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Batalla de Bilbao
La Batalla de Bilbao tuvo lugar en la ciudad del mismo nombre y en sus alrededores durante junio de 1937, en el contexto la Guerra Civil Española y, más concretamente, de los combates que estaban teniendo lugar en Vizcaya. Su posesión era elemental para ambos bandos, tanto por su situación estratégica en la franja cantábrica controlada por la República, como por sus industrias pesadas y fábricas de armas. Después de una larga y sangrienta ofensiva del Bando nacional, a principios de Junio sus tropas se hallaban frente a la capital vizcaína, aunque les quedaba superar una última barrera: el Cinturón de Hierro.
Bilbao era la capital de la región autónoma vasca que fuera oficialmente establecida por el gobierno de la Segunda República Española poco después del comienzo de la guerra civil, aunque su instalación estaba prevista ya desde inicios del año 1936. Esta autonomía fue otorgada como recompensa por el apoyo del PNV a la causa de la República, sin embargo la primacía política del nacionalismo vasco en Euskadi implicaba la hegemonía de un partido abiertamente conservador y católico como el PNV, que por necesidades de la guerra debía aliarse con los partidos de izquierda de alcance nacional y con los grupos anarquistas, que formaban el sostén básico del bando republicano.
El 31 de marzo el Ejército del Norte nacionalista, al mando de Emilio Mola (el antiguo Director de la Conspiración militar), lanzó la ofensiva final para hacerse con el control de Vizcaya, la única provincia vasca que se mantenía e importante centro en la franja Norte bajo control republicano. Aunque la operación estaba previsto que durase 3 semanas y que fuese el primer movimiento del conjunto de operaciones que se desarrollaría en el Frente Norte. No obstante, la dura resistencia de vascos y republicanos hizo que se alargase durante meses. La preparación aérea para limpiar el terreno a las tropas de tierra del Bando Nacional se vio distinguida por la acción de la aviación italiana y la alemana Legión Cóndor, que no tenían rival en el aire. Gran número de localidades fueron arrasadas por estas acciones, pero destacarán especialmente el bombardeo de dos localidades: Durango y (especialmente ésta) Guernica. El 31 de marzo, coincidiendo con el comienzo de la ofensiva franquista, esta importante localidad vizcaína fue prácticamente arrasada por una fuerza aérea de aviones italianos. Unas semanas después, le tocó el turno a Guernica, histórica villa vasca. El 26 de abril una gran fuerza área germano-italiana compuesta por unos 67 aviones bombardeó la ciudad en varias pasadas, aprovechando la ausencia de cañones antiaéreos en la población y la superioridad aérea con que contaban. Los daños causados fueron tremendos y el escándalo internacional mostró al mundo la realidad de lo que estaba ocurriendo en la Guerra de España. Aunque Franco acusó a los propios vascos de haber incendiado la ciudad (según esta versión, se estaría repitiendo lo que ya había ocurrido en Irún durante la Campaña de Guipúzcoa), pocos creyeron esta versión y no causó los efectos deseados, si bien la indignación que provocó entre los vascos acabó traduciéndose en un endurecimiento de la resistencia.
Entre tanto, el mal tiempo había venido retrasando las operaciones de Mola contra Bilbao. A mediados de mayo las tropas vascas habían retrocedido casi hasta la altura de las posiciones defensivas del Cinturón de Hierro, mientras los bombardeos continuaban y la Legión Cóndor experimentaba el lanzamiento de bombas incendiarias sobre los bosques, para obligar a los soldados republicanos a retirarse. El frente de Vizcaya se mantuvo estable durante el mes de mayo, si bien ambos bandos se venían preparando y reforzando para lo que sería la batalla decisiva. A pesar de su aislamiento geográfico respecto al resto de la España republicana, las tropas vascas tenían confianza en sí mismas y contaban con el apoyo de los campesinos de la zona, además del terreno.
