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La cabo primera del Destacamento de Tráfico en Lugo y mujer motorista de la Guardia Civil en Galicia explica las dificultades para conciliar la vida familiar con la profesional
31 de diciembre de 2015. Actualizado a las 09:00 h. 39
Parece que fue ayer y ya pasaron siete años desde que Mónica Revilla Celeiro (Bizkaia, 1979) ejerce en Lugo de Cabo Primero del Destacamento de Tráfico. Han pasado muchas cosas en este tiempo pero hay algo que no ha cambiado. Desde 2008 no hubo vacantes y continúa siendo una de las pocas mujeres motorista de la Guardia Civil en Galicia. «Nunca pensé en la moto. Se originó la vacante, tenía el carné y fue un intento de acercarme a mi casa, a Galicia».
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Cuando nació Mónica su padre se mostraba orgulloso, entre otras cosas porque creyó que una niña acabaría con la saga de guardias civiles de la familia. «Niña, bueno, por lo menos no se mete en la Guardia Civil». Esta fue una de las primeras frases que pronunció su progenitor tras conocer el sexo de su hija. Convencido de que no ingresaría en el cuerpo vio como su dicho se frustraba dieciocho años después. «Papá, voy para el colegio de Guardias Jóvenes, sí o sí». Nada más aprobar la selectividad, gracias al empeño de su madre, Mónica decidió seguir la línea de su padre y abuelo, ambos guardias civiles. El empecinamiento de su padre, que quería que estudiase una carrera, y el mucho discutir sobre su futuro, no le sirvió de nada a este agente que al final acabó coincidiendo con su hija de uniforme verde. Él en núcleo servicios y ella en Tráfico.
Hija de un burgalés y de una gallega, Mónica se siente de Galicia. Con tan solo un año llegó a la provincia lucense. Tras vivir en O Vicedo y Rábade, por destino de su padre, se instaló en el cuartel de Lugo, actual lugar de trabajo y donde conoció al amor de su vida, otro agente, y padre de sus hijos. Daniela, una niña de dos años y Joel, un niño de uno, a quienes les dedica todo su tiempo libre. «Gracias a la dedicación y a la entrega de mi marido en casa, el día a día es mucho más fácil».
Trayectoria profesional
Tras ingresar en la Academia de Valdemoro salió destinada a Santa María del Campo, Burgos. Tras un año y medio de eventual, pasó al núcleo de servicios de Burgos. Estuvo hasta 2003 y de ahí a Durango. Aprovechó su estancia en el País Vasco -de 2003 a 2008- para hacer su ascenso a Cabo y el curso de Tráfico. En 2008 fue destinada a Lugo.
Mónica Revilla dice encontrarse muy a gusto en su trabajo a pesar de convivir casi siempre con todo hombres. «Es un destacamento muy joven, sabemos que conviviremos muchos años y el día a día es muy llevadero». Con respecto a coger la moto explica que no influye ser hombre o mujer, lo que condiciona es la altura. «Hay que pensar donde se deja para que no caiga puesto que pesa más de 300 kilos; pero le pesa a todo el mundo, no solo a una mujer. En mi caso, que soy de estatura media, sí que conlleva dificultades pero es prever las circunstancias y tener anticipación. Una vez que me subo a la moto no hay problema, me encuentro muy a gusto. Hago servicio de manera normal y corriente. El hecho de ser mujer y andar en moto no debería ser novedad», explica.
Preguntada sobre si prefiere moto o coche dice que depende de las circunstancias, del tiempo, del cansancio... «Un servicio en moto es muy bonito por el paisaje y porque disfrutas de la carretera pero es muy cansado».
Conciliar trabajo y familia
Mónica Revilla manifiesta que en la Guardia Civil hay que elegir entre vida personal y profesional. «Son dos líneas que no son paralelas. Son lo contrario, nunca se juntan. Si decides ascender y tener gran éxito tienes que cambiar de destino y ahora esto es imposible con la familia», dice la agente, quien defiende que la vida profesional acaba cuando empieza la familiar. Debido a sus circunstancias familiares preferiría realizar labores burocráticos porque supone un horario fijo y las tardes y los fines de semana libres. «Así podría estar más tiempo con mis hijos. Ahora, mi marido y yo pedimos no coincidir en el trabajo para echar mano de la familia».
Mejores momentos
La labor de Mónica consiste en la vigilancia de las carreteras y velar por la seguridad de los conductores. Se engloban en esta parcela los controles rutinarios, accidentes, auxilios en carretera, transportes especiales.
Confiesa que lo que más le repatea es la mala educación. «Tú intentas ser lo más educada posible. Hay gente que paras para hacer la prueba de alcoholemia y bien pero hay quien te pone mala cara». Explica que los mejores momentos en su trabajo se producen cuando ayuda a la gente. «Cuando haces bien tu trabajo, los ciudadanos te lo agradecen. Eso se ve en los accidentes de circulación. La gente está nerviosa, le ayudas y ese momento es el más agradecido. Que te vean y digan, ¡por fin han llegado!».
En el caso de la asistencia ante un accidente expone que «cuando estoy trabajando tienes que ser otra persona porque no te puedes influenciar por las circunstancias. ¡Entonces no vivirías! Si te derrumbas esto no tiene sentido. Hay que ser otra persona y adaptarse a las circunstancias. Hacer de tripas corazón como cualquier humano», asegura.
Mónica Revilla afirma que en lo que se refiere al trabajo de la Guardia Civil no diferenciaría entre hombre y mujer porque todos son personas. «En el fondo tu trabajo lo tienes que asumir y tener tiempo de reacción. Sacar adelante el accidente», concluye.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/lu ... 1C8991.htm