Elena Camiruaga tiene 26 años y es ertzaina. Siempre tuvo claro que quería ser policía. Desde que tuvo uso de razón, cuando veía una patrulla pensaba «esto es lo que yo quiero», cuenta. No hubo que convencerla. «Sabía que esto era para mi». Por eso estudió Criminología en la UPV/EHU y después fue una de las 77 mujeres que salieron de la 26 promoción de la Ertzaintza, que acabó su periodo de formación en el mes de junio. Ahora, en periodo de prácticas, patrulla por las calles de Galdakao, localidad a cuya comisaría está asignada, «disfrutando», dice, «de un trabajo que es diferente cada día», y «del contacto con la gente en la calle», con el objetivo de intentar ascender en su rango en cuanto termine su periodo de prácticas.
Elena forma ya parte del porcentaje de mujeres en la Ertzaintza, todavía muy reducido si se compara con otra profesiones. Apenas supera el 12%, algo más de 920 mujeres en un colectivo de más de 7.400 agentes.
Son pocas, y además, de momento, les cuesta llegar a los puestos de responsabilidad, en parte también porque son muy inferiores en número al de sus compañeros varones. Por ejemplo, sólo hay una mujer intendente, el cargo más elevado, pero lo está habilitada, es decir en funciones, y el número de comisarias o subcomisarias es mínimo.
Ni que decir tiene que la presencia de las mujeres en determinadas áreas de trabajo es residual o incluso nula.
Con datos referidos al mes de noviembre -porque la situación del personal con las OPE y las jubilaciones varía casi de forma constante- no hay ninguna mujer en desactivación de explosivos o en intervención; en la brigada móvil sólo hay 12, apenas un 2,91% de los agentes que compone esa unidad, y en vigilancia y rescate sólo una mujer frente a 116 hombres, el 0,85% de total.
Conseguir que las mujeres se incorporen en mayor medida a la Policía Autónoma vasca y que accedan a puestos de responsabilidad es una de las asignaturas pendientes de la Ertzaintza desde que en 1983 accedieron las primeras mujeres al cuerpo. Fue en la segunda promoción, porque en la primera se exigió en la OPE tener cumplido el servicio militar, lo que de facto las dejó fuera.
35 años después de aquellas primeras incorporaciones, el departamento de Seguridad del Gobierno vasco, que dirige precisamente una mujer, Estefanía Beltrán de Heredia, se ha marcado como reto elevar el porcentaje de mujeres hasta el 33%. Es decir, conseguir que al menos una de cada tres ertzainas sea una mujer, para lo que se pretende poner en marcha medidas de acción positivas a favor de las mujeres. O lo que es lo mismo, cuotas que persigan el objetivo de intentar incrementar el número.
A las mujeres aspirantes a ertzainas que se inscriban para la OPE de la promoción 28, cuyo plazo está abierto hasta el 31 de enero, no les afectarán todavía las cuotas. El proyecto de quinta modificación de la Ley de la Policía del País Vasco está todavía pendiente de ratificarse por el Parlamento. Aún así, por primera vez, el número de mujeres inscritas para el proceso de selección de esta oferta de empleo se sitúa en el 30%. Con datos del 3 de enero, hay 1.986 inscritos, de los que 598 son mujeres.
«Es necesario que seamos conscientes de que hace falta que haya más mujeres. Algo tan importante como la seguridad de la ciudadanía no puede quedar sólo en manos de los hombres», dice Elena Sangroniz. Ella cumplirá en el mes de junio 35 años en el cuerpo. Formó parte de la cuarta promocion, la de 1984, la tercera para las mujeres. Ahora es subcomisaria en la Oficina Central de Inteligencia, pero a sus 57 años, después de pasar por varios destinos, desde patrullas en comisarías de Gernika, Getxo, Muskiz, Sestao, aéras de tráfico, protección ciudadana, investigación...no tiene duda de que la Ertzaintza y la Policía en general «es un mundo muy masculinizado».
«Estoy de acuerdo con que haya medidas de acción positivas, que tienen que ser extraordinarias y temporales», dice, «para que se corrija la situación».
Ella, como Piedad Calabozo, que también entró en el cuerpo en la cuarta promoción de 1984, se encontraron una Ertzaintza muy diferente a la actual, cuando «en la academia todavía llevábamos falda-pantalón».
Ninguna de las dos tenían vocación de policías cuando decidieron opositar. Elena era administrativo y Piedad, que entonces era titulada en magisterio, nunca se había planteado de pequeña ser Policía. «De pequeña quería ser panadera o camionera», dice. «Pero vi un anuncio y me llamó la atención».
Entonces eran toda una novedad:«En nuestra primera salida al Ibilaldia de Bermeo la gente nos pedía hacerse fotos con nosotros».
Piedad ha pasado también por múltiples destinos a lo largo de su carrera profesional: patrullando, irrati, atestados, unidad de información e investigación... También ha sido el enlace de la Ertzaintza para los asuntos del espacio Schengen, entre otras destinos, y actualmente está en el servicio de relaciones institucionales desde donde se ocupa entre otras cuestiones del impulso de las políticas de igualdad que trata de impulsar el departamento.
«Visibilizar a la mujer en la Ertzaintza es una de las tareas pendientes. No sólo que estemos, sino que se nos vea que estamos», dice. Porque el que haya pocas mujeres no es más que «el reflejo de cómo es la sociedad» dice, de cómo a las mujeres se les han ido asignando roles desde que son pequeñas a determinadas profesiones en las que no entra ser ertzainas. «Y para que eso cambie se nos tiene que ver. Para animar a las chicas, porque lo que no se ve es como que no existe». Y recalca: «si se hace un calendario tiene que haber presencia femenina, si se va a unas charlas a un colegio tienen que ir mujeres, si se da una rueda de prensa también...» Y un sistema de cuota es absolutamente necesario. «Es algo que se entiende como normal en otros ámbitos en los que nos es suficiente la presencia de la mujer. ¿Por qué no aquí?».
Tanto Piedad como la subcomisaria Elena, creen que lo fundamental es demostrar a las jóvenes que buscan una profesión que ser ertzaina tiene futuro y «que no es sólo patrullar», sino que se te abre un enorme abanico de probabilidades que van desde la investigación, la policía científica, la seguridad privada, la unidad de rescate, la atención a las víctimas de violencia de todo tipo y también de violencia doméstica.
«Y además, ser patrullera no es pelearse con nadie porque la mayoría son asistenciales. El trabajo de patrullera es reconfortante» por el contacto con la gente, dice la subcomisaria Elena. «Hay que quitarle épica». «La gente dice: 'qué valiente hay que ser para ser ertzaina. ¡Y para ser cajera de supermercado en según que sitios!», replica.
Lo cierto es que Elena Camiruaga, recién llegada a la profesión también reconoce que el mayor problema para que las mujeres se quieran sumar a las filas de la Policía Autónoma es la falta de información. «La gente no sabe el abanico que se te abre de posibilidades. Creen que te vas a estancar en patrullar y eso no es así. Además, con la cantidad de gente que se está jubilando, las que entramos ahora tenemos la posibilidad de conseguir cualquier cosa que nos queramos proponer». Y que no es sólo una cuestión de preparación física, sino que las dotes de comunicación y la empatía con la gente son esenciales para desarrollar bien este trabajo.
Y para los que creen que el trabajo con horario de turnos de mañana, tarde y noche. puede llegar a ser demasiado duro, Elena ya ha comprobado que no es ni mucho menos malo, y cuenta con una sonrisa que «de cada cinco semanas trabajas tres y libras dos». «Lo malo», dice «que los turnos de fin de semana son de 12 horas».
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