Un grupo de guardias civiles, militares y civiles intentaba llegar a la frontera francesa para pasarse al bando nacional cuando algunos milicianos les tendieron una emboscada
n grupo de milicianos tendieron una emboscada al paso, por Castellfullit de la Roca, del vehículo que conducía el guardia civil Manuel Molina Rodríguez, transportando un grupo de guardias civiles procedentes del acuartelamiento de Ausias March, en Barcelona. Junto con otros civiles y militares intentaban llegar a la frontera francesa, para pasarse al bando nacional, en una acción combinada y concentrada con otros grupos de guardias civiles de la comandancia de Gerona. El guardia civil Francisco Soriano Espinosa conducía otro vehículo con el mismo propósito y destino. Recibió un disparo que lo dejó malherido. Lo llevaron a una farmacia de Castellfullit de la Roca donde falleció. Los hechos fueron estos…
«Desde los primeros días, en unión de otros compañeros oficiales y guardias de su misma significación, estuvo preparando su evasión de la zona roja con el propósito de pasarse a la España Nacional, hasta que el quince de febrero de 1937, después de muchas gestiones y preparativos en los que llevó al parecer parte destacada el Sargento Arean, salió una expedición de esta ciudad, compuesto de unos cuarenta entre oficiales, clases y números de la Guardia Civil en dos coches y una camioneta, en dirección a la frontera francesa pasando por Olot, en donde recogieron a otros guardias y paisanos, siguiendo hasta Castellfullit de la Roca, a la entrada de cuya población se había construido dos barricadas con el propósito de detener la expedición, pues habían recibido los elementos rojos del pueblo noticias del paso de la misma desde Olot a donde se había denunciado el hecho desde Barcelona.
A la llegada de los coches, hacia las once de la noche, solamente uno de los turismos y la camioneta, pues el otro se ignora el camino que siguió, fueron tiroteados cayendo heridos en primer lugar los conductores de ambos vehículos y originándose una refriega, dispersándose los componentes de la expedición por distintos caminos yendo Vicente Rodríguez a parar en unión del alférez José Carbonell Faura, que iba herido, a una masía –Can Muscarolas de Montagut– con ánimo de curar a este provisionalmente y continuar la fuga, pero fueron denunciados primero al comité de Besalú y luego al de Castellfullit, saliendo de dicho pueblo una partida de gente armada que los localizó en dicha masía, haciéndoles frente Vicente Rodríguez, aunque infructuosamente fue asesinado, junto con el Alférez Carbonell en la cocina de la repetida masía, y su cadáver, que presentaba heridas de arma de fuego en la cabeza, enterrado en el cementerio del citado pueblo de Castellfullit de la Roca en unión del Alférez Carbonell y de otros dos guardias, asimismo asesinados llamados Manuel Molina y Francisco Soriano».
A Manuel Molina Ramírez, lo mataron en «curva Puente de Castellfullit, en carretera de Olot-Gerona». A Francisco Soriano Espinosa lo asesinaron en «carretera Gerona-Olot. Ramal a la de Montagut».
Los guardias civiles asesinados en Montagut-Oix, Olot, Sant Julià de Ramis y Tortellá, habían sido encuadrados en la Guardia Nacional Republicana, que fue el nombre con el que se denominó en la zona republicana a la Guardia Civil. Estos guardias civiles iban a ser enviados al frente por decisión de las autoridades republicanas de Cataluña, como castigo por no simpatizar con la causa republicana o por la venganza de los anarquistas. Al verse descubiertos huyeron a pie para conseguir cruzar la frontera. En ese momento se inició una persecución de los anarquistas y milicianos a la caza de los guardias civiles. La mitad de ellos fueron ejecutados al ser descubiertos.
Algunos fueron asesinados en Oliveda de Ayma, después de ser descubiertos por el comité revolucionario de Tortellá. Otros, después de ser apresados en la finca Les Planes, cerca de la frontera francesa, fueron asesinados por los mismos milicianos en una verneda de la carretera de Sadernes, a 4 km de Tortellá. El resto de los ajusticiados en Tortellá fueron llevados al Ayuntamiento antes de ser asesinados. Los milicianos de Massanet asesinaron a dos guardias civiles en el Manso de la Gabarra y en el Castillo de Recasens. Los miembros del comité revolucionario de Castellfullit de la Roca asesinaron a varios en el Manso Corominas de Montagut.
