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Matan de dos tiros en la cabeza a un vigilante de seguridad en su piso del barrio del Cabanyal
Javier G. R., un joven de 27 años, fue asesinado a tiros en la tarde del miércoles en el interior de su vivienda, sita en el número 1 de la plaza Virgen de Vallivana, en Valencia. Por el momento, los investigadores no descartan ninguna hipótesis sobre el móvil del crimen, aunque barajan la posibilidad de que éste se deba a una venganza por una supuesta deuda, tal como apuntaron fuentes de toda solvencia.
El cadáver de Javier, quien según sus vecinos «era un chico alto, guapo, musculoso y muy deportista, que trabajaba de noche como vigilante», fue descubierto al filo de la medianoche del miércoles, cuando su madre pidió ayuda porque no podía contactar con su hijo. Al parecer, el joven había quedado a cenar con su novia y unos amigos, pero ni acudió a la cita ni respondió al teléfono, por lo que decidieron hablar con su madre por si ella sabía algo. Sin embargo, la mujer no tenía ni idea de qué le podía haber ocurrido y, al comprobar que no contestaba a las llamadas, avisó al 112. A las 23.45 horas, los bomberos accedieron al piso de Javier -situado en la cuarta planta- a través de una ventana. En la cocina, tendido boca abajo, hallaron el cuerpo sin vida del joven.
Un disparo en la nuca
La víctima tenía dos disparos en la cabeza -uno en un lado y otro en la parte posterior del cráneo- realizados con un arma de fuego de pequeño calibre. Al menos uno de ellos era mortal de necesidad, según fuentes conocedoras de los hechos. A falta del informe de la autopsia, la principal teoría con la que trabajaban anoche los investigadores era que el asesino hubiese disparado a Javier en la cabeza y que, una vez que éste cayó al suelo, lo hubiera rematado con un segundo tiro, esta vez en la nuca. Ninguno de los vecinos oyó nada: ni las detonaciones de los disparos, ni una posible discusión entre víctima y verdugo. Tan sólo los inquilinos del piso inferior al de Javier escucharon, «a eso de las ocho y media de la tarde, un golpe sordo en la casa de arriba, como si alguien se hubiese caído», relató Georges Rottier. Precisamente, a esa hora es a la que la policía sospecha que mataron al joven, puesto que cuando encontraron su cadáver el forense calculó que llevaba muerto unas cuatro horas.
Por otra parte, todo parece indicar que víctima y verdugo se conocían porque la puerta de la casa no había sido forzada. De hecho, la llave de Javier aún estaba puesta en la cerradura interior, aunque sin el pestillo echado, lo que indicaría que el joven abrió la puerta a su agresor sin sospechar siquiera lo que iba a ocurrir. Luego, éste se marchó tirando de la puerta tras de sí. En principio, no hubo ni discusión previa ni pelea entre ambos, ya que los investigadores no han hallado signos de lucha en el piso, lo que les lleva a pensar que, tal vez, el asesino entró con el único objetivo de acabar con Javier.
Aunque el piso de la víctima no estaba especialmente revuelto, los agentes no descartan que el agresor fuese buscando algo en concreto. De hecho, según una vecina, «hace unos meses un chico intentó robar en casa de Javier haciéndose pasar por el propietario del piso y llamando a un cerrajero para que le abriese la puerta cuando él no estaba». Sin embargo, agregó, «el ladrón no llegó a entrar porque alguien se dio cuenta de lo que pasaba y escapó». La policía investiga ahora este hecho por si pudiese tener relación con el crimen.
Javier G. R. trabajaba como vigilante en una empresa de Valencia. Fuentes de la firma aseguraron ayer que «nunca tuvimos ningún tipo de problema con él», al tiempo que rehusaron hacer más declaraciones al respecto. El joven también tenía, al parecer, un negocio de compra-venta de automóviles de lujo, algo que ayer confirmaron algunos vecinos al afirmar que «solía llevar muchos coches diferentes, pero todos de buenas marcas y muy caros».
Fuente: Levante-EMV.com.
Un saludo.
EL LOBO.