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Cambios psicofisiológicos. Trastornos sociales Al hablar de cambios psicofisiológicos vamos a hacerlo refiriéndonos a la respuesta que da el sujeto en relación a una situación valorada como estresante y que se mantiene durante más tiempo del aconsejable y/o que se produce de forma repetitiva y periódica. Cuando hablamos de estrés y de respuesta del sujeto en sentido negativo, es cuando la situación va más allá de lo que el individuo puede soportar en función de sus reservas, recordemos al atleta en la final de los 100 metros lisos; si no fuera por el nivel de activación tan alta que tiene esos minutos antes de disputar la prueba, difícilmente conseguiría quedar entre los primeros, claro está que si lo mantenemos así durante 8 horas diarias 5 días a la semana, seguramente no tardará en presentarse en la oficina de personal con el parte de I.T. extendido por su médico de cabecera por agotamiento psicofísico y tendrá ganada unas merecidas vacaciones sin duda alguna.
Las situaciones de estrés van a producir una serie de cambios a nivel fisiológico y psicológico fundamentalmente; a su vez y como consecuencia de lo anterior, se van a producir una serie de alteraciones en las relaciones sociales del sujeto afectado. Así, a nivel fisiológico se produce un aumento general de la activación del organismo. Existen mecanismos neurales y endocrinos específicos, o al menos hay evidencia de la existencia de éstos, implicados en la respuesta fisiológica del estrés (Everly, 1989). De este modo se distinguen tres ejes de actuación en la respuesta de estrés a nivel fisiológico: neural, neuroendocrino y endocrino.
El eje neural se activa de manera inmediata, en cuestión de segundos, una vez que detectamos e interpretamos la situación estresante. Su vía de activación es exclusivamente neurológica, a través del Sistema nervioso Autónomo (rama Simpática) y del Sistema nervioso Somático. La activación de este primer eje es visible en situaciones en las que el sujeto evalúa que una amenaza aparece de forma súbita. Entre los efectos de est eje tenemos: sobre la pupila (dilatación), corazón (incremento de ritmo), vasos periféricos (constricción), hígado (glucogénesis), riñón (excreción de orina) y también , como no, aumento de la actividad mental. Ejemplo de esto es el temblor que aparece ante una situación repentina que nos ha sobrecogido (susto). Si esta situación desaparece, la activación del primer eje se irá reduciendo, si la situación se mantiene, pasa a activarse el segundo eje, ya que el primero no puede funcionar mucho tiempo en esos niveles de activación.
El eje neuroendocrino necesita de una situación más mantenida. Su activación es más lenta, aunque no mucho más (20-30 segundos) y es la que produce el aumento de las catecolaminas (adrenalina y su precursora), éstas van a producir efectos parecidos a los de la activación simpática, lo que supone aumento de la T.A., del ritmo cardíaco y aumento del aporte sanguíneo al cerebro. En esta fase el organismo se prepara para responder ante la amenaza y está relacionada con la respuesta motora (huida o afrontamiento). La consecuencia es el trastorno por excesos de demanda de los órganos activados, fundamentalmente el corazón .
El eje endocrino se configura en cuatro ejes: adrenal-hipofisiario, que responde con la secreción de ACTH y endorfinas para aumentar el dintel del dolor en situaciones de estrés. Los tres ejes restantes implican secreción de hormona del crecimiento, tiroxina y vasopresina. La activación en esta fase es más lenta que las dos anteriores, pero sus efectos son más duraderos. Sus consecuencias tienen que ver con la depresión, pasividad, inmunosupresión y síntomas gastrointestinales. Las patologías van a ser de corte psicológico (ansiedad, miedo, depresión), al ser el cerebro uno de los órganos activados específicamente en este eje.
A nivel psicológico las conductas seguidas en situaciones de estrés van a ser específicas o generales. Esto va a depender de las experiencias en situaciones anteriores de estrés. El que se disponga de habilidades eficaces para hacer frente a la situación depende del aprendizaje del sujeto en desarrollar las conductas adecuadas y el reforzamiento de éstas. Estas conductas que van a ser ataque, huida o pasividad, van a determinar la activación fisiológica del organismo, consecuentemente con esto, los trastornos fisiológicos y riesgos derivados del estrés van a estar condicionados al tipo de conducta empleada por el sujeto.
Para ejemplificar esto último, pensemos en un orador novel que tiene que enfrentarse a un foro y que le va a suponer vivir una situación estresante; consecuencia de ello su nivel de activación fisiológica será alto (taquicardia, sudoración, trastornos de la voz, etc.). Si por el contrario nuestro orador tiene experiencias anteriores y conductas eficaces ante el oratorio y sabe lo que tiene que decir y cómo transmitirlo, escasamente va a existir activación fisiológica, es más, es posible que lo que para el sujeto anterior era un suplicio, para nuestro “Castelar” va a suponer una experiencia que en modo alguno desgastará ni su corazón ni su cerebro, ni siquiera sus glándulas suprarrenales.
El individuo como unidad que forma parte de las estructuras sociales, es a su vez agente influido e influyente en este entramado que proporciona la pertenencia al grupo social. De este modo si la vida emocional del sujeto es moldeada por la sociedad, ésta también influye en el entorno social que va a ser más fuerte en los círculos más próximos al individuo, es decir, familia, trabajo, municipio, etc. Nosotros apuntamos a la interacción del sujeto con su entorno más próximo y que van a tener repercusiones en ambas direcciones.
Qué duda cabe que un individuo sometido a estrés va a padecer efectos negativos a nivel de sus relaciones con los demás miembros de sus comunidad y esto lo vemos frecuentemente traducido en irritabilidad, incapacidad para el diálogo, intolerancia, aislamiento, etc., esto tiene mayor importancia si el entorno próximo del sujeto está compuesto por la familia y los compañeros del equipo de trabajo.
Si imaginamos a un profesional, que puede ser un profesor, que no tiene unas relaciones sociales envidiables con sus compañeros de universidad, esto no va a dificultar especialmente el desempeño de su actividad docente; en cambio la cosa se complica si este profesional es un cirujano que no se habla con el resto del equipo. Existen actividades en las que importa poco si hay una relación de apoyo o no, en nuestro caso, hemos de afirmar que difícilmente se puede realizar ninguna de nuestras actividades si no existe una auténtica compenetración entre los individuos que configuran el pequeño grupo social. Un escritor, un funcionario de administración, incluso un profesor no pagan caro un aislamiento, es más, a algunos les beneficia; cualquier profesional que ha de actuar en situaciones de emergencia, ya sea médico, enfermero o técnico no puede, sencillamente, permitirse ese “lujo”.