Reyes de España y personalidades del Ejército Español

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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mié Oct 10, 2012 7:16 am



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Joaquín Blake

Joaquín Blake y Joyes (Vélez-Málaga, 18 de agosto de 1759 – Valladolid, 27 de abril de 1827) fue un militar español de origen irlandés. Fue Presidente del Consejo de Regencia de España e Indias (1810-1811) y Jefe del Estado Mayor.

De los pocos datos biográficos que hay de él anteriores a la Guerra de la Independencia, hay que destacar su intervención en las primeras campañas de la Guerra del Rosellón contra la Revolución francesa, en 1793, al frente de un cuerpo de voluntarios de Castilla.

Al estallar la lucha de España contra Napoleón, y con la graduación de brigadier, participó en numerosas acciones de guerra: El 14 de julio fue derrotado junto con Cuesta en la Batalla de Medina de Rioseco. Sus fuerzas ocuparon y perdieron varias veces la ciudad de Bilbao durante septiembre-octubre de 1808. Logró una victoria táctica sobre los franceses en Valmaseda, pero fue perseguido sin tregua por fuerzas muy superiores y forzado a presentar batalla en Espinosa de los Monteros, donde tras dos días de duros combates fue completamente derrotado. Logró una gran victoria en campo abierto en Alcañiz y en la defensa de Murcia, en 1809. Formó parte de la segunda regencia elegida por las Cortes de Cádiz. Propuso la institución permanente del Cuerpo de Estado Mayor para que fuera responsable de la coordinación de las operaciones militares y de la cartografía militar. El cuerpo fue creado por Real Orden de 9 de junio de 1810, nombrándole su jefe y responsable de su implantación. Pero Blake era un hombre de acción. Prefería exponerse a los peligros del combate que a los artilugios dialécticos de los diputados, por lo que se reintegró al servicio activo, participando, al lado del general Castaños, en la victoria de La Albuera (1811).

Derrotado por el mariscal Suchet en la batalla de Sagunto, se refugió en Valencia, pero a principios de 1812, agotados todos los recursos y después de una heroica resistencia, tuvo que capitular. Prisionero de los franceses, estuvo encerrado en el fuerte de Vincennes hasta que, a la caída de Napoleón, pudo regresar a España. Fernando VII le encargó la Dirección General de Ingenieros en 1815.

Durante el Trienio Liberal, el capitán general Blake dejó su cargo de Ingeniero General en 1820 para ser nombrado presidente del Consejo de Estado. Tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, fue desterrado por no estar de acuerdo con las extremas medidas de represión que adoptó el monarca al retornar al absolutismo. Ni siquiera se le permitió acudir a los baños de Cestona cuando lo solicitó por motivos de salud.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Robb » Vie Nov 09, 2012 12:31 pm


Oposiciones Cnp 2013

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Gonzalo Fernández de Córdoba, «Gran Capitán»

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El«Gran Capitán» durante la batalla de Ceriñola

Gonzalo Fernández de Córdoba, «Gran Capitán». El eco de sus proezas aún retumban en los manuales de historia militar. En Europa y allende los mares, donde los «herederos» de sus Tercios fraguaron el Imperio de aquella joven España. Cuando muchos nombran tan alegremente a Sun Tzu, Clausewitz, Napoleón, Patton o Schawrzkopf, olvidan que fue este genio militar español quien cambiaría para siempre el «arte de la guerra»: de la pesadez medieval (caballería pesada) a la agilidad moderna (infantería).

Reconquista de Granada, victoria sin igual frente al francés en Nápoles, conquista de un nuevo Reino para sus «Señores», virrey, precursor de una nueva estrategia militar fundamentada en la infantería y visionario de un Ejército español cuyas reformas impulsaron un cambio de mentalidad que posteriormente derivó en la creación de los populares tercios españoles que acabarían dominando buena parte del mundo e invictos desde 1503 hasta el desastre de Rocroi en 1643.

A pesar de sus proezas, nunca dejó de ser un oficial cercano a sus hombres
Sin embargo, y a pesar de sus proezas, este cordobés nunca dejó de ser un oficial cercano a sus hombres, con sentido del honor para con el contrario, estoico y, ante todo, súbdito leal hacia unos Reyes Católicos que iniciaban en sus hombros la aventura de una nueva nación. Aunque no fueron pocas las desaveniencias acaecidas con sus «Señores», llegando a ser apartado de la «res publica» y «res militaris» de la siempre desagradecida España.
Como bien explica Fernando Martínez Laínez, periodista y coautor del libro «El Gran Capitán» (Ed. Edaf), Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515) se inició pronto en la carrera militar, pues estaba destinado a dedicarse a guerrear al ser el segundo hijo de una familia noble, cobrando su nombre más poder entre los militares. Pronto se asoció su nombre a la valentía. «Una de las primeras batallas en las que intervino fue la de Albuera, cuando combatió a las huestes del rey de Portugal que habían invadido Extremadura».

«Hacia 1497, tras una breve estancia en la Corte, los Reyes Católicos le nombran "adalid de la Frontera", un grado que equivalía a capitán», explica Laínez.

La Reconquista de Granada
Pero donde realmente comenzó a mostrar su ingenio militar fue durante la «Guerra de Granada», una campaña militar que se sucedió a partir de 1482 y en la cual los españoles pretendían expulsar a Boabdil del último estado musulmán en la Península Ibérica. «La guerra se produjo por la firme decisión de los Reyes Católicos, que querían acabar de una vez por todas con el enclave musulmán de Granada, el único territorio que quedaba para completar la unidad cristiana peninsular».

Gonzalo tomó parte en esta contienda al mando de una unidad de «lanzas» (caballería pesada con una gruesa armadura) de la casa de Aguilar, de la que su hermano era señor. «Fue una guerra larga, que duró casi diez años, y se libró a base de incursiones, asedios, golpes de mano y escaramuzas persistentes, sin grandes batallas campales», determina el escritor.

«El Gran Capitán tuvo un papel muy destacado a lo largo de toda la campaña, en especial en los ataques a Álora, la fortaleza de Setenil, Loja y el asalto al castillo de Montefrío, cercano a Granada». De hecho, algunos cronistas como Hernán Pérez afirman que, durante esta guerra. «Gonzalo era siempre el primero en atacar y el último en retirarse».


Cuadro de José de Madrazo sobre el asalto del «Gran Capitán» en Montefrío
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Su papel más destacado lo tuvo al final de la contienda, ya que fue una de los diplomáticos que negoció la rendición del reino nazarí de Granada e incluso actuó como espía. «Es totalmente cierto que llevó a cabo una hábil labor secreta, fomentó la división de las facciones nazaríes de Granada, negoció con Boabdil la rendición de la ciudad, y hasta acompañó al último monarca nazarí en su último viaje por España cuando este pasó a refugiarse en África», sentencia Laínez. Granada sería su principal manual de «lecciones aprendidas» para las guerras venideras.
«Pronto, su valerosa actitud y dotes de mando llamaron la atención de los Reyes Católicos, que le recompensaron con la tenencia (jefatura militar) de Antequera, el señorío de Órgiva y una encomienda», prosigue Laínez.

Primera guerra de Italia
Sin embargo, parece que los grandes honores que recibió no fueron suficientes para Gonzalo, pues en 1495 se embarcó hacia otra gran campaña esta vez en Nápoles. Su misión era clara: detener el avance de los franceses, deseosos de expandirse militarmente con la toma de algunos territorios. «La primera campaña italiana se inició cuando el rey francés Carlos VIII invadió el reino de Nápoles (Reame) con una gran ejército. Al poco tiempo se retiró, pero dejando la mayor parte del Reame ocupado».

«Utilizando las tácticas aprendidas en la Guerra de Granada, Fernández de Córdoba, limpió Calabria de enemigos, conquistó la provincia de Basilicata y tras derrotar a los franceses en Atella entró triunfante en Nápoles en 1496», destaca el escritor. Fue tras el asalto a esta ciudad cuando se empezó a conocer a Gonzalo como «Gran Capitán». Tras tomar el lugar, volvió a España como un héroe.

Segunda contienda en Nápoles
A pesar de que se firmó un tratado con Francia para que cesaran las hostilidades, la paz no duró demasiado. El rey francés Luis XII había firmado un tratado con Fernando el Católico para repartirse el reino napolitano. Los franceses ocupan la mitad norte y el sur queda en poder de las tropas españolas que manda el Gran Capitán.

Pero pronto se iniciaron las discrepancias entre españoles y franceses por cuestiones fronterizas, lo que provocó que en 1502 se reiniciara la guerra después de que los franceses trataran de nuevo de tomar Reame. El «Gran Capitán» no lo dudó y se dispuso a enfrentarse a los enemigos de España. Una de las primeras batallas de esta guerra fue la de Ceriñola (Cerignola), en la que Gonzalo tendría que hacer uso de toda su experiencia militar para lograr salir victorioso.

La batalla que revolucionó la Historia

La batalla de Ceriñola sin duda cambió la historia, y es que, si hasta ese momento la fuerza de los ejércitos se medía en base a la cantidad de caballería pesada de la que disponía, tras esta lid la mentalidad militar evolucionó y comenzó a primar la infantería.

