por Humberto » Jue Oct 04, 2012 7:45 am
Hay veces en la vida en que se te caen las máximas. A fuerza de sorprender la propia vida te va acostumbrando y un buen día resulta que ya no esperas que nada nuevo y singular te acontezca, en una sensación de pesimismo y monotonía que se te forma acerca del lento devenir, cuyos imperativos no cesan, y cuando ya parece que no va a lograr volver hacerlo, sorprenderte, va y resulta que sí. Zas. Sueltas un taco. Los tacos, decía mi maestro, son para eso, para las ocasiones, y para reafirmar también. Siempre hay una nueva vez que nos parecerá la última y que hace que la esperanza se levante, como no ha mucho lo hacía el águila al sol en los campos agostados, a la luz clara y penetrante de la mañana. Pasó el estío y mi amiga plegó sus alas en espera de tiempos mejores. Ya no canta desde el aire. Caen las hojas, tiñendo de oros los campos y el aire se llena de lánguida lluvia amarilla. Siempre es igual. Vuelves al tajo; sin asueto. Te preparas para los fríos y las cimas blancas. Hora es ya. Te dices, toca recogerse en los cuarteles de invierno y esperar la lenta monotonía de los días grises, y desempolvas la obra que dejaste parada en la pagina cuarenta y seis en el umbral de un sueño, cuando los primeros nidos y los primeros frutos, las aguas limpias, tibias las mañanas. Enciendes esa máquina cibernética que lleva tanto apagada, rasgas nuevas frases huecas, a la luz azulada liberas demonios y duendes un rato, reelaboras, retomas…Hasta que te duele la espalda y, acordándote de los muertos del que en su día te deslomó (cosas del oficio), decides, estirándote, mejor ir en busca de noticias de los cofrades argonautas con los que compartes ya, desapercibidamente, una derrota de dos trienios, a ver qué se cuentan, abres la puerta correspondiente y, en la parte superior de la pantalla, salta el aviso de que tienes dos mensajes. Dos. Caramba, te dices, todavía le recuerdan a uno en esta casa. Lees por orden el primero, fechado a finales de septiembre. Pues sí que ando con retraso. Lees: «Perdona el retraso, te respondo a la tuya de julio». Bendita tecnología. Vamos a responderle a la autora como manda la obligación epistolar y las buenas costumbres, sin demoras. O sea, ya, en caliente. Miras la hora, coño, musitas, me queda media hora para salir pitando al curro. Bueno, algo breve. Le das a las teclas como cuando coges una denuncia de última hora, click clack, deprisita, y, al punto, pulsas enviar. Ya está. Abres el segundo:. ¿Felicidades? Pero de qué galardón habla este buen amigo, viejo amigo. Vuelves a consultar el reloj, un cuarto para las nueve ¡y una con estos pelos! Venga. Consultemos. Y vas a la página del patrón, la del medallero. No das crédito. ¿Medalla? ¿Medalla a mí? ¡Por Tutatis! ¡Estos romanos están todos locos! Pero en fin, doctores tiene la iglesia. Ahora sí. Piensas en todo eso del devenir y del otoño y entonces te dices: La vida es sorprendente. Eso sí, ya responderemos como mandan los cánones nada más pase ésta vigilia de diez horas que tengo por delante. Pero claro, eso será otro día, cuando despierte… de este sueño. Porque, como dijo el poeta, «De toda la memoria, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños».
Muchas gracias. Enhorabuena al resto de galadonados.
PD: De no ser porque los viejos amigos te avisan, nada hubiera sabido. Los viejos amigos son un tesoro que merece la pena conservar. Gracias, buen gallego menesteroso.