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Los sublevados atacan el palacio presidencial, acordonado por fuerzas leales al presidente Touré
Un sector del Ejército exige mejor equipamiento para combatir la rebelión tuareg del norte
FÁTIMA VALCÁRCEL / EL PAÍS Bamako / Madrid 22 MAR 2012 - 08:52 CET32
Militares de Malí se rebelaron la tarde de este miércoles en Bamako, la capital del país, en protesta por la falta de medios para combatir la revuelta tuareg que desde enero asuela el norte del país. Un grupo de rebeldes ha anunciado la mañana del jueves, a través de la Oficina de Radio y Televisión de Malí (ORTM), haber "puesto fin a un régimen incompetente", así como la disolución de todas las instituciones y la suspensión de la Constitución. Según ha informado el jueves el organismo encargado de la protección civil, al menos 50 militares murieron en la noche del miércoles en los alrededores del palacio presidencial.
El portavoz de los soldados, el teniente Amadou Konaré, fue el encargado de aparecer en televisión, cuyas oficinas habían sido ocupadas y había suspendido la programación. En su alocución, acusó al presidente Amadou Toumani de ser incapaz de manejar "la crisis del norte de nuestro país". Según fuentes cercanas al Ejército, el presidente ha sido retenido en un cuartel de paracaidistas en el centro de la capital. También anunciaron los rebeldes que tres ministros, entre ellos el de Exteriores y el de Administración Territorial, se encuentran detenidos en la misma dependencia.
Horas más tarde, en la mañana del jueves, el presidente del denominado Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado, el capitán Amadou Sanogo, ha explicado que el Ejército ha dado un golpe de Estado en Malí por la "incapacidad" del Gobierno para hacer frente a la rebelión encabezada por los tuareg que se desarrolla en el norte del país. "Controlamos el palacio presidencial", ha declarado Sanogo en directo en televisión, acompañado por un grupo de militares uniformados.
Durante la madrugada, los enfrentamientos se extendieron a Gao, la principal ciudad del norte del país. El Consejo de Seguridad de la ONU ha mantenido consultas a puerta cerrada sobre la situación que vive Malí y ha pedido que se mantenga el orden constitucional en el país africano. También Francia, por boca de su ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, condenó la algarada militar y alentó a que se mantenga el orden constitucional y a que las elecciones se celebren en abril, tal como estaba previsto. "Hemos condenado este golpe de Estado. Queremos el respeto de las reglas democráticas y constitucionales", afirmó Juppé en la cadena de radio Europe 1. "Las elecciones", añadió, "deben celebrarse lo más rápido posible para que los malienses puedan pronunciarse". La Unión Europea también condenó el golpe militar.
Los incidentes han estallado en un contexto de gran malestar en el sector castrense por la forma en que el Gobierno está gestionando la rebelión de la etnia tuareg en el norte del país, que comenzó el pasado enero y ha causado más de 100.000 desplazados. El país se prepara además para las elecciones presidenciales, fijadas para el 29 de abril.
Francia y Malí denuncian “ejecuciones sumarias” por parte de los rebeldes tuareg
El detonante de la rebelión ha sido la visita del ministro del Defensa, Sadio Gassama, al batallón 333 del Ejército de Tierra, basado en cuartel de Kati, unos 20 kilómetros al norte de Bamako y uno de los más importantes del país. "El ministro acudió a conversar con las tropas, pero el diálogo fracasó", dijo una fuente militar. "La gente protestaba por el manejo que el Gobierno está haciendo de la crisis en el norte", donde los independentistas tuareg han ido ganando terreno en las últimas semanas. Al no sentirse escuchados, los militares han salido a la calle. Otras fuentes sugieren que como telón de fondo hay un enfrentamiento en el seno de las Fuerzas Armadas.
El Ejército acusa al Gobierno de debilidad por intentar negociar con los tuareg y se ha venido quejando del pobre equipamiento con el que cuenta. "Estamos hartos. Queremos municiones para combatir", ha declarado a la agencia France Presse un cabo que pide el anonimato. "El ministro de Defensa ha venido a hablarnos, pero no nos ha convencido". Los militares, añade, no quieren la salida del presidente Amadou Toumani Toure. "Es nuestro presidente, pero es necesario que arregle las cosas".