La batalla se desarrolló en un diminuto punto de la Apulia italiana situado en lo alto de una colina cubierta de viñedos y olivos. En ella, las tropas del «Gran Capitán» se defendieron de los atacantes franceses, tras verse obligados a retirarse en varios enfrentamientos.

Obligó a los caballeros a llevar infantes en la grupa de sus monturas
De hecho, el «Gran Capitán» demostró antes de la batalla su mentalidad innovadora y revolucionara. Y es que, para llegar a la ciudad Ceriñola y poder preparar las defensas concienzudamente antes del ataque de los franceses, Gonzalo forzó a sus caballeros a hacer algo nunca antes visto y que suponía una afrenta a su honor.
«El Gran Capitán obligó a los caballeros de su ejército a llevar infantería en la grupa de sus monturas en la marcha hacia Ceriñola, por terreno arenoso y próximo a la costa, lo que hacía muy fatigosa la marcha. Eso era algo que no se hacía nunca, pero mejoró la movilidad y la moral de la tropa y le permitió ganar tiempo. Fue una muestra más de su ingenio táctico», explica el experto.

Este acto hizo que los españoles ganaran tiempo y les permitió preparar las defensas de la ciudad, que consistieron en cavar un foso y una pared de tierra alrededor de Ceriñola, lo que les permitía aprovechar la situación elevada del enclave. Además, el «Gran Capitán» pudo establecer una estrategia que más tarde sería reconocida como un preludio de la guerra moderna.

Una reforma militar
Los franceses no se hicieron esperar y, a los pocos días, su comandante, Luis de Armagnac, dejó ver a sus tropas. «Por el lado francés, aunque varió según avanzaba la guerra, se contaban unos 1.000 hombres de armas (caballeros con armadura), 2.000 jinetes ligeros, 6.000 infantes, 2.000 piqueros suizos y 26 cañones». Por el contrario, Gonzalo tenía a sus órdenes un ejército formado principalmente por infantería: «Del lado español había solo 600 hombres de armas, 5.000 infantes y 18 cañones, más un refuerzo de 2.000 mercenarios alemanes», señala Laínez.

«En esta batalla las fuerzas estaban bastante equilibradas en cuanto a números, pero los franceses tenían mucha superioridad en caballería pesada y su artillería doblaba a la española. Por el contrario, los españoles contaban con un mayor número de arcabuceros, una fuerza que se revelaría decisiva», explica el escritor.


Recreación de la batalla de Ceriñola (1503)
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Para detener la fuerza arrolladora de la caballería francesa se planteó una estrategia novedosa: situar las tropas de disparo delante de las defensas. «El Gran Capitán colocó en primera línea a los arcabuceros y espingarderos (hombres armados con una escopeta de chispa muy larga), detrás a la infantería alemana y española, y más retrasada a la caballería. Él se situó en el centro del dispositivo y revisó con detalle el despliegue de toda la tropa».

Todo quedó preparado para un duro combate. Pero, antes siquiera de desenvainar una espada, el «Gran Capitán» volvió a demostrar su arrojo. Concretamente, Gonzalo se quitó el casco en los momentos previos a la batalla y, cuando uno de sus capitanes le preguntó la causa, él contestó: «Los que mandan ejército en un día como hoy no debe ocultar el rostro».

Comienza la batalla
La batalla se inició con la caballería francesa cargando orgullosa contra las tropas españolas. Hasta ese momento, una de las cosas más terribles que podía ver un enemigo de Francia era a los majestuosos jinetes en marcha con las armas en ristre. Sin embargo, fueron recibidos con una salva de fuego que hizo caer a un gran número de soldados.

«La batalla apenas duró una hora y fue una victoria total»

«Cuando se inició el fuego, las balas de los arcabuceros españoles hicieron estragos en la caballería pesada francesa, impedida de avanzar ante el foso erizado de estacas y pinchos», explica el autor. Al no poder avanzar, los jinetes, desesperados, trataron al galope de encontrar alguna fisura en las defensas del «Gran Capitán», pero su intentó fue en vano y costó la vida a Luis de Armagnac, alcanzado por varios disparos.
Tras la derrota de la caballería pesada, la infantería francesa se dispuso a avanzar, pero sufrió grandes bajas debido al fuego español. Además, justo antes de que los soldados alcanzaran la primera línea de arcabuceros y acabaran con ellos, el «Gran Capitán» ordenó retirarse a estas tropas de disparo para evitar bajas.

Después de esta estratagema, el «Gran Capitán» cargó con todos sus infantes contra las diezmadas tropas del fallecido Armagnac que, ahora, no tenían objetivos contra los que luchar al haberse retirado los arcabuceros españoles. Sin apenas dificultad, las unidades de Gonzalo dieron buena cuenta de los restos del ejército francés.

Se adelantó a Napoleón en cuatro siglos
Ni siquiera la caballería ligera francesa pudo ayudar a sus compañeros, pues fueron arrollados por los jinetes españoles. «La batalla apenas duró una hora y fue una victoria total. Además, quedó como un ejemplo de arte táctico, y de la importancia de la fortificación y elección del terreno para el buen resultado de cualquier combate», destaca Laínez.

Otro escritor, Juan Granados, autor de la novela histórica «El Gran Capitán» (Ed. Edhasa) explica que «esencialmente demostró que en adelante las batallas se ganarían con la infantería. Utilizando para ello compañías formadas por soldados distribuidos en tercios, es decir, en tres partes: arcabuceros, rodeleros —soldados con armadura muy ligera armados de espada y rodela, el típico escudo circular de origen musulmán— y piqueros, generalmente lasquenetes alemanes, enemigos acérrimos de los cuadros mercenarios suizos que solía emplear Francia. Se adelantó cuatro siglos a Napoleón, huyendo de la guerra frontal yutilizando las tácticas envolventes y las marchas forzadas de infantería».

«Triunfador absoluto, desempeñó funciones de virrey en Nápoles»
A finales de 1503 españoles y franceses volverían a medir sus fuerzas en el río Garellano -que por cierto da nombre a uno de los regimientos del Ejército con más solera y cuya sede se encuentra en Vizacaya- donde el «Gran Capitán» dio cuenta de las huestes del marqués de Saluzzo. «El sur de Italia quedó durante más de dos siglos en poder de España. El Gran Capitán, triunfador absoluto de estas guerras, desempeñó funciones de virrey en Nápoles, donde fue querido y respetado, pero pronto las envidias y maledicencias cortesanas empezaron a actuar en su contra», señala Laínez.

Pero parece que España no podía soportar a los héroes, pues Gonzalo terminaría siendo relevado de su puesto. El escritor Juan Granados sentencia: «Tal era la popularidad de Gonzalo de Córdoba entre sus hombres, que llegaron a desear proclamarle rey de Nápoles. Algo que él nunca deseó, se hubiese conformado con ser comendador de su querida orden de Santiago. Pero Fernando el Católico era suspicaz, desconfiaba de tanto éxito, el mismo rey de Francia, a quien había derrotado, le había ofrecido el generalato de su ejército. Por otra parte, sí es cierto que Gonzalo era descuidado en sus informes a su rey, tardaba en escribirle, pero nunca había pensado en suplantarle».

El monarca pidió entonces al «Gran Capitán» un registro de gastos para asegurarse de que no había malgastado fondos reales. Fernando el Católico le reclamó claridad en las cuentas de sus gastos militares en Nápoles, algo que Fernández de Córdoba consideró humillante. Como respuesta a lo que Gonzalo consideraba una gran ofensa personal, el entonces virrey dirigió a la monarquía un memorial conocido como las «Cuentas del Gran Capitán».

Unas cuentas curiosas
Irónicamente las cuentas incluían en el capítulo de gastos cantidades tales como: Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en picos, palas y azadones. Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres enemigos, cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate, ciento setenta mil ducados en renovar campanas destruidas por el uso de repicar cada día por las victorias conseguidas... y lo mejor: «Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino».

Esto no debió de sentar muy bien al monarca que, a sabiendas de lo que «Gran Capitán» representaba prefirió evitar el enfrentamiento directo con él, pero no perdonó la ofensa. «El monarca decidió alejar a Gonzalo de Nápoles. A partir de entonces el Gran Captán tuvo que adaptarse a una vida más sedentaria en sus posesiones de España. Es el destino de casi todos los héroes, una vez que han cumplido con su cometido en la guerra y llega la paz», finaliza Martínez Laínez. Sin embargo, lo que sí dejó este guerrero fue una reforma militar que duraría siglos.

La reforma militar
La herencia del «Gran Capitán» revolucionó la forma de combatir a nivel mundial hasta la llegada de las armas de destrucción masiva. Entr otros elementos destacables se sitúan la formación de la tropa en compañías (que luego serían la unidad fundamental de los tercios) al mando de un capitán, y el experto manejo de las armas de fuego individuales del combatiente de a pie, señala Martínez Laínez.

