Los Tercios Españoles

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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Ene 08, 2012 2:56 pm


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Las catellanías de los Países Bajos

Las castellanías surgieron una vez dominada la primera revuelta de los Paises Bajos (1666- 67), al objeto de evitar futuras sediciones. El castillo o ciudadela debía ser el último baluarte defensivo tanto ante el enemigo exterior como ante el interior, de ahi que el castellano estuviera revestido de poderes independientes de los gobernadores generales, provinciales o locales.
Inicialmente se previeron 7 castellanías, pero las de Middelburg y Groningen cayeron en poder de los sublevados antes de concluir el siglo XVI; momento en que, asegurada la lealtad de las Provincias del Sur, las castellanías perdieron parte de su importancia política, aunque ello no supuso ni la desaparición del cargo, ni el menor retoque de sus funciones, honores o prebendas, que hacían del puesto un destino militar muy apetecido. Las 3 más importantes fueron siempre las de Amberes, Cambrai y Gante (las dos últimas edificadas por Carlos I), jerarquizadas en orden descendente; pero el rango de las demás no llegó a definirse y su importancia fue cambiando conforme al decurso de los acontecimientos. Además, entre ellas hallamos tanto castillos previstos para la sujección interior (Damme o Lier), como fortalezas fronterizas (Ostende, Philippeville o Montmédy, las últimas edificadas también por Carlos I).

Un criterio para fijar la importancia de éstas podría ser el de atender a sus costes de conservación, que dependían sobre todo del tamaño de su guarnición, pero también este capítulo fue cambiando con los tiempos; sin olvidar que, desde la década de 1640 en adelante, algunas se fueron perdiendo (Sas, Thionville, Montmédy, etc). Ahora bien, segun éste criterio, los casti-
llos de Namur, Ostende y Nieuwpoort (Neoporte) siempre se hallaron entre los más dotados, tanto de soldados como de artilleros de guarnición, a lo largo de la dominación española, razón por la cual los prefereriremos, junto al de Lier (Lierre o Lira), para estudiar la sucesión de sus castellanos, que fueron siempre españoles. Pero ha de quedar claro que la reconstrucción de las 7 castellanías que Felipe II y sus consejeros creyeron necesarias para el control territorial, no agotan el número de ellas. Seguidamente, reproducimos un documento, fechado en 1640, que desglosa el número de soldados y oficiales de servicio en cada guarnición, aunque en alguna de ellas sin contar los artilleros. (Sólo se incluyen las guarniciones que superaban el medio centenar de hombres).
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Ene 08, 2012 2:59 pm


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CASTELLANÍA DE AMBERES, 1569-1706

La ciudadela o castillo de Amberes fue levantada por Chiapin Vitelli y el ingeniero Pacciotti durante el otoño de 1567, a toda prisa. La traza primitiva se ultimó en 3 meses, siendo supervisada personalmente por el duque de Alba,que permaneció en la villa durante la ejecución de las obras. Después abandonó la ciudad, que quedó guarnecida por dos compañías alemanas del regimiento de Lodron, regresando a Bruselas para tomar posesión del gobierno, ya como capitán general de los Países Bajos tras la partida de Margarita de Parma. Los muros eran de tierra, aunque fueron reemplazándose gradualmente por otra fábrica de sillares, mampostería y ladrillo. Hasta que no estuvo concluída y en estado de defensa no entró en ella el primer gobernador español, Sancho de Leiva, capitán de la guardia del duque. Sería él mismo quien la entregaría a los Estados generales, en febrero de 1578, tras haberse acordado la evacuación de las tropas españolas en virtud del Edicto Perpetuo (17-II-1578).

Reconquistada en 1585, permaneció en poder del rey de España hasta 1706, cuando el gobernador y parte de la guarnición se pasaron a las tropas del Archiduque Carlos, pretendiente a la monarquía hispánica, rindiéndola bajo la apariencia de haberla defendido.