"Tiene toda la pinta de ser un golpe de Estado", explica vía telefónica Ramata Diaouré, del diario 22 de Septiembre de Bamako. “Han tomado la sede de la radio-televisión y ahora estamos a la espera de que emitan un comunicado anunciándolo”. Según la periodista, a las unidades procedentes de Kati se han añadido otras de Bamako, probablemente de Camp Para. “Mientras los militares pasaban por las calles los policías se largaban y la población se retiraba a sus casas. Desde primera hora de la mañana los accesos al palacio presidencial estaban cortados y nos decían que estaba protegido por militares leales”.
Precisamente el martes, el presidente maliense, Amadou Toumani Toure, reconoció la gravedad de la situación. "Mi país atraviesa hoy un momento difícil marcado por la degradación de la seguridad en la parte septentrional", dijo Touré durante una reunión ministerial de la Unión Africana celebrada en Bamako. El presidente de Malí responsabilizó de esta situación a los "ataques lanzados por los rebeldes armados, de los que muchos son repatriados venidos de Libia, islamistas armados y narcotraficantes".
Touré se refería, sin citarlo, al grupo independentista tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), que se levantó en armas el pasado 17 de enero para exigir la autodeterminación del norte del país. Las autoridades acusan al MNLA de estar apoyado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), por el grupo islamista radical Ansar al Din (Seguidores de la religión), por excombatientes de las fuerzas del difunto coronel libio Muamar el Gadafi y por traficantes.
La rebelión tuareg afecta a las regiones de Kidal, Gao y Tombuctú. Desde su inicio, no han cesado los enfrentamientos con el ejército maliense. Los familiares de los militares de Kati ya habían organizado dos protestas para exigir al presidente Touré un mayor apoyo a las tropas y más información sobre lo que ocurre en el norte del país. El pasado 2 de febrero, las mujeres de los militares marcharon al palacio presidencial. La manifestación, en principio pacífica, terminó con ataques a propiedades de árabes y tuareg que residen en la capital, y que han empezado a abandonar el país. Ayer, estudiantes y jóvenes, muchos de ellos hijos de militares, convocaron una marcha hacia la colina de Koulouba, donde se encuentra el palacio presidencial, y quemaron neumáticos como signo de protesta.
"Tras la reanudación de la guerra en el norte del país, el descontento ha ido en auge en las filas del Ejército", afirma desde Bamako, en entrevista telefónica, Aminata Traore, una de las intelectuales más conocidas de África. “Los jóvenes que luchan en el norte contaban a sus familias, a través del móvil, sus condiciones penosas y lo mal equipados que están” para luchar contra los rebeles tuaregs, “mucho mejor armados” porque han adquirido o robado armas modernas en Libia.
“Han sido pues las esposas y las madres las que han llevado hasta ahora la voz cantante de la protesta de los reclutas”, prosigue la escritora maliense. El presidente las recibió y trató de apaciguar su malestar dedicándoles su discurso del 8 de marzo, “pero no ha bastado”.
En vísperas de la celebración de las presidenciales, la población de Bamako ha vivido hasta hoy en dos mundos paralelos: el del hartazgo ante el silencio de las autoridades respecto a la cuestión del norte, y el desarrollo de una intensa precampaña electoral, con la intención de dejar claro que la democracia estaba por encima de cualquier atentado contra la integridad nacional. El presidente, un hombre muy respetado, no habló claramente de la rebelión hasta el pasado 26 de febrero, y lo hizo ante los micrófonos de la cadena francesa RFI.
Esta es la cuarta rebelión tuareg desde la independencia de Malí en 1960, pero en esta ocasión la situación es más compleja. En la franja del Sahel maliense cohabitan grupos salafistas como Ansar al Din, que hasta ahora ha colaborado con el MNLA, células de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, y grupos de traficantes de drogas o armas, lo que ha convertido el norte del país en una zona muy insegura.
Los frentes de Bamako
La aportación de armamento libio y de excombatientes de Gadafi, ahora desocupados, ha puesto en jaque a los soldados de Bamako
El intento de golpe de Estado de este miércoles en Malí lo protagoniza el descontento en la lucha contra los independentistas tuaregs en el norte del país. Las familias de los soldados se quejan desde hace dos meses de que las tropas enviadas desde la capital, Bamako, carecen de armamento –e incluso provisiones- suficientes para detener el avance de los rebeldes.
