Descansad en Paz compañeros no os olvidamos
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Me gustaría, ahora que ya va para casi tres años que subsistimos junto al autodidacta método que actualmente estamos aplicando para la concesión en su caso, pero para su tramitación siempre, de la carta de invitación, hacer una reflexión, que, seguro no será breve y seguro no estará exenta de cierta discrepancia.
Me gustaría decir también para que conste, que, soy conciente del bando en el que me encuentro, como lo somos todos, no necesitando que me lo recuerden y que lejos de hacer de esto una cuestión partidista, aunque pudiera caerse en tal tentación, lo que sí pretendo es diferenciar, y a veces se hace harto complicado, el término bando del de banda, siendo que de este último, además, últimamente con no cierta falta de repercusión social nos están obligando a grafitearnos nuestra querida empresa en el pecho.
Digo, querer dejar de lado, la tentación de comenzar a valorar lo que debería de hacerse o no para solucionar un tema como el de la inmigración, polémico donde los haya. La extranjería, el Derecho de Extranjería es mucho más. El legislador, seguro con intención, parió una criatura que se gestó entre la experiencia de otras muchas, Código Penal, Ley de procedimiento administrativo, Declaración de Derechos Humanos, muchas normas y muchas intenciones. Pero claro, quizás la parte de las intenciones, su parte humana es la que la hace vulnerable a las criticas y a la utilización partidista, pero sería injusto no decir, que, si bien es cierto, es su mayor lacra, también es su principal aliciente para los que la tratamos a diario. Además, lejos de pensar, que, la misma, no es útil, deberíamos considerar que se trata de una norma con capacidad de actualizarse y de hacerlo infinitas veces, aunque eso sí, no siempre acertadas, adaptable a casi cualquier software y con infinito plazo de garantía, pero, también con un muy mejorable servicio técnico. Y parte de ese servicio técnico somos nosotros, soy yo y por eso lanzó esta reflexión a modo de historia.
La carta de invitación.
Si tuviera que comenzar por narrar sus comienzos, diría, que corría el año dos mil siete, era una mañana de mayo y vino al mundo de la mano de una orden presidencial, aquella criatura, tuvo a bien en llamarse Carta de Invitación. Se mantuvo en observación treinta días y pronto, a pesar de provenir de más que una muy discreta ascendencia, comenzó a destacar. A edad temprana, se permitió el lujo de poner en jaque a más de un profesional del derecho y no de uno solo, de todos. Hablo del notario, ufffff, notarías, aún hoy, decir notario en España diréis que no va falto de algo más y añado que para los que ya tenemos un tanto así de memoria y recordamos series televisivas como la española “Turno de Oficio” tendemos a pensar que eso de ser notario pasa por ser una buen carrera “para el nene”, aunque diréis que ha perdido algún que otro entero en favor de otras como la de ingeniero en teleco... u otras con algo menos de desgaste como la de concursante de programas televisivos, tipo Gran Hermano, y otros, en fin.
Como digo, la criatura, ya de joven, apuntaba maneras. Con el tiempo, y no falto de cierta soberbia, Carta de Invitación, gustaba de llamarse, Don Carta de Invitación, D. C para los amigos, no olvidemos nos guste o no, somos la representación equivalente a una sociedad patriarcal, y gustose en consecuencia de decidir ser Don y no Doña. Su insistencia, su tesón y un poco de oportunidad bien aprovechada, acabó por hacerle un sitio en el panorama policial. Quizás, embriagado para lo que algunos darían en llamar, buena vida, y para otros no más que fruto de una importante merma en sus pretensiones, decidió hacerse funcionario.
Ahhhhh, y pasaron los años, uno....., dos......., casi tres, y don Carta de Invitación, se adaptó al sistema, se comió el sistema, podríamos decir, y se hizo un sitio en la vida profesional de unos y personal de otros muchos. Para una parte de los primeros, resultó ser un gran amigo con el que “quedar” y juntos y como ayuda indispensable, poner en práctica ciertos ideales. Para otra parte, no pasó de ser un tipo interesante, pero no más que algunos otros que ya habían conocido antes y que otros tantos que les faltaban seguro por conocer.
