Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

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Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Sab May 05, 2012 1:44 pm


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Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

La corrupción en los cuerpos policiales; las violaciones de los derechos humanos contra los propios agentes policiales; las aplicaciones de torturas y maltrato hacia los detenidos, así como la militarización, tienen efectos negativos en la lucha antidelincuencial en Latinoamérica

Juan José Dalton / Revista ContraPunto (El Salvador)
SAN SALVADOR – Finalizada la etapa de guerras civiles en Centroamérica y la dictaduras militares en el Cono Sur, los ejércitos retornaron a sus cuarteles. Al cabo de aproximadamente dos décadas, los militares vuelven creyéndose “los salvadores” de las sociedades.
Un caso típico, ejemplar, de este fenómeno, es El Salvador, país en el cual la dictadura militar había ejercido el poder gubernamental durante casi todo el siglo pasado. Los militares controlaban la defensa del territorio nacional, la soberanía y la seguridad pública interna.
Al terminar la guerra civil en 1992, la guerrilla ganó una batalla histórica: la desmilitarización de la sociedad. Se le suprimió a la fuerza armada su función de seguridad pública y se creó la Policía Nacional Civil (PNC), que operaría sujeta al mando civil.
La Fuerza Armada salvadoreña fue depurada y encerrada en sus cuarteles, según el mandato de los acuerdos de paz. Sin que haya transcurrido dos décadas, los militares en El Salvador, que sembraron terror y que cometieron en el pasado graves violaciones a los derechos humanos, pretenden ser lanzados al protagonismo en el combate antidelincuencial. Paradójico que ello lo enarbole un gobierno de izquierda.
México, ejército y seguridad pública
Recién ContraPunto estuvo presente en un foro internacional celebrado en la Ciudad México, auspiciado por el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (OMDHD), así como por la alemana Fundación Heinrich Böll, mismo que se denominó “Diálogo sobre la seguridad pública con derechos humanos ¿reto inalcanzable?”.
En dicho evento se debatieron casos que ocurren en el propio México y en Brasil, respecto al uso de las fueras militares para el combate de la delincuencia.
Los mexicanos pusieron en relieve la fragilidad legal que existe en el combate en contra la delincuencia; la corrupción en los cuerpos policiales; las violaciones de los derechos humanos contra los propios agentes policiales; las aplicaciones de torturas y maltrato hacia los detenidos, así como la militarización en algunas zonas.
Entre otros, un documento entregado en el foro y firmado por José Luis Pérez Canchola, ex procurador de Derechos Humanos de Baja California, y destacada personalidad de las luchas por la defensa de los DDHH, denuncia arbitrariedades en cuarteles militares de su zona, como torturas y “fabricaciones de culpables” en base a presiones físicas y psicológicas.
El gran debate en el México actual es a causa de unas reformas penales que se pretenden imponer, las cuales presuntamente atentan contra preceptos democráticos universales como la presunción de inocencia, el arraigo y la acción contra los sospechosos, entre otros.
Rocío Culebro, directora del IMDHD, resaltó la importancia de los encuentros académicos y de debates por parte, no sólo de la sociedad civil organizada, sino también interinstitucionales para tratar de buscar soluciones efectivas al combate a la delincuencia, sin que ello afecte a la democracia ni a los derechos civiles.
Brasil contra las mafias
Por momentos en los debates académicos se llega a creer que nada está salvado, que las instituciones, definitivamente no funcionan y que la corrupción se torna invencible. Pero al final los foros públicos han servido para intercambio de experiencias, manifestación de la crítica y formulaciones de propuestas.
Ignacio Cano, académico de origen español y residente en Brasil, es uno de los estudios más destacados en los temas de violencia en Latinoamérica. Su disertación en el foro sirvió para hacer una revisión detallada de la realidad que el continente vive después de finalizados los conflictos y tras el ejercicio de las democracias, afectadas en la actualidad por fenómenos nuevos: el narcotráfico, el crimen organizado y pandillerismo violento.
Cano, enumeró problemáticas brasileñas, pero que en realidad son comunes en Latinoamérica: Intensa percepción de la violencia y el miedo en la sociedad; una criminalidad con alta letalidad; altos niveles de corrupción y la respuesta a ello por parte de los estados es “la guerra a la delincuencia”.
Cano mencionó también la fragilidad del sistema de seguridad pública, es especial de la policía: entrenamiento deficitario, bajos salarios, sistemas duales (policía y agente de seguridad privada); existen diferencias de poderes en el seno de la policía (entre oficiales y agentes), así como reglamentos obsoletos y resistencias a los cambios.
Con situaciones así, el combate a una delincuencia organizada, armada, letal y con enormes recursos, es imposible de vencer.
La disyuntiva está centrada en el uso de la Fuerza Armada, considerada por los estamentos políticas como la institución última a salvar a la sociedad, o recurrir más a la sociedad, dándole poder a los gobiernos locales y a las comunidades para que participen en diversos escaños de la seguridad pública, sobre todo como fiscalizadores del accionar de los agentes del estado.
Académicos y activistas mexicanos consultaron a Cano sobre la participación de la sociedad civil en Brasil en la lucha antidelincuencial. Él apuntó que donde la sociedad civil presiona al gobierno, denuncia, apoya técnicamente y con recursos calificados a las policías, donde se denuncian a los malos policías y se estimulan a los buenos, los índices delincuenciales tienen a bajar y existe mayor efectividad policial y judicial.
En todo caso, Cano es contrario al uso de las fuerzas armadas en las tareas de seguridad pública. “Lo que se debe hacer es fortalecer la policía, su sistema de investigación e implementar todas formas de prevención desde muy temprano”, dijo finalmente el académico español