Los nómadas se levantaron en armas el pasado 17 de enero, pero sus reivindicaciones se remontan a los años sesenta, cuando se independizaron los países en la zona. La rebelión busca controlar la cuna de los tuaregs, la región de Azawad, al norte del país. Desde entonces se han sucedido los enfrentamientos —y las treguas— entre los rebeldes y el Ejército. Pero este año el conflicto se ha reanudado como un efecto colateral de la primavera árabe: miles de combatientes tuaregs que trabajaban para el depuesto líder de Libia, Muamar el Gadafi, han regresado a su tierra cargados de armamento libio y se han sumado a los combates.
La aportación de armamento libio y milicianos desocupados ha puesto en jaque a los soldados de Bamako que, precariamente armados, intentan sin éxito frenar el avance tuareg en un territorio desértico e inhóspito para los militares del sur. Pero el Ejército tiene en el norte de Malí otro enemigo: los terroristas de Al Qaeda en el Magreb Islámico. Algunos grupos tuareg se codean con estos yihadistas, sobre todo para participar en los beneficios del lucrativo negocio de secuestros, tráfico de drogas, armas y personas en el Sáhara y la franja del Sahel.
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La población del norte de Malí, temerosa del fuego cruzado y de las represalias de ambos bandos, busca refugio en los países vecinos. Según la ONU, más de 130.000 personas han abandonado sus hogares desde el comienzo del conflicto el pasado mes de enero. No solo huyen de la violencia, sino también del hambre. La Agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y varias organizaciones no gubernamentales advierten que la sequía, el alto precio de los cereales y la reducción de las remesas de los emigrantes pueden convertirse en una “emergencia humanitaria a gran escala”. Calculan que al menos 13 millones de personas necesitan alimentos en el Sahel.
La crisis del norte de Malí llegó por primera vez al sur del país a principios de febrero, cuando mujeres e hijos de soldados se manifestaron contra el Gobierno en Kati, una ciudad a unos 20 kilómetros de Bamako. El motivo de las protestas era la precariedad del armamento de los militares en la lucha contra los independentistas. El descontento popular derivó en violencia y durante dos días en la capital se vivió una caza de brujas: se incendiaron negocios y casas de familias árabes y tuareg y muchas personas de piel clara tenían miedo de salir a la calle. Bamako se pacificó en menos de una semana, pero desde entonces se han intensificado los rumores de que un sector del ejército planea un golpe de Estado.
El desencadenante de intento de golpe de este miércoles también tuvo lugar en Kati. La visita del ministro de Defensa, Sadio Gassama, al cuartel de la ciudad (uno de los más importantes del país) reavivó el malestar de los soldados, que atacaron con piedras al ministro y comenzaron a sacar sus armas de los arsenales, según ha dicho una fuente militar a Reuters. Los disparos al aire de los soldados en los alrededores de Bamako se interpretaban como una señal de la desesperación del ejército frente a las múltiples crisis que sufre el norte de Malí. Una fuente diplomática añadía a primera hora de la tarde del miércoles que el motín no parecía ser un golpe de Estado, sino una expresión de “frustración y enfado”. Sin embargo, conforme pasaron las horas, lo que parecía una rebelión militar derivó en un ataque al palacio presidencial.
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Los expertos alertan del riesgo de que lanzamisiles portátiles caigan en manos de Al Qaeda
inco meses después del fin de la guerra civil en Libia, este conflicto sigue teniendo consecuencias en otras partes de África. Armas procedentes de los arsenales del exlíder libio Muamar el Gadafi se han usado ya en partes del Sahel y podrían haber llegado incluso a Somalia. Son especialmente preocupantes los miles de lanzamisiles portátiles que pueden haber salido de Libia y que en malas manos podrían ser usados para derribar aviones comerciales.
"Está claro que ha habido una proliferación significativa de armas debido al conflicto en Libia y ya hay informaciones creíbles desde Argelia, Níger y Malí", señala Alex Vines, director del programa sobre África de Chatham House. "Esto ha impactado particularmente al Sahel, donde la disponibilidad de armas era ya un problema". “Además, el Gobierno argelino dice que en 2011 arrestó a 214 contrabandistas de armas, 87 de ellos libios, aunque se sabe muy poco sobre estas personas”, añade Andrew Lebovich, analista especializado en el norte y el oeste de África de Navanti Group.
