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Me sentía solo a mas de 600 km de mi familia Empezaba a anochecer, y el final del servicio se acercaba el inevitable regreso a mi habitación vacía me provocó tristeza. Cuando terminamos el Servicio me despedí del compañero que él si iba a la casa de su suegra a celebrar la Navidad, después de un abrazo le vi partir.
Empecé a caminar y las lucecitas que decoraban las vidrieras y las puertas me atraían, y deseaba que alguien saliera de un hogar y me invitara a entrar a una habitación confortable y tibia, con un árbol navideño primoroso, salpicado de nieve artificial y colocado sobre un pie de terciopelo cubierto de regalos. Me detuve en un pequeño supermercado, y me deprimí aún más al ver a la gente llenando sus canastos con cosas ricas. Los dátiles, los higos, las nueces y las avellanas me hicieron recordar los regalos que recibíamos de niños en la Navidad en mi querida Vallecas, porque los obsequios más preciados se reservaban para el Día de Reyes, el 6 de enero. Extrañaba a mi familia a mis vecinos de toda la vida: sus fiestas ruidosas, los bailes,los polvorones, los mazapanes y esa copita de anis. Quería llorar porque muchas veces deseaba estar solo y ese año haberlo conseguido.
Frente a la iglesia habían colocado un nacimiento, con figuras de José y María junto al pesebre esperando la llegada del Niño Jesús. Me quedé contemplando la escena con otros transeúntes, algunos de los cuales se santiguaban y rezaban. Mientras me dirigía a casa, me di cuenta de que la historia del peregrinar de José y María de puerta en puerta en busca de posada se parecía mucho a mi propia historia. Haber dejado Madrid seguía siendo una herida en mi alma, y aún luchaba por saber cual sería mi futuro alejado de mi hogar, de los mios. Había llorado mis pérdidas, pero por primera vez reconocí lo que había ganado. Era independiente, instruido, osado y tenía salud. Me quedaba una vida por delante, llena de posibilidades. A veces, el mejor regalo es el que nos damos nosotros mismos. Aquella Navidad me percaté de lo que había logrado hasta ese momento, y me di permiso de seguir adelante, sin temores. Es el mejor regalo que he recibido en mi vida, el que más valoro.
un saludo y Felices Fiestas