Desconocemos lo que ocurrió con el otro coche que iban en la caravana emboscada en Castellfullit de la Roca. Hemos de suponer que, al cambiar de ruta, consiguieron su propósito y cruzaron la frontera francesa, pero sólo es una suposición. De ser así, de los 40 guardias civiles sólo 17 consiguieron su propósito.
Los que no fueron asesinados en el lugar donde los descubrieron fueron llevados a Sant Julià de Ramis y más tarde trasladados a Gerona. Ahí se organizó un Tribunal Espacial de Guerra que, en juicio sumarísimo, los sentenció a muerte. El juicio tuvo lugar en el Palacio de Justicia de Gerona. De ahí volvieron a trasladarlos a Sant Julià de Ramis.
Las personas sospechosas de participar en estos crímenes de Tortellá, según la Causa General, eran Jaime Molas Alsina (huido a Francia); Pedro Guinó Ayats (ejecutado); Amadeo Pratabera Puntí (huido a Francia); Ignacio Planas Reirado (huido a Francia); Ángel Blanch (ejecutado); Fernando Bach-Estela Munt (huido a Francia); Juan Junia Busquets (huido a Francia); Miguel Vergés (ejecutado); Juan Pujol Oliveras (huido a Francia); Juan Genis Triadú (huido a Francia); Pascual Badosa Bosch (huido a Francia); Narciso Peña Sabaté (fallecido.
Mientras que las personas sospechosas de participar en los crímenes de Castellfullit de la Roca eran Jaime Albí Expósito (extranjero), Julián Basagañas Figueras (fallecido), Juan Badosa Basagañas (fallecido); Daniel Servosa Teixidó (fallecido); Gabriel Villega Garrido (Fallecido); José Casas Viñolas (fallecido); Rosendo Viñas Plana (extranjero); José Siqués Rodeja extranjero), Primo Casadevall Fábrega (extranjero), Miguel Argelés Homs (extranjero); Juan Villegas Garrido (extranjero), Ramón Planas Guitart (fallecido); Jaime Gelis Bartina (fallecido); Simón Vila Corominas (extranjero).
Aparte de los guardias civiles, también viajaban en esos coches militares, un sacerdote y paisanos. Francisco Asencio Ponceliz. Capitán de Infantería y de la Guardia Nacional Republicana; Francisco Jou Parés, Alférez de Infantería; Esteban Jou Parés, sacerdote en Bordils; Luis Adroher Sierra, dependiente en Gerona; y Joaquín Llobet Llabarri, estudiante de Gerona.
https://www.eldebate.com/historia/20220 ... tella.html
un@ entre más escribió:Hallan en Valladolid a Salvador Lapuente, el guardiacivil republicano de Alonsotegi fusilado en 1938
Junto a sus restos ha aparecido la botonadura del uniforme, con el escudo sin corona del cuerpo, y está documentado el consejo de guerra en el que fue delatado por sus compañeros profranquistas
Se llamaba Salvador Lapuente Arbeo y cuando estalló la Guerra Civil contaba apenas 22 años. Era agente de la Guardia Civil de la Comandancia de Bizkaia y estuvo destinado, entre otros, en el cuartel de Alonsotegi, una localidad entonces dentro del término municipal de Barakaldo y ahora independiente. Tenía relación también con el puesto de Zorroza, no lejos de allí pero dentro del municipio de Bilbao. Sus ideas eran firmemente republicanas y, como otros agentes gubernamentales de la provincia, se opuso al golpe de Estado de Francisco Franco en el verano de 1936. En agosto ya estaba en el frente, en Usurbil. Tras caer herido en la zona de Larrabetzua, que formaba parte de la defensa conocida como Cinturón de Hierro, fue apresado por los sublevados el 13 de junio de 1937, primer día de la batalla de Bilbao, que caería seis días después a manos de las tropas franquistas, auxiliadas por los nazis alemanes y los italianos fascistas. Trasladado a Valladolid porque las tropas conquistadoras eran las de la VII Región Militar, fue sometido a un consejo de guerra en el que otros compañeros le delataron como “rojo”. El tribunal lo condenó a muerte y fue fusilado el 9 de mayo de 1938. Ahora, 84 años después, sus restos han sido localizados en el cementerio vallisoletano de El Carmen.