El ejemplo más directo de la influencia del conflicto libio es la rebelión tuareg en el norte de Malí, reforzada por la llegada de excombatientes proGadafi y sus armas. Los enfrentamientos han desplazado a más de 100.000 personas y provocado docenas de muertes, según Naciones Unidas. Aunque quizá el mayor riesgo es que sean grupos terroristas los que se hagan con armas libias, y en especial con los lanzamisiles portátiles SA-24 y SA-7, de fabricación rusa y de los que Libia contaba con unas 20.000 unidades.
Conocidos como manpads por sus siglas en inglés (man-portable air-defense system), estos lanzamisiles miden alrededor de metro y medio, pesan entre 10 y 15 kilogramos y son relativamente fáciles de usar. Una vez lanzados, los proyectiles se guían por el calor y, aunque aviones y helicópteros militares suelen estar equipados con defensas contra este tipo de armas, podrían ser usados para derribar aviones comerciales durante sus fases de aterrizaje o despegue.
En febrero, las autoridades de Argelia encontraron un
alijo de 43 'manpads'
En febrero, las autoridades de Argelia encontraron un alijo de al menos 43 de estos manpads, otras armas y grandes cantidades de munición. El proceso de venta, según describió la prensa local, parece sacado de una película de James Bond.
Los traficantes cubren de grasa las armas y las envuelven en lonas de plástico para protegerlas de la arena. Después, las entierran a varios metros de profundidad en el desierto y guardan las coordenadas GPS del lugar exacto, en este caso en la región oriental de In Aménas, a unos 40 kilómetros de la frontera con Libia. Tras realizar la venta, los traficantes dan a los compradores las coordenadas y estos solo tienen que ir y desenterrar su producto.
En el mercado negro, los precios de los manpad pueden variar enormemente entre los 5.000 y los 50.000 dólares por unidad, dependiendo del modelo, del estado del lanzamisiles y del dinero que los potenciales compradores estén dispuestos a invertir, según los expertos consultados por EL PAÍS. Estos señalan a una diversidad de posibles traficantes, que incluirían tanto a las fuerzas proGadafi como a exrebeldes y otros grupos o individuos, pero coinciden en que principalmente se trata de redes de contrabando ya establecidas en la región con anterioridad al conflicto libio.
"Aunque sospecho que ahora también hay traficantes especializados en armas, seguramente en conexión con las redes ya presentes antes de la caída de Gadafi", explica Lebovich. "Por ejemplo, familiares de Abou Zeid, comandante de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), llevan bastante tiempo realizando contrabando entre Libia y Argelia, y lo mismo ocurre con otros grupos familiares o tribales".
Las redes de contrabando
ya eran muy
activas en la región
antes del conflicto libio
A pesar de los actores implicados, los expertos señalan que se trataría sobre todo de una actividad puramente económica. "Este tráfico de armas no responde a una ideología, se trata de crimen organizado que en esta zona interactúa con grupos islamistas radicales", asegura Vines.
Los clientes de esta particular red de compraventa de armas, munición y otros productos de contrabando también son diversos. Por proximidad geográfica, los analistas señalan que AQMI, la secta islamista Boko Haram en Nigeria y los propios rebeldes tuareg en Malí serían los principales interesados. "Y además de éstos, hay también grupos rebeldes en Chad y Sudán que se podrían beneficiar de estas armas", señala Lebovich.
Grupos terroristas y 'manpads'
El mayor peligro podría ser que un grupo terrorista se hiciera con suficientes manpads y fuera capaz de usarlos contra aviones comerciales, aunque, al contrario que en las películas, los analistas explican que no es tan fácil. Los lanzamisiles se degradan con el tiempo y los traficantes podrían estar vendiendo manpads defectuosos. Además, para ser efectivos deben ser disparados cerca del objetivo y en el ángulo adecuado, ya que el proyectil podría seguir por error una fuente de calor diferente al objetivo. En cualquier caso, bastaría una sola ocasión en la que todo funcionara para que un grupo terrorista pudiera realizar un atentado con un elevado número de víctimas.
En el mercado negro,
el precio de los lanzamisiles portátiles varía entre los 5.000
y los 50.000 dólares
Decenas de estos lanzamisiles podrían haber llegado incluso a Somalia y estar en manos de la milicia islamista Al Shabab, según ciertas informaciones y rumores siempre basados en fuentes anónimas. "Podría ser verdad pero soy muy escéptico, esto parece un intento de exagerar el peligro de Al Shabab, que ya supone una amenaza muy seria de por sí ", comenta Rashid Abdi, analista independiente sobre Somalia, exinvestigador en el International Crisis Group y exsoldado en Kenia.
