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Buena noches compañeros, esta historia siempre que he llegado a un foro la he puesto ya que a raiz de esos "sucesos" algo muy importante empezó a cambiar en la policía, gracias a unos compañeros "sindicalistas" sin sindicatos que nos dieron tanto y tanto les debemos.
Hay un viejo proverbio chino que dice. Cuando bebas agua, recuerda la fuente.
No habría lealtad a la verdadera historia del Cuerpo, si no se hiciese mención aquí a la impresionante y pionera manifestación (entonces ilegal, debido a su carácter militar) realizada el 17 de diciembre de 1.976 por los funcionarios de base del Cuerpo de Policía Armada, en demanda de un salario digno (un mal endémico de la Policía española todavía hoy) y de la inclusión en la Seguridad Social de sus integrantes.
Aquel movimiento nació el 6 del mismo mes de diciembre cuando un grupo de Policías Armados y Guardias Civiles, deciden reunirse en la Casa de Campo de Madrid, en esa reunión se acuerda llevar a termino una manifestación pública fuera de los cuarteles y se decide que sea el día 17, no sin cierta polémica, pues algunos de los presentes (ajenos a la Policía), proponían el día 15 pretendiendo coincidir con el referéndum convocado por el Gobierno de la Nación para aprobar la reforma política del Estado.
Desde el seis al diecisiete de diciembre las consignas a través de las emisoras de los vehículos policiales no cesaban, "todos a la Plaza de Oriente, día 17 a las 12 horas", quien más y quien menos tenia el miedo metido en el cuerpo, pero las dificultades y la problemática existente en el cuerpo policial, hacia disipar dicho temor.
Por fin, el acto de protesta y reivindicación fue realizado en la capital de España; las principales consignas de esta manifestación eran "por un sueldo digno", "queremos seguridad social", "cien por cien del salario en caso de muerte en acto de servicio".
De todos los sitios los compañeros llegaban al punto de reunión, los mandos policiales infiltrados no daban crédito a lo que veían, a decir verdad jamás se lo creyeron, por el miedo que suponían que les tenían los subordinados.
Comenzó la marcha en la Plaza de Oriente (donde se leyó un manifiesto), siguió por la Plaza de España, las calles Princesa, Alberto Aguilera, etc..
Fueron varios los intentos de abortar dicha manifestación por parte de los mandos militares de la Policía Armada, pero todos resultaron inútiles.
Al llegar la marcha a Amador de los Ríos, fueron interceptados en mitad de su recorrido por el General de Brigada del Ejército (Subinspector General de la Policía Armada) Jaime Chicharro Lamamie de Clairac, (siendo entonces Inspector General del Cuerpo, el General de División del Ejército, José Tomé Marín). El Subinspector General desde su propio coche oficial intentó, detener a algunos de los participantes (con la ayuda de su lacayo "policía"-conductor), algo que no consiguió el retrogrado General de Brigada; ya que con la interposición inmediata de la mayoría de los manifestantes, se logró poner en fuga a dichos "pajes de poltrona".
Una vez en la puerta del Ministerio de la Gobernación (actualmente Interior) empezó a caer una fina pero abundante lluvia, y algunos de los policías participantes se colocaron un gorro de papel en la cabeza para protegerse de la misma. Ante esta acción, que al General de Brigada Chicharro, debió parecerle provocativa o poco marcial, se produjo otra intentona del mismo, pistola en mano y, tratando nuevamente de detener a un policía manifestante, pero un policía armado le propinó al mando tal bofetada que hizo que el militar rodase junto con su gorra por los suelos, ocasionándole la hinchazón de un ojo; originando que a posteriori se hiciese celebre esta anécdota en todo el Cuerpo. Estos hechos, junto a la comicidad provocada, suponían ya un valiente pero claro acto de indisciplina y rebelión, contempladas en el Código de Justicia Militar por el cual entonces se regia la Policía Armada.