Ejércitos frente al ‘narco’
El uso de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el crimen organizado es contraproducente

En la estela de Colombia, México y Perú, son varios los Gobiernos de América Latina que se están metiendo en un terreno farragoso con la utilización del Ejército en la lucha contra las bandas de narcotraficantes y contra el crimen organizado en general. Brasil, Bolivia, Guatemala y Honduras están optando por esta vía que no garantiza resultados, y que puede llevar a la corrupción, no ya de la policía, sino de las propias Fuerzas Armadas.

La lección de la experiencia mexicana, un eje central de la presidencia de Felipe Calderón, no solo no es edificante, sino que parece contraproducente a la hora de atajar a los carteles de la droga y reforzar al Estado y sus garantías. Su balance es dramático con casi 50.000 asesinatos desde 2006, en una espiral que parece no tener límites. Calderón empezó enviando 6.500 soldados a Michoacán, y ahora son 45.000 los desplegados en ocho Estados.

Que la lucha contra los narcotraficantes y otro tipo de crimen organizado sea un problema de seguridad nacional, para esos países y para todos, no significa que se deba militarizar su solución, tendencia a la que ha empujado la propia política de Estados Unidos. La comprensible desconfianza en unas policías muy dadas a corromperse lleva a poner la esperanza en los Ejércitos a la hora de enfrentarse a los narcotraficantes. Sin embargo, es necesario separar las funciones para evitar la corrupción, e incluso una creciente politización, siempre peligrosa, de las Fuerzas Armadas en el continente. Quizás se requiera el desarrollo de cuerpos intermedios, como se ha hecho en Argentina con la Gendarmería y la Prefectura.

Nadie minimiza el desafío. EE UU, cuya demanda sigue siendo la principal del mundo, se ha mostrado por vez primera dispuesto a que se hable de la droga en la próxima Cumbre de las Américas en Cartagena (Colombia), y este fin de semana, en un encuentro centroamericano al máximo nivel, se planteará a iniciativa de Guatemala la cuestión de la despenalización del consumo y producción, aunque no parece que vaya a tener recorrido.

Junto a una siempre mayor cooperación internacional, estos países deben dar a la policía y a la judicatura los medios materiales y legales para enfrentarse a estas hidras. Así se reforzará la eficacia y solidez del Estado de derecho, que los narcos siempre intentan socavar, y se evitará una nueva tentación de mala utilización de las Fuerzas Armadas.

