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La Audiencia Provincial lo considera autor de los delitos de intento de homicidio, atentado a agentes y tenencia ilícita de armas
Lo que comenzó siendo un simple incidente provocado por su perro con otro hombre, acabó en un fuerte enfrentamiento, en el que llegó a disparar su arma y a utilizarla para apuntar a un guardia civil de paisano que medió en los hechos. La Audiencia Provincial le ha condenado por lo sucedido a nueve años de prisión, ya que le ha encontrado culpable de los delitos de intento de homicidio, atentado a agentes de la autoridad con instrumento peligroso y tenencia ilícita de armas.
Todo ocurrió en marzo de 2013, en la localidad malagueña de Pizarra. Eran las cinco de la tarde cuando se inició el enfrentamiento. El perro del procesado mordió el móvil del denunciante, tras lo que éste le dio un leve empujón para apartarlo.
El condenado abandonaba el lugar a la vez que anunciaba sus intenciones. «Le decía que uno de los dos iba a ir a la cárcel, que la guerra acababa de comenzar, que iba a por una pistola y lo iba a matar», siempre según se recoge en la sentencia de la Audiencia malagueña, a la que ha tenido acceso este periódico.
El procesado, un hombre de 38 años y de origen ecuatoriano, cumplió su promesa. Fue a su casa, cogió el arma y munición. Sin embargo, al regresar al lugar en el que se había producido el enfrentamiento, el denunciante no estaba allí. Entonces empezó a disparar contra uno de los muros de la zona, llegando a hacerlo hasta en ocho ocasiones, y se quedó allí a esperar a la víctima.
Escondido tras el agente
Cuando vio que se acercaba, acompañado de dos agentes de la Guardia Civil a los que había contado lo ocurrido, el acusado cargó el arma y se escondió. Al aproximarse, con intención de acabar con su vida, empezó a apuntarle mientras le seguía.
En la resolución de la Sección Novena se explica que el procesado no logró cumplir su objetivo, ya que la víctima se escondió detrás de uno de los guardias civiles. Iba de paisano, pero llevaba colgada su identificación y el acusado lo conocía.
Pero no cesó en su actitud. Así que con el arma cargada apuntó al cuerpo y a la cabeza del agente, intimidándole en todo momento. El guardia civil incluso llegó a disparar al aire, pero el procesado continuaba.
La intervención del segundo agente fue clave. Adoptó una posición de seguridad y, finalmente, al ver que no tenía nada que hacer, el acusado soltó el arma y fue detenido.
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