Uno lee la noticia así: «
anciana gallega desahuciada por impago de un mes», «
bombero que, comisionado, se niega a cortar cadena de puerta» y ya, tocado en la fibra sensible se pone de parte de ella y de él: la desvalida y el héroe. Clama al cielo que se eche a una anciana por ciento y pico de euros. Pero ¿realmente las cosas son así como nos las cuentan? Este no es un caso de impago de hipoteca y de banco que embarga, sino uno de renta antigua: «Nefasta herencia franquista que, en más de 30 años, no han sabido o no han querido atajar». Esa mujer ha disfrutado de un alquiler de renta antigua y protegida durante casi toda su vida. Un solo mes que no paga y ¿es desahuciada por un único recibo? Supongamos que es así, que por un recibo (la noticia no aclara, ni me temo lo hará nunca, si es retraso o impago) en este país desahucien a alguien (a mí en 20 años nunca me pasó eso, no lo vi, ni tuve noticia, pero todo puede ser y cosas más raras se han visto) y que los dueños del piso, los malvados en esta película, han iniciado el procedimiento judicial para echar a la anciana y así recuperar lo que es suyo después de toda una vida. Una vida enterita donde, suponemos, habrán palmado más dinero en impuestos varios que beneficios han sacado por el arrendamiento. Que la justicia nefasta herencia del franquismo y demás amparan este tipo de perversiones embargadoras y justicieras. Vale.
La abuela recibe el apoyo de Stop Desahucios. Y empieza lo bueno, son como el 7º de caballería. Una vez convocados no cejan en el empeño e impiden por las bravas. Llegados a este punto a la buena señora le ofrecen dos (sí, dos) viviendas de alquiler social y ella, o quien la aconseja, las rechaza porque «no están en su barrio». Acabáramos, lo que pretenden encima de embargada es su exclusión social. Más demagogia. A cualquiera de los muchos que han echado a la calle en estos años, con una oportunidad así les bastaría, pero a STOP DESAHUCIOS no. Eso es empate y ellos únicamente ganan. Da igual que no tenga ascensor y no pueda salir: es su barrio. Se plantan delante de la casa el día de autos, encadenando la puerta de entrada y gritando: «No son desahucios, son asesinatos». ¿No huele a demagogia la equiparación desahucio/asesinato? Da igual. Para la mayoría de gente es un eslogan cojonudo. Automáticamente y como premio a su demagogia, aparecen en todos los medios de comunicación gallegos y algunos nacionales. Hasta el defensor del pueblo gallego se mete en el asunto. Y entonces aparece el bombero. Ellos normalmente sofocan los fuegos, pero en esta ocasión avivan las llamas. Con un par se niega a cortar la cadena que han puesto en la puerta los activistas, exhibe un cartelito de STOP DESAHUCIOS (la marca de la casa) y se va por donde ha venido, que alguno dirá que venir para nada era tontería, pero bueno, tuvo su momento de gloria en este film.
Y ya está. Tienen que llamar a los malos de verdad para completar el desahucio porque con la bonhomía y la objeción de conciencia de los bomberos no se podía: la policía. Esa sin cabeza ni corazón. Y ni así. Que se aplaza, que otro día morena mía. Nada más le falta la banda sonora. Servida la polémica, y contad pues si el guión no es en verdad bonito. FIN.
Medias verdades y mentiras completas hacen buenos guiones siempre. Hace poco, en los Goya, una señora actriz también contó una película de hospitales, enfermos moribundos y recortes y escaseces donde, cuidado, faltaban agua y mantas. Y hubo quienes se la tragaron.
Películas.
Un desahucio, un embargo, un lanzamiento, son, claro, historias de dramas que afectan a demasiada gente, constituyendo por el número una descomunal tragedia, y se pudo en tiempo y forma haber legislado para evitarlo o atenuarlo en la medida de lo posible. Estaba cantado desde hace cuatro años o más que iba a ocurrir ese efecto en cadena y masivo. Tiempo tuvieron, formas no. Ni ganas. No se oyó a ninguna señora actriz, entonces, hablar de ello en los Goya. Ni a nadie de STOP DESAHUCIOS armándola en la tribuna de invitados. Nada. En las pantallas exhibían otras películas de otro género.