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Carta para Nacho


Nunca te traté de tú, jamás, ni siquiera cuando dejaste el cargo de Jefe de la Policía Foral pude hacerlo.

Tratarte de usted no fue distanciarme o no tener tu confianza, no, siempre fue un profundo respeto a la persona y en definitiva a todo lo que representabas durante tu jefatura y tras ella.

Quizás fuese anticuado o tal vez demasiado formal, no puedo negarlo, pero en todo caso no pude retirarte un tratamiento que para mí fue una muestra de cariño, respeto y consideración. Y siendo como eres, porque no somos lo que fuimos en vida sino lo que dejamos tras nuestra muerte, nunca me pediste que te tratase de otro modo, por lo que percibí que agradecías esa muestra perenne de respeto.

Hoy quiero escribirte estas líneas rompiendo esa norma, no me preguntes porqué… quizás sea el dolor.

Nunca se hizo justicia a lo que supuso tu Jefatura, en la historia de la Policía Foral hay un antes y un después de ti, Nacho.

Tampoco te importó, lo sé, y por ello mismo quiero recordarte que somos aquello que dejamos tras nuestro paso.

Sin duda nadie es perfecto y mucho menos en una organización tan compleja como lo es la nuestra, la tuya.

Pero al margen de contentar a Tirios y Troyanos lo indudable es tu valentía y arrojo tomando el mando de una policía estancada en su propia historia y desarrollando sus funciones hasta lo que hoy conocemos.

Porque lo hiciste a pesar de políticos de medio pelo que cometieron el error de encomendarte una misión que llevaste hasta sus últimas consecuencias.

Y tuviste el honor, la hombría, el valor, el arrojo… de no ser cómplice de toda la ignominia que empezaba a despuntar cuando esos mismos políticos, de medio pelo, constataron que la Policía Foral podía, quería y hacía todo aquello que otras policías autonómicas llevaban haciendo años con el apoyo de sus respectivos parlamentos.

Y dijiste basta, sin hacer ruido, con la sencillez que siempre te acompañó abandonaste tu casa, la Policía Foral, por la puerta pequeña y con esa sonrisa que siempre alumbró tu rostro. Una lección de dignidad, de lealtad.

Y pasaron los años, y por desgracia has sido testigo de cómo todo aquello por lo que luchaste con sacrificios personales a diario, África lo sabe bien, está siendo desguazado y pisoteado.

Pero sé que nadie ni nada podrá cambiar tu trabajo, y aquellos que participamos contigo lo sabemos bien; podrán incluso borrar tu nombre de los anales de la Policía Foral pero nunca podrán borrar la huella profesional y humana que dejaste tras tu paso.

Hoy, cada uno en su destino, tenemos una perspectiva única, un tesoro aquilatado por la grandeza de haber servido a tus órdenes.

No es un recuerdo Nacho, es la certeza de haber cumplido una misión, la certeza del deber cumplido…

Jefe, siempre serás mucho más que un recuerdo; representas valores denostados y que puede no estén en boga hoy en día.

Representas el esfuerzo, el compromiso, la lealtad y ante todo la dignidad…

Has sido consecuente… y el mejor ser humano que jamás haya conocido.

La Policía Foral te debe mucho y yo te sigo debiendo un respeto profundo y una admiración inmensa.



Tu sargento