Su historia la ha hecho pública Julio del Olmo, que es el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid y coordina desde hace años las labores de exhumación de víctimas de la represión franquista en el camposanto de la capital castellana. Han sido cientos los cuerpos identificados en los años que lleva de trabajo -“250”, estima- y, por su análisis documental previo, esperaba ya encontrarse con Salvador. Son las fosas “cinco, seis y siete” en las que están actuando ahora mismo, detalla. Se trata de tres lugares de enterramiento en un espacio de “19 metros de largo por 2,40 metros de ancho”. Ahí fueron depositados cadáveres de personas fusiladas tras juicios sumarísimos en un orden muy concreto. “Sabíamos que podía aparecer un guardiacivil”, indica Del Olmo por teléfono desde las propias tareas de exhumación.
Para la identificación preliminar ha sido determinante que hayan aparecido elementos de su uniforme en perfecto estado. “Es el uniforme de la Guardia Civil de la República. Lleva toda la botonadura de su guerrera, las insignias y los botones de la bocamanga perfectamente conservados”, describe Del Olmo, que destaca el detalle de que en el escudo del cuerpo no hay corona alguna, aunque matiza que en uniformes más modernos se cambió la de la casa de Borbón por otra “de castillo y republicana” que se usó en monedas y otros símbolos.
La historia del agente Lapuente está incompleta, ya que las mejores pruebas documentales son las resoluciones judiciales de parte en su contra. Lo único oficial e indubitado es un boletín de 1934 que explicaba que estaba soltero y que tenía el grado de cabo. Uno de los testigos del consejo de guerra, el guardia Saturnino Córdoba Nájera, explicó que coincidieron un año en el puesto de Alonsotegi, ya desaparecido. Este agente, que en 1937 estaba ya destinado en Olmedo, lo calificó de “irreligioso” y de “enemigo de las ideas de orden”. Cuando se produjo el golpe de Estado -explicó ante el tribunal- se fue “voluntario al frente”. Le vio pasar por la casa-cuartel baracaldesa “con divisas de sargento de milicias”, “ostentando los emblemas comunistas”. Un auto del 9 de diciembre de 1937 explica que fue apresado en la retirada de los batallones gubernamentales ante el avance de los sublevados. Había quedado herido y se había refugiado en unos caseríos en la zona de Larrabetzu. En la sentencia, consta que el joven guardia fue condenado a “pena de muerte” por haberse “distinguido” por sus ideas “izquierdistas, más bien comunistas” y por haberse sumado “desde el primer momento” a los “rebeldes”, esto es, por haberse mantenido leal a la II República. Se le acusa incluso de hacer listados para “dar muerte a personas de orden del pueblo de Zorroza” aunque se admite que no hay pruebas de que se llevaran a efecto tales hechos.
“Como la mayoría de la Guardia Civil, se mantuvo fiel al orden establecido. Luchó defendiendo la legalidad. Los documentos de estos juicios hay que cogerlos con pinzas”, explica Del Olmo sobre la documentación judicial en relación a la figura de Lapuente. ¿Y por qué se le permitió meses después de su detención y en una de las ciudades más profranquistas como Valladolid no solamente vestir el uniforme sino, incluso, uno con símbolos republicanos? “Aunque fuera 'traidor' y 'rebelde' para ellos, los militares tienen sus códigos. El uniformes es algo serio. Ser fusilado con el uniforme es un derecho que tienen los militares, algo común”, indica Del Olmo, aunque pide “cautela” ante la información porque siempre “hay cosas que se pueden escapar” después de tantos años.
Lapuente no fue ni mucho menos el único agente de la Guardia Civil leal a la democracia en 1936. El caso más señero es el de un alavés llamado Juan Ibarrola, de alta graduación y que encabezó una de las dos columnas del Ejército de Euzkadi -erróneamente simplificado como un cuerpo exclusivo de 'gudaris' o combatientes nacionalistas- en la que fue su única y fallida ofensiva contra el bando franquista, la conocida como batalla de Villarreal. Al mando de la segunda columna estuvo el teniente coronel del Cuerpo de Carabineros de la República, Juan Cueto, también alavés y nacido en la propia Legutio (denominación actual de Villarreal de Álava), a la luz de las investigaciones de Josu Aguirregabiria. Según Michael Alpert, Ibarrola siguió combatiendo con las fuerzas gubernamentales tras la caída de todo el territorio vasco y acabó en un campo de concentración. Fue condenado a muerte aunque le conmutaron la pena. Murió en su Llodio natal en 1976, pocos meses después de fallecido Franco.