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Estatua del «Gran Capitán» en la cordobesa plaza de las Tendillas

Por otro lado, el Ejército cambió su mentalidad y comenzó a formar nuevos soldados que, además de pelear, tuvieran la capacidad de entrenarse por sí solos, hacer trabajos de fortificación y ponerse a punto con marchas y ejercicios constantes. «Este método es una herencia de las antiguas legiones romanas y creó un soldado que poco después hizo de los tercios una maquinaria invencible en toda Europa», destaca Laínez.
Además, el «Gran Capitán» creó también un nuevo tipo de unidad, la coronelía. Es el antecedente más inmediato de los tercios. Tenía unos 6.000 hombres y era capaz de combatir en cualquier terreno. Otra de sus innovaciones fue armar con espadas cortas, rodelas y jabalinas a una parte de los soldados. «La finalidad era que se introdujeran entre las formaciones compactas enemigas, causando en ellas terribles destrozos», sentencia el escritor.

Enseñanzas que fueron adquiridas por el «Gran Capitán» en la guerra de guerrillas que supuso la reconquista de Granada, con unos Reyes Católicos que depositaron en los hombros del «Gran Capitán» sus primeros pasos militares de una nueva nación en aquella vieja Europa llamada España.

4 preguntas para el teniente general Francisco Puentes Zamora, jefe del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército
E. VILLAREJO/M. P. VILLATORO
-¿Qué importancia histórica tiene la figura del «Gran Capitán» para el Ejército español?
-Representa a un soldado extraordinario, leal y valeroso, pero sobre todo un excelente organizador. Fue el creador del ejército que escribió, desde el punto de vista militar, las páginas más gloriosas de la historia de España. Dio una importancia primordial a la formación moral, adiestrando a sus hombres en una disciplina rigurosa mediante la cual cada uno cumplía con su tarea cualesquiera que fueran las circunstancias, creando en ellos el orgullo de unidad o cuerpo. Estableció un «Ethos o código del soldado» que en muchos aspectos sigue vigente en la actualidad, basado en la dignidad personal, la austeridad, el estoicismo, el sentido del honor, el amor a la patria y el fervor religioso. Hizo de la infantería española una máquina formidable que dominó los campos de batalla de una larga época.
En otro orden de cosas mi Cuartel General en Granada ocupa el convento donde fue velado el «Gran Capitán» a su muerte y donde se celebró el funeral que duró nueve días. Estando situado además frente a la última casa que ocupo en vida. De alguna manera nos sentimos vinculados a su espacio físico, lo que nos hace intentar «estar a su altura» y pensar que «asiste y ayuda» en nuestras actividades.
-¿En qué consistió su innovación militar?
Propulsar una importantísima reforma en la organización del ejército. Basándose en una finísima observación de la realidad de la guerra, supo aprender las lecciones de la conquista de Granada, mejorando el empleo de las armas y modificando las técnicas de combate. Dio predominio a la maniobra, que es la combinación del fuego y el movimiento, y en este sentido aumentó la proporción de arcabuceros, desplazando con soltura a su prodigiosa infantería en toda clase de terrenos. Impulsó el despliegue en profundidad, manteniendo un escalón en reserva para desplazarlo a donde pudiera hacer más falta en función de las vicisitudes del combate. Los jefes tenían en sus manos todos los medios para perseverar en su decisión o plan de combate. Ningún detalle importante escapaba a su observación, aprendiendo y mejorando de forma continua; por ejemplo armó con espadas cortas a la mitad de sus infantes, que en un momento dado se arrastraban por entre los pies de sus compañeros y las largas picas del enemigo, para herirles a corta distancia.
-¿Qué cualidades debe poseer todo buen mando militar?
Como Jefe de la enseñanza militar, esas cualidades son las que pretendemos inculcar en las Academias Militares. Como en cualquier profesión son fundamentales los conocimientos técnicos propios y la capacidad de actualizarlos de modo permanente. Pero además, los cuadros de mando deben ser una referencia continua de las virtudes militares, que no son otra cosa que las virtudes cardinales de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, en un contexto muy particular y concreto. Los empleos más altos deben ejercitar su liderazgo basándose en la iniciativa, la creatividad y la visión de conjunto; los cuadros intermedios deben ser previsores, activos y resolutivos, tratando de sacar lo mejor de las personas bajo su responsabilidad.
-¿Por qué cree que los personajes como el «Gran Capitán» suelen ser olvidados en esta España de hoy?
-No creo que esté olvidado, o que lo esté más que otros. Ese olvido responde a un general declive de las humanidades en la enseñanza y en la divulgación. Por otra parte hay una corriente de historiadores que, por diversos motivos, cuestionan y replantean aquel periodo imperial de nuestra Historia.

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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mié Ene 02, 2013 3:11 pm


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Leopoldo O'Donnell y Jorís

(Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), 12 de enero de 1809 – Biarritz (Francia), 5 de noviembre de 1867) fue un noble, militar y político español, Grande de España como I Duque de Tetuán, I Conde de Lucena y I Vizconde de Aliaga.

Presidió el Consejo de Ministros, después del bienio progresista de Baldomero Espartero en 1856, y también en 1858–1863, y en 1865–1866, durante el Reinado de Isabel II.

Fue el menor de los dos hijos del matrimonio de Carlos O'Donnell y Anethan y Josefa Joris de Casavilla. Su familia era de origen irlandés, y descendía de Calvagh O'Donnell, jefe del clan de los O'Donnell y chieftain de Tyrconnell a mediados del siglo XVI. Nació en el seno de una familia de gran tradición militar: su padre era comandante general de Canarias; su tío fue Enrique José O'Donnell, conde de La Bisbal. O'Donnell continuó esta tradición ingresando en el regimiento de infantería Imperial Alejandro con el grado de subteniente.

A la muerte de Fernando VII en 1833, estalló la Primera Guerra Carlista entre los partidarios de la hija de Fernando, Isabel II (isabelinos) y los de su tío, hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón (carlistas). O'Donnell, que ocupaba por entonces el grado de capitán, se alineó en el bando isabelino, a pesar de tener hermanos y a su padre en el bando carlista. Por sus distintos hechos de armas en el conflicto, ascendió sucesivamente a coronel, luego a brigadier y en junio de 1837 a mariscal de campo.

En 1839, es nombrado capitán general de Aragón, Valencia y Murcia. Al vencer al general Cabrera en Lucena del Cid, se le concedió el título de conde de Lucena y ascendió a teniente general.

Por sus convicciones moderadas, tuvo que emigrar a Francia, tras la revolución progresista de septiembre de 1840 que provocó la renuncia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (madre de Isabel II) a la regencia.

En 1841 figura en la conspiración moderada del general Diego de León, contra la regencia del general Espartero. En ella, O'Donnell había recibido el encargo de alentar la sublevación militar de Pamplona, pero, al fracasar en Madrid el asalto al Palacio Real, intentado por León el 7 de octubre, tuvo que volver a refugiarse en Francia.

En 1844, estando el general Narváez en el poder, se le nombró capitán general de La Habana, cargo que ocupó hasta 1848. Al regresar a la península fue nombrado senador y director general de la Academia de Infantería de Toledo.

Desde 1853, empieza a interesarse por la política activa y en junio de 1854, al frente de un batallón de Infantería y unido al general Dulce, se levanta contra el Gobierno; éste envía al general Blaser a enfrentarse con él. El encuentro tuvo lugar en Vicálvaro y tras un combate simulado (se conoce como la Vicalvarada), ambos militares se retiraron, quedando a la espera, hasta que el 7 de julio se publicó el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas, que atrajo a su bando a gran parte del ejército. Con el triunfo revolucionario, Espartero es nombrado Presidente del Consejo de Ministros y O'Donnell ocupa la cartera de Guerra.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mar Ene 08, 2013 1:54 pm


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Isabel II, la de los Tristes Destinos

(Madrid, 10 de octubre de 1830 – París, 9 de abril de 1904) fue Reina de España entre 1833 y 1868, tras la derogación de la Ley Sálica por medio de la Pragmática Sanción, lo que provocó la insurgencia del infante Carlos, apoyado por los grupos absolutistas (los carlistas) que ya habían intentado proclamarle rey en la agonía de Fernando VII.

La futura Isabel II fue bautizada María Isabel Luisa; era hija del Rey Fernando VII y de su cuarta esposa, su sobrina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Su padre había estado casado anteriormente en tres ocasiones, pero ninguna de sus esposas le había dado descendencia que le pudiese suceder; por ello cuando ella nació en 1830, muchos albergaron esperanzas en la joven infanta. Para favorecer su posición, aunque fuese en detrimento de su propio hermano (el infante Carlos María Isidro de Borbón), Fernando VII aprobó la Pragmática Sanción mediante la cual Isabel podría sucederle tras su fallecimiento, si el soberano fallecía sin hijos varones (Isabel tenía una hermana, la infanta Luisa Fernanda, nacida en 1832). Isabel II ascendió al trono de España el 29 de septiembre de 1833 tras la muerte de su padre, sin haber cumplido todavía los tres años de edad, motivo por el cual fue necesario nombrar a su madre regente del reino.

Su nacimiento y posterior ascensión al trono provocó el inicio de un largo conflicto dinástico, pues su tío, el infante Carlos María Isidro de Borbón, hasta entonces primero en la sucesión a la corona, no aceptó que Isabel fuese nombrada Princesa de Asturias y luego Reina de España. Su oposición a la Pragmática Sanción de 1830 forzó a Fernando VII a exiliarlo al extranjero, donde permanecería interrumpidamente hasta su muerte en 1855. La división entre isabelinos y carlistas acabó provocando la Primera Guerra Carlista.

