Edición 175 Aniversario Gc |
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• El joven viajó solo hasta Vic agobiado, dijo, por un cúmulo de problemas personales
• Abrumado, Alberto Berman dijo que temía ahora por la reacción de sus compañeros
El taxista Alberto Berman Requena no aguantó más su mentira y a las diez de la noche de ayer confesó que su secuestro era una gran farsa que se inventó porque tiene muchos problemas personales, le cuesta tirar adelante con su vida y en un punto de locura quiso desaparecer y quitarse del medio. En la comisaría de Les Corts de Barcelona, donde declaró, sus padres le esperaban anoche para llevarlo a casa. Los Mossos d'Esquadra, que le denuncian por un delito de simulación de secuestro pero que decidieron no detenerlo, aconsejaron a los padres que no se separaran del joven, de 28 años, porque teme de la reacción de su familia y de sus compañeros taxistas.
Alberto Berman mintió. El lunes, a las once de la mañana, pronunció el código de alerta de su compañía, apagó el móvil, cerró la emisora de radio y enfiló directo con su taxi hasta Vic (Osona). Viajó solo. Al llegar, encontró un descampado de las afueras de la ciudad. Dió unas vueltas. Arrojó el móvil, el GPS, su cartera y se guardó unas monedas en el bolsillo, las que después utilizó para telefonear a su hermano y a su madre desde una cabina pública.
Cuando descubrió la angustia de su familia y el despliegue de miles de taxistas que dejaron de trabajar para buscarle con desesperación por Barcelona y el resto de Catalunya, llamó y dijo que se había liberado de sus secuestradores. Esa misma noche, en Vic, el joven mantuvo el tipo ante los investigadores del grupo de atracos del Área Regional de Investigación (ARI) de Barcelona que se desplazaron para interrogarle. El taxista aseguró que el golpe en la cabeza le había aturdido, que estuvo horas inconsciente, y que no recordaba nada de lo que había pasado. Curiosamente, en el hospital, los médicos no encontraron ni una sola herida ni hematoma que justificara tantas horas de inconsciencia.
LA CASA DE VIC
Acompañado de sus padres y su novia, el lunes durmió en su casa de Badalona. Ayer por la mañana, dos mossos del grupo de atracos se dirigieron a su casa e invitaron a Alberto Berman a reconstruir su secuestro. El joven mantuvo nuevamente la compostura y su mentira. A la farsa añadió que fueron dos marroquís los que subieron al taxi y le agredieron, que tuvo tiempo de comunicarse con su emisora y dar el código de alerta, pero que lo golpearon en la cabeza hasta dejarlo inconsciente. Que horas después, despertó en una habitación de una casa en Vic y que telefoneó a su hermano y a su madre.
Durante su paso por Vic, acompañado de los Mossos, el taxista fue incapaz de localizar la casa en la que fue liberado. Tampoco supo dar explicaciones a la falta de hematomas en la cabeza, y no entendió como otro taxista lo había visto con tres suramericanos en la Via Favència. Avistamiento que por cierto, ha resultado ser también falso, como todos los que circularon durante la enloquecida jornada del lunes.
LLOROSO Y DERRUMBADO
Tras mantener su tesis del secuestro sin pestañear, el joven regresó con los Mossos a Barcelona. En un momento de la tarde, el taxista se derrumbó. Más asustado que otra cosa, Alberto Berman esgrimió una inacabable lista de problemas personales que, según él, le agobiaban terriblemente. Desde sus peleas continuas con su novia, que por cierto, lideró su búsqueda. A problemas económicos, y otros detalles personales que eran del conocimiento de los investigadores y que les llevó a sospechar desde el primero hasta el último momento de que el joven tenía que resolver una deuda vinculada con el consumo de estupefacientes. Hace dos años, el taxista ya se fue de casa.
Al final, el joven firmó su confesión y regresó a su casa de Badalona, derrotado, hundido y lloroso, en compañía de sus padres, que le reiteraron una y otra vez que no se preocupara más y que le ayudarían a superar el lío en que se había metido. Cuando el atestado de los Mossos llegué al juzgado, serán el juez y el fiscal los que decidan si hay que imputarlo por simulación de delito.