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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Ene 08, 2012 3:04 pm


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CASTELLANÍA DE CAMBRAI Y CAPITANÍA GENERAL DEL CAMBRESADO, 1544-1677

Construída por Philippe de Stavèle, señor de Glageon (1543-44), sobre el monte des Boeufs, que domina la villa, hubo de demolerse la abadía de San Medardo, edificada por Saint-Géry, obispo y luego patrono de la ciudad el año 584. En 1576 se apoderó de ella, mediante una estratagema, el barón d’Inchy, que puso al servicio del duque de Anjou y Alençon, permaciendo bajo dominio francés hasta su reconquista en 1595 por el conde de Fuentes. Desde entonces, todos sus castellanos fueron españoles. Juan de Rivas completó su ampliación, iniciada por Juan Peregrino, teniente de la fortaleza y su gobernador interino. Los franceses la sitiaron el 24.VI.1649, siendo socorrida por el SgGralBat y coronel de caballería van Brouck (que dejó una memoria de aquel suceso), obligando al duque de Harcourt a levantar el asedio el 3 de julio. En 1657 volvió a intentarlo el vizconde de Turenne, siendo nuevamente socorrida por el príncipe de Condé, al servicio de España, el 28 de mayo de dicho año. Finalmente, la villa cayó en poder de Luis XIV el 5 de abril de 1677, prolongándose la defensa de la ciudadela hasta el 17 del mismo mes, en que hubo de capitular (ill. no.2), sancionando la Paz de Nimega la conquista francesa (1678). Aunque fue desmantelada a finales del siglo XIX, está en proceso de recuperación, conservando algunos vestigios españoles, como la parte inferior de puerta (1); completa en el grabado 3, y un edificio anejo a la trasera de la misma.

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Notapor Juanete » Dom Ene 29, 2012 3:57 pm


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CASTELLANÍA DE GANTE, 1569-1706

Carlos V mandó erigir la ciudadela o castillo de Gante tras las alteraciones de la villa en 1539. Las obras comenzaron en 1540, bajo la dirección del ingeniero italiano Donato Boni, en el emplazamiento de la antigua abadía de San Bavon, cuya comunidad hubo de trasladarse (todavía pueden verse algunos restos).Concluído en 1545, no puede confudirse con el antiguo castillo-palacio de los condes de Flandes, donde nació el propio Carlos, no muy lejos y muy bien conservado, menos el portalón original, sustituído por otro de color verde, algo decepcionante) . Mas abajo, reconstruímos la sucesión de castellanos que matuvieron la fortaleza por el rey de España desde 1567 hasta 1709, salvo los períodos siguientes:

a) Desde el 11.IX.1576, en que fue tomada por los rebeldes, hasta su recuperación por Alejandro Farnesio (20.IX.1584).

b) Desde el 12.III.1678, en que capituló ante un ejército francés, hasta el 1.I.1680, en que fue devuelta a la soberanía real en virtud de la Paz de Nimega (17.IX.1678).

c) Desde el 31.V.1706, en que fue tomado por las tropas inglesas del duque de Marlborough, tras haberse retirado su guarnición a Courtrai, hasta el 16.VII.1708, en que fue reconquistado.

d) El 2.I.1709 el castillo fue nuevamente tomado por las tropas anglo-holandesas. El Tratado de Utrecht daría su soberanía al Emperador Carlos VI de Austria, que había sido pretendiente al trono español.

En 1868, tras la construcción de un campo atrincherado en la orilla del Escalda opuesta a Amberes, la ciudadela de Gante quedó desafectada, aunque no desmantelada. El año 1870 fue puesta de nuevo en estado de defensa, pero tras la paz de Versalles (1871), fue definitivamente desmontada como fortaleza militar. Hoy existe en su lugar un museo rodeado por el parque llamado de la Citadelle.

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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Ene 29, 2012 4:01 pm


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GOBIERNO DE OSTENDE, 1604-1706

Ostende no constituía ninguna castellanía porque, desde su ocupación por los Estados en 1577 y hasta su reconquista tras el largo asedio de 1601-1604, los holandeses convirtieron la villa en en una verdadera fortaleza. Carecía de castellano y en su lugar había un gobernador, que debía ser natural de los Paises Bajos, pero tras Eustache de Ongnies, todos los gobernadores fueron españoles debido a la importancia que para la corona tenía su conservación, sobre todo a raíz de las pérdidas de la Esclusa (Sluis), que sobrevino al final del asedio (1604), y sobre todo, con la más tardía de Dunkerque (1658), que la convirtieron prácticamente en el único puerto capaz de los Países bajos españoles durante el último medio siglo de la pre-
sencia española en Flandes.