Por ello el General de Brigada Chicharro, ordenó cargar a las C.R.G. (Compañías de Reserva General, antecesoras de las actuales U.I.P.-Unidades de Intervención Policial-), contra los policías manifestantes; pero quienes las componían se negaron en redondo a pegar o disolver a sus propios compañeros, igual hizo la Unidad de Caballería, limitándose a ser testigos presénciales de lo que sería el nacimiento de la lucha sindical en la Policía.
Ante esta negativa, se ordenó intervenir también en la represión a la Guardia Civil; y por razones que escapan al conocimiento del autor de este trabajo, también se negaron ha hacerlo, pero desde su cúpula de mando (D.G.G.C.). Como dato anecdótico hay que señalar que solamente asistieron a dicha manifestación, representando al Benemérito Instituto, unos cincuenta guardias civiles al frente de un Cabo (ya que los demás miembros debieron quedarse en casa), bajo las siglas de un inexistente Sindicato de la G.C.
La Dirección General de la Policía ordenó a la "policía secreta" (Cuerpo General de Policía) hacer fotos de los manifestantes, las cuales posteriormente salieron "desenfocadas", "veladas" y borrosas; no así las realizadas también por los esbirros destinados en la SEGUNDA SECCIÓN BÍS de la Policía Armada , que salieron perfectas, claras y nítidas. Dichas fotos sirvieron para identificar a varios participantes en la manifestación; siendo estos posteriormente interrogados, torturados, vilipendiados y/o expulsados.
Las demandas que se exigían entonces las supo resolver más tarde el citado Ministro en parte, no sin antes ser sancionados, encarcelados o expulsados de la institución muchos de los protagonistas del acto por los militares del máximo Órgano Central del Cuerpo en aquella época, (la Inspección General). El Subsecretario de Orden Público precisaba días después: "Al objeto de depurar responsabilidades disciplinarias y penales en que hubieran podido incurrir los manifestantes, se procedió por ambos Cuerpos a la instrucción de los correspondientes expedientes a los inculpados y, al propio tiempo, dar traslado a la Autoridad Judicial competente, en este caso al Capitán General de la Primera Región Militar, de los hechos de naturaleza delictiva y de sus presuntos autores, por estar sujetos a disciplina militar".
En parte todo vino porque no querían seguir siendo un simple instrumento de represión; utilizados continuamente contra el pueblo del que ellos formaban parte; no querían ser policías de los militares, sino de la sociedad.
Supuso un punto de inflexión desde una situación donde, tanto para los superiores como para la gente, ellos no representaban más que una máquina represiva.
El Pueblo y su Policía: Unos ciudadanos se dirigen a un miembro de la Policía Nacional en demanda de información.
Sin embargo, a raíz de dicha manifestación, la cárcel de Soria (habilitada como Prisión militar) recibió a unos inquilinos nada habituales: 280 miembros de las Fuerzas de Orden Público (como se denominaba en aquella época a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ). Los cabecillas (uno era hijo del Capitán, Jefe de Guarnición en la Comisaría de Vallecas), además llegaron a ser torturados psíquica y físicamente en los calabozos de algunos cuarteles del Ejercito, donde fueron golpeados con toallas mojadas, para que no les produjesen hematomas y en cambio sólo les lacerasen el cuerpo y la mente. En otros casos se les despertaba al amanecer con un "arriba a llegado tu hora" tras escucharse en el patio de armas ráfagas de disparos.
Con posterioridad, fueron juzgados y finalmente condenados por sedición e insulto a un superior, catorce de ellos: cinco guardias civiles y nueve policías armados. Además 26 guardias civiles que no tenían su empleo consolidado fueron expulsados y otros 90 guardias civiles y 153 policías armados fueron sancionados con dos meses de arresto y amonestación, siendo custodiados durante su encarcelamiento por una compañía del Regimiento Inmemorial del Rey con base en Madrid. Bastantes de los que fueron "amnistiados" después de extraerles toda la información; fueron trasladados, con carácter forzoso, a otras plantillas, pero ya llevaban colgados al cuello su particular "lastre" y a la mayoría se les hizo la vida imposible; cítese como ejemplo de esto último al compañero apodado "el comandante", destinado en Madrid. Posteriormente y gracias a la Amnistía de 1.977, algunos de ellos regresarían a la Policía.
un saludo