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zbt escribió:Humberto
El llamado bipartidismo se potencia gracias a la Ley D'hont, y no sólo al ejercicio del voto en sí. En italia no hay Ley D'hont, así que es más fácil que haya multipartidismo. Con esto no niego que haya, efectivamente, más gente que vote a PP o PSOE que al resto, pero llegar a las instituciones (cosa que sí se ve adulterado por la ley electoral) fomenta la consolidación de los partidos en el poder (y en el voto) a través de las redes clientelares (como ocurre en Andalucía o Galicia).
Y a lo que yo me vengo a referir, es que cuando se dice "la mayoría de la población votó al PP" para legitimar sus acciones políticas, está mintiendo. La mayoría de la población no le votó, ni tampoco al PSOE. La mayoría de la población o no votó (porque se abstuvo o porque no tenía edad) o votó a otros partidos.
Y tu última frase es bastante lapidaria. Seguramente tú y los de tu cuerda seréis los únicos que pensáis (ironía, claro).
La población es una, claro. Y la ciudadanía que vota otra. Y la única manera de saber lo que quiere la ciudadanía de un país es contando los votos de los que acuden a unos comicios, que no serán todos, lógicamente aunque lo deseable así sería. Pero que es la cifra suficientemente representativa como para así ser aceptada en todas las democracias del mundo. Y la mayoría, si tuviéramos otro sistema distinto, debería ser la mitad más uno de los votos obtenidos. Ha habido mayorías absolutas con el cuarenta y pico % , no con el 51%. De tener otro, digo, pero tenemos el que tenemos para asignar escaños.
La
Ley D'hont es una forma, como tantas, de asignar escaños en una circunscripción según los votos obtenidos. La nuestra es la circunscripción provincial. Simplemente, el partido que quiera sentar su culo en Moncloa deberá ganar por mayoría en seis o siete capitales importantes. Ninguno, que yo sepa, tiene garantizado el número de votantes a perpetuidad, todo puede cambiar, y si miramos atrás un poco vemos que UCD ya no existe cuando en su día ganó una generales. A Carrillo le pareció, cuando los pactos famosos de Moncloa para atraerlo de nuevo al lado de la Fuerza, bien en la creencia de que tendría una representación que luego no tuvo. El asturiano (q.e.p.d.) se pasó la vida dando por real lo que se producía en su imaginación y su deseo. Tampoco nos complicamos mucho eligiendo y no hay que ver dobleces en ello: era el sistema elegido en Francia que, como nosotros, también repartió el estado en provincias (departamentos). Un país al que miramos para copiar. IU, en estos años, ha ido a menos, sobre todo en las penúltimas: descalabro total. Pero, y a eso iba, con este sistema nadie tiene garantizado nada y puede darse un vuelco. En las últimas, y eso es cierto, fue la tercera fuerza más votada con millón y pico largo de votos, sin embargo, por su número de escaños obtenidos, resultó ser la cuarta, mientras que CIU, con un millón y pico corto, obtuvo quince y es la tercera fuerza del parlamento. Mismo caso que UPyD, que empata con PNV en número de escaños, siendo sus votantes más de un millón frente a los trescientos mil de éste.
¿Es justo ese reparto? ¿Es justo el sistema de D'hont? Para los que pierden no, desde luego. Habría que escucharles si se cambiaran las tornas. Al no suceder, para éstos el tamaño de la circunscripción parece ser es lo que importa dado que en ciertas capitales se concentra mucho poder que se traduce en escaños extra que dan la mayoría. Y hay circunscripciones, como las catalanas o las vascas que tienen más representatividad, y se ven favorecidas muy por encima de sus votos, simplemente por estar concentradas en una misma región. Podría cambiarse el cociente y que restara o sumara hasta que los votos generales coincidieran en representatividad con los escaños asignados. Eso sería un mazazo para los regionales y un problema quizá para la gobernabilidad (la fuerza más votada podría no gobernar, como pasa en Andalucía). O podría cambiarse las circunscripciones actuales, por provincia, por una única (distrito único), así ERC o Amaiur (o como se llame) se quedarían sin escaño, o por un millar de distritos como en el Reino Unido, así igual Falange (o como se llame) obtendría alguno. Quién sabe. O incluso, que los votos en blanco constasen y restasen en modo distinto a como pasa ahora, que favorecen al más votado, y castigasen con cociente negativo.
Todo eso podría hacerse. Sí. Los de mi «cuerda» pensamos que el modo correcto y único es de la ley a ley. No con una revolución. Ni con asambleas populares. Ni con Comités. Ni sobre las cenizas del sistema, después de habérselo cargado. Y pensamos también, que claro, a los dos que ahora mismo se reparten el cotarro eso no les vendría bien y a los regionalistas menos aún, y que es por eso que, con su amplio consenso, están tumbando las propuestas en ese sentido de los «perjudicados». Hoy por hoy. Pero quizá no tardando la cosa cambie. Porque, como digo, las reglas son iguales para todos y si los dos grandes pierden el favor de sus votantes y sus votos se trasvasan a otros que son minoritarios y los transforman en grandes, como ocurriera con UCD que favoreció a PSOE y AP, puede ser un tripartito o cuatripartito u otro bipartidismo de dos nuevos partidos, alternándose en el poder. En Cantabria estuvo gobernando muchos años la tercera fuerza en vez de la primera. Y en Cataluña o en Baleares, hay ejemplos de este tipo de coaliciones.
Lo que nunca entenderé es por qué en los debates se entra en lo personal, aunque sea de modo irónico. Las razones están ahí para ser esgrimidas y es lo que debe contar, que se le atribuya a uno ser de una «cuerda» o de otra no es sino un vano intento para deslegitimar lo que con razones no se es capaz de conquistar.