Y -explica Del Olmo- los restos de Lapuente no serán los únicos de origen vasco en Valladolid. Según sus datos, en las próximas exhumaciones deberían aparecer los del teniente Ángel Egaña Mendibil, un 'gudari'. En su caso, fue asesinado un mes después de que el guardiacivil, a principios de junio de 1938. El fusilamiento estuvo basado en una condena por haber matado a bastonazos a un capitán de los requetés carlistas, aliados de Francisco Franco en la contienda. Egaña nació en 1914 en Arrankudiaga y, tras la caída de Bilbao, se desplazó también a Santoña. Allí fue detenido y enviado a Valladolid. A principios de 2020, ya fue homenajeado con otras 2.650 personas represaliadas en la Guerra Civil en El Carmen y en el acto participó una delegación de su pueblo natal.
https://www.eldiario.es/euskadi/hallan- ... 93562.html
un@ entre más escribió:"Emprendió veloz carrera...": así liquidó la Guardia Civil al Maquis en la guerra sucia del 42
El régimen franquista dio por terminada la guerra el 1 de abril de 1939, pero se recrudeció entre 1942 y 1952 bajo el secretismo, las torturas y los asesinatos, aplicando la Ley de Fugas
"Tras el interrogatorio, confesó que conocía el paradero de algunos sujetos que en el norte se hallaban refugiados (...) al dirigirse a los citados montes en unión del detenido convenientemente esposado, al llegar al alto de la carretera nueva de Arteijo y monte de Teijeira, sobre las 4 horas de la madrugada de hoy, el individuo en cuestión emprendió veloz carrera, dándose a la fuga, sin que se contuviese a pesar de las voces de alto dadas por la fuerza, que salió en su persecución, teniendo esta que hacer nuevamente fuego, cayendo el perseguido muerto a unos doscientos metros". El informe de la Guardia Civil que recoge Arnau Fernández Pasalodos en 'La Ley de Fugas durante la lucha antiguerrillera en España (1936-1952', ejemplifica la actuación de la benemérita en la lucha contra el maquis: resulta que se les fugaban siempre todos después de detenidos y había que acribillarles. Se repiten a centenares, como explica el experto. Un 'modus operandi' para atajar a los guerrilleros que ciertamente cometían crímenes emboscados en los montes para subsistir y combatir al bando vencedor, el de Franco.
¿Quiénes eran esos guerrilleros? ¿Acaso bandoleros, como decía el régimen, desperdigados en zonas aún no del todo controladas? ¿O luchadores antifascistas? El 1 de abril, con el célebre parte del general Franco, se había dado por terminada la Guerra Civil y se decidió además que el "frente de la sierra", como lo denominaba Queipo de Llano, "había dejado de existir". Así lo explica el experto en el Maquis, Julián Chaves Palacios, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura y autor este año de 'Historia del Maquis'. ¿El frente de la sierra? ¿No estaba cautivo y desarmado el ejército Rojo? ¿No había acabado todo con la huida en barcos desde Castellón y Alicante?
Excombatientes huidos
La realidad es que, aunque totalmente derrotada, una masa aún importante de combatientes no se montaron en barcos hacia el exilio, sino que se subieron a los montes, especialmente en las últimas zonas en caer en manos del bando nacional, desde donde organizaron la guerrilla. El franquismo no quiso saber nada de ellos al principio, ignorando casi que pudiera existir algún problema y volcándose después, cuando sus acciones fueron brutales, en una guerra sin cuartel. Una guerra sucia antes de los años de plomo de ETA, con la que hay bastantes coincidencias por desagradables que parezcan. El Maquis, la última resistencia de la guerrilla republicana primero, directamente comunista después, a partir de 1944, dio guerra hasta 1952. La Guardia Civil, que fue quién lucho arduamente contra la guerrilla antifranquista, se los quitó de encima aplicando un método y una consigna muy concretos: disparar sin preguntar, evitar cualquier juicio y aplicar con triquiñuelas una ley de Fugas vigente desde el siglo anterior y que sirvió exactamente para exterminar la última resistencia contra Franco, según los prometedores estudios de Andreu Fernández, 'La Ley de Fugas durante la lucha antiguerrillera en España (1936-1952)'.