Otros expertos también dan poca credibilidad a estas informaciones, además de señalar que no supondrían demasiadas diferencias con la situación actual. "Sobre Somalia, e incluso aunque hayan llegado lanzamisiles SA-7 desde Libia, Al Shabab tiene estos manpads y su sucesor más avanzado, los SA-18, desde hace años", señala Matt Schroeder, director del proyecto para la vigilancia de la venta de armas de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que la responsabilidad de detener el tráfico ilícito de armas en el Sahel es responsabilidad de los Estados implicados, y del nuevo Gobierno libio el detener la salida de armas de su país. Aunque también señalan la dificultad de establecer mejores controles en la práctica. "En general, y aunque aumenten las patrullas en las fronteras, solo detectarían algunas de las armas traficadas en una región con larguísimas fronteras conocidas por su porosidad y en las que los traficantes pueden pagar bastante mejor de lo que los propios Gobiernos pagan a la policía de fronteras e inmigración", concluye Andrew Lebovich, del Navanti Group.
Los independentistas tuareg toman las grandes ciudades del norte de Malí
El avance secesionista y la presión diplomática acorralan a los líderes golpistas
El capitán Amadou Haya Sanogo, el golpista que el 22 de marzo depuso al presidente electo de Mali, afirmó este domingo que devolverá el poder a la sociedad civil y restablecerá la Constitución de 1992 y las instituciones republicanas. Sanogo hizo un llamamiento a partidos, líderes religiosos y asociaciones para poner en marcha los órganos necesarios para la celebración de “unas elecciones libres, abiertas y democráticas”. El oficial aseguró que no participará en los comicios, pero no puso fecha a los mismos y tampoco precisó si el presidente defenestrado, Amadou Toumani Touré, podrá regresar al poder.
Todo apunta a que Sanogo da marcha atrás agobiado por la fulgurante ofensiva tuareg en el norte del país, que ya ha conquistado las principales ciudades de la región tuareg, y por el rechazo tajante al golpe de Estado de los países de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO).
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El militar golpista, que se alzó en armas contra un presidente al que acusó de desentenderse del problema secesionista, adoptó esta decisión después de que los rebeldes tomaran las ciudades de Kidal y Gao entre el viernes y el sábado, y el domingo ombuctú, tras ser abandonada por el Ejército, según informó el Movimiento Nacional para la Liberación de L’Azawad (MNLA), el grupo independentista tuareg, cuya zona de influencia se extiende también a Argelia y Níger, y en cuyo subsuelo se ha encontrado petróleo y gas.
El MNLA anunció por la noche que daba por concluidas las operaciones militares y pedía a la CEDEAO que no interviniera militarmente. Nada indica que los tuaregs tengan intención de seguir descendiendo hacia el sur. Su objetivo es únicamente Azawad.
La histórica ciudad de Tombuctú, floreciente siglos atrás por el tráfico de esclavos y el comercio de oro, se encontraba el domingo por la tarde en manos de árabes autóctonos y del grupo salafista Ansar el Din. El MNLA aseguraba que había acabado “con la ocupación maliense de Tombuctú”. Según fuentes civiles, el caos provocado por la ausencia de las fuerzas de seguridad propició actos de vandalismo y saqueo.
La pérdida de Gao, donde el Ejército contaba con un cuartel del Ejército de Tierra y uno del Ejército del Aire, supuso una importante victoria para los tuaregs, pero sobre todo un duro golpe para la población maliense. En la toma de la principal ciudad del norte del país participaron Ansar el Din, el MNLA y 500 militares de las tropas de tierra del coronel Gamou, de etnia tuareg, que junto a un superior desertaron del Ejército para unirse a las filas del MNLA con todo su armamento.
Gamou había reforzado su poder en el norte gracias a los Acuerdos de Argel de 2006 firmados entre el presidente Touré y los rebeldes tuaregs, con el fin de pacificar la región tras el levantamiento de ese mismo año, el tercero desde la independencia de Malí en 1960. Sin embargo, el tratado había sido juzgado como el más deficiente de los alcanzados con los tuaregs y desde distintos ámbitos se había llamado a su revisión.
Ahora, y desde el pasado sábado, el ministro de Asuntos Exteriores de Burkina Faso, Djibrill Bassolé, se encontraba en Bamako, en representación de la CEDEAO, para negociar una salida a la crisis del norte y el retorno al sistema constitucional. La organización regional había dado un ultimátum de 72 horas para reinstaurar el orden previo. De no comprometerse a la entrega del poder antes de la medianoche del domingo, había previsto imponer un embargo diplomático y económico a Malí, de consecuencias dramáticas para los habitantes del país. Desde el golpe de Estado, en Bamako se dan continuos cortes de agua y de luz, y Costa de Marfil —vía de la mayor parte de las importaciones y exportaciones malienses— ya había cerrado sus fronteras.
Respecto a la cuestión del independentismo en el norte, la CEDEAO confirmó que tiene preparados 2.000 soldados para una posible intervención contra la rebelión tuareg, que continúa incrementando el número de desplazados tanto internos como hacia los países vecinos.
La cuestión del norte de Malí es un problema complejo que reúne aspectos políticos, culturales, geográficos, económicos y estratégicos. Malí está compuesta por ocho regiones más el distrito de Bamako, la capital, pero las tres regiones septentrionales, Kidal, Gao y Tombuctú, ocupan dos tercios del territorio nacional, aunque en él vive solo el 20% de una población de 14,5 millones.
Decisivo ha sido para este alzamiento que se inició el 17 de enero el retorno de los tuaregs que lucharon en Libia con las tropas de Gadafi. Sobre todo porque volvieron cargados de armas, vehículos y munición. Ahora bien, el desconcierto generado tras el golpe de Estado ha permitido que los tuaregs hayan podido llevar a cabo una ofensiva de semejante magnitud en una región que desde hace años ha sido hábitat de grupos de traficantes de armas, personas y drogas, además de células terroristas de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y grupos salafistas como Ansar el Din, que defienden la implantación de la sharia en un Azawad libre.
Los rebeldes tuaregs proclaman la independencia del norte de Malí
La Unión Africana rechaza "totalmente" la "pretendida declaración"
El grupo se compromete a respetar las fronteras con los países vecinos
Francia afirma que la declaración "no tiene sentido"
La Unión Africana (UA) ha comunicado este viernes que rechaza "totalmente la pretendida declaración de independencia" del norte de Malí hecha pública esta madrugada por el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), principal grupo rebelde tuareg que combate en la región septentrional del país africano. El presidente de la comisión de la UA, Jean Ping, ha manifestado en una nota que "condena firmemente el anuncio, nulo y sin valor alguno". La organización que reúne a los países del continente africano (la única excepción es Marruecos, debido al reconocimiento de la independencia del Sáhara Occidental) ha instado a la comunidad internacional a apoyar su postura frente a los alzados malienses.
El ministro de Defensa francés, Gérard Longuet, en línea con la UA y la condena expresada también por la Unión Europea, ha manifestado que se trata de una declaración unilateral que "no tiene sentido" porque no será reconocida por los Estados. Unos 5.000 franceses residían en la excolonia de Francia antes del estallido de la crisis.
El MNLA declaró en la madrugada de este viernes a través de un comunicado "el Estado Independiente de Azawad". La declaración está colgada en su página web. Según la agencia AFP, un portavoz del MNLA, Mossa Ag Attaher, ha hecho unas declaraciones a la televisión francesa France 24. "Proclamamos solemnemente la independencia de Azawad a partir de hoy", ha asegurado. Attaher también habría declarado que los tuaregs tienen la intención de respetar "las fronteras con los Estados limítrofes". La zona reclamada por el MNLA y conocida como Azawad nace al sur de Tombuctú, en una parte de la región de Mopti, y desde ahí recorre el este y noroeste del país, pasando por las ciudades de Kidal y Gao.
En su web, el MNLA declara, además del reconocimiento de las fronteras en vigor y su inviolabilidad, la "adhesión total a la carta de Naciones Unidas" y muestra se compromete a "crear las condiciones de una paz duradera e iniciar los fundamentos institucionales del Estado basados en una Constitución democrática" de Azawad independiente.
El jueves, el MNLA ya había hecho público un comunicado en el que declaraba "el fin de las operaciones militares" en la franja norte del país, tras considerar que la región de Azawad había sido "liberada" en su totalidad. En otra declaración, el grupo ha condenado el secuestro del cónsul argelino y otros seis trabajadores de la legación diplomática en la ciudad de Gao. "El MNLA se desentiende de todas las organizaciones mafiosas que se están introduciendo estos días en la región".
La escalada de la violencia en el norte de Malí, impulsada por la ofensiva conjunta de tuaregs y salafistas ligados a Al Qaeda, desencadenó el alzamiento de un grupo de militares el pasado 22 de marzo. El jefe de los golpistas, Amadou Haya Sanogo, ha advertido de las consecuencias para África y el mundo de la toma de control del norte de su país por los islamistas y se ha pronunciado a favor de una intervención extranjera en esa zona.
La ofensiva lanzada desde enero contra las fuerzas militares de Bamako ha obligado a más de 200.000 personas a dejar sus hogares. Un centenar de españoles ha abandonado ya el país, según ha informado el Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Los golpistas de Malí aceptan dejar el poder en manos de un Gobierno interino
La Junta Militar ha acordado con la CEDEAO que Sanogo continúe como presidente del país
La Unión Africana veta la independencia tuareg en el norte
La Junta Militar que gobierna Malí desde el golpe de Estado del pasado 22 de marzo ha alcanzado un acuerdo-marco con la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO) para salir de la crisis política que atraviesa el país. Según este acuerdo, el jefe de la Junta Militar, el capitan Amadou Haya Sanogo, permanecerá como presidente de Malí hasta que el titular de la Asamblea Nacional, Dionkouda Traore, asuma el poder y dé comienzo a un periodo de transición que desembocará en unas elecciones. Una vez que Traore asuma la presidencia, algo que podría ocurrir en las próximas horas o en los próximos días, la Junta y Sanogo dejarán el poder, pero no serán procesados.
"Hemos alcanzado un acuerdo que permitirá en las próximas horas o días constituir de manera efectiva los organismos previstos en la Constitución y que funcionarán de manera regular", ha dicho a la prensa el ministro de Exteriores de Burkina Faso, Djibrill Bassolé, portavoz de la CEDEAO. Según el preacuerdo al que han llegado las partes, el presidente de la Asamblea Nacional, que asumirá la responsabilidad de la jefatura de Estado de acuerdo con la Constitución, permanecerá a la cabeza del Estado durante 45 días.
Pasado ese periodo, será elegido un primer ministro de consenso que organizará una transición que conducirá a unas elecciones, previstas en un principio para el 29 de abril, pero que fueron canceladas por la Junta Militar.
Entre las prioridades del nuevo primer ministro estará hacer frente a la crisis de los independentistas tuareg en el norte de Malí, que el viernes declararon la independencia de la región de Azawad. La Unión Africana rechazó totalmente la declaración del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (AMLA), el principal grupo tuareg que combate en esta región del país africano.
El presidente en funciones de la CEDEAO, Alassane Ouattara, ha pedido que se levanten "inmediatamente" la sanciones de este organismo contra el país después del acuerdo. El 2 de abril, la CEDEAO decretó el embargo total, con efecto inmediato, contra el país en el que tuvo lugar un golpe de Estado el pasado 22 de marzo. Las dos partes han mostrado su voluntad en recuperar el orden constitucional lo antes posible. El embargo suponía, principalmente, el cierre de todas las fronteras de los Estados miembro de la CEDEAO con Malí y la prohibición del acceso al país a puertos marítimos. También la congelación de las cuentas de Malí en el banco regional BCEAO.
Aviso a los rebeldes
A través de un comunicado, la CEDEAO ha tildado de "nula y sin efecto" la independencia pretendida por los tuaregs. "Malí es una entidad única e indivisible", ha señalado la CEDEAO, que ha agregado que tomará todas las medidas necesarias, incluido el uso de la fuerza, para garantizar la integridad territorial del país, según ha informado la agencia de noticias africana PanaPress, que funciona en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
"La CEDEAO quiere reafirmar su compromiso con la unidad e integridad territorial de Malí. En este sentido, advierte contra cualquier intento de proclamar alguna parte de Malí como un Estado soberano, ya que nunca reconocerá dicho Estado", ha señalado la organización a través de un comunicado, firmado por el presidente de la comisión, Kadre Desiré Ouedraogo.