Durante los primeros años de su reinado, mientras Isabel era una niña, la regencia fue asumida por su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias; su regencia duraría hasta 1840 y coincidiría con Primera Guerra Carlista (1833 – 1840). Desde el 17 de octubre de 1840 hasta el 23 de julio de 1843 la regencia fue asumida por el general Baldomero Espartero, que finalmente también fue obligado a abandonar el cargo. Con el propósito de evitar una tercera regencia, quedó decidido adelantar la mayoría de edad de la reina de los 16 a los 13 años, por lo que en 1843, con sólo trece años, Isabel fue declarada mayor de edad.

Isabel II reinó durante un período de transición en España en el que la monarquía cedió más poder político al parlamento, pero puso continuas trabas a la participación de los ciudadanos en asuntos de gobierno. En el terreno de la lucha por las libertades democráticas su reinado fue un fracaso; también se falsearon las instituciones y se propagó la corrupción electoral. Ningún partido que hubiera organizado unas elecciones las perdió en ese periodo. Si hubo cambios fue por la interferencia de una casta militar que cambiaba gobiernos a base de pronunciamientos o golpes de estado de uno u otro signo.

Fácilmente manipulada por sus ministros y por la «camarilla» religiosa de la corte (compuesta principalmente por el padre Claret, su confesor, el padre Fulgencio, confesor de su marido, y sor Patrocinio), la Reina interfería con frecuencia en la política de la nación (en una ocasión llegó a postularse como presidenta del gobierno), lo que la hizo impopular entre los políticos y acabó por causar su final al dar paso a la Revolución de 1868. A ello contribuyeron sobre todo episodios como el de la noche de San Daniel (10 de abril de 1865): en momentos de enorme crisis económica, la reina, cuya generosidad personal estaba fuera de toda polémica, dispuso que se enajenasen bienes del real patrimonio para el socorro de la nación; el líder republicano, Emilio Castelar, en el artículo periodístico titulado El rasgo, declaró que en realidad Isabel II, agobiada por las deudas, se reservaba un 25% del producto de la venta de unos bienes que, en su mayor parte, no eran suyos, sino de la nación; el gobierno ordenó la destitución y expulsión de Castelar como profesor universitario, lo que provocó asimismo la dimisión del rector de la Universidad Central; las manifestaciones estudiantiles en apoyo de los dimitidos culminaron el 10 de abril con la guardia civil veterana en la calle: once muertos y 193 heridos, incluyendo ancianos, mujeres y niños transeúntes.

La Reina de los tristes destinos, como también ha sido llamada, tuvo que hacer frente a la Revolución de 1868 (conocida como La Gloriosa), que la obligó a abandonar España. Isabel II se exilió en Francia, donde recibió el amparo de Napoleón III y Eugenia de Montijo; el 25 de junio de 1870 abdicó en París en favor de su hijo, el futuro Alfonso XII. Mientras tanto, gracias al apoyo de varios grupos en el gobierno, el príncipe Amadeo de Saboya, miembro de la Familia Real italiana, fue elegido para reemplazarla en el trono como Amadeo I de España; Amadeo era hijo de Víctor Manuel II, Rey de Italia desde 1861 y perteneciente a la Casa de Saboya, y de María Adelaida de Austria (bisnieta de Carlos III de España).

Isabel II vivió el resto de su vida en Francia; desde allí fue testigo de la Primera República, del reinado y de la muerte de su hijo Alfonso XII en 1885, de la regencia de su nuera, María Cristina de Habsburgo-Lorena y del inicio del reinado personal de su nieto, Alfonso XIII. Desde que fue derrocada en 1868 dejó de hacer vida en común con su marido, que pasó a vivir a Épinay-sur-Seine, donde falleció en 1902. Isabel II murió en París en 1904 y fue enterrada en el Monasterio de El Escorial frente a los restos de su esposo.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mar Ene 08, 2013 1:58 pm


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Amadeo I, el Rey Caballero

Amadeo Fernando María de Saboya (Turín, Piamonte-Cerdeña, 30 de mayo de 1845 – ibídem, Italia, 18 de enero de 1890) fue rey de España con el nombre de Amadeo I y primer duque de Aosta. Fue el segundo hijo de Víctor Manuel II, rey de Piamonte-Cerdeña y, desde 1861, rey de Italia, de la Casa de Saboya, y de María Adelaida de Austria (bisnieta de Carlos III de España, por ende tatarabuelo de Amadeo). Se casó en 1867 con María Victoria dal Pozzo della Cisterna, princesa de La Cisterna y Belriguardo, con quien tuvo tres hijos: Manuel Filiberto, II duque de Aosta, Víctor Manuel, I conde de Turín, y Luis Amadeo, I duque de los Abruzos.

La Revolución de 1868 en España y la fuga de Isabel II dio lugar a un gobierno provisional presidido por Serrano, y del que estaban también formando parte los otros generales sublevados. El nuevo gobierno convocó Cortes Constituyentes, que con una amplia mayoría monárquica, proclamaron la Constitución de 1869, que establecía como forma de gobierno una monarquía constitucional. Una dificultad inherente al cambio de régimen fue encontrar un rey que aceptase el cargo, ya que España en esos tiempos era un país que había sido llevado al empobrecimiento y a un estado convulso, y se buscaba un candidato demócrata.

Finalmente encontraron a su monarca en la persona del duque de Aosta, Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, que lo reunía todo para el cargo: procedente de una antigua dinastía (enlazada con la española) progresista y católico.

Fue Amadeo el primer rey de España elegido en un Parlamento, lo que para los monárquicos de siempre suponía una grave afrenta. El 16 de noviembre de 1870 votaron los diputados: 191 a favor de Amadeo de Saboya, 60 por la República federal, 27 por el duque de Montpensier, 8 por el anciano general Espartero, 2 por la República unitaria, 2 por Alfonso de Borbón, 1 por una República indefinida y 1 por la duquesa de Montpensier, la infanta María Luisa Fernanda, hermana de Isabel II; hubo 19 papeletas en blanco. De este modo el presidente de las Cortes, Manuel Ruiz Zorrilla, declaró: «Queda elegido Rey de los españoles el señor duque de Aosta».

Contó con el sistemático rechazo de carlistas y republicanos, cada uno por razones inherentes a sus intereses; pero también de la aristocracia borbónica, que lo veía como un extranjero advenedizo, de la Iglesia, por apoyar las desamortizaciones y por ser el hijo del monarca que había clausurado los Estados Pontificios; y también del pueblo, por su escaso don de gentes y dificultad para aprender el idioma español.

Inmediatamente, una comisión parlamentaria se dirigió a Florencia para dar parte al duque; el 4 de diciembre acepta oficialmente esta elección, embarcando poco después rumbo a España. Mientras Amadeo I viajaba a Madrid para tomar posesión de su cargo, el general Juan Prim, su principal valedor, murió el 30 de diciembre por las heridas sufridas en un atentado tres días antes en la calle del Turco en Madrid.

Amadeo desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre, para llegar a Madrid el 2 de enero de 1871. Allí se dirigió a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha para rezar ante el cadáver de Prim. Tras este amargo trago se trasladó a las Cortes, donde realizó el preceptivo juramento: «Acepto la Constitución y juro guardar y hacer guardar las Leyes del Reino», terminando el acto con la solemne declaración por parte del presidente de las Cortes: «Las Cortes han presenciado y oído la aceptación y juramento que el Rey acaba de prestar a la Constitución de la Nación española y a las leyes. Queda proclamado Rey de España don Amadeo I».

Amadeo tuvo grandes dificultades debido a la inestabilidad política española. La coalición de gobierno que había levantado Juan Prim se había fraccionado tras su muerte. La Unión Liberal, salvo Francisco Serrano y un pequeño sector, abrazó la aún expectante causa borbónica. Los progresistas se habían escindido en radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, encabezados por Sagasta. Hubo seis ministerios en los poco más de dos años que duró su reinado, creciendo cada vez más la abstención, Tras un intento de asesinato contra su persona el 19 de julio de 1872, Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española «Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi — No entiendo nada, esto es una jaula de locos». La situación no parecía mejorar, debido al estallido de la Tercera Guerra Carlista y del recrudecimiento de la Guerra de los Diez Años en Cuba. Además, al empezar 1873, la coalición gubernamental, presa de fuertes fricciones entre los partidos que la conformaban, se separó definitivamente, presentándose por separado a las elecciones


La guinda la puso un conflicto entre Ruiz Zorrilla y el Cuerpo de Artilleros. El presidente había manifestado su decisión firme de disolver dicho organismo militar, bajo amenaza de dimitir, y el ejército propuso a Amadeo I que prescindiera de las Cortes y gobernara de manera autoritaria.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mar Ene 08, 2013 2:03 pm



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Cosme Damián Churruca

Cosme Damián Churruca y Elorza (Motrico, 27 de septiembre de 1761 - batalla de Trafalgar, 21 de octubre de 1805) fue un científico, marino y militar español, brigadier de la Real Armada y alcalde de Motrico.

