El perro de rescate en aludes. La herramienta viva (I)
Hoy en día, cuando se habla de rescate en accidentes por alud se hace mucho hincapié en la tecnología y en los nuevos avances respecto a los Detectores de Víctimas por Aludes (DVA). Se habla de sistemas analógicos, digitales, de una antena, de cuatro antenas, de si detectan simultáneamente a varias personas, de la versatilidad e idoneidad del sistema antiavanlachas RECCO, de nuevos protocolos de búsqueda, etc.
Pero hay otra herramienta de localización complementaria cuyo trabajo en la mayoría de las ocasiones pasa desapercibida y que, en cambio, es fundamental dentro de un equipo de rescate organizado. Dicha herramienta es el perro detector de víctimas vivas sepultadas por un alud.
El perro de rescate con disciplina en búsqueda y rescate; especialidad aludes
La historia del rescate con perros de aludes se remonta a 1937. El primer rescate del que se tiene constancia documental fue el de un niño sepultado en el que un perro no adiestrado marcó, por iniciativa propia, la posición del pequeño que pudo, de esta manera, ser localizado y rescatado.
Dentro del campo del perro de rescate hay dos variantes bien diferenciadas: los perros de rastro y los perros de venteo.
Un perro de rastro es aquel que trabaja con un olor de referencia, un único olor del propio desaparecido, teniendo que discriminar el resto de olores. Estos perros son guiados mediante correa y siempre llevan la trufa pegada al suelo para captar las moléculas y partículas de olor de la propia persona, así como el rompimiento del terreno que ésta ha dejado al andar.
Las razas predominantes para este trabajo son el sabueso, el beagel, o el bloodhound, entre otras.
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