El ejército republicano del norte se encontraba al mando de Mariano Gamir Ulibarri, Jefe del Ejército Norte desde el mes de mayo y sucediendo en el cargo a Francisco Llano de la Encomienda, que hasta entonces no había conseguido aunar esfuerzos entre vascos y el mando central del Ejército del Norte. La designación de Aguirre como Comandante en jefe del Cuerpo de ejército vasco (que sería renombrado como el I Cuerpo de Ejército de Euzkadi) complicó todavía más las relaciones con Llano de la Encomiendo (el cual era el jefe del Ejército del Norte). El gobierno, no obstante, tomó cartas en el asunto y fue enviado desde Valencia el nuevo Estado mayor del Ejército del Norte republicana (que actuaría al lado del ruso Goriev), a las órdenes de Gámir Ulibarri, que fue enviado en sustitución de Llano de la Encomienda y como una promesa de eficacia. Por si fuera poco, en el Ejército del Norte estaba compuesto por 3 agrupaciones distintas (y con poca cooperación entre ellas) que respondían por los territorios republicanos del norte: Asturias, Santander y Vizcaya. En caso vizcaíno, las tropas de esta zona eran en parte las compuestas por el Eusko Gudarostea (ahora el XIV Cuerpo de Ejército).
Las tropas del I Cuerpo de Ejército de Euzkadi estaban compuestas en su mayor parte por nacionalistas vascos, mientras que el resto lo lo era por socialistas, comunistas, Juventudes socialistas y anarquistas de la CNT. Además, contaban con la presencia de batallones asturianos, muy impopulares entre los nacionalistas vascos por su indisciplina y por su adscripción revolucionaria. Estas tropas contaban con el apoyo de 150 piezas de artillería, así como de unos pocos tanques T-26 y FT-17 (estos últimos, totalmente inútiles para su uso militar). Como caso único en la España republicana desde el 18 de julio de 1936, entre las tropas vascas había presente un cuerpo de capellanes castrenses formado por 82 sacerdotes, que asistían (principalmente) a los gudaris de los batallones nacionalistas vascos. La explicación de la mayor eficacia de los vascos a las órdenes de Gámir residía en el hecho de que había logrado que Aguirre resignara el mando supremo. Durante el mes de mayo, aprovechando el mal tiempo que impedía que se reaunudara la ofensiva franquista, habían sido reclutados muchos más hombres para las desgastadas divisiones vascas del renombrado XIV Cuerpo de Ejército. Además, a principios de junio llegó por barco un nuevo cargamento de armas checoslovacas entre las que figuraban 55 cañones antiaéreos, 30 piezas de artillería y dos escuadrillas de cazas "Chatos". También llegaron, procedentes de Madrid, algunos otros jefes, entre ellos el inteligente comunista italiano Nino Nanetti, que ya se había distinguido en la 12.ª División durante la batalla de Guadalajara.
Entretanto, el gobierno de Valencia se aventuró a lanzar sus cazas a través de la España nacionalista en dirección a Bilbao. Siete aparatos llegaron sin novedad a su destino y en las siguientes semanas la República envió 50 aviones más del tipo "I-15", I-16" y "Natasha", que también llegaron sin novedad. Así, sumados a los aviones de que ya disponían los vascos, los republicanos lograban reunir una fuerza de 70 aviones en el área de Vizcaya, totalmente insuficiente frente al poderío aéreo del bando contrario.
Las tropas de la zona se encontraban al mando de Fidel Dávila Arrondo tras la reciente muerte del Director, Emilio Mola, y con el apoyo del coronel Vigón como Jefe de Estado Mayor. A principios de junio las fuerzas de tierra nacionales se componían de 65.000 hombres apoyados por tanques alemanes Panzer I e italianos CV-35. Contaban con el apoyo de una potente barrera artillera compuesta por 250 piezas. En el Ejército del Norte nacionalista desempeñaban un papel esencial las brigadas navarras compuestas de carlistas que habían tenido a Guipúzcoa como campo de operaciones el año anterior. Esta disciplinada fuerza estaba integrada en la conocida como División Navarra y comprendía unos 18.000 hombres divididos en cuatro brigadas, dirigidas éstas por los coroneles García Valiño, Juan Bautista Sánchez y Alonso Vega, entre otros. Las brigadas navarras tenían el apoyo de la División Flechas Negras, que se componía de 8000 soldados españoles e italianos dirigidos por oficiales italianos y al mando del coronel Sandro Piazzoni. Por otro lado, contaban también con la presencia de unidades terrestres totalmente italianas italianas, tales como la División 23 de Marzo, en actuación conjunta con la Flechas Negras.
La fuerza aérea estaba compuesta principalmente por 80 aviones de la Legión Cóndor y otros 70 aviones de la Aviación Legionaria, así como una fuerza de aviones bajo mando español. Esta abrumadora fuerza se encontraban distribuida por distintos aeródromos de Álava y Guipúzcoa.