Tropas en las calles de Latinoamérica
El avance democrático y las buenas relaciones regionales desatan el debate sobre si los ejércitos deben ser usados para combatir el narcotráfico y el crimen organizado ante el aumento de la violencia y la incapacidad de la policía
América Latina vive uno de los debates más importantes de su historia: el del futuro de sus ejércitos. El asunto ha cobrado especial relevancia por dos motivos, porque se considera improbable una guerra o un golpe de Estado, y por la creciente amenaza del narcotráfico y el crimen organizado. México, Honduras y Guatemala han lanzado a sus fuerzas armadas en la lucha contra los narcos, en línea con lo que Colombia y Perú llevan haciendo desde hace años. Brasil utiliza a los militares para desalojar las favelas y reventar huelgas de policías y Argentina hace tiempo que encargó a un cuerpo paramilitar tareas de seguridad en la provincia de Buenos Aires ante la creciente corrupción de la policía local. Ese mismo cuerpo, la Gendarmería, se ha visto ahora implicado en un caso de espionaje a políticos y dirigentes sociales.

La discusión sobre el papel de las Fuerzas Armadas no concierne solo a América Latina, sino también a los países desarrollados. En la cumbre sobre terrorismo celebrada en Madrid en marzo de 2005 se acordaron una serie de supuestos en los que emplear a militares contra amenazas criminales: cuando las fuerzas de seguridad se vieran desbordadas por una amenaza, para impermeabilizar las fronteras, en cooperación con fuerzas extranjeras, y cuando la amenaza se halle amparada en territorios de otros países que sean incapaces de actuar por sí mismos. El apoyo al primero de estos supuestos ha crecido considerablemente en los países latinoamericanos, aunque con las reservas propias de una región donde la imagen de las fuerzas armadas aún se asocia a la represión de los años setenta y ochenta, y donde la última amenaza de guerra (Venezuela-Colombia) y el último golpe de Estado (Honduras) se produjeron hace menos de cuatro años.

“Los ejércitos son para la guerra. El combate del crimen y en especial la lucha contra el narcotráfico requieren una preparación y tecnología que las fuerzas militares no tienen. Involucrar al ejército en la lucha contra la droga requiere cambios doctrinales, filosóficos y de la misión militar”, explica Hernán Castillo, catedrático y experto en defensa de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela. “Dicho esto, creo que cuando el crimen organizado se combina con grupos irregulares armados, sí deben involucrarse los ejércitos. Hay que ser flexible en el empleo de los recursos a disposición de cada Estado para derrotar, minimizar y reducir el daño que pueda ocasionarle el narco a la sociedad”, añade.

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La diferencia entre la lucha contra el crimen urbano y rural es algo en lo que la mayoría de los expertos hace especial hincapié. Todos justifican la intervención militar en las áreas rurales y muy pocos en la urbana. “Colombia ha sufrido la mayor acción combinada de operaciones ilegales fruto del narcotráfico y tras 47 años de lucha contra grupos terroristas nos ha quedado claro que el negocio del narco supera la capacidad de contención de la policía. La actividad criminal en áreas alejadas de los centros urbanos y a lo largo de unas fronteras altamente permeables, donde la presencia del Estado siempre ha sido escasa, ha permitido el crecimiento acelerado del negocio del narcotráfico. En países como Colombia y Perú es imposible combatir el crimen sin involucrar a las fuerzas armadas”, sostiene el coronel retirado del espionaje militar colombiano Michel Martínez.

“La participación del Ejército mexicano, a pesar de los éxitos que han tenido en la lucha contra el narcotráfico, se presenta como improvisada. Los mexicanos no parecen tener una estrategia clara y un plan a largo plazo. Hasta ahora, por una parte las operaciones han estado centradas en la utilización de la inteligencia militar, la infiltración y el espionaje. Y, por otra parte, el objetivo principal parece ser el de golpear al más alto nivel a los jefes, a la cabeza de las organizaciones, mucho más que la desarticulación de las estructuras, conexiones y procedimientos” del narco, añade Martínez. “Toda esa lucha en sus fases iniciales le corresponde a las fuerzas policiales, pero el Estado mexicano decidió comenzar el combate con los recursos militares, a pesar de que la guerra es sobre todo urbana”.

El uso de militares
en tareas policiales
exige un profundo cambio de doctrina
En noviembre de 2010, durante la conferencia de ministros de Defensa de los países americanos —con excepción de Cuba y Honduras— se consagró el principio de transparencia del gasto militar y el uso de las fuerzas armadas en caso de catástrofes humanitarias y naturales; y se impulsó la participación en misiones de paz. La delimitación de los temas de seguridad y defensa se dejó para más adelante. Sin embargo, Brasil sí ha establecido en su plan de defensa para los próximos 20 años la utilización del ejército para atajar las amenazas internas que desborden a la policía. El brasileño Eliézer Rizzo de Oliveira, autor de libros sobre defensa y democracia y profesor de la Universidad de Campinas, cree que las operaciones militares contra el crimen deben estar muy vigiladas por el poder civil y deben contar con observadores de Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos. Además, sostiene que los futuros mandos de las fuerzas armadas deben también tener una formación cívico-militar más equilibrada.