Desafectado el camino español desde 1638 por la pérdida de Breisach, la importancia de su puerto fue prontamente advertida por el entonces almirante de la escuadra naval de Flandes, marqués de Fuentes, que ordenó los primeros trabajos de dragrado y ampliación, una puesta en valor que amortiguó el efecto de la pérdida temporal de Dunkerque (1645-1652) y anticipó su futuro desarrollo al quedar como única puerta de entrada de las tropas españolas, junto al de Niewpoort, menos utilizado. Importancia que denota también la graduación y servicios de sus últimos gobernadores, escogidos entre los militares de alta graduación más señalados.

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Notapor Juanete » Sab Feb 04, 2012 3:32 pm


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GOBERNADORES DE NIEUWPOORT, 1583-1711

Neoporte no fue una castellanía, sino una villa porturaria amurallada a cargo de un «gobernador de la ciudad y puerto». Como carecía de castillo, la residencia de estos se hallaba en el centro de la villa, en la calle que conducía a la excéntrica plaza del mercado, hoy Marktstraat (abajo,4) pero entonces conocida como Goeverneursstraatje. El emplazamiento del antiguo palacio del gobierno, desaparecido durante los terribles bombardeos de la I Guerra Mundial, es hoy la sede del edificio de Correos.

Tras la Pacificación de Gante (8.XI.1576), el príncipe de Orange obtuvo su control, junto a Dunkerque y Gravelinas, que rehusó devolver pese a los ruegos del Consejo para recuperar su control (19.VII.1577). Tras la conquista de Dunkerque por Farnese (16.VII.1583), Niewpoort le abrió sus puertas el 23 del mismo mes, siendo Juan del Aguila el primer gobernador por el rey de España porque hasta entonces todos habían sido regnícolas.

El trabajo de fortificación, mejora de las instalaciones portuarias, dragado del río Yser, construcción de la esclusa y fuerte sobre éste rio, así como de los canales que desembocaban en él, duró prácticamente una centuria, pero el aspecto de la plaza en 1690 era ya tan imponente, siendo inapreciables las diferencias con el siguiente, de 1743, tras tres décadas de administración austriaca.

Tan formidable era su aspecto que, en junio de 1706, Marlborough prefirió asediar la vecina Ostende (arriba, derecha, en el plano no.1), que el archiduque Alberto había sometido tras 3 años de asedio un siglo atrás, conquitándola con brevedad (27.VI - 4.VII). En cambio, la red de canales y esclusas en torno a Nieuwpoort, permitían una fácil inundación del terreno circundan- te, que probaron su eficacia en 1708, evitando el asedio anglo-holandés. La plaza, junto a las de Charleroy, Namur y Luxemburgo permaneció en manos españolas hasta que, en 1711, Felipe V cedió sus derechos sobre la herenborgoñoña de Carlos V a favor del Elector de Baviera, Maximiliano Emanuel, último gobernador de los Países Bajos españoles, para compesarle por la pérdida de sus estados durante la guerra.

Curiosamente, sus últimos gobernadores por el rey de España fueron nombrados por su abuelo, Luis XIV de Francia, que eliigió para dichos empleos a militares franceses.
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Notapor Juanete » Sab Feb 04, 2012 3:39 pm


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CASTELLANOS DE JACA, 1592-1745

