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He visto muchas cosas en 14 años de profesión, pero nunca entre personas tan mayores». César Carmona, natural de Huelva aunque residente en el extrarradio de Bilbao, es uno de los vigilantes de seguridad de la empresa LPM que trabajan en la transitada estación ferroviaria de Abando, y se convirtió el lunes en un policía improvisado.
Cuando hacía una de las rondas rutinarias por la «entreplanta» (el primer piso) de la intermodal, alrededor de las cinco menos diez de la tarde, se encontró «con un señor de gafas y barbita que con una mano se presionaba el lado izquierdo del cuello», relató ayer a EL CORREO. Al preguntarle qué le había pasado, el hombre le explicó casi con mímica que «uno que estaba en el bar le había apuñalado». «Soltaba sangre a chorros», describe César con marcado acento andaluz.
Después supo que Manuel, así se llama el herido, de 73 años y vecino de Bilbao, estaba completando un crucigrama, sentado tranquilamente en una hamburguesería de la estación, cuando el agresor, Luis G.G., de 75 años, un conocido «indigente» que pulula por la zona, sacó un puñal y se lo clavó cerca de la yugular. Al parecer, el autor de la puñalada alega que la víctima le había «insultado y escupido en anteriores ocasiones y que ya estaba harto».
Sin pensarlo, César se dirigió hacia el lugar donde le había indicado Manuel. «Vi al que le había apuñalado cuando metía el machete dentro de la funda». Y fue a por él. Le quitó el arma y le sentó en una de las sillas exteriores del local. «Al principio se puso violento y me dijo barbaridades, así que le esposé a la barandilla», en el mirador de la primera planta de la estación. Después le identificó. César conocía a aquel individuo: «Es de los que vienen aquí por la mañana y se quedan hasta la noche, pero como es un sitio público, no puedes prohibir entrar a nadie».
De la oreja al omóplato
Una vez que ya tenía al agresor retenido, llamó al 112 y pidió el apoyo de su compañera, que acudió en auxilio de la víctima, junto con el jefe de seguridad de la estación. El hombre «se había desmayado». Según el informe médico posterior, presentaba varias puñaladas en la zona de la cara, concretamente en el pómulo izquierdo, y en el cuello, que, según César, «le llegaba desde la oreja hasta el omóplato». El personal de seguridad intentó taponar la herida para evitar que el hombre se desangrara, y le atendió hasta que llegó una ambulancia.
Al cabo de unos diez minutos aparecieron varias patrullas de la Ertzaintza y agentes de paisano. Los policías pidieron al sospechoso que se levantara y, tras despojarle de las esposas, le indicaron que sacara todo lo que llevaba en los bolsillos. Ante la sorpresa de César y de los propios agentes, Luis G.G. extrajo otras cuatro armas blancas, una de ellas «como la de Curro Jiménez», una automática de nueve centímetros de filo, y otra más pequeña de seis. «Iba preparado el hombre», ironizaba ayer el vigilante, consciente de lo peligroso que había resultado retenerle.
También tenía dinero, algunas «monedas». César había entregado a la Ertzaintza el puñal que le retiró al agresor. Se trataba de un arma blanca con una empuñadura de color negro con una hoja de diez centímetros, previsiblemente la empleada en la agresión.
La víctima fue trasladada al hospital de Basurto, donde quedó ingresada. La Policía autonómica arrestó al agresor bajo la acusación de un delito de lesiones con arma blanca y otro de tenencia de arma prohibida. «Aquí ya no puede entrar, tenemos órdenes expresas del jefe de seguridad de la estación de negarle el paso si aparece», advirtió el vigilante.