Se distinguió en la batalla de Trafalgar al mando del navío de línea San Juan Nepomuceno, a bordo del cual encontró la muerte.

Concluidos sus estudios, volvió a casa de sus padres en solicitud de su venia para emprender la vida de marino. El 15 de junio de 1776 ingresó en la Academia de Cádiz como guardiamarina, a la temprana edad de 15 años, graduándose en la Academia de Ferrol en 1778, donde había adquirido ya fama como astrónomo y estudioso de geografía. Su ascenso a Alférez de Fragata fue el premio por sus brillantes estudios, sobresaliendo entre todos sus compañeros.

En el mes de octubre del año 1778 pone el pie por primera vez sobre la cubierta de un navío, el San Vicente, al mando del bailío Francisco Gil de Taboada y Lemos. Esta primera campaña, muy borrascosa, puso en evidencia el arrojo de Churruca frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras. Al ser relevado el general Arce, que estaba al mando de la escuadra, fue sustituido por el teniente general Ponce de León, quien lo escogió como ayudante personal y a sus directas órdenes. Tuvo su primera misión militar en el asedio a la Gran Bretaña por la escuadra combinada franco-española estacionada en Brest.

Posteriormente estuvo en el asedio de Gibraltar de 1781, pasando el 13 de diciembre de 1781 a bordo de la fragata Santa Bárbara, comandada por Ignacio María de Álava. En este sitio se distinguió del modo más brillante, acudiendo intrépido a apagar el incendio de las flotantes, por el empleo de los británicos de las balas rojas y llevando socorro, con el bote de la fragata, a las tripulaciones de los buques incendiados, entre un diluvio de metralla que despedían las baterías de la plaza y las explosiones no menos peligrosas de las baterías que ardían.

Al terminar la guerra en 1783, la fragata Santa Bárbara fue enviada a Montevideo. Churruca, guiado por su instinto, vigilaba la derrota al detalle, pudiendo advertir a tiempo un grave error en los cálculos del piloto, por lo que reaccionando a tiempo evitó el naufragio del buque. Cuando la paz firmada en el año de 1783 suspendió la lucha, acudió al estudio que forma al marino. Solicitó y obtuvo el ingreso en la Academia de Ferrol, para cursar estudios de Matemáticas, en 1783. Para poder admitirle, a pesar de no haber vacantes, se le añadió el cargo de ayudante de guardiamarinas.

Al año siguiente sustituía a los profesores de varias clases y siguiendo en esa vida laboriosa, en 1787 dio el primer ejemplo de un examen público en las aulas de la institución sobre matemáticas, mecánica y astronomía, granjeándose la admiración del numeroso auditorio.

Habiendo determinado el gobierno que el capitán de navío Antonio de Córdova continuase sus exploraciones del estrecho de Magallanes, en 1788, éste pidió a don Cosme, ya Teniente de Navío, que le acompañase, formando la expedición los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia, quedando Churruca encargado de la parte astronómica y geográfica.

Junto con su compañero de armas y estudios Ciriaco Cevallos hizo un trabajo completo de reconocimiento del estrecho en dirección al océano Pacífico, descubriendo una ruta alternativa al estrecho, así como una ensenada que lleva su nombre. Escribió un importantísimo trabajo sobre el viaje y paso del estrecho titulado Apéndice al Primer Viaje de Magallanes, dado a la luz en Madrid en 1795. Grandes fueron los peligros, incesantes las penalidades de aquellas investigaciones, en mares en que reina casi de continuo el vendaval. Estas penalidades acabaron con su salud, y cayó gravemente enfermo, sintiendo amagos de escorbuto, que por fortuna no fueron a más.

En 1789 fue agregado al Observatorio de la Marina en San Fernando. Si bien estaba aún convaleciente, se entrega a estudios que no contribuían de seguro a su restablecimiento. Al año es llamado a ser ayudante del mayor general de la escuadra al mando del marqués del Socorro; hace la campaña y vuelve a su puesto. La continua tensión de sus incansables trabajos intelectuales acababa con una salud nunca bien restablecida; hubo que pensar seriamente en un descanso indispensable.

En el año de 1791, convencido por sus amigos, pasó a respirar el aire balsámico de las montañas de Guipúzcoa y consiguió el completo restablecimiento de su quebrantada salud. Tras un breve espacio de tiempo en su Motrico natal, es llamado por José de Mazarredo para dirigir junto con Joaquín Francisco Fidalgo, como Capitanes de Fragata, una expedición geográfica a América del Sur (1792-95), formada por dos secciones, una de las cuales debía recorrer las islas y costas del golfo mexicano y la otra el resto de las del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional.

Se embarcó en Cádiz el 17 de junio de 1792 y dio la vela en ese día con su grupo, compuesto de los bergantines Descubridor y Vigilante. Dos años y cuatro meses duró la expedición, contrariada por todos los incidentes ordinarios, a los cuales vino a sumarse la guerra marítima con la República Francesa. Levantó cartas de las Antillas y de las islas de Sotavento, y defendió las posesiones españolas en el Caribe en la batalla de Martinica, así como las rutas del comercio de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, de la que era socio partícipe. Tan dura campaña no se realizó sin grave menoscabo de su salud, poco robusta. Se embarcó en La Habana y regresó a España en el navío Conquistador, el mando del cual se le dio al llegar a Cádiz junto con su ascenso a Capitán de Navío (1798). El navío se hallaba en el más lastimoso estado, tanto con respecto al armamento como a su tripulación, pero en poco tiempo lo convirtió en modelo en todos los sentidos.

Su mala salud no le permitió concluir la historia de su expedición y esa misma causa hizo postergar la publicación de las treinta y cuatro cartas esféricas y mapas geométricos, y ésta es la hora en que no se ha publicado todavía más que una pequeña parte de ellas. Hasta 1802 no publicó la carta esférica de las Antillas, y la particular geométrica de Puerto Rico salió poco después.

De nuevo en Cádiz, se le confía el mando del Conquistador para defender las posiciones de los aliados franceses en el Canal de la Mancha. Pasó con el navío y la escuadra de que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el 9 de agosto de 1799. Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros; sirvió admirablemente a su propósito de establecer en la Armada una más completa y severa disciplina.

Siempre ocupado por mejorar cuanto se relacionara con la Marina. Empleó su permanencia en Brest perfeccionando y simplificando las maniobras de atraque y carenado. Allí recibió del gobierno el encargo de ir a París con una misión científica. El primer cónsul Bonaparte, para quien todo mérito sobresaliente era un atractivo, conocía la fama del sabio español, quiso verle y le acogió con las mayores demostraciones de aprecio.

Su estancia en la capital francesa debió dejar en la mente de Churruca recuerdos muy gratos. Para que nada le faltase, se publicó en Madrid por aquellos tiempos su carta esférica de las Antillas, adoptada por el gobierno francés junto con las demás que publicó. Bonaparte ordenó presentar un ejemplar a Churruca por el conducto del prefecto marítimo, como un regalo y un homenaje rendido a su saber. Añadió el primer cónsul un sable de honor, la prenda de respeto más estimable del imperio napoleónico.

Si a estas demostraciones honoríficas añadimos la distinción pública que le dispensó el general Gravina, comandante de la escuadra, saliendo a recibir al comandante del Conquistador, cuando regresó desde París a Brest, acto público que decía a toda la población el alto aprecio en que el general en jefe tenía a uno de sus subordinados, parecía que nada faltaba para la completa satisfacción de éste. Sin embargo, hecha la paz, el gobierno español hubo de ceder a Francia seis navíos de línea, entre ellos el Conquistador, cesión que Churruca desaprobaba sin rebozo.

Separado de su navío, volvió a Cádiz como pasajero en el navío Concepción, llegando el 25 de mayo de 1802. Obtuvo una licencia para descansar de sus laboriosas tareas, y aprovechó ésta repartiendo su tiempo entre dar una vuelta por su pueblo y un viaje al mediodía francés. En Motrico debe hacerse cargo de la administración de la villa tras la muerte de su padre.

En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío Príncipe de Asturias. Los cuidados del mando y de la organización de su navío no fueron obstáculo para que revisase, en compañía de Antonio Escaño, el Diccionario de Marina. El gobierno le encargó también que hiciera experiencias de puntería; como resultado redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido mucho tiempo de guía.

Apenas había acabado de reorganizar el Príncipe cuando pidió el mando del navío San Juan Nepomuceno, carenado de nuevo. El gobierno accedió a la demanda, añadiendo a la concesión la facultad de arreglar el repartimiento interior y su armamento sin sujeción a reglamento alguno. A bordo de este navío participaría en la batalla de Trafalgar, donde moriría y alcanzaría la fama.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor toxxo » Mié Ene 09, 2013 10:39 am


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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Mié Ene 09, 2013 12:02 pm



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Eso es seguro. Sería capaz de decir que esa batalla fue de la Guerra Civil; como suele pasar con muchas fechas y personajes de la Guerra de la Independencia.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Dom Mar 24, 2013 1:13 pm


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Alfonso XII, el Pacificador

(Madrid, 28 de noviembre de 1857 – El Pardo, 25 de noviembre de 1885), fue rey de España entre 1874 y 1885; era hijo de la reina Isabel II de España y, oficialmente, de su marido, Francisco de Asís de Borbón. Nacido Alfonso Francisco Fernando Pío Juan de María de la Concepción Gregorio Pelayo de Borbón y Borbón. Reinó tras la Restauración borbónica, hasta su muerte prematura a los 27 años, víctima de la tuberculosis. Fue sucedido en el trono por su hijo póstumo, Alfonso XIII de España, cuya minoría estuvo encabezada por la regencia de su viuda, María Cristina de Austria.