Pero el éxito a Don C, le pasó factura. Como si de una estrella de audiencias se tratase, su ritmo de vida pareció incrementarse por momentos. Su tren de vida como coloquialmente se dice, descarriló y le llevó hasta la obsesión en sus vicios. Ésta, por coleccionar cosas, le perseguía, en algunos casos, incluso rozando la verdadera locura. Así, recuerdo aún como un día me enseñó, aprovechando, no me escondo, una de mis innumerables visitas, parte de todo lo que su circunstancia le había llevado a poseer. Todavía recuerdo como si fuera hoy la escena. Todos aquellos trofeos amontonados, seguro conjuntando un orden lógico, aparente pero a la vez de alguna forma incomprensible, un sin fin de artilugios con aparente relación entre sí pero lejos de formar algo inteligible y racional. Recuerdo que entre estos pude ver, una copia de un pasaporte legalizado y traducida, un certificado de nacimiento legalizado y traducido, un escrito de varios presidentes de comunidad, varias cartas manuscritas, seguros médicos, billetes de avión, certificados de empadronamiento legalizados y traducidos, certificados de convivencia, contratos de trabajo, nominas, certificados de autónomo, papeletas del paro, testamentos, renovaciones de los anteriores, algunas cintas de video, recortes de emails, fotografías graciosas, fotografías tristes, solo fotografías, libros de familia, certificados de matrimonio, billetes de avión que sin ser segura su venida les constaba por exigencia ya la vuelta, en fin, como digo, es difícil todavía olvidar aquella colección.
Y debo confesarlo, no pude aguantar mi curiosidad y le pregunté. Se hizo el silencio y Don C no supo, quiero pensar, o no quiso, pudo pasar, darme respuesta, simplemente, lentamente y a la vez que exhalaba se encogió de hombros, fijó su vista en mi, y adiviné como se dibujaba en su rostro una pequeña sonrisa. Con una palmada en la espalda, me dijo, nos vemos mañana, cas, supongo. Recuerdo haberme sentido extraño, descolocado, pero era cierto, ese hombre sabía que a pesar de lo que había visto, a pesar que mi rostro era el espejo de mi alma y que mi alma estaba confundida, regresaría, como lo hice y debo decir que hasta hoy.
Pero, si os diré, que durante unos días después, seguí dándole vueltas al tema, y me dio por pensar y primero pensé, que quizás este afán suyo por coleccionar estos objetos era cosa del mimetismo, ya sabéis, de la influencia externa, pensé, ¿por qué no?, somos humanos, que nos fijemos en lo que los demás hacen y hacer lo mismo o incluso intentar mejorarlo es característica de nuestra condición, pero enseguida caí en la cuenta de que, si bien, no puedo negar, he conocido y conozco algunos personajes parecidos a Don C, cierto es que tal amalgama de despropósitos era tal vez, original y no una burda copia, incluso una copia mejorada, en fin. Pensé después, quizás, le viene de familia, ya sabemos lo que la educación o la falta de ésta puede hacer en una persona, que se yo, pero debo deciros que después de repasar mis recuerdos sobre Don Orden Presidencial y demás familia recurrible y relacionable, concluí que tampoco parecía quedar claro de donde provenía esta aparente obsesión de Don C. No parecía por tanto existir causa probable a tal comportamiento.
En fin, al final, más preocupado por darme una salida que por encontrar la acertada, concluí que sería cosa del destino y desde el punto de vista más filosófico de mí, decidí que no merecía perder mas tiempo con el tema, si bien, confieso, que, aún hoy, hay ratos, que me sorprendo con la vista fija en un punto y recordando aquella escena. A veces con la necesidad de hablarlo con alguien, a veces solo con la de esconderme a esperar que se me pase y creerme, siempre, pasa.
Como digo, es normal que no transcurra una semana y vea a Don C al menos un par de veces y os diré, como secreto que si no le sacas, depende que temas, es un tío gracioso y no falto de cierto toque............. misterioso .
En la actualidad tanto cas como Don C se encuentran en el interior del territorio nacional; Su amistad aunque no falta de ciertos momentos tensos, continúa. Don C, decidió abrir multitud de sucursales y casi seguro podéis encontrarle en cualquier Comisaría del CNP en España, si lo encontráis quizás podáis conocerle.
Espero, de verdad que mi historia, sepa comunicar su contenido, más allá de mis palabras y que sirva para que otros puedan ayudarse a entender o a no hacerlo, si así lo deciden, pero en todo caso alimente un momento aunque corto de reflexión.
Un saludo. ****48278
