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La Armada española nace de la unión de las marinas del Reino de Castilla y de la Corona de Aragón. La marina de la Corona de Aragón, constituida principalmente por naves catalanas, una marina de ámbito mediterráneo, prefería como buque de combate la galera y sus derivados, mientras que la marina de Castilla, atlántica, prefería buques mancos, esto es, sin remos, con sólo propulsión eólica.
Esta unión se produce en tiempos de los Reyes Católicos, siendo la primera campaña de Italia del Gran Capitán, en la que participan las galeras de Sicilia junto a naves cantábricas, su primera operación de guerra.
En estos primeros tiempos, la marina de guerra española, al igual que en los demás países europeos (salvo la República de Venecia), no existía en el sentido que la entendemos hoy, esto es, formada por barcos pertenecientes al Estado y especialmente hechos para la guerra. Debido a los corsarios y a las inseguridades de la navegación, todos los barcos llevaban cañones y armas. Cuando eran requeridos por el rey para la guerra, cambiaban las cargas comerciales por cargas militares, y sus armadores y tripulantes pasaban a ser pagados por la corona.
Además de los buques mercantes militarizados, también había particulares que armaban flotillas de combate, dedicándose al corso hasta que el rey solicitaba sus servicios.
El rey nombraba los mandos de las escuadras así formadas, en las que embarcaban sus tropas. El combate naval de la época difería poco del terrestre, ya que se buscaba el abordaje y el combate cuerpo a cuerpo, haciendo relativamente poco uso de la artillería.
Se perdió interés en las galeras (que luego se recuperó) en beneficio de naos, carracas y carabelas. A finales del reinado de los Reyes Católicos, sólo quedaban cuatro galeras en la guarda de la costa de Granada para apoyar a las demás naves en verano
Nacimiento de la Armada EspañolaLa historia de la Armada Española puede datarse en los últimos años del siglo XV y primeros del siglo XVI, cuando los dos reinos (Castilla y Aragón) se unieron de hecho aunque aún no de derecho. En aquel tiempo no existía una Armada centralizada y ésta no se consiguió hasta la llegada de los Borbones. No obstante, sí existían flotas militares más o menos permanentes que, cuando era necesario, se reunían para cumplir determinada misión.
Los preliminares de esta incipiente Armada conjunta pueden estar en la primera y la segunda expediciones a Italia y las acciones de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán en 1494; pero quizá la primera gran acción conjunta de las dos armadas en una acción naval fuera la batalla de Mazalquivir en 1505.
En esa batalla, que comenzó la campaña española por el norte de África, la organización y planificación fue obra de Fernando el Católico, rey de Aragón. Pero el principal impulsor e incluso financiador fue el Cardenal Cisneros, auténtico garante de las últimas voluntades de Isabel la Católica. Por distintos motivos, tanto Castilla como Aragón necesitaban controlar la margen sur del Mediterráneo haciendo nuevamente cierta la frase «eran una voluntad en dos cuerpos».
Después de esta conquista, las caídas de ciudades berberiscas continúan. En lo sucesivo el Cardenal Cisneros prosigue alentando y dirigiendo, pero ahora es el navarro Pedro Navarro quien manda la flota. Así, las fuentes cuentan:
Andaban los corsarios de Berbería atrevidamente robando la costa de Granada, porque los corrían muy buenos intereses de los asaltos que hacían, y valíanse de los mesmos moros naturales del país. Mandó el rey que saliese contra ellos el conde Pedro Navarro, que fue uno de los grandes capitanes que nacieran en España.A las órdenes de Navarro, el embrión de lo que sería la Armada continuó las conquistas:
- El Duque de Medina-Sidonia se había hecho con Melilla ya en 1497.
- El Peñón de Vélez de la Gomera cae en 1508.
- Orán es tomado en 1509 llevando al propio Cisneros, de 70 años de edad, en la expedición. En la conquista de Orán, la
- Armada tuvo un papel clave al efectuar un ataque combinado con las fuerzas terrestres desembarcadas. Se rescató a 300 prisioneros cristianos y se realizó una gran matanza con los enemigos.
- Argel presta vasallaje en enero de 1510 y permite levantar un fuerte en la entrada de su puerto.
- Dellys, Mostagenem y Sargel también se convierten en vasallos con parecidas condiciones.
- La flota toma Trípoli el 25 de julio también de 1510.
Estas campañas siempre se han presentado como la continuación de la Reconquista y, según Ramiro Freijoo, lo eran, pero con un carácter defensivo. No se pretendía conquistar todo el Magreb, sino asegurar las costas ibéricas e italianas de los continuos ataques berberiscos. Al mismo tiempo muestra que la Armada, al igual que cualquier otra de la época, no disponía de la tecnología suficiente como para defender el litoral de ataques; era un instrumento para conquistar las plazas corsarias y así defender los territorios.
Nuevamente la «Armada» tuvo un gran protagonista con Carlos V y su ataque a Túnez.