La reforma militar puesta en marcha por Brasil durante el mandato de Lula es seguida con mucho interés por sus vecinos. En primer lugar, por el papel del país como potencia regional y en segundo porque los cambios son de calado. Aparte de reforzar el poder naval y terrestre para proteger los recursos naturales —en especial la explotación petrolera en el mar—, Brasil intensificará el adiestramiento de brigadas destinadas a vigilar la Amazonia y moverá el grueso de sus fuerzas desde el sur industrial del país —piedra fundacional del Estado Novo, el Brasil moderno forjado por Getulio Vargas— hacia el centro del país. Añadido a esta recolocación, está previsto que los cuerpos sean más ligeros y versátiles. Argentina también diseñó un plan de reestructuración llamado Ejército Argentino 2025, que incluye cambios de estrategia, organización y funciones; pero aún no hay información como para siquiera adivinar los objetivos concretos.

Brasil ha utilizado
al Ejército para
limpiar favelas y
reventar una huelga
Argentina es uno de los pocos países que tiene cuerpos paramilitares como la Gendarmería y la Prefectura (guardacostas) —creados a imagen de la Gendarmería francesa, la Guardia Civil española o los carabineros italianos—, involucrados en tareas de seguridad interior y con mejor imagen que la policía. Sin embargo, la Gendarmería ha sido vinculada recientemente a un caso de espionaje de dirigentes políticos y sociales que refleja la alta exposición a la corrupción de los militares dedicados a combatir el crimen. No pocos expertos latinoamericanos creen que la creación de estos cuerpos paramilitares, con mayor formación en tácticas policiales pero más impermeables a la corrupción, pueden ser el camino del medio. Otros creen que es mejor invertir en fuerzas especiales dentro de las fuerzas de seguridad, como el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) brasileño, que saltó a la fama por la película Tropa de Élite. En cualquier caso, se trataría de crear cuerpos intermedios capaces de llevar a cabo tareas de investigación, infiltración y espionaje, claves para combatir la estructura ejecutiva y financiera de las bandas.

Centroamérica se
ha unido a México
en el uso de militares contra el crimen
Un comandante español, veterano de los Balcanes y Afganistán, y actualmente en misión en Sudamérica, explica el papel de los ejércitos en la lucha contra el crimen de una forma sencilla: “En Afganistán, en determinadas áreas, fundamentalmente inteligencia, se nos está pidiendo también capacidades típicamente policiales como parte importante de la campaña contrainsurgente. Por ejemplo, investigar redes de opio, tráfico de armas o corrupción política, y lo cierto es que no avanzamos. El concepto de aprender a comer sopa con un cuchillo se me venía a la mente allá muy a menudo. Las fuerzas armadas somos un tenedor, o un cuchillo, pero por mucho que nos metan en el plato de la sopa no vamos a ser una cuchara”.

La reorganización de las fuerzas armadas supone para América Latina uno de los mayores desafíos en 200 años de historia independiente. Un gran experto en los conflictos latinoamericanos, el estadounidense Robert Scheina, divide la historia militar de la región en dos etapas: la era del caudillo, que va desde la revolución haitiana de 1791 hasta la guerra hispano-americana de 1898; y la era del soldado profesional, que va desde la intervención de EE UU en Panamá hasta la guerra contra el narco de Colombia que aún pervive. Con las primeras pistas en la mesa, todo apunta a que la tercera era estará marcada por la implicación de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado en todo el continente.
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Re: Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Sab May 05, 2012 1:45 pm


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Pregunta en el diario EL PAIS


¿Deben usarse los Ejércitos latinoamericanos en la lucha contra el narco?