En 1868, siendo aún un niño, su madre fue destronada por la Revolución de 1868 (conocida como La Gloriosa), obligando a la Familia Real a partir hacia el exilio; los reyes se instalaron por separado en París. La salida a Europa del joven príncipe supuso una experiencia inestimable, al encontrarse así con otros sistemas políticos como el francés, el austríaco o el británico. De hecho, Alfonso fue el primer príncipe de Asturias que se formó en centros educativos y militares extranjeros.

El primero de ellos fue el colegio Stanislas, en París. El 29 de septiembre de 1869, la familia se trasladó transitoriamente a Ginebra, donde además de recibir clases particulares, el príncipe Alfonso acudió a la Academia Pública de la ciudad cantonal. Como continuación de su educación se eligió la Real e Imperial Academia Teresiana de Viena. Por último asistió a la Academia militar de Sandhurst, en Inglaterra. En este país el futuro rey conoció de primera mano el constitucionalismo inglés.

De la correspondencia de Alfonso con su madre la Reina durante todas sus estancias en los distintos colegios y academias, se pone de manifiesto la relativa estrechez económica en que se movía la Familia Real en esos años.

El 25 de junio de 1870, su madre, Isabel II, abdicó sus derechos dinásticos, en un documento firmado en París, en favor de su hijo Alfonso, que pasaba así a ser considerado por los monárquicos como el legítimo rey de España.

Mientras tanto, en España se sucedían distintas formas de gobierno: el Gobierno Provisional (1868–1870), la monarquía democrática de Amadeo I (1870–1873) y la I República (1873–1874). Ésta fue liquidada en el mes de enero por el golpe de estado del general Pavía, y se abrió un segundo período de gobiernos provisionales. Durante esta etapa histórica (el Sexenio Democrático), la causa alfonsina estuvo representada en las Cortes por Antonio Cánovas del Castillo.

El 1 de diciembre de 1874, Alfonso hizo público el Manifiesto de Sandhurst, presentándose a los españoles como un príncipe católico, español, constitucionalista, liberal, y deseoso de servir a la nación.

El 29 de diciembre de 1874 se produjo la restauración de la monarquía al pronunciarse el general segoviano Martínez-Campos en Sagunto (Valencia) a favor del acceso al trono del príncipe Alfonso. En aquel momento, el Jefe del Estado era el general Serrano. El Jefe del Gobierno era Sagasta. En enero de 1875 llegó a España y fue proclamado rey ante las Cortes Españolas.

Su reinado consistió principalmente en consolidar la monarquía y la estabilidad institucional, reparando los daños que las luchas internas de los años del llamado Sexenio Revolucionario habían dejado tras de sí, ganándose el apodo de «el Pacificador». Se aprobó la nueva Constitución de 1876 y durante ese mismo año finalizó la guerra carlista, dirigida por el pretendiente Carlos VII (el propio monarca hizo acto de presencia y acudió al campo de batalla para presenciar su final). Los fueros vascos y navarros fueron reducidos y se logró que cesaran, de forma transitoria, las hostilidades en Cuba con la firma de la Paz de Zanjón.

Alfonso XII realizó en el año 1883 una visita oficial a Bélgica, Austria, Alemania y Francia. En Alemania aceptó el nombramiento como coronel honorario de un regimiento de la guarnición de Alsacia, territorio conquistado por los alemanes y cuya soberanía reclamaba Francia. Este hecho dio lugar a un recibimiento hostil al monarca español por parte del pueblo de París durante su visita oficial a ese país.

Alemania trató de ocupar las Islas Carolinas, en aquel momento bajo dominio español, provocando un incidente entre los dos países que se saldó a favor de España con la firma de un acuerdo hispanoalemán en 1885.

Ese mismo año se desató una epidemia de cólera en Valencia que se fue extendiendo hacia el interior del país. Cuando la enfermedad llegó a Aranjuez, el monarca expresó su deseo de visitar a los afectados, a lo que el Gobierno de Cánovas del Castillo se negó por el peligro que ello entrañaba. El rey partió entonces sin previo aviso hacia la ciudad y ordenó que se abriera el Palacio Real para alojar a las tropas de la guarnición. Una vez allí, consoló a los enfermos y les repartió ayudas. Cuando el Gobierno conoció el viaje del soberano, envió al Ministro de Gracia y Justicia, al Capitán General y al Gobernador Civil para que le llevasen de vuelta a Madrid. Cuando llegó, el pueblo, enterado del gesto del rey, le recibió con vítores y, retirando a los caballos, condujo al carruaje hasta el Palacio Real.

Poco tiempo después, el 25 de noviembre, Alfonso XII murió de tuberculosis en el Palacio de El Pardo, en Madrid.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Dom Mar 24, 2013 1:20 pm


Gc Edicion 175 Aniversario

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Alfonso XIII, el Africano

(Madrid, 17 de mayo de 1886 – Roma, 28 de febrero de 1941), fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. Asumió el poder a los 16 años de edad, el 17 de mayo de 1902.

España sufría cuatro problemas de suma importancia que darían al traste con la monarquía liberal: la falta de una verdadera representatividad política de amplios grupos sociales; la pésima situación de las clases populares, en especial las campesinas; los problemas derivados de la guerra del Rif; y el nacionalismo catalán, espoleado por la poderosa burguesía barcelonesa. Esta turbulencia política y social, iniciada con el desastre del 98 impidió que los partidos turnistas lograran implantar una verdadera democracia liberal, lo que condujo al establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera, aceptada por el monarca. Con el fracaso político de ésta, el monarca impulsó una vuelta a la normalidad democrática con intención de regenerar el régimen. No obstante, fue abandonado por toda la clase política, que se sintió traicionada por el apoyo del rey a la dictadura de Primo de Rivera.

Abandonó España voluntariamente tras las elecciones municipales de abril de 1931, que fueron tomadas como un plebiscito entre monarquía o república. Enterrado en Roma, sus restos no fueron trasladados hasta 1980 al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.

Hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena, fue bautizado Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena. Su madre ejerció la regencia durante su minoría de edad, entre 1885 y 1902. Al final de la Regencia y poco antes de comenzar su reinado propiamente dicho, España, tras la intervención de los Estados Unidos en 1898 en la guerra colonial, perdió sus últimas posesiones ultramarinas en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, durante el conocido como Desastre del 98.

Ya en el siglo XX, las aventuras coloniales comenzaron nuevamente en la zona norte de Marruecos, que había sido adjudicada a España en los repartos internacionales, lo que conduciría a la sangría de la Guerra del Rif. En 1902, al cumplir los 16 años, Alfonso XIII, popularmente apodado en Cataluña "en Cametes" (el Piernecitas, porque las tenía muy delgadas), fue declarado mayor de edad y asumió las funciones constitucionales de Jefe de Estado. Durante su reinado visitó todas las provincias españolas y realizó numerosas visitas al extranjero. Entre los primeros países en los que fue recibido se encontraban Alemania, Reino Unido y Francia. Durante esta visita, Alfonso XIII y el presidente de la República, Émile Loubet, fueron objeto de un atentado en las calles de París, del que salieron ilesos.

El 31 de mayo de 1906, se casó con la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg (1887–1969), hija del príncipe Enrique de Battenberg y la princesa Beatriz del Reino Unido. Victoria Eugenia era sobrina del rey Eduardo VII y nieta de la reina Victoria I del Reino Unido.

Ena, como se la conocía, Alteza Serenísima por nacimiento, fue elevada al rango de Alteza Real un mes antes de su matrimonio, para evitar que la unión fuese considerada desigual o morganático.

Cuando Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia regresaban al Palacio Real, después de la boda, sufrieron un atentado mediante una bomba escondida en un ramo de flores, lanzada por el anarquista Mateo Morral a su carroza, frente al número 88 de la calle Mayor de Madrid, del que lograron salir ilesos milagrosamente. Como consecuencia de la explosión murieron tres oficiales y cinco soldados del séquito real, tres personas más en los balcones e hiriendo a más de 14 personas que contemplaban el paso del cortejo.

España conoció numerosas revueltas sociales en sus principales ciudades durante las dos primeras décadas del siglo XX. Una de las más destacadas tuvo lugar en 1909 en Barcelona y se conoció como la Semana Trágica. Uno de los factores que la desencadenaron fue el descontento de la población con la Guerra de Marruecos: en ese año se había recrudecido el conflicto marroquí, convirtiéndose en uno de los principales problemas nacionales.

En 1921, a raíz de unas operaciones bélicas tácticamente desastrosas, se produjo el hundimiento de la comandancia militar de Melilla (el desastre de Annual). El impacto que tuvo sobre la opinión pública generó un sentimiento muy crítico con la política mantenida hasta ese momento en Marruecos, y en general con todo el sistema político de la Restauración, ya tambaleante desde la huelga general de 1917. Se inició una investigación de lo sucedido (con el expediente Picasso) en el que, al parecer, quedaban involucrados en graves responsabilidades cargos elevados de la administración, pero dicho informe nunca vio la luz. Algunas voces extendieron las responsabilidades por el desastre de Annual al monarca, uno de los impulsores y partidarios más destacados de la política colonial, porque había propiciado el nombramiento de algunos mandos responsables del «Desastre» con los que mantenía una relación de amistad o eran personas cercanas a él, como Dámaso Berenguer o el general Fernández Silvestre.

En este contexto de crisis política y social, el capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado de 13 de septiembre de 1923, que fue respaldado por Alfonso XIII al encargarle la formación de un gobierno. Para algunos, una de las razones que explican el golpe sería que éste sirvió de instrumento para evitar que los resultados del Expediente Picasso saliesen a la luz en una investigación parlamentaria que estaba realizándose y que podría haber dejado al monarca en una posición comprometida.

Primo de Rivera formó un gobierno al que denominó directorio, que estuvo compuesto en un primer momento exclusivamente por militares (Directorio Militar) y, posteriormente (1925), tuvo un carácter civil (Directorio Civil). Durante la Dictadura se puso fin a la Guerra de Marruecos con el Desembarco de Alhucemas en 1925, que permitió la conquista española definitiva del Rif en 1927.

En 1929 se celebraron la Exposición Universal en Barcelona y la Iberoamericana en Sevilla, pero la oposición creciente que generó el dictador, especialmente extendida entre estudiantes, intelectuales y el cuerpo de Artillería (se oponía a la reforma que pretendía el dictador de su sistema de ascensos), hicieron que Alfonso XIII apartase a Miguel Primo de Rivera del gobierno el 29 de enero de 1930, nombrando presidente del consejo de ministros al general Dámaso Berenguer con la intención de retornar al régimen constitucional. Este nuevo periodo se conoció enseguida como «la Dictablanda», por contraste con la dictadura anterior.

Tras la caída del dictador —que falleció semanas después—, aumentaron las manifestaciones antimonárquicas, se acusó al rey de haber auspiciado la dictadura de Primo de Rivera y de tener responsabilidades en el Desastre de Annual. Ese año los partidos republicanos se unieron frente a la monarquía con la firma del Pacto de San Sebastián. Hubo pronunciamientos militares republicanos que fueron frustrados por el gobierno en la base aérea de Cuatro Vientos (Madrid) y en Jaca (éste último encabezado por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, que fueron fusilados tras un consejo de guerra).

En febrero de 1931 el almirante Juan Bautista Aznar fue designado presidente del consejo por Alfonso XIII. Su gobierno convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Al conocerse en las elecciones mencionadas la victoria en las ciudades de las candidaturas republicanas, el 14 de abril se proclamó la Segunda República. El rey abandonó el país ese mismo día, con el fin de evitar una guerra civil.

Al comenzar la Guerra Civil Española, apoyó fervientemente al bando sublevado, afirmando ser un «falangista de primera hora». La relación del rey Alfonso XIII con el dictador Francisco Franco es extensa y está bien documentada. Como consecuencia de sus éxitos en Marruecos conoció a Franco, quien poco a poco se convirtió en favorito real; en enero de 1923 el rey le concedió la medalla militar, así como el cargo honorífico de gentilhombre de cámara, por lo que el padrino de su boda fue Alfonso XIII (representado por el gobernador civil de Oviedo, el general Losada). Franco discutió personalmente con el rey la posible retirada de Marruecos. En marzo de 1925, durante una visita allí, el general Primo de Rivera entregó a Franco una carta del rey junto con una medalla religiosa de oro; la carta terminaba así: «Ya sabes lo mucho que te quiere y te aprecia tu afectísimo amigo que te abraza. Alfonso XIII». Por real decreto (4 de enero de 1928) lo nombró director de la recién creada Academia General Militar. Franco votó a favor de la candidatura monárquica en Zaragoza. El 4 de abril de 1937 Franco escribió una carta despectiva a Alfonso XIII: el rey, que acababa de donar un millón de pesetas a la causa franquista, le había escrito expresando su preocupación por la poca prioridad que se daba a la restauración de la monarquía; Franco dejó claro que el rey difícilmente llegaría a desempeñar un papel en el futuro, en vista de sus errores pasados. Al acabar la guerra y no restaurarse la monarquía, el rey declaró: «Elegí a Franco cuando no era nadie. Él me ha traicionado y engañado a cada paso».

Durante su exilio residió en diversos lugares, aunque los últimos años de su vida los pasó en Roma. Tras la muerte de Alfonso Carlos de Borbón, duque de San Jaime, pretendiente carlista bajo el nombre de Alfonso Carlos I, en 1936 recibió los posibles derechos del carlismo y del legitimismo francés con el nombre de Alfonso XIII de España y Alfonso I de Francia y Navarra.

El 15 de enero de 1941 renunció a la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo Juan (sus dos hijos mayores se habían apartado de la sucesión). Falleció el 28 de febrero de 1941 en el Gran Hotel de Roma a causa de una angina de pecho. Estuvo enterrado en la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de la capital italiana hasta que, el 19 de enero de 1980, sus restos fueron trasladados al Panteón Real del Monasterio de El Escorial por orden de su nieto, el rey Juan Carlos I.

Por su parte, su hijo Juan, conde de Barcelona, renunció a sus derechos al trono en 1977, en favor de su hijo Juan Carlos, que había sido nombrado rey en 1975, a la muerte del general Franco, en virtud de la ley de sucesión a la jefatura del estado de 1947. Con la renuncia a sus derechos por parte del conde de Barcelona se recuperó la legitimidad dinástica de la monarquía histórica, tal como recoge el artículo 57 de la Constitución española de 1978.

Durante su reinado otorgó entre títulos de España e Indias: 379 títulos nobiliarios de los cuales 83 obtuvieron Grandeza de España.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Sab Nov 02, 2013 3:09 pm



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Hernan Cortés

Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano (Medellín, Corona de Castilla, 1485 – Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 2 de diciembre de 1547), conquistador español del imperio azteca (hoy el centro de México). I marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España.

En 1511 participó en la expedición de conquista de Cuba dirigida por el gobernador Diego de Velázquez, de quien recibió tierras y esclavos en la isla. Llegó a ser nombrado alcalde de Santiago de Cuba, aunque fue después encarcelado por el gobernador, acusado de conspirar en su contra. Liberado, se casó con la cuñada del propio Diego Velázquez, de nombre Catalina Suárez Marcaida.

A finales de 1518 Velázquez le confió el mando de la tercera expedición, tras las de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, para continuar sus descubrimientos en la costa de Yucatán. Pero Velázquez pronto desconfió de él.

Cuenta Bernal Díaz del Castillo, autor de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, que un bufón de Velázquez, llamado Cervantes el loco, le dijo a su señor, a la manera de los bufones: «A la gala de mi amo Diego, Diego, ¿qué capitán has elegido? Que es de Medellín de Extremadura, capitán de gran. Más temo, Diego, no se te alce con la armada, que le juzgo por muy gran varón en sus cosas».

Hernán Cortés seguía, sin embargo, con los preparativos de la expedición, y debido a su gran elocuencia, dotes de persuasión y sugestión, pronto logró reclutar a más de 600 hombres para su causa.

Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Cortés partió precipitadamente del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de estos en el puerto de Trinidad y otros lugares.

Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota abandonó las costas de Cuba. Consistía aquella armada en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Por capitanes iban Alonso Hernández Portocarrero (al que entregaría más tarde la india doña Marina), Alonso Dávila, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León (pariente del gobernador), Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado. Muchos de estos eran veteranos de la guerra de Italia. Por piloto principal iba Antón de Alaminos con experiencia en las dos expediciones anteriores de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.

La expedición de Cortés continuó bordeando la costa guiada por el piloto Antón de Alaminos hasta llegar el 14 de marzo de 1519 a la desembocadura del río Tabasco (hoy Grijalva), en las cercanías de la ciudad de Potonchán (Putunchan), perteneciente a los putunes o grupo maya-chontal y gobernada por el «halach uinik» Taabscoob. Allí se produjo la crucial Batalla de Centla relatada desde el punto de vista español por López de Gómara en el capítulo Combate y toma de Potonchan de su libro La Conquista de México.

Durante su estancia en España en 1529, Cortés consiguió de Carlos V el título de Marqués del Valle de Oaxaca y el gobierno sobre los futuros descubrimientos en el Mar del Sur. Ya de regreso a México, el 30 de junio de 1532 envió a su primo Diego Hurtado de Mendoza para que explorara las islas y litorales de la Mar del Sur, más allá de los límites de la audiencia de la Nueva Galicia gobernada por Nuño de Guzmán enemigo acérrimo de Hernán Cortés. Partió la expedición en dos barcos desde golfo de Tehuantepec, después de tocar Manzanillo (Colima) se fueron costeando las costas de Jalisco y Nayarit, que en aquel entonces formaban parte de la audiencia de la Nueva Galicia, hasta descubrir las Islas Marías, de allí regresaron a tierra firme y trataron de obtener abastecimiento de agua en la bahía de Matanchén, Nayarit, abastecimiento que les fue negado por órdenes de Nuño de Guzmán, dueño y señor de la región.