La ciudadela de Jaca consagró la figura pentagonal, con cinco bastiones en sus ángulos, según el modelo que Pacciotto había desarrollado ya en Turin (1564) y Amberes (1567), o Giacomo Fratino en Pamplona (1571). Era más pequeña que todas ellas (260 m. de lado), pero incorporaba algunas novedades en su organización y distribución interior, más de orden funcional que militar, que se repetirían en las sucesivas (Lieja y América). La mayor parte fueron fruto, a la vez que causa de no pocos enfrentamientos, de la interacción entre el ingeniero Tiiburcio Spannocchi y el teniente general de la artillería Hernando de
Acosta.Este militar formado en el colegio jesuíta de Medina del Campo, hermano del famoso R.P. José de Acosta, propugnaba que las casernas estuvieran provistas de galerías porticadas para proteger a los soldados del sol o de la lluvia, que la fuerza debería dotarse de panaderías y carnicerías propias y que la ubicación de los algibes permitiera al gobernador el control del agua. No fue estrictamente castellano de la plaza, pero la levantó y residió más de dos años en ella, por lo que no puede quedar fuera de nuestra relación.

Las obras comenzaron el 12 de mayo de 1592 y aunque en 1594 ya alojaba una guarnición de 400 hombres, no se concluyeron sino muy posteriormente. La puerta de acceso (img.5), idéntica a la primitiva de Pamplona, se instaló en 1613 y el foso es de la segunda mitad del siglo XVII. La iglesia que visitamos no es la primitivamente construída, como tampoco su mplazamiento; aunque los bastiones sean los originales, solo dos (Sta. Bárbara y Sta. Orosia) conservan su nombres antiguos, habiéndode mudado los de San Jorge, San Felipe y Santiago por los de España, San Francisco y San Pedro.
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Notapor Juanete » Lun Mar 19, 2012 8:12 pm


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FREY FERNANDO DE TOLEDO, GRAN PRIOR DE CASTILLA. (Aldehuela, Avila, 1527 — Madrid, 1591).

Fue el primer hijo de Fernando Alvarez de Toledo (1507-1582), III duque de Alba, aunque lo tuvo fuera de matrimonio con una molinera de La Aldehuela (Ávila), lugar vecino a Piedrahita, antes de suceder a su padre en los títulos y estados de la casa de Alba y antes también de que contrajera matrimonio. Su juventud fue trazada por Lope de Vega en su comedia «Más mal hay en la Aldegüela de lo que suena», también conocida como «el Prior de Castilla». Probablemente fuera reconocido por su padre en 1541, ya que el 26 de mayo de dicho año se aprobaron sus pruebas de ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén, donde Felipe II le concedería el Gran Priorato de Castilla, con sede en Consuegra, a su regreso de Italia (1558).

Comenzó a servir de capitán de caballos lanzas en la guerra contra la Liga Esmalcalda (1546-47), hallándose en la sumisión de Ingolstadt, Ulm y Augsburg (Augusta), asi como en la batalla de Mühlberg (24.IV.1547). Posteriormente levó un tercio de infanteria española que condujo a Italia (setiembre de 1557), sirviendo con él en la expulsión de Nápoles del ejército del duque de Guise, que hubo de levantar el asedio de Civitella del Tronto, y en la invasión de los Estados pontificios hasta lograr la sumisión de Paulo IV, aliado de Francia (1558), momento en que regresó a España para hacerse cargo del Priorato de San Juan. El tercio que levantó sería incorporado en el Tercio de Nápoles tras su vuelta a España.

En 1567 acompañó a su padre a Flandes como general de la caballería del Ejército que llevó desde Italia, puesto que sirvió efectivamente hasta 1569, aunque no se le nombró sucesor hasta 1571, una vez nombrado virrey de Cataluña. En efecto, el 22 de octubre de 1569 embarcó en Vlissingen, en la armada a cargo del almirante conde de Boussu, dando escolta a la archiduquesa Ana de Austria, que pasaba a España para casar con Felipe II. Tras la boda, el rey le designó virrey de Cataluña, empleo que fungió desde 1571 hasta 1580, destacando por su enérgica lucha contra el bandolerismo y por la construcción del canal del Segre a la plana de Urgell.

En 1580 su padre volvió a llamarle para la invasión de Portugal, en esta ocasión como su lugarteniente, mandando la caballería en la batalla de Alcántara (25 de agosto de 1580). Tras la muerte de aquel (1582), Felipe II le llamó a su Consejo de Estado, en la Corte, donde residiría el resto de sus días.

Angel Salcedo Ruiz publicó una monografía del personaje en 1905, aunque confundió algunos aspectos biográficos con otro Fernando de Toledo, al que algunos coetáneos llamaban «el Tio», por creer que lo era del duque. No cabe duda de que mandó algunos años el tercio de Lombardía del Ejército de Flandes, o Tercio Viejo de la infantería española de aquellos estados.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Lun Mar 19, 2012 8:26 pm


Edición 175 Aniversario Gc

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LUIS DE VELASCO Y VELASCO, I MARQUÉS DE BELVEDERE. (Valladolid, c. 1559 — Dunkerque, 13.IX.1625)

Hijo de don Juan de Velasco, señor de Castrillo de Tejeriego —Caballero de Santiago, mayordomo del príncipe D. Carlos y de las reinas Isabel de Valois (1546-1568) y Ana, Austria (1549-1580),veedor general de las Guardias Viejas de Castilla, natural de Castrillo de Tejeriego (Valladolid)— y de doña Beatriz de Mendoza, natural de Palencia, hija de de don Luis de Velasco y Castilla (1534-1617), marqués de Salinas, y de doña Ana de Castilla, virreyes de Nueva España. Su abuelo paterno, Bernardino Fernández de Velasco,I señor de Salazar y de Castrillo Tejeriego,fue hijo natural —reconocido en 1510— del homónimo primer duque de Frias, Condestable de Castilla,habido en doña Inés Enríquez. Tuvo por hermanos a Bernardino de Velasco, I Conde de Salazar (12.I.1608), mayordomo de Felipe III y presidente de Hacienda (1618-1621),a cuya muerte (29-III-1621) le sucedió en el título y señoríos (Castill-Tejeriego, Amaya, Revilla, Sotosgordos, etc); su otra otra hermana, Mariana, fue dama de la reina Ana y mujer del primer conde de Villamor. Por sus servicios a la monarquía y los de sus parientes, Felipe II le concedió el hábito de Santiago (1595) para que gozara la encomienda de Calzadilla,cuyo título se le despachó el 3.VII.1596, tras la aprobación de sus pruebas. Felipe III le mejoró la encomienda con la de Valencia del Ventoso, que conservaría hasta su muerte pese a que, en 1622, hubo de renunciar al hábito jacobeo para poder recibir el collar del Toisón de Oro, concedido por Felipe IV, que le fue impuesto aquel año en Bruselas (8 de marzo), a los 62 de edad, noticia ésta que nos permite inferir su natalicio. Antes, por merced de Felipe III, había sido honrado con el marquesado de Belvedere, en Nápoles (29.I.1616); también se afirma que sucedió en el marquesado de Castilnovo (Segovia) pero este título no lo alcanzó en vida, ya que el pleito sucesosorio se fallaría en vida de su hijo Juan, IV marqués de Belvedere, que fue el primero en gozarlo efectivamente,aunque las genealogías hubieran de reconstruírlo en su Casa, aplicándoselo tanto a él como a sus sucesores.

Como era habitual en su época, en vida fue conocido simplemente como D. Luis de Velasco. Aunque debería haberse apellidado Velasco y Mendoza, prefirió como apellido materno el de su ilustre abuelo, el virrey marqués de Salinas, también Velasco,con los que se cruzó en la orden jacobea.Sin embargo e inexplicablemente, ha prosperado como segundo apellido el de Aragón,que le impusiera Pinedo en el siglo XVIII, seguido, entre otros, por González-Doria (1994), Ceballos-Escalera (2000) o Soler (2008).