Países como México, Honduras y Guatemala han lanzado a sus Fuerzas Armadas a combatir a los narcos y al crimen organizado en una estrategia que practican Colombia y Perú desde hace tiempo. Brasil y Argentina también comienzan a utilizar esa estrategia ante el aumento de la violencia y la incapacidad de la policía. ¿Los militares pueden desempeñar funciones policiales con más eficacia? ¿Han logrado resultados las Fuerzas Armadas latinoamericanas?



buena pregunta ¿que os parece?
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Re: Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Dom May 06, 2012 3:35 pm


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El Gobierno mexicano envía 4.000 soldados más a Michoacán
El despliegue en el Estado natal del presidente Felipe Calderón es el mayor desde 2009

El Gobierno mexicano ha enviado 4.000 soldados más para reforzar la seguridad en el Estado de Michoacán (centro oeste del país), patria chica del presidente Felipe Calderón y territorio donde domina el cartel de narcotraficantes Los Caballeros Templarios. El contingente militar, formado por más de 150 vehículos, llegó la noche del miércoles a Morelia, la capital del Estado, y se desplegó al día siguiente por la región de Tierra Caliente, una zona montañosa al oeste, muy golpeada por la violencia en las últimas semanas.

Este despliegue militar es el más grande en Michoacán desde julio de 2009, cuando llegaron más de 5.000 soldados y policías federales en uno de los primeros operativos de seguridad conjuntos con las autoridades federales para combatir al crimen organizado. Según el diario Milenio, la llegada de los militares hizo que las redes sociales difundieran rumores sobre supuestas amenazas del narco a ayuntamientos y comerciantes, desatando la psicosis entre éstos, que cerraron sus negocios en varias localidades. Más de 50 personas murieron el mes pasado en Michoacán en diversos enfrentamientos entre las bandas criminales y los agentes del orden.

Michoacán es un Estado productor de marihuana y en los últimos tiempos también de metanfetamina, y cuyo puerto de Lázaro Cárdenas se ha convertido en un punto clave en el trasiego de drogas al norte. El cartel de Los Caballeros Templarios ha reemplazado a La Familia Michoacana sembrando el terror en el Estado. Dirigidos por un maestro de escuela, Servando Gómez Martínez, alias la Tuta, los templarios tienen una inspiración sectario-religiosa y utilizan símbolos medievales. Pretenden tener arraigo social y han llegado a promover manifestaciones de protesta en algunas localidades exigiendo la salida de la policía federal. Durante la campaña electoral del pasado noviembre para elegir nuevo gobernador asesinaron a un alcalde y obligaron a renunciar bajo amenazas a decenas de candidatos locales. La narcoviolencia se ha cobrado más de 2.000 vidas en Michoacán desde el año 2006.
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Re: Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Dom May 06, 2012 3:42 pm


Gc Edicion 175 Aniversario

gafaspolicia.com
La Revolución pendiente del Ejército mexicano
Tras un sexenio de lucha contra el 'narco', las Fuerzas Armadas han ganado poder y perdido imagen
Centrados en la seguridad interna, los militares carecen de doctrina exterior

El presidente mexicano que salga de las urnas el 1 de julio se encontrará una patata caliente al poco de tomar posesión: cómo frenar la violencia y qué hacer con unas Fuerzas Armadas que mantienen desplegados más de 50.000 soldados, la mitad de su fuerza operativa, en la guerra contra el narcotráfico. En el sexenio que acaba, la institución ha ganado poder y perdido imagen, pero no se ha reformado para afrontar los nuevos tiempos.

La primera batalla de la guerra contra el crimen organizado es la de la imagen. Al riesgo de la corrupción -un general retirado acusado, condenado y exonerado de vínculos con el cartel de Juárez fue asesinado a tiros la semana pasada en un barrio céntrico del DF- se unen las acusaciones por violaciones de los derechos humanos.

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Agrio debate entre PAN y PRI sobre la labor de Peña Nieto como gobernador
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El presidente de México pide a EE UU mayor control del tráfico de armas
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha acumulado centenares de denuncias contra el Ejército de las que este solo admite una mínima fracción. La más grave la realizó en noviembre Human Rights Watch al responsabilizar a las Fuerzas Armadas de 170 casos de tortura, 24 ejecuciones extrajudiciales y 39 desapariciones forzadas. Además, de 252 soldados implicados tan solo 19 han sido condenados, según cifras oficiales.

