Curso Acceso Guardia Civil |
Inicio curso: septiembre 2019 |
de-pol.es |
Ígnea H,
Malos mengues me acobijen desde el día que, por coser un roto provoqué un descosido con la dichosa fotito. La única de temática mínimamente policial que tenía en el móvil en ese aciago momento. Tumbado bajo el edredón. Perezoso, uno, por no encender el portátil, ahora inmerso en vergüenza propia y enfrentado a la dicotomía de aguantar el chaparrón que ya pasará o quitarla y que siga lloviendo por huir con el rabo ahí, entre las piernas. Piernas, como bien sabes, de pollo famélico que me tocaron en herencia allá por los setenta. Por suerte, un ingenuo Mad Max sigloveintiunero vino a distraer la atención con la suya “
a lo Sigma” (como se acuñe el término, me pasará como con lo del
dildo, que me acompañará hasta la muerte cibernética o la expulsión foril, lo que antes suceda). Espero que por lo menos cunda el ejemplo y empecemos a ver algo más que caras desdibujadas de los pobladores acreditados allí donde nuestras expresiones se vuelcan con la libertad de la que adolecemos en esta, otra habitación, de nuestra casa.
Lo nuestro se veía venir. Bien lo sabes. Bien lo sientes. Amantes de la fría cerveza y la sidra desparramada, separados por medio mar y un enorme trozo de península. Carácteres similares, polos de idéntico símbolo magnético que, esta vez si, se atraen por una causa común, hacer de la palabra COMPAÑERO algo más que una conjunción de grafemas.
Sin siquiera pedírtelo, me lo diste todo. Bueno, ya sabes que todo, todo, no, pero del otro todo no hablaremos mientras estos enfermos sigan apoyados en la baranda, callados como vieja en misa, sin mostrar sus letras ni sus ideas.
Trueques didácticos a parte, trazamos caminos paralelos aquí, donde nos pasamos más de una vez de la raya con nuestra propia socarronería y toca después, a morlaco pasado, reconocer más de una metida de pata. Porqué, me pregunto, al ser humano en general le cuesta tanto reconocer esos errores…..
Si, tiene usted razón, me he saltado el semáforo, disculpe.
Si, compañero, tienes razón, yo voy borracho y tu estás de uniforme, lo que tu digas es lo que toca. Pero no, busquemos siempre la doblez al traje, forcemos lo maleable hasta que se rompa, crucemos valles con malas maneras hasta que la montaña se nos presente de sopetón y toque, ahora si, por cansino y maleducado, escalar hasta la cima para volver a ver el sol que se oculta tras la mole. Ayer le salvé el culo a uno, uno digo, lo de compañero lo recuperará con la sobriedad de la resaca y las conversaciones pertinentes que necesito, si o si, mantener en tiempo y forma adecuados con quien, de manera lamentable, lamentaba mi “lamentable” actuación.
Tengo comida con los mios. Esos jóvenes padres, parados, currelas, hijos de papá, huérfanos de mamá, arquitectos, paletas, “litris” y “fontanacas”, pastosos y mileuristas, conformando una curiosa amalgama de treintaytantos que gritarán, seguro, al verme,
ehhhhh que al final ha venido el maderoooooo mientras todo el bar se gira y mi cara pasa del rojo al amarillo, retornando al primer color encarnado entre suspiros de “
los mato” y excusas de “
a los amigos y la familia, parece que uno no tiene opción de elegirlos”.
Y esta noche turno. Ni aun pudiendo, me pierdo yo un nocturno en sábado. Já, ni por toda la silicona valenciana del mundo.
Tuyo en el atracón de arroz con bogavante, y la
siestaca perturbada por la niña gritona, S.