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¿Cómo disminuir la delincuencia pues? Dando mayor libertad a las empresas de seguridad privadas y al individuo singular. Sólo las empresas de seguridad privadas pueden garantizar nuestra seguridad y utilidad. La policía privada patrulla por las calles manteniendo una ciudad segura, la prueba la tenemos en algunas ciudades americanas donde sólo existe policía privada; es menos costosa que la estatal y más eficiente! El índice de criminalidad y robos en estas ciudades es muy inferior a aquellas donde está el monopolio del estado. Las que recientemente se convirtieron al sistema privado de seguridad vieron en muy poco tiempo reducida la criminalidad ahorrando costes a los ciudadanos y aumentando su nivel de libertad. Sólo las empresas privadas han sabido interpretar las auténticas necesidades de la sociedad inventando alarmas, sistemas anti–robo, creando seguros de robo, escoltas privados, Vigilantes de seguridad.
La seguridad no consiste en poner multas de tráfico, prohibir hablar con un móvil mientras se conduce, o evitar que algún joven se fume un cigarrillo de marihuana por la calle. Las empresas privadas no tendrían tal función —siempre y cuando esto no ocurriese en la propiedad de alguien que no permitiese tales actos—, sino que su función sería proteger a sus clientes de posibles agresiones. Las escuelas tendrían su propia seguridad manteniendo lejos a los traficantes y bandas callejeras de los niños y adolescentes, las tiendas contratarían Vigilantes que velarían por los comercios y clientes,Y todo ello orquestado por la libre competencia que siempre favorece tanto a empresario y consumidor.
La inevitable pregunta que surge es ¿cómo es, pues, que tales empresas no existen, o son muy débiles? La respuesta es que el gobierno sólo pone impedimentos legales a tales empresas y que, además, la demanda queda muy difuminada por el propio monopolio que el estado crea, ¿por qué pagar por algo, que aun siendo de mejor calidad, lo tengo "gratuitamente"? Evidentemente ninguna necesidad real es gratuita; el elevado coste de la policía pública queda olvidado con la tácita recaudación de impuestos. El individuo no tiene idea alguna de lo que realmente está pagando por el mantenimiento de una policía nacional y regional (sin contar los costes de transacción que derivan de este proceso). Además, la potencial demanda no se ha planteado semejante alternativa debida a la totalitaria y sesgada educación que ha recibido del estado. Pero cuando, por otra parte, la oferta sí lo ha hecho el gobierno la ha prohibido o restringido inventando leyes para poder mantener su monopolio y dictámenes.
Todo y así, siendo aún débil el sector de la seguridad privada sus beneficiosos resultados son irrefutables. A modo de ejemplo, recientemente hubo una ola de robos en las joyerías de la ciudad de Madrid. Tras las quejas de este sector, y la tradicional ineficiencia con la que sólo la administración pública puede responder, al final los joyeros decidieron contratar empresas de protección privadas. Los resultados no tardaron en mostrarse; la delincuencia bajó casi en un 90%, y no sólo en las joyerías, sino también en los barrios donde se concentraban las joyerías.
En resumen, las posibilidades son inmensas. El estado jamás nos librará de la inseguridad ciudadana, sólo el propio individuo y el empresario de seguridad saben entender las necesidades reales. Este sistema es la grandeza del capitalismo: puede cubrir cualquier necesidad real de la sociedad al mejor precio, siempre determinado por el cliente. Cada individuo ha de saber resguardar su propiedad por sus medios, ya sean emanados de él mismo o de la empresa privada a la que paga. La finalidad de los gobiernos, por el contrario, no es proteger, sino recaudar y aumentar su fuerza.