Uno de los barcos maltratados por las tormentas emprendió el regreso, arribó a las costas de Jalisco y terminó en manos de Nuño de Guzmán, en tanto el otro navío en el que iba Diego Hurtado de Mendoza tomó rumbo al norte, jamás ninguno de los que iban a bordo regresó a la Nueva España, no se volvió a tener noticias de ellos, años después el autor de la Segunda Relación anónima de la jornada que hizo Nuño de Guzmán a la Nueva Galicia, recogió algunas informaciones que hacen suponer que la nave que comandaba Diego Hurtado de Mendoza había naufragado en el litoral norte del hoy estado de Sinaloa, pereciendo él y el resto de la tripulación.

El navío Concepción al mando del capitán y comandante de la expedición Diego de Becerra, era una de las dos naves que Cortés envió en 1533, poco después de la conquista de la gran Tenochtitlan, en un segundo viaje de exploración de la Mar del Sur, la otra nave era el navío San Lázaro al mando del Capitán Hernando de Grijalva.

Zarpó la expedición desde el hoy puerto de Manzanillo el 30 de octubre de 1533, para el día 20 de diciembre las naves se habían separado, el barco San Lázaro que se había adelantado esperó en vano al navío Concepción durante tres días y al no tener avistamiento del navío acompañante se dedicó a explorar el Océano Pacífico y descubrió las Islas Revillagigedo. A bordo del Concepción todo era diferente, el navegante y segundo en el mando Fortún Jiménez se amotinó y asesinó mientras dormía al capitán Diego de Becerra, después agredió a los tripulantes que se mostraron leales al asesinado capitán para posteriormente abandonar a los heridos en las costas de Michoacán junto con los frailes franciscanos que le acompañaban en la travesía.

Fortún Jiménez navegó hacia el noroeste siguiendo la costa y en algún momento giró hacia el oeste y llegó hacia una apacible bahía, hoy se sabe que arribó a la hoy ciudad y puerto de La Paz, él pensó que había arribado a una isla, jamás supo que había arribado a una península que con el tiempo se llamaría península de Baja California, allí se encontró con nativos que hablaban una lengua no conocida y además andaban semidesnudos, eran muy diferentes de los nativos del altiplano mexicano que tenían una cultura propia.

Los tripulantes que le acompañaban al ver a las mujeres semidesnudas y a causa de la larga vigilia sexual, se dedicaron a tomarlas por la fuerza. Para ese entonces se habían dado cuenta que en el lugar abundaban las perlas que los nativos extraían de las conchas de moluscos que abundaban en la bahía, así que se dedicaron a saquear el lugar y a abusar de las mujeres.

Es necesario resaltar que Fortún Jiménez y acompañantes no otorgaron nombre alguno a ninguno de los sitios que encontraron, siendo otros exploradores quienes diesen nombre a los lugares visitados por Fortún Jiménez.

El abuso de las mujeres por parte de la tripulación aunado al saqueo al cual se dedicaron provocó un violento enfrentamiento con los nativos que terminó en la muerte de Fortún Jiménez y algunos de sus compañeros, los sobrevivientes se retiraron del lugar, abordaron a duras penas el navío Concepción, navegaron erráticamente durante varios días hasta llegar a las costas del hoy estado de Jalisco, en donde se toparon con los subalternos de Nuño de Guzmán quienes les requisaron la nave y los tomaron prisioneros.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Sab Nov 02, 2013 3:16 pm


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Vicente Aldecoa Lecanda

El 10 de noviembre de 1919 nació en Bilbao Vicente AIdecoa Lecanda. Durante la Guerra Civil combatió en diferentes frentes, encuadrado en Requetés, resultando herido en la batalla del Ebro. Incorporado posteriormente a Aviación, obtuvo el título de piloto y fue promovido a alférez provisional. En 1942, formando parte de la 3ª Escuadrilla expedicionaria, marchó a Rusia, y allí sus extraordinarias dotes de cazador y su gran valor hicieron que durante los siete meses que permaneció en campaña, realizara 117 misiones de guerra, sosteniendo 20 combates aéreos y derribando ocho aviones enemigos. Por su brillante actuación recibiría la Medalla Militar.

Tras su paso por la Academia de Aviación fue promovido a teniente, y al ascender a capitán en 1949, fue designado profesor de vuelo en la Academia General del Aire; tres años después pasó a la Maestranza Aérea de Cuatro Vientos como piloto probador.

Extraordinario acróbata aéreo, participó desde 1952 en cuantos concursos y exhibiciones de la especialidad se llevaron a cabo en nuestra patria, hasta el 8 de mayo de 1954 en que murió al estrellarse la "Bu-133" que pilotaba durante un festival aéreo internacional, en Cuatro Vientos.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juanete » Jue Feb 13, 2014 8:09 pm


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Juan Tomás Enríquez de Cabrera y Ponce de León

Juan Tomás Enríquez de Cabrera (Génova, 21 de diciembre de 1646 - Estremoz, 29 de junio de 1705) fue un noble, militar, diplomático y hombre de estado español perteneciente al importante linaje de los Enríquez. Fue XI y último Almirante de Castilla, VII duque de Medina de Rioseco, X conde de Melgar y conde de Módica, gobernador de Milán, virrey de Cataluña, miembro del consejo de estado durante el reinado de Carlos II y su Caballerizo mayor, teniente general de Andalucía, general del Océano y embajador en Roma y Francia. Su toma de posición a favor del pretendiente Carlos de Austria durante la guerra de sucesión española provocó su caída y exilio.

En 1669, junto con otros nobles, fue nombrado capitán del regimiento de la Chamberga, una unidad militar recién instituida que bajo el mando del marqués de Aytona estaba destinada a servir como guardia real de Carlos II durante su minoría de edad, ante la amenaza que contra la seguridad de éste suponía su medio hermano Juan José de Austria, que ya en febrero de ese mismo año había avanzado con sus tropas desde Aragón hasta las puertas de Madrid, amagando con tomar las riendas del gobierno.

La presencia de este regimiento en Madrid fue una fuente constante de problemas. Los soldados de la Chamberga, indisciplinados y mal pagados, cometieron toda clase de abusos contra la población civil, mantuvieron frecuentes reyertas con los alguaciles de corte e ignoraron la justicia ordinaria, amparados por el fuero militar.

En julio de 1670, un altercado habido entre la compañía de Melgar y la guardia extranjera dejó varios heridos, lo que motivó su destierro de la Corte.

Con el fin de verificar su alejamiento de la corte se le concedió el mando del Tercio de Lombardía con el empleo de maestre de campo. La situación en Lombardía era complicada en aquellas fechas: las tropas de Luis XIV, embarcadas en la guerra franco-holandesa y enfrentadas a la Cuádruple Alianza, de la que formaba parte España, habían ocupado parte de Sicilia y amenazaban Nápoles. Cinco años después de su llegada, Melgar fue ascendido a general de la caballería del Milanesado.

En 1676, tras la muerte de Clemente X, fue designado embajador extraordinario de España en Roma con la misión de apoyar la candidatura de Benedetto Giulio Odescalchi en el cónclave en que debería elegirse nuevo papa; éste salió efectivamente electo como Inocencio XI.

En 1678 fue designado para sustituir interinamente al gobernador de Milán Claude Lamoral de Ligne, recibiendo el cargo con titularidad tras la muerte de éste al año siguiente. En su desempeño como gobernador saneó la economía del Milanesado y reforzó las fortificaciones y el ejército. En 1683, rotas nuevamente las hostilidades con la Francia de Luis XIV, prestó socorro a Génova, bombardeada por la armada francesa del almirante Duquesne y el marqués de Seignelay.

En 1685 presentó su renuncia, coincidiendo con el destierro de la corte de Madrid de su suegro y el ascenso del conde de Oropesa. Carlos II le nombró embajador en Roma pero Juan Tomás, haciendo caso omiso del nombramiento, regresó a España, desacato que supuso su destierro al castillo de Coca.

En abril de 1688 se produjo en Cataluña un alzamiento popular en contra de las autoridades; ante la incapacidad para apaciguar el país del virrey Diego Felipe de Guzmán, marqués de Leganés, Melgar fue nombrado para sustituirlo. Los alzamientos fueron rápidamente aquietados, y a finales de ese mismo año Melgar volvió a Madrid, cediendo el virreinato al duque de Villahermosa Carlos de Aragón de Gurrea y de Borja.

Fue en esta época cuando se le concedió el hábito de la orden de Calatrava.
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Re: Reyes de España y personalidades del Ejército Español

Notapor Juramentado » Mar Feb 18, 2014 9:52 pm


:aplauso: :aplauso: :venerar: Genial, ¿para cuando D Juan de Austria y Alejandro Farnesio? :babas: :okguay:
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