insistiendo y amenazando a Aranguren de que tenía que unirse al ejército para combatir a los rebeldes. Aranguren dejó clara de nuevo su postura: “Aquí no hay más rebeldes que ustedes”. Y colgó.

La decisión del gallego selló la suerte de la rebelión en Cataluña. Dio órdenes de intentar disuadir a los militares, pero éstos no desistieron, así que decidió sacar a sus casi 4.000 guardias civiles para reponer el orden constitucional. Aranguren se puso al frente de una fabulosa fuerza bien armada, preparada y organizada que, junto a miles de personas conmunes, provocaron la rendición y huida de los rebeldes. Su defensa de la República fue clave en el fracaso del golpe en Barcelona y, aunque la ciudad caería en 1939, fue uno de los últimos refugios constitucionales en ser conquistados por Franco.

Tras su incontestable victoria, Aranguren se integró en la Guardia Nacional Republicana y asumió la comandancia militar de Valencia, en cuyo cargo continuó hasta el final de la guerra. Durante los últimos días se negó a abandonar la España republicana, ya que consideraba que no había cometido ningún delito, sino que se había limitado a cumplir con su deber defendiendo el gobierno legítimo de la República.

Pero tras la entrada de los franquistas en dicha ciudad, en marzo de 1939, se refugia en el Consulado de Panamá, donde es detenido el 10 de abril. Y es conducido a Barcelona para ser sometido a un consejo de guerra, una pantomima para condenar a un hombre cuyo único delito había sido defender a su país.

El juicio se despachó en pocos días con testigos falsos y sin permitir al acusado presentar pruebas con las que defenderse. De nada sirvió que su hermano fuera coronel del bando vencedor o que dos de sus hijos hubieran luchado bajo las órdenes de Franco. Fue declarado culpable y condenado a muerte.

A Aranguren le costaba mantenerse en pie y caminar por las lesiones sufridas en un accidente, motivo por el que tenía que permanecer siempre sentado. Cuando le comunican a Franco su detención y su estado de salud, este contesta: “A Aranguren que lo fusilen, aunque sea en camilla”.

Y así fue. A las 5 de la mañana del 21 de abril de 1939, un pelotón de fusilamiento acababa con su vida en el conocido como Campo de la Bota, en Barcelona. Su valentía y entereza se muestra en la última frase que pronunció ante sus verdugos: “Disparad sin temor porque es ya poca la vida que a mí me quitáis”.

Todos los jefes de la Guardia Civil en Cataluña durante aquel verano de 1936 fueron exterminados sin piedad por Franco. Y el motivo estaba muy claro. Estos inesperados e imprevistos héroes habían alterado el guion de una sublevación que querían que fuese épica, rápida e histórica. Pero, sobre todo, aquel general gallego que llevaba 40 años en la Guardia Civil, un hombre ejemplar con una hoja de servicios impoluta y llena de condecoraciones, y todos los que le habían secundado y apoyado en su lucha por el gobierno constitucional, demostraban al mundo, con sus actos, que todavía quedaban hombres buenos.

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