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El Psicólogo ante situaciones de emergencias, desastres y catástrofes ILuis de NicolásTradicionalmente, todos hemos conocido y a veces hemos tenido contacto con tres funciones clásicas de la psicología aplicada en nuestra sociedad como han sido la psicología escolar y de la educación en nuestra época de formación escolar y universitaria, la psicología del trabajo y de la organización en nuestra época de vida laboral y profesional y la de la psicología clínica y de la salud cuando hemos vivido problemas de prevención o cuidado y rehabilitación en la calidad de vida respecto a la salud en general, y específicamente en el estrés, y más en concreto en la salud mental si ha habido un deterioro en ella. Y a medida que la psicología ha ido madurando, también han aumentando el número de campos donde la psicología se va especializando, siendo uno de ellos el que en estos momentos nos ocupa como el del psicólogo que interviene en situaciones de emergencias, desastres y catástrofes.
El licenciado en Psicología ha llegado a disponer de la formación científica y de las capacidades técnicas necesarias para la resolución de los problemas psicológicos de relevancia social tanto en los ámbitos de la salud, de los servicios sociales, de la educación, del trabajo y de las organizaciones como en cualquier otro que, generado por la dinámica social en interacción con los avances de las ciencias del comportamiento, exige su intervención. Se podría decir que es lo que está sucediendo en una área emergente y de actualidad, como son las catástrofes en que fenómenos infaustos e imprevistos afectan a una colectividad de forma global, incluidos sus sistemas de respuestas institucionales, por lo que los individuos afectados en un primer momento deben hacer frente a las consecuencias del fenómeno con sus propios recursos.
Si observamos un poco el pasado, nos encontramos con que los accidentes han sido sumamente frecuentes. Y no obstante, que suelen ser sucesos no intencionados y desagradables que se pueden manejar con la rutina diaria, se acuñó el término de personas psicológicamente predeterminadas a los accidentes, ya que se encontró que las causas psicológicas desempeñaban un papel importante en los que están expuestas a los accidentes industriales y en vehículos de motor, debido a circunstancias psicosociales personales o al cansancio, o inquietudes emotivas, como la ruptura de alguna relación, la pérdida del empleo o de apoyo social. Se vió la necesidad de desempeñar un cierto papel preventivo y evaluativo de los accidentes, advirtiendo de que hay que comportarse con más cautela mientras se está en el trabajo, y si por desgracia ocurriera el accidente, saber evaluar las consecuencias y posibles trastornos de estrés postrauma, secuelas psicopatológicas e intentos de suicidio. Y esto sin pensar en la mala suerte sino más bien en el continuo de nuestra vida cotidiana ante los diferentes estresores a los que estamos sometidos.
Cuando el suceso viene de improviso e inesperado ante un siniestro en que la vida cotidiana de la colectividad no se ve alterada, es cuando se da la emergencia que conlleva escasez de tiempo y de recursos y pone las vidas y/o propiedades en peligro y que además, requiere una respuesta inmediata. Aquí, se pueden producir situaciones de crisis, mientras los sistemas de respuesta y de ayuda actúan.
Ante todas estas situaciones es cuando el psicólogo puede tener una función, así como en los desastres en que la vida social cotidiana se ve alterada, porque se exceden los recursos disponibles ante un suceso infausto, localizado en el tiempo y en el espacio, en el cual la comunidad lo mismo que toda la población se enfrenta a un peligro severo de una forma indiscriminada, y a pesar de que las respuestas institucionales pueden ayudar a la colectividad afectada, a nivel psicosocial afecta en las pérdidas externas o materiales y en las internas en cuanto se producen y aparecen ansiedades continuas, miedos, duelos e incluso cambios en las percepciones de la realidad, de las creencias y de los valores, pues, la estructura social se rompe.
De una u otra manera, en todas estas situaciones, el psicólogo no sólo se pregunta qué hace y puede hacer sino que también cómo, dónde y cuándo debe intervenir psicológicamente de una manera estricta, aunque también colabore en otras tareas no psicológicas como prestar auxilio, ayuda y actuación física a lo más emergente y necesario en el momento, en colaboración con otros profesionales en equipo inter y multidisciplinar dentro del encuadre de un mando organizativo de emergencias que coordina las operaciones en un claro proceso que aplica los recursos para conseguir objetivos específicos dentro de un plan, esquema o método ya formulado de antemano para hacer algo.
Esto supone que existe un tiempo anterior a la emergencia en la cual el psicólogo debe entrar dentro de los equipos educativos y de prevención con el fin de mitigar el impacto de una futura emergencia e informar de una manera adecuada y continua sobre la posibilidad y manera de actuar ante un evento catastrófico que no se espera. Técnicamente y de un modo específico es interesante entrenar en inoculación de ansiedad y estrés y demás reacciones del miedo.
