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Alrededor de 300 personas ataviadas con banderas reivindicativas y pancartas que demandaban el acercamiento de presos de ETA zarandearon el pasado 30 de diciembre las vallas del centro penitenciario de Daroca, en Zaragoza –donde hay cuatro reos de la banda terrorista encerrados–, y lanzaron diversos objetos al interior.
Los abertzales, que llegaron en ocho autobuses en torno a las 11.30 horas, subieron primero a un monte cercano a la prisión y jalearon desde allí a los reclusos, que se percataron de su presencia y comenzaron a alterarse. Fue entonces cuando los visitantes bajaron hasta las verjas que delimitan el perímetro penitenciario para seguir animando a los internos, que se agitaron aún más.
Según el sindicato de prisiones Acaip, los alborotadores colgaron en la alambrada una gran pancarta con la palabra ‘Amnistía’; exhibieron banderas, fotos de presos y símbolos; sacudieron la valla y se subieron a ella; lanzaron cohetes y piedras al interior del recinto, donde de hecho posteriormente se encontró un gran número de varillas; e insultaron a los funcionarios al grito de “torturadores, c*******, hijos de p***”.
El ajetreo provocó que los reclusos vocearan y silbaran a los que estaban en el exterior, lo que motivó que la Jefatura de Servicios de la prisión ordenara desalojar dos módulos y trasladar a los presos a las salas de televisión con el fin de prevenir altercados, como explican también desde el sindicato Acaip, que ha pedido explicaciones al Ministerio del Interior sobre lo ocurrido, aunque el departamento dirigido por Jorge Fernández Díaz aún no les ha respondido.
Todos los internos, por lo tanto, fueron derivados a otros departamentos. Todos, menos uno, que se negó a moverse y no paró de gritar y aplaudir a sus amigos del exterior. Se trataba de uno de los cuatro etarras que aún siguen las directrices de la banda y que cumple condena en Daroca. El terrorista tuvo que ser desalojado a la fuerza y la dirección de la cárcel determinó que fuera aislado temporalmente.
Desde Acaip apuntan al escaso personal de la Guardia Civil como una de las causas de que no se pudiera neutralizar la amenaza, que acabó porque los visitantes se marcharon voluntariamente alrededor de las 13 horas. Se montaron en los autobuses, que además dificultaban el tráfico al estar mal aparcados, y regresaron sobre sus pasos. El sindicato relata en un comunicado que “la seguridad exterior del centro estaba formada por cuatro guardias civiles y cuatro agentes de seguridad privada”. Posteriormente, continúa, una vez iniciados los incidentes, llegaron cinco guardias más de refuerzo.