Lapidario, dices. Claro, he visto mucho de todo y conozco el percal y al
españolito medio como para no ser lapidario, y un escéptico. Sólo hace falta pegar la oreja y escuchar a ver qué piensan. «Qué país más rico es éste: hace quinientos años que estamos robando y todavía queda». «¿Sin IVA o sin IVA?». «¿La cola para prejubilarse estando sano, por favor?» «Que pague el que más tiene, salvo que me toque una herencia o la lotería». Y luego está el mal entendido Derecho de Reunión y Manifestación, regulado por ley socialista, para que no haya dudas, que han convertido en «armarla para tener razón». Y así no hay manera. La calle no es la urna y ciertas medidas de presión, delictivas muchas veces, parecen estar cambiando el parecer de los gobernantes. Y tener más razón el que más presión ejerce y por tanto más delinque. Pero si se habla de regular de nuevo para castigar un vacio llegal como el escrache, entonces, cuidado, más problemas y movilizaciones. Como diría aquel: este país no tiene remedio y no hay Dios que lo gobierne. Y fue hace siglos.
Hace treinta y dos años que no voto por cien razones: la primera, porque no me siento representado por ningún partido (no hay uno ‘regeracionista’,), y, bueno, sólo con eso huelgan las otras noventa y nueve. Pero, y ahí está la diferencia, defenderé la legalidad del sistema electoral porque en esa sí que creo, en la legalidad que brinda el estado de derecho, hasta que sea modificada legalmente por otra que sea mejor, aunque a la postre resultara que no lo fuera. El estado de derecho es mi único dogma, todo lo demás es mutable e imperfecto precisamente porque es susceptible de cambio por humanos, y los humanos por definición somos imperfectos.
Consignas e ideología:
Es mi cuerpo. Nadie manda en mi cuerpo.
Hay neonatos que se logran con seis meses. No tardando, si la ciencia médica avanza, puede ocurrir que se consiga lo mismo con cinco meses, o hasta con menos. Qué Argumento para una película de ciencia ficción: extraído un feto del cuerpo materno y siendo viable la vida ¿a quién corresponde la paternidad? O, bueno, maternidad. ¿O no se le concede al feto la posibilidad de de ser dado en adopción y se prefiere su «eliminación»? Buf. Qué dilema. Qué paradoja existencial ¿Verdad? «Nosotras parimos, nosotras decidimos» es la síntesis del razonamiento aducido. Pero, resulta que ya no, sólo conciben, pero no paren. Parir es da a luz, pero si se te extrae, sería, en politiqués —el idioma de los políticos—, otra forma de «interrupción del embarazo» o un «trasvase de nasciturus a incubadora». Digno de Stanley Kubrick, si siguiera vivo. O del cine sueco. Del de aquí, ya sé que no.
Pero eso es ciencia ficción. Por supuesto. Futuro incierto y remoto. Y el aborto, el revisar de nuevo su regulación, como se sabe, es oscuro e inquisitivo por ser materia del Medievo (sic). Y para qué vamos, hermanas, a mirar tan atrás, si hoy es un «derecho» antiguo donde hace mucho, por lo menos cuatro años, era un «delito» (fuera de los tres supuestos establecidos) y se consiguió que ninguna de nosotras fuera condenada a la cárcel. Aborto libre y gratuito, así debe ser. Y sin mayoría de edad. Nosotras, no ellos. Ellos pican pero no pintan en este Flandes.
Léase la ironía con humor en un tema tan espinoso y que ha hecho correr tantos ríos de tinta, en la que mucha postura ideológica veo yo en los detractores, pero pocos razonamientos originales y sí mucha consigna vacua. Se alude al machismo, incluso. El sexo dominante y todo ese rollo. Sin perjuicio de que en varios aspectos el ministro esté equivocado. Que lo está, aunque sea loable la defensa de la vida de un feto con síndrome de Down, resulta imposible legislar basándose en la amoralidad sin entrar en conflicto con situaciones de dolorosa elección socialmente aceptadas, para unos padres. Pero ahí tenemos el tema, junto con otros como educación o como los recortes. Y el tema es que para cambiar las decisiones del gobierno se hace ruido, mucho ruido, y eso sería aceptable si no se fuera porque al mismo tiempo hemos cogido la insana costumbre de dar un paso más allá de lo establecido en una manifestación y adentrarse en el territorio que hay pasado la frontera de lo delictivo. Y lo que te rondaré, morena. Porque luego resulta que cuando se tiran las vallas o se intenta reventar un acto de algún político (el que no quiera oír que no vaya, pero respeten al que sí), y va la policía a poner orden (o ya estaba allí en previsión), o por evitar altercados se le insta a que no entren en determinada zona que no era la autorizada en el recorrido, se les llama «esbirros» del poder. Mujer, así no. Porque si mañana van los Pro-vida o los Anti-abortistas a reventar un acto tuyo, esos mismos esbirros son los que van a ir, y acudirán igualmente, no por salvarte el acto, ni por nada en especial, sino porque es su deber. ¿Serán «esbirros», entonces? A que no. Pues ojo con las etiquetas y obsérvese, primero, la legalidad para que no se tenga que poner en solfa a nadie. Sea uno ciudadano y reclame donde proceda, sin traspasar la barrera ni dar motivos a la policía para hacerte ver que la has pasado, que vuelvas grupas, y que no te gustaría que eso mismo te lo hicieran a ti, los que no piensan como tú. Los de otra etiqueta.
Un saludo.