La preparación es un proceso continuo que no agota un Plan en un documento escrito, pues, los planes necesitan de una revisión continua ya que ésta identifica y asigna dominios de responsabilidad a entidades y organizaciones capaces de desarrollarlos. Y a veces, un plan no actualizado es peor que no tener un plan. Preparar supone reducir la ansiedad ante la incertidumbre y lo desconocido durante una emergencia, aumentando nuestra capacidad y seguridad para manejar lo desconocido que pueda ocurrir. Preparar es una actividad psicoeducativa y comunitaria que se debe hacer familiar para los individuos, grupos y organizaciones, y además, es fundamentar nuestros conceptos sobre el conocimiento de la realidad y no sobre los mitos, al mismo tiempo que sugerimos acciones y respuestas apropiadas que es más importante que la rapidez inapropiada.
Y ¿qué hacer cuando la emergencia y el desastre se nos echa encima con todas sus connotaciones y la catástrofe nos hace impotentes? . Ha llegado el momento de dar una respuesta activando el plan de emergencias que ya se había planificado y actuar según nuestros conocimientos en medio de la evacuación, de la búsqueda, del rescate, etc., con el fin de restaurar un sistema mínimo vital con una atención psicológica y acogida temporal para que a más largo plazo se restaure la vida normal y se facilite la vuelta a ella.
Es fundamental que un equipo de respuesta psicosocial identifique las necesidades psicológicas y active redes de respuesta y apoyo social en coordinación con otros profesionales como los pertenecientes a los equipos de salud física y mental y con los servicios sociales y voluntariado posible e ilesos de la comunidad afectada o leves, pues, para éstos sería también una forma adecuada de responder sin olvidar sus necesidades de supervivientes como individuos y de sus familiares.
Ayudar al alivio y desahogo de los supervivientes con el debido respeto es la primera atención psicológica que el profesional de la psicología debe dar. Después tratar de identificar a los grupos con necesidades especiales como suelen ser los niños, los ancianos, los minusválidos, enfermos mentales, etc.
El conjunto de la atención psicológica en el momento de la emergencia, está unido al choque emocional que se encuentre en las personas, pues, se sabe que generalmente un 15% de individuos manifiestan reacciones psicológicas patentes, un 15% conservan su sangre fría y el 70% restante manifiesta un comportamiento aparentemente calmo, pero con un grado de deterioro emocional y de iniciativa aunque no alcancen una patología. Por ello, es objetivo prioritario para el psicólogo en tales momentos, saber atender a las reacciones psicológicas que son normales en toda emergencia y distinguir los comportamientos patológicos tanto individuales como colectivos de las víctimas, así como las actitudes y reacciones inadaptadas de los componentes de los equipos de emergencias y posible cansancio físico y psicológico.
El conjunto de víctimas comprende no solamente los heridos sino también, los supervivientes físicamente indemnes que tienen o no que deplorar la pérdida de un familiar y a éstos hay que añadir los familiares, amigos, etc., que van llegando. Entonces, hay que tener en cuenta las reacciones emocionales efímeras, tanto en cuanto todas las personas normales en tales situaciones, pueden adoptar un comportamiento inmediato inadaptado que se suele presentar bajo la forma de agitación psicomotriz incoordinada como correr, no saber dónde se va, etc., o también, a través de una cierta agresividad, o de un gesto suicida o de una actitud de estupor. Estas reacciones no suelen tener una gran duración temporal, pero pueden dar lugar a sentimientos de culpabilidad, por ejemplo. Sin embargo, existen otras reacciones más graves en los que ya eran propensos, como la neurosis traumática, la de angustia, la fóbica, la histérica que necesitan evacuación inmediata, vigilancia y tratamiento eventual, caso de que no necesiten un tratamiento más durable, y entretanto, controlar también cualquier comportamiento que pudiera provocar la desintegración del grupo social que socorre en tales situaciones de forma que no se cambien o pierdan los roles de cada actuante bajo la presión del fuerte shock emocional que provoca la llamada procesión de los fantasmas o el peligro de descontrol a través de reacciones primitivas colectivas. De todas formas, todas estas reacciones ceden generalmente de una manera espontánea, cuando llegan unos socorros seguros y con una buena dirección, cuando los cuidados y atenciones son apropiados y las informaciones son objetivas y la comunicación de malas noticias es adecuada. Así, es posible restaurar el equilibrio y la estructura de las personas y de los grupos.
Al considerar las reacciones de las víctimas es normal que experimenten disconformidad y reacciones intensas psicológicas de estrés, con sentimientos de shock, de no creencia, de confusión, no ayuda y vulnerabilidad. En tales reacciones, se pueden incluir altos niveles de miedo, respuestas de evitación, enfados, rabia y sentimientos de auto culpabilidad. Y posteriormente, en el después de la emergencia, del desastre y de la catástrofe, muchos individuos experimentarán también, disturbios psicológicos, como pesadillas, flashbacks o repeticiones, lloros incontrolables, etc., que pueden constituir el síndrome del estrés postrauma y que necesitaría una terapia más específica.