Un renovado interés por la Historia del Maquis, que el franquismo trató de ocultar siempre y que en años más recientes, en cambio, se ha desbordado entre la fantasía y el romanticismo, con decenas de cientos de novelas sobre sus guerrilleros y andanzas en las sierras y montes de media España, una visión que en la primera época de esas publicaciones de los años 50 y 60 recurrían al bandolerismo y el romanticismo que se ajustaban en algún caso, pero que distorsionó también en ocasiones la realidad de una lucha a cara de perro en la que el régimen franquista echó toda la carne en el asador. Según Chaves, esas ediciones basadas en el bandolerismo de los años 50 beneficiaban al régimen que desmontaba así el componente de lucha política, de resistencia tras la Guerra Civil. Sus historias nunca dejaron de excitar las mentes de escritores y periodistas que siguen ahondando en sus vidas, como la reciente 'Cuento del Norte' de Alfonso J. Ussía, sobre Juan Fernández Ayala, 'Juanin', legendario líder de los maquis de Cantabria. Una colección de biografías porque los personajes de esas bandas del Maquis han interesado siempre en España,
Dura Represión
La cuestión es que los partisanos españoles, al igual que en el resto, fueron distintos a sus camaradas europeos, por más que las guerrillas partisanas de la Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por los nazis sirvieran de vaga inspiración tanto para las agrupaciones reales como para su posterior representación en novelas. Terminada la Guerra Civil, la dura represión y las partidas de numerosas bolsas de guerrilleros que no se habían entregado facilitaron una lucha antifranquista que, sin embargo, en una primera y larga etapa de 1939 a 1944 no estuvo coordinada y respondía más fácilmente al mito que querían extender las autoridades franquistas: grupos de forajidos, bandoleros y fueras de la ley que amedrentaban al país y ponían en jaque a seguridad nacional con atracos, secuestros y asaltos de todo tipo.
En ese aspecto, tal y como señala el escritor e historiador Enrique Moradiellos, es cierto que sus actos produjeron 953 asesinatos, 5.963 atracos, 8.269 actos delictivos… Todo ello en lo que el régimen consideró una lucha antipartisana en un ambiente "de total reserva y secreto informativo por orden gubernativa". Por otra parte, el carácter fugitivo de los españoles les mantuvo siempre, aún después de organizados en guerrillas en 1944-1945, en un tipo de guerrilla a la defensiva.
Pocas veces tuvieron actividad verdaderamente ofensiva, lo cual era imposible ante un régimen totalitario y policial fuertemente atrincherado en su victoria. Casi nunca provocaban los "encuentros", sino que los esquivaban. No fue, por tanto, una guerrilla convencional, sino muy peculiar y muy condicionada por "la maquinaria represiva del régimen", —F. Moreno Gómez, 'Huidos, maquis guerrilla: una década de rebeldía contra la dictadura'—. Todos los autores coinciden en determinar dos momentos del Maquis y la lucha antifranquista en los montes.
Invasión del Valle de Arán
El primero, que iría desde el mismo fin de la guerra y hasta 1944, y el segundo entre esa fecha y lo que se considera como el último coletazo, que sería en el año 1952. ¿Por qué esa frontera en 1944? Debido a que en ese momento se produce la operación álgida del movimiento Maquis, cuando aprovechando el desembarco en Normandía y los avances aliados en la Segunda Guerra Mundial, la milicia comunista en el exilio organiza con 5.0000 guerrilleros la invasión del Valle de Arán, un enfrentamiento que, aunque se salda con una gran derrota frente a las tropas de Franco, sirve para aglutinar a las diferentes agrupaciones que actuaban en los montes de Galicia, Cantabria, León, Toledo, Extremadura... y dotarlas de una organización con objetivos comunes y dentro de una estratega y de una propaganda política —Julián Chaves Palacios—, lo que desterraría definitivamente esa visión de malhechores y bandoleros que quería transmitir en todo caso el franquismo.
