La fecha del mismo es del 7 de noviembre de 2011 y, como vereis, su contenido contrasta completamente con la imagen que el Departamento intenta ofrecer en la actual coyuntura.
24 horas con un ertzaina
Son las 4:00 de la mañana y suena el despertador. Mikel tiene que levantarse. Es muy temprano pero no tiene tiempo que perder. Antes de salir de casa guarda unas “medidas de autoprotección”: mira los bajos de su coche por si hay una bomba lapa, y si un día sale por calle, otro día lo hace por el garaje. Además, cambia los itinerarios que le llevarán al punto donde ha quedado con sus compañeros. Incluso, puede llegar a dar dos vueltas a la rotonda por si hay algún vehículo que le está siguiendo. Hoy, a pesar del comunicado de ETA de hace unos días, sigue mirando los bajos de su vehículo. ¿Quién es y hacia dónde va? (El nombre que aparece en esta historia es falso, por motivos de seguridad).
A las 4:45, este ertzaina, residente en Bilbao y de nombre falso por motivos de seguridad, tiene que reunirse con el resto de sus compañeros. Coge su coche, se dirige hacia el punto acordado entre ellos y allí aparca su vehículo personal. Este punto no siempre es el mismo, por seguridad, ya que existe la posibilidad de que estalle un explosivo ahí mismo.
Una vez con sus compañeros, se encamina hacia su lugar de trabajo donde tiene que fichar. Se dirige hacia el vestuario, se pone el uniforme y abre su taquilla. Allí deja su arma personal y coge el material de dotación: una escopeta, un chaleco anti-balas, el walkie-talkie y un alcoholímetro serán suficientes para ese día. Él va “armado en todo momento”.
¿Qué tenemos hoy?
El siguiente paso es el briefing, “una reunión dentro de las instalaciones policiales” donde su inspector jefe le indicará las novedades del día: vehículos sustraídos, un caso de violencia de género o noticias de INTERPOL son algunos casos. Le asignan su área de trabajo y con qué compañeros va a compartir el día. Si hay un caso de emergencia, se dirige hacia ese punto, si no, hace un barrido de la zona “para ver que todo está tranquilo”. A veces, hay un político en un sitio determinado y su misión es salvaguardar esa zona. Mikel tiene que comunicarse con la central mediante radio o teléfono para dejar claro en todo momento dónde está, qué está haciendo y cómo, “por motivos de seguridad”.
“Hay movimientos que la gente no entiende o no los percibe como lógicos, como hacer un cambio de sentido donde no se debe. Pero están justificados porque, quizá, en la manzana de al lado se ha producido un robo”. Para no llamar la atención, la maniobra no se marca con las luces rotativas del vehículo. Él y su equipo cuentan con el apoyo de “ertzainas no uniformados”, es decir, secretas que van con coches oficiales camuflados por prevención de atentados: “Te pueden apoyar sin que nadie lo sepa”, pero lo que se pretende es que sigan siendo lo que son: ocultos.
A media mañana Mikel aparca el vehículo para tomarse un café y un sándwich. Después de este pequeño descanso todo sigue más o menos igual que la mañana, “a no ser que haya una manifestación o algo puntual”.
Con suerte, podrá terminar su turno en hora
Dicen que la excepción confirma la regla y en este caso ocurre lo mismo. Mikel termina su jornada a las 14:00, una hora de salida que se respeta, siempre y cuando no haya en ese momento una accidente grave, que le obligaría a no abandonar su puesto de trabajo hasta que el incidente se haya resuelto. Este ertzaina comenta que “en época de la Kale Borroka (lucha callejera), cuando había muchas manifestaciones, se trabajaba mucho”. Las horas de más que hace Mikel se tienen en cuenta, aunque reconoce que “lo ideal es no hacerlo porque, aunque son computadas, implican cansancio y riesgos”.
Cuando termina su turno regresa a la comisaría, cuelga el uniforme y suelta las armas. Respira aliviado porque ese día no ha habido ningún altercado grave, pero piensa en compañeros que han abandonado por estrés o situaciones complicadas que han vivido. Él toca madera: “He visto cosas y me ha tocado vivir situaciones duras”. Mikel quiere continuar porque de momento nunca ha sentido “ese miedo” que le empuje a dejarlo.
Cuando llegar vivo a casa es lo más reconfortante
Su jornada ha terminado y necesita descansar y “desconectar del trabajo mediante una actividad deportiva”. Va al gimnasio, hace un poco de footing, o queda con su familia y amigos. En definitiva, “la vida que puede tener cualquier persona normal”. Luego llega a casa, apaga las luces y se va a dormir porque mañana todo esto volverá a repetirse. Será una patrulla tranquila porque “ya no pasa lo que pasaba hace años”.
Mikel está orgulloso de su profesión, que siente como suya. Pero, ¿por qué ertzaina? Por muchas cosas: “Tus valores, tu ética, tu criterio” y porque considera que tiene “un fuerte sentido de la justicia”.
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Como no podía ser de otra manera, la fotografía que ilustra el reportaje es esta: