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PERE NAVARRO: Es posible reducir los muertos en la carretera. La historia que cuenta el director de Tráfico lo demuestra.
Esta es una historia sencilla que empieza en Barcelona en el año 2001 y acaba el pasado 12 de diciembre en un Consejo de Ministros de Transportes de la Unión Europea. Como las fábulas de Lafontaine, esta historia deja mensaje.
A principios del año 2001 había en el Ayuntamiento de Barcelona una comisión que se dedicaba a estudiar los accidentes de tráfico con víctimas que se estaban produciendo en la ciudad. Acudía un guardia urbano que se llamaba Manuel Haro al que le habían encargado este trabajo, que nadie quería hacer porque parecía algo poco útil o brillante. El guardia venía solo, con su carpeta llena de papeles, y explicaba a los escépticos ingenieros que le escuchaban las razones que, en su modesta opinión, podía haber detrás de cada accidente mortal. También nos hablaba de las víctimas, de su edad y del drama personal y familiar que había detrás de cada siniestro.
Nos explicaba que los espejos retrovisores de los camiones no estaban perfectamente diseñados, que no funcionaban bien, que tenían un ángulo muerto que no les dejaba ver a los ciclomotores que tenían al lado y que esto, en una ciudad llena de motos como Barcelona, era un problema mortal.
Argumentaba que se estaban repitiendo los accidentes causados por los conductores de vehículos pesados que no advertían la presencia de otros usuarios de la vía. Estos siniestros siempre se producían en las intersecciones o cruces de la calle cuando el camión iniciaba el giro. Las víctimas solían ser los usuarios más vulnerables. Es decir, peatones, ciclistas y motoristas.
LOS CAMIONEROS, NO CULPABLES
Recuerdo que la historia nos impactó porque los conductores de los camiones no tenían la culpa ya que no podían percatarse de la presencia de las víctimas. Además, intentar cambiar los espejos retrovisores de los camiones que se fabrican y circulan por las carreteras de toda Europa era un problema que, más que difícil, se consideraba de imposible solución desde aquel modesto grupo de trabajo.
Pasaron los años hasta que alguien, que había asistido a aquellas pequeñas reuniones, tuvo la coincidencia de formar parte de un grupo de trabajo de la Comisión Europea sobre acciones que había que llevar a cabo para conseguir el ambicioso objetivo de reducir las víctimas mortales en un 50% hasta el 2010. Allí explicó lo que pasaba en Barcelona. Contra todo pronóstico, nos escucharon con interés, nos hicieron caso y hasta constituyeron un grupo de trabajo de expertos para hacer frente al problema.
Contra todo pronóstico, el grupo de trabajo funcionó, nos dio la razón y elaboró un proyecto de recomendaciones sobre espejos retrovisores en los vehículos pesados.
Contra todo pronóstico, el documento de recomendaciones fue tomado en serio y se transformó en un proyecto de directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a la adaptación de los retrovisores de los vehículos pesados de transporte de mercancías. Contra todo pronóstico, esta directiva fue aprobada el pasado 12 de diciembre del 2006 en la reunión de Ministros de Transportes.
MISERIAS DEL SISTEMA
No explicaré las resistencias de algunos fabricantes o de algunas asociaciones de transportistas a una medida que consideraban innecesaria y que agravaba sus costes porque forma parte de las miserias del sistema. Lo que sí vale la pena es destacar que en la introducción de la directiva se dice que, con la implantación de la medida, se salvarán 400 muertes cada año en Europa. O sea, 1.200 vidas en los tres años que quedan hasta el 2010. Su coste no superará los 100 o 150 euros por instalación.
Sirva esta pequeña historia como homenaje a aquel guardia urbano que con su buen hacer y su perseverancia puso en marcha un proceso que salvará tantas vidas en toda Europa.
Sirva esta pequeña historia como reconocimiento al trabajo discreto y anónimo de tantos y tantas personas que, sin pretenderlo ni saberlo, ayudan a construir un futuro mejor