Hay, sin embargo, otra división, que propone Andreu Fernández Pasalodos, para explicar el proceso de liquidación del Maquis: la aplicación generalizada de la Ley de Fugas a partir de 1942 como método para acabar con los guerrilleros. "Desde el verano de 1936 y durante los 15 años posteriores, los miembros de la Guardia Civil se encargaron de redactar centenares de informes repitiendo incesantemente esa fórmula: 'emprendieron veloz carrera'".
Presión extranjera
Esta construcción gramatical camuflaba siempre el asesinato de partisanos o civiles mediante el subterfugio de la Ley de Fugas. ¿Subterfugio? Si el estado permitió su aplicación en el periodo de 1936 a 1944, lo que ocurrió a partir de esa fecha es que directamente ordenó su aplicación, dentro de ese esquema de liquidar al Maquis con el menor ruido posible. Incluso los tribunales militares y los juicios sumarísimos, por rápidos que fueran, eran más visibles, tal y como acabó llegando a las embajadas y prensa extranjera, que era justo lo que se quería evitar. La política franquista que siguieron su ministro de la Guerra, entonces Enrique Varela, y el jefe de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega, fue la de la aplicación fraudulenta de esta Ley de Fugas, por la cual prácticamente todos los guerrilleros que fresaban emprendían una supuesta fuga por lo que acaban muertos con varios disparos. Para entonces, con la Segunda Guerra Mundial ya finalizada a partir de 1945 y cuando se había ya disipado la posibilidad de intervenir en España, se siguió además una política, más que de persecución, de acoso en las poblaciones cercanas y con los familiares y detenidos. Es decir, el hostigamiento de los colaboradores necesarios de los Maquis, como mujeres e hijos, para obtener la información sobre el paradero de la guerrilla. La crueldad también la ejercieron los maquis con secuestros y ejecuciones varias que serían tristemente el modelo de los terroristas de ETA ya en los 70. Al final, la guerrilla antifranquista del Maquis español fue liquidada por completo en 1952, tras una ardua lucha en la que murieron 2.173 guerrilleros frente a los 257 efectivos de la Guardia Civil.
https://www.elconfidencial.com/cultura/ ... a_3408190/
un@ entre más escribió:Mitos desmontados de la Guerra Civil: los planes para disolver la Guardia Civil por ser leal a la II República
Más de la mitad de la plantilla de 33.500 hombres permaneció fiel a la República durante la Guerra Civil, a pesar de las críticas que esta unidad policial había recibido en los años previos
«Ha ocurrido algo que os tengo que comentar –informa con solemnidad el cabo Gutiérrez en la película ‘Amanece, que no es poco’ (1989)–: la Guardia Civil ha perdido las elecciones. Las ha ganado la Secreta». El pueblo reunido responde con un pitido general a este anuncio. «Ahora sí –continúa el personaje de ficción–, la Secreta somos nosotros mismos. Menos…, menos Fermín. El guardia Fermín queda fuera de las fuerzas del orden público. En cualquier caso, yo pido un aplauso muy grande para el guardia Fermín».
La escena ilustra, en clave de humor y para alivio de los Fermines del mundo real, justamente lo contrario que es la Guardia Civil, que no se presenta a las elecciones ni hace política, aunque no pueda evitar que otros la hayan hecho a su costa a lo largo de sus casi dos siglos de historia.
Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada, fundó en 1844 la Guardia Civil con la idea de que fuera inmune a las veleidades políticas y perviviera a largo plazo como una institución leal al Estado. El problema es que ser leal al Estado en los turbulentos siglos XIX y XX significó moverse por arenas movedizas y enemistarse con todos los actores políticos tarde o temprano. Tras el alzamiento de O’Donnell en 1854 (la Vicalvarada), hubo voces que pidieron la disolución de la Guardia Civil por haber permanecido leal al gobierno legalmente establecido. Fue la primera de muchas peticiones similares...