Pasó su niñez en Castrillo-Tejeriego, marchando jóven a Italia. Era capitán de infantería en el Tercio de Nápoles al menos desde 1586. En 1588 se le encargó una misión diplomatica en Florencia para resolver las dificultades surgidas por el casamiento de Pietro de Medici con la hija del duque de Villarreal.De regreso a Nápoles, se le ordenó formar un tercio nuevo de infantería española para servir en Flandes, lo que llevó a cabo en la primavera de 1591. Con él se embarcó para Savona en julio y, desde Lombardía, marchando por el «camino español», alcanzó Lorena, junto a la caballería y los regimientos suizos levados por Gregorio XIV, a cargo del Duque de Montemarciano, para luchar en Francia al servicio de la liga católica. Tras descansar algún tiempo en Verdún, pasaron a los dos socorros de Rouen (28.II y 20.IV), tomas de Neufchâtel-en-Bray ( 23.II), Caudebec (27.IV), Épernay (28.VI) y otras operaciones en territorio galo, no ingresando en los Países Bajos hasta finales de 1592, tras la muerte del Duque de Parma. El 15.II.1592, al reformarse el llamado «Tercio de Ginebra», se le agregaron 4 de sus compañías, pasando así a tener 14, aunque Coloma elevara su número a 18. Algo desafortunado aparece el cronista en relación con éste tercio, afirmando igualmente que sólo 3 de sus primitivos capitanes conservaron sus patentes porque «algunos capitanes, por ser casados en aquel reino (Nápoles), quisieron mas dejar las compañias que mirar por ellas».

El año siguiente (1593) se le incorporaron los efectivos del disuelto tercio de Alonso de Idiáquez, que después sería promovido al generalato de la Caballería del Estado de Milan. Pasó de nuevo a Francia, ahora a las órdenes del conde Carlos de Mansfeld, pero una rápida sucesión de motines frustró aquella campaña, tan prometedoramente iniciada con la conquista de Noyon (31.III). Luis aprovechó la inactividad para viajar a España con licencia, pero a su regreso (1594), la situación de los motines era insostenible y hubo de emplearse en tratar de sofocarlos por la persuasión o la fuerza. Fracasó en Zichem, pero compuso el de Tirlemont, a principios de 1595.

El 13 de marzo de dicho año tomó por asalto la villa de Huy, sorprendida poco antes por los holandeses y expulsados 8 dias después de su castillo. El resto de la campaña asisitió a la defensa de los Paises Bajos y Luxemburgo mientras el ejército principal, al mando del conde de Fuentes, invadía de nuevo Francia. En julio acudió al socorro de Groenlo (Grol),sitiada por Mauricio de Nassau desde el día 4, logrando que los holandeses levantaran su campo el dia 15. Las operaciones se prolongaron, no obstante, en torno a Keyzerweert y el rio Lippe hasta el 15 de octubre en que Mauricio retiró a sus tropas definitivamente.

En 1596 su tercio fue reforzado con 4 de las compañías no reformadas de las que vinieron con el Archiduque Alberto, a cuyas órdenes pasó a servir en Francia. El 24 de abril obtuvo del Archiduque permiso para mandar las 3 compañías de infantería española, cada una de un tercio diferente, que asaltaron el castillo de Calais, hecho que recoge el primero de los cartones que Jan Snellinck diseñó para la serie de tapices conocida como Las batallas del Archiduque Alberto, hoy propiedad del Patrimonio Nacional. La toma del castillo costó la vida a dos de los capitanes, Juan Álvarez de Sotomayor y Hernando de Isla; el tercero, Diego de Durango, resultó herido mientras que Luis estuvo a punto de perder la vida al caer rodando desde la batería al foso, de donde lograron sacarle antes de que se ahogara. Logró recuperarse, pero dos semanas después, durante una escaramuza junto a Ardres, recibió un pistoletazo que le atravesó el brazo izquierdo. Con todo, pudo asistir a otra de las conquistas de aquella victoriosa campaña, la de Hulst, donde el Archiduque le encomendó, el 19 de julio, tomar el campo atrincherado ante el fuerte de Moerweert (que Coloma llama Morval), en el dique de su nombre. Aquel señalado hecho de armas, que posibilitó la caída de la plaza, inspiró de nuevo a Snellinck otro de los cartones de la mencionada serie, en este caso el VI. La fortísima plaza de Hulst, que defendió «con gallardia, valor e ingenio» el conde de Solms, acabó capitulando el 19 de agosto pero antes, el dia 2 de dicho mes, Luis estuvo a punto de perder nuevamente la vida.