Por una serie de acontecimientos, las costas de Italia y el norte de África quedaron desguarnecidas y Jeredín Barbarroja asoló las costas italianas y norteafricanas, expulsando a los españoles de Túnez en 1504. Este corsario era considerado un héroe por sus contemporáneos musulmanes y también cristianos que alababan su carrera.[5] Por ejemplo, el Abate de Brantone, en su libro sobre la Orden de Malta, escribió de él: Ni siquiera tuvo igual entre los conquistadores del griego y romano. Cualquier país estaría orgulloso de poder contarlo entre sus hijos.
Carlos V dirigió en 1535 una carta para reunir una flota que, además de las 45 naos y 17 galeras del marqués del Basto, sumaría las 23 carabelas que Andrea Doria traería desde Génova. A este contingente añadió el Papa 9 galeras, la Orden de San Juan otras 6 y Portugal un galeón. A estas cien naves Carlos V trae toda la flota española desde Nápoles, Sicilia, Vizcaya y Málaga.
En esta ocasión, la armada reunida por el Emperador desembarcó a 25.000 hombres, entre 4.000 veteranos de las guerras en Italia, 9.000 recién reclutados, 7.600 alemanes y 5.000 italianos. Como en el caso de la Armada, las fuerzas eran españolas (la Corona de Castilla pagaba a todo el ejército).
Finalmente cayeron en manos españolas la imponente fortaleza de La Goleta y las ciudades de Túnez, Bizerta, Bujía y Bona.
En 1541 el Emperador pretendió acabar con el problema berberisco con la toma de Argel, su último bastión en el Mediterráneo occidental, pero esta vez la Armada Imperial se ve dispersada por las tempestades y tormentas, y las fuerzas ya desembarcadas tuvieron que replegarse rápidamente.
En aquel tiempo, el poder de las flotas hispanas descansaba en las galeras de remos, herederas de los navíos de la Antigüedad, y lo seguiría siendo durante casi todo ese siglo. Sin embargo, en la toma de Túnez ya aparecen signos de los nuevos tiempos. Las nuevas naos, más grandes que las utilizadas por Cristóbal Colón cuarenta años antes, ya iban equipadas con cañones y con dos castillos (el de proa y el alcázar a popa) y podían transportar 150 marineros y 500 soldados a cortas distancias. Pero sin duda la novedad fue el galeón, aun más grande y mucho más armado que la nao, que después sería la punta de lanza de la Armada.
Tanto la nao como el galeón eran barcos con el casco más redondeado y de tres palos (mesana, trinquete y mayor). La primera era una derivación de la carraca con mayor artillería y el segundo, una respuesta a las olas del Atlántico que las naos no podían superar con facilidad. Sus ventajas artilleras y de navegación no resultaban muy grandes en el Mediterráneo, pero sí en el nuevo escenario que pronto se vislumbraría como el más importante.
La importancia de estos dos tipos de navíos comenzó a verse cuando los primeros piratas franceses, apoyados y asesorados por piratas españoles renegados, descubrieron algunos de los importantes cargamentos de metales y especias llegados desde América, como se verá más adelante.
Las naos resultaron buenos buques de transporte, como prueba el hecho de que sólo la carga de especias que trajo la nao Victoria a los mandos de Juan Sebastián Elcano cubrió con creces los gastos de toda la expedición de Magallanes (cinco naves en total). Por su parte, los galeones demostraron sus posibilidades de navegación en travesías como la realizada por Miguel López de Legazpi en la conquista de Filipinas y el regreso del galeón San Pedro a México, que rompió el dicho del Pacífico («Irás pero no volverás»).
Aunque el poderío de los navíos españoles era claro desde principios del siglo XVI, es en estos años cuando comenzó a cosechar sus más importantes logros, como la circunnavegación del mundo, la conquista de Filipinas y la protección inquebrantable de las flotas de Indias, pese a que el cine y la literatura americana e inglesa han hecho ver lo contrario.
En 1571 se produjo el éxito más conocido de la Armada Española en toda su historia: la batalla de Lepanto. Se concentraron en el puerto de Mesina (Sicilia, Italia) 70 galeras españolas procedentes de la propia España, Italia y Flandes, 9 de Malta, 12 del Papado y 140 venecianas, formando la Liga Santa. La fuerza estaba dirigida por Juan de Austria con insignia en la Real, y entre los principales mandos se encontraban Álvaro de Bazán, Andrea Doria y Luis de Requesens. El 7 de octubre tuvo lugar la batalla, en el golfo del mismo nombre, contra 260 galeras turcas. Tras horas de lucha, en la que los veteranos españoles y venecianos asaltan las naves turcas y se lucha sobre ellas cuerpo a cuerpo, tan sólo 45 naves otomanas logran escapar.
Esta victoria frenó el poderío naval turco y el avance musulmán, principalmente en el Mediterráneo occidental. Aunque en la realidad, al Imperio Otomano no le costó mucho reponerse de la derrota en cuanto a los barcos se refiere.