Las autoridades militares reconocen “errores” pero niegan rotundamente violaciones sistemáticas. “La guerra contra el narco supondrá un altísimo coste para el próximo presidente. ¿Cómo salir de esta desgracia?”, se pregunta Rubén Aguilar, ex portavoz del expresidente Vicente Fox (2000-2006) y muy crítico con el combate frontal contra los carteles lanzado por su sucesor, Felipe Calderón, que ha causado más de 47.000 muertos. “El mayor riesgo es que aparezcan vídeos mostrando abusos de soldados como los de EE UU en Irak o Afganistán”, afirma. “Ha habido accidentes pero no voluntad de violar los derechos humanos. Se ha mantenido el control de las tropas”, añade.

El Ejército ha hecho esfuerzos para minimizar estos peligros. “Para evitar la corrupción y que se politicen, los militares rotan mucho. Dos años es el tiempo habitual de estancia en un lugar. Un general puede haber servido en 15 Estados”, apunta Raúl Benítez Manaut, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) experto en temas militares. También, como dice el general Ricardo Trevilla, portavoz de la Secretaría de Defensa, “se ha fortalecido el espíritu de pertenencia, incrementando el salario del soldado un 100%, hasta los 10.000 pesos mensuales [unos 600 euros], y dándole más ventajas para viviendas y becas, lo que ha permitido reducir las deserciones”, que en estos seis años llegaron a los 56.000 casos.

Pese a todo, los militares gozan de amplio respaldo popular. Basta con preguntarle a un vecino de Veracruz o Nuevo León si quiere que se retiren los marinos y los soldados de sus ciudades para obtener el no más rotundo. Según una encuesta de julio de 2011 realizada por el Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, el 81% de los entrevistados aprobaba el trabajo que realiza la Marina y el 69%, el del Ejército, frente a solo el 40% que lograba la Policía Federal; el 31%, la estatal, o el 24%, los jueces. Un total de 130 soldados han muerto y medio millar resultado heridos en la lucha contra el narco.

Más presupuesto y más efectivos

Pero la implicación de los militares en la guerra contra el narco ante la incapacidad de los cuerpos de policía podría alterar su papel institucional. Así lo cree Sergio Aguayo, investigador del Colegio de México y profesor del Colegio de la Defensa Nacional durante 30 años: “En las últimas décadas lo más impresionante es que las Fuerzas Armadas han adquirido un poder propio, con más presupuesto y más efectivos, frente al presidencialismo, que ya no existe. Quedan la élite técnico-financiera, la Corte Suprema y los militares como ejes del poder. Si Enrique Peña Nieto, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quiere restaurar el presidencialismo, habrá que ver cómo responden los militares”. El presupuesto militar se ha duplicado desde 2006 pasando de representar el 0,5% del PIB en 2007 al 0,7% en 2011.

Hijo de la Revolución y padre del Estado priista, el Ejército nunca fue golpista ni entrenado por EE UU. Sin embargo, explica Benítez, “siempre ha estado enfocado en la seguridad interna y carece de doctrina de guerra exterior”. El enemigo eran los movimientos sociales o políticos —los jóvenes del 68, los grupos guerrilleros en los setenta, el zapatismo en los noventa— y nunca hasta ahora las organizaciones criminales.

Con esa tradición, en México se establece, a diferencia de lo que ocurre en Sudamérica, una relación cívico-militar basada en la autonomía de las Fuerzas Armadas a cambio de su lealtad al presidente. Ejemplo de esa autonomía es que los generales aún hoy presentan una terna al jefe del Estado para que elija a uno de ellos como secretario de Defensa.

Sin embargo, este esquema amenaza con resquebrajarse. Por una parte, el auge del crimen organizado obligó a los militares a combatir un enemigo transnacional sin tener experiencia en cooperación internacional -el presidente Ernesto Zedillo fue el primero que desplegó tropas en el exterior, en Centroamérica, para proteger a las víctimas del huracán Mitch en 1998- y siendo casi tabú recibir ayuda de EE UU. Por otra, la era del presidencialismo autoritario acabó con la salida del PRI del poder en 2000.

Por estas razones muchos analistas e intelectuales consideran la reforma militar tan inaplazable como la fiscal o la energética, creen necesario dotarse de una doctrina de seguridad nacional y proponen un ministro civil de Defensa formando un Estado Mayor Conjunto del Ejército y la Marina, divididos actualmente en dos ministerios. Desde dentro, el general Trevilla afirma: “Nuestro pensamiento jamás va a ser el de policías y es difícil que participemos en misiones en el exterior con tantos problemas internos. Necesitamos una política de defensa que nos dé un rumbo”.

Salvo el candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, que ha prometido acuartelar a los militares en seis meses, ni Peña Nieto ni Josefina Vázquez Mota, por el Partido Acción Nacional (PAN), han concretado sus propuestas más allá de asegurar firmeza contra el crimen organizado. Y ninguno de los tres ha dicho una palabra sobre su visión de las Fuerzas Armadas o la participación de estas en la proyección exterior de México.
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Re: Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Vie May 11, 2012 4:33 pm



foropolicia.es
Tropas de élite guatemaltecas combatirán a los carteles en la frontera con México
Los kaibiles -las tropas de élite del Ejército- combatirán a los carteles a partir del 30 de junio
La línea divisoría entre ambos países, casi mil kilómetros de selva, será su campo de acción
JOSÉ ELÍAS Ciudad de Guatemala 11 MAY 2012 - 02:02 CET23



Cuando el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, asumió su cargo el 14 de enero, sorprendió a la ciudadanía con el anuncio de que utilizaría a los kaibiles (tropas de élite) como fuerza de choque para combatir a los carteles del narcotráfico que han encontrado en este país centroamericano una suerte de paraíso, dada la debilidad extrema del Estado.

El solo anuncio causó escozor en una población que no termina de recuperarse de una guerra de 36 años (1960-1996) en la que puso los muertos y cuyas facturas todavía está pagando. Por eso la idea de combatir militarmente al narco dentro de su territorio, habida cuenta de lo que ha ocurrido en México durante los últimos seis años con ese método de combate: 50.000 muertos, se le aparece a los guatemaltecos como una nube sombría.

El inicio de esas operaciones de élite, que tendrán como campo de acción los casi mil kilómetros de frontera de Guatemala con México, una franja divisoria enormemente porosa plagada de pasos clandestinos, está previsto para después del 30 de junio, según se enunció recientemente en un boletín oficial.

El límite entre México y Guatemala es una larga línea de selva plagada de pasos clandestinos
Rony Urízar, portavoz del Ejército, dijo a EL PAÍS que el presidente “no pretende que esa medida se convierta en una batalla similar a lo que ocurre en México, sino que se trata de buscar alternativas más eficaces, como planteó en la Cumbre de las Américas de Colombia [celebrada en Cartagena de Indias el pasado abril]”. Advirtió, eso sí, de que mientras se persigue ese consenso entre las naciones afectadas por el crimen del narcotráfico, y se plantea un nuevo camino para neutralizar a las mafias, Guatemala seguirá combatiéndolas frontalmente, empleando para ello a la fuerza pública.

El analista independiente Héctor Rosada deduce que si partimos de la premisa de que el Ejército está muy debilitado en efectivos y armamento, habrá que concluir que para iniciar una acción frontal se habrán negociado previamente apoyos con el gobierno de EE UU –con su división antinarcóticos, la DEA– y con las autoridades mexicanas. “No olvidemos que para EE UU los narcotraficantes son terroristas. En consecuencia, existe la posibilidad de contar con un apoyo firme”, dijo Rosada.

Urízar confirma el respaldo estadounidense: “Contamos con ese apoyo. Tenemos helicópteros de la DEA con tripulaciones guatemaltecas que luchan contra el narcotráfico, así como lanchas que vigilan el mar, otra de las rutas usuales del paso de la droga”, pero enfatiza que los operativos obedecen, en primer lugar, al compromiso del presidente para garantizar la seguridad ciudadana. Añadió que el gran aporte militar a esta estrategia consiste fundamentalmente en labores de inteligencia. “En saber dónde están los puntos que deben fortalecerse, para que el Estado recupere su presencia en zonas abandonadas”



LOS MAS TEMIDOS DE SUDAMERICA LOS KAIBILES
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Re: Militares absorben la seguridad pública en Latinoamérica

Notapor 112sosgalicia » Mar May 22, 2012 9:10 pm


Cartera Guardia Civil

Fabricada en piel de vacuno
enpieldeubrique.com
Guatemala saca el Ejército a la calle para reducir las cifras de criminalidad
El Gobierno anuncia un plan de seguridad den el que militares y policías patrullarán juntos en uno de los países más violentos del mundo

El Gobierno de Guatemala anunció este lunes un plan para devolver la seguridad a la ciudadanía, en uno de los países más violentos de América Latina. Según informó el presidente, Otto Pérez Molina, la meta es recuperar el Estado de derecho, y prevenir y sancionar el delito. Añadió que el llamado Pacto por la paz, la seguridad y la justicia comprende la acción coordinada de los tres poderes del Estado.

En la tarea, el Ejecutivo garantizará el orden en las calles a través de patrullas de fuerzas combinadas del Ejército y la policía; el Legislativo ha anunciado reformas al código Procesal Penal, a poner en marcha una reforma judicial integral y a la creación de una policía técnica en la investigación criminal. La presidenta del Organismo Judicial, Telma Aldana, anunció reformas para fortalecer la Fiscalía.

Como primera medida, el Gobierno apuesta por reducir las graves desigualdades que sirven al crimen como caldo de cultivo. En una primera etapa, el plan comprende acciones como solventar las necesidades básicas de una población mayoritariamente privada de servicios básicos como agua potable, alimentos y electricidad, y a hacerlo escalonadamente: de la familia al barrio, de éste al municipio y a la provincia, hasta tener un país seguro.

Quedan en el tintero acciones consideradas “vitales” por analistas como Héctor Rosada, quien señala la necesidad de refundar la Policía Nacional Civil, crear un instituto para la atención y protección de víctimas de la violencia, establecer un sistema penitenciario eficiente (en la actualidad, las cárceles son auténticas universidades del crimen), garantizar un control efectivo de las amas (se estima que hay en manos de particulares unas 300.000 armas sin ningún control) y ejercer una supervisión minuciosa de las policías privadas de seguridad, un negocio que mueve alrededor de dos mil millones de euros al año.

Devolver la tranquilidad a los guatemaltecos es la promesa en torno a la cual giró la campaña electoral del actual mandatario, quien ofreció combatir al crimen con “mano dura”, mensaje que convenció a una población que en las últimas cinco décadas no ha conocido ni siquiera la paz necesaria para desplazarse a su trabajo.

La angustia de salir de casa con un alto riesgo de sufrir un atentado en la calle, no es una percepción gratuita. El secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, señalaba el 16 de mayo ante la Asamblea General del Organismo mundial que “en Guatemala se registran diariamente alrededor de 20 homicidios, lo que da un promedio de 39 asesinados por cada 100 habitantes”. Esto convierte al país en el tercero con más muertes violentas del hemisferio, solo por detrás de El Salvador, con 72, y de Honduras, con 86.

“Es una crisis que conlleva temor e inestabilidad”, señaló Ban Ki Moon, antes de lanzar un pronóstico aterrador: “Uno de cada 50 centroamericanos menores de 20 años morirá antes de cumplir 32 debido a la violencia generada por el crimen organizado, especialmente por el narcotráfico”.

Las raíces del problema, identificadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desnudan la debilidad extrema del Estado: la exclusión social y la falta de aplicación de la ley.

En este país de renta media (2.200 euros per capita, según cifras del banco central), el crecimiento económico no es distribuido equitativamente. Guatemala es la nación más desigual de Latinoamérica. El 51% de la población vive en la pobreza y un 15.2% en extrema pobreza, circunstancia que genera graves tensiones sociales. A esto se suma una de las tasas de crecimiento de la población más altas del mundo, que incide en que el mercado laboral no esté en capacidad de absorber a los jóvenes que anualmente se incorporan a la Población Económicamente Activa. Tarea casi imposible cuando los niveles educativos están bajo mínimos, lo que les cierra las puertas a trabajos dignos y bien remunerados y los obliga a sobrevivir en la economía sumergida.

La justicia no anda mejor. En Guatemala, entre el 95% y el 98% de los crímenes quedan en la impunidad y aunque se registran algunos avances, son claramente insuficientes. Uno de los grandes progresos, promovidos desde la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG, entonces bajo el mando del magistrado español Carlos Castresana) fue la implementación de las pruebas científicas, en sustitución de la testimonial, fácilmente manipulable mediante amenazas, sobornos o la eliminación física de los testigos.
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