Aquel dia habia invitado a comer en su tienda al maestre de campo general de ejército, el lorenés Chrétien de Savigny, señor de Rône, al hijo de éste y a otros caballeros. Sentados ya en la mesa, «una bala naranjera desmandada dió en la cabeza a Mr. de Rona, ensuciando con su sangre y sesos a los circundantes, especialmente a su hijo». El viejo liguero, enemigo irreconciliable de Enrique IV, murió en el acto pero aquella bala bien pudo haber alcanzado a Luis, sentado a su derecha.

El 15-IX-1597, durante la marcha para el frustrado socorro de Amiens, dispuso el Archiduque que mandara la vanguardia Diego Pimentel, entretenido junto a su persona.Representó sus derechos don Luis, pero como no cediera el Archiduque, «hizo dejación de su tercio con gran desdén y término tal que le mandó S.A. prender» (Campofrío, 1973: 165). El 30 de octubre, en Courtray, el Archiduque proveyó el Tercio en el teniente de MdCGral Gaspar de Zapena, consintiendo en dar a Velasco licencia para Epaña. Éste obtuvo reparación de Felipe II, que le nombró «gran maestre y capitán general de la Artillería de los Estados de Flandes», empleo en el que iba a sustituir a Pierre de Henin, IV conde de Boussu, fallecido en abril de 1598 antes de haber cumplido 30 años de vida. A Pierre, hijo del también fallecido Maximilien Henri, le suce dió como V conde su tío Jacques, suegro de Luis y señor de Aussi, que había casado con su hija Ana. Por otra hermana de Ana, Helena, sería cuñado del maestre de campo Iñigo de Borja, que tendrá también un espacio biográfico en este sitio.

Luis comenzó a ejercer su empleo en octubre de aquel mismo año (1598), durante la reconquista de Rheinberg, a las órdenes del almirante de Aragón,haciéndolo también al comienzo del asedio de Ostende (1601-1604). Por patente de 26.XI.1602, sucedió al Almirante como capitán General de la Caballería del Ejército de Flandes, cargo que desempeñó durante 22 años y que fungía a su muerte. Como es mi propósito incluir aquí la traducción de un interesante artículo biográfico sobre nuestro personaje, publicado en 1853 por Charles Aîné, compendiaré brevemente el resto de su carrera. Enviado a Borgoña en 1616, alistó un cuerpo de 4.000 hombres para colaborar con Pedro de Toledo en la invasión del Piamonte, que concluiría con la toma de Vercelli y la paz de Pavía (9-X-1617), durante la I Guerra del Monferrato. Llamado a la Corte en 1624, fue designado consejero del Supremo guerra y, poco después, el 18.IV.1624, se le llamo al Consejo de Estado (Gascón, 2000: 194). Regreso poco después a Flandes para asistir en el asedio de Breda (rendida el 2.VI.1625) y, un mes después partió a Dunkerque, donde falleció al contraer unas fiebres mientras inspeccionaba los trabajos de fortificación del cercano puerto de Mardyck (Meester, 1938: 664).

Había casado con Anne d'Henin d'Alsace,hija de Jacques de Henin (1548-1604),marqués de la Vere y Vlessinghen, señor de Haussi,V conde de Boussu, y de Marie de Redeghem Hannart, señora de Liedekerke, vizcondesa de Bruselas y de Lombecke, en la que tuvo tres hijos varones y una hembra, Ana de Velasco, que casó con Rasse de Gavre, marqués d'Ayseau, conde de Beaurieu y del SRI, jefe de finanzas, consejero de Estado de los Países Bajos,gobernador de Charlemont y de Binche y mayordomo del Archiduque Alberto. Todos nacieron en Bruselas y fallecieron en los Países Bajos, los varones sirviendo bajo las banderas del rey de España:

1º.- Jacinto de Velasco y Henin (1603-1632), III conde de Salazar y IV de Castilnovo, II marqués de Belveder, Cbº de Santiago (1609) y Comendador de Beas (1621), MdC Infª española (TIE no. 1) y teniente general de la Caballería del ejército de Flandes, que murió en una eacaramuza durante el socorro de Maastricht (23-VII-1632).