Divida en dos
Especialmente problemático fue el periodo de la Segunda República, donde algunos elementos progresistas identificaron a la Benemérita como una fuerza conservadora dedicada a disolver manifestaciones por gusto. En realidad, dedicada a cumplir órdenes. Tras los sucesos de Castilblanco y los de Arnedo, se desencadenó un debate político sobre la extrema dureza de la Guardia Civil apagando manifestación públicas, lo que finalizó con el cese del general Sanjurjo como director general del cuerpo y su sustitución por el general Cabanellas el 3 de julio de 1932.
No ayudó a mejorar la imagen pública del cuerpo que en agosto de 1932 Sanjurjo, a modo de venganza, se alzara contra el gobierno con el apoyo de ciertas unidades del Ejército y de la Guardia Civil. La conocida como Sanjurjada provocó que la Dirección General de la Guardia Civil, dependiente del Ministerio de la Guerra, se transformara en Inspección General para pasar a depender del Ministerio de Gobernación. No obstante, los sucesivos gobiernos terminaron comprendiendo que no había otra alternativa que emplear a la Guardia Civil para el mantenimiento del orden y la legalidad, como ocurrió con los sucesos del pueblo de Casas Viejas (Cádiz), donde los anarquistas atacaron el cuartel de la Guardia Civil hiriendo de muerte al sargento y a uno de los agentes, y durante los sucesos revolucionarios de Asturias, que dejaron 98 casas cuartel destruidas y más de 100 muertos.
El prestigio de la Guardia Civil salió así reforzado a nivel institucional, mereciendo el reconocimiento del Gobierno, que le concedió al Instituto la Corbata de la Orden de la República el 12 de febrero de 1935 «para premiar como recompensa colectiva los innumerables actos de heroísmo llevados a cabo por el personal del mismo y los relevantes servicios de carácter cívico y humanitario que ha rendido a España y a la República en el cumplimiento de sus deberes». Para algunos sectores radicales de la población, sin embargo, su papel en Asturias solo aumentó su odio hacia este enemigo tan recurrente.
Pese a los prejuicios, el golpe de Estado de julio de 1936 fracturó el cuerpo en dos partes, como la propia España. Más de la mitad de la plantilla de 33.500 hombres permaneció fiel a la República durante la Guerra Civil. Como explica la web del Ministerio de Interior dedicada a la Benemérita, «se trataba de profesionales, conocedores del terreno y desplegados por todo el territorio nacional. Por ello la Guardia Civil fue decisiva en el desarrollo de los acontecimientos iniciales, pudiendo afirmarse que prácticamente la sublevación triunfó donde se sumó la Guardia Civil y fracasó donde ésta permaneció fiel a la República».
Las cicatrices de la guerra
El inspector general de la Guardia Civil, el general Pozas Perea, se mantuvo fiel al gobierno de la República e impartió instrucciones a toda la plantilla para que sus hombres hicieran lo mismo. Así lo procuraron, por ejemplo, el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona, lo que les costaría tras la guerra ser condenados a muerte. La Guardia Civil en Asturias, por su parte, permaneció fiel a la República, a excepción de la capital. Mientras que, en Andalucía, solo durante los tres primeros meses de la guerra perdieron la vida 712 guardias civiles defendiendo sus cuarteles de Sevilla, Granada y Córdoba.
El recuento final de bajas del cuerpo en ambos bandos dejó 2.714 muertos y 4.117 heridos, lo que supuso el 20% de sus efectivos iniciales. El Instituto continuó existiendo como tal en el bando nacional, mientras que en el republicano se reorganizó en un principio como Guardia Nacional Republicana y más tarde, en diciembre de 1936, como Cuerpo de Seguridad y Asalto unificando todos los cuerpos de carácter policial.
La división en dos de la Guardia Civil ocasionó que durante los primeros años del franquismo se la mirara con recelo por el bando ganador de la contienda, pues se la consideraba responsable del fracaso del golpe militar en las ciudades más importantes como Madrid, Barcelona y Valencia. Franco barajó incluso la posibilidad de disolver el cuerpo, pero al final se conformó con aumentar la vigilancia y la dependencia militar de la Benemérita. La creación de un Estado Mayor dentro de su estructura orgánica formado exclusivamente por oficiales del Ejército de Tierra se orientó en este sentido. Con el nuevo Reglamento Militar del 23 de julio de 1942, se integró a la Guardia Civil como un cuerpo del Ejército.
https://www.abc.es/historia/abci-mitos- ... ticia.html