2º.-Felipe Alberto (1605-1632), IV Conde de Salazar y V de Castilnovo, III Marqués de Belveder, que murió en combate el 18.V.1637, siendo capitán de caballos.

3º.-Juan, V conde de Salazar, VI de Castilnovo y IV marqués de Belveder, caballero del Toisón, que también murió en Flandes (5.V.1678), siendo castellano de Amberes.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Abr 22, 2012 2:04 pm



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CARLOS COLOMA Y DE SAA (1566-1637),I MARQUÉS DE ESPINAR (16.IX.1627)

Nació en Alicante el 9 de febrero de 1566. Poco después, su padre marchó con sus dos hermanos mayores a ejercer el cargo de virrey de Cerdeña, quedándose Carlos en el castillo-palacio de Elda junto a su madre, Isabel de Saa, que no se movió del condado ni siquiera cuando su marido ejerció el cargo virreinal. Tras regresar de Cerdeña, Juan Coloma fue nombrado por Felipe II Conde de Elda en 1577.

Con solo 14 años, Juan Coloma envió a Carlos con las tropas que a las órdenes del Duque de Alba se dirigían a la conquista del reino de Portugal (1580). Pasó más tarde a servir cuatro años en las galeras de Sicilia (1584) y, en 1588, marchó a Flandes. Allí se curtió en numerosos hechos de armas, en los que al parecer destacó por su arrojo, y aprendió al lado de insignes generales, tales como Alejandro Farnesio y el Conde de Fuentes. Era ya soldado de la compañía de Ramón Cerdán (Tº de Juan del Águila), cuando fracasado un golpe de mano que se intentó contra Ostende (7.IV.1589). Al formar a las fuerzas que se retiraban de Oudenburg, una bala que escapó desde una manga de arcabuceros le hirió gravemente, estropeándole una mano. Felipe II, reconociendo sus méritos y arrojo, ordenó a Alejandro Farnesio que le concediera el mando de la primera compañía de caballería que vacara en su ejército y 40 escudos de ventaja. Así empezó a ilustrar su brillante carrera militar haciéndose notar por su arrojo ya con una pica en la mano, mezclado entre los peones, como tenían a gala hacerlo los nobles más distinguidos de su época, ya como capitán, peleando al frente de los caballos.

El 7.X.1591, tras la muerte te de Carlos de Luna en Niewpoort, Farnesio le proveyó su compañía de lanzas españolas, con la cual asistió a la segunda invasión de Francia (1592). Digno de admiración fue su comportamiento en la batalla de Aumale (18.II.1592), donde resultó herido el rey Enrique IV de Francia, y en el subsiguiente socorro de Rouen.Es indudable que a su decisión y pericia se debió en gran parte la victoria alcanzada en Doullens (1595) por el Conde de Fuentes. El mismo año concurrió al célebre sitio de Cambray y al socorro de La Fère y, en 1596 se halló en las conquistas de Calais, Ardres y Hulst, llevándose en todas estas ocasiones fama de gran entendido y valeroso capitán. Tan importantes servicios fueron premiados con el hábito de Santiago (1597), no sin polémica por el pasado converso de la familia, y una pequeña pensión sobre las rentas de Nápoles. Además, al conocerse en Flandes la promoción de Antonio de Zúñiga al cargo de MdCGral de Portugal, el Archiduque le proveyó su tercio (4-VII-1597), convirtiéndose en maestre de campo del Tercio Viejo de Infantería española de los Estados de Falndes (T.I.E. no. 1).

El Tercio de Carlos Coloma participó en el frustrado socorro de Amiens (1597). Después hizo las campañas de 1598 y 1599, asistiendo en la primera a la toma de Rhinberg, y ocupando en la última la isla de Bommel, que poco después hubo de abandonarse al enemigo. Tras estos años bélicos, Don Carlos obtiene por fin un destino alejado de los frentes de guerra, siendo nombrado por Felipe III gobernador de Perpiñán y lugarteniente general de los condados de Rosellón, Cerdaña y Conflent (17.VI.1600). Diez años después, fue promovido al virreinato y capitanía general de Mallorca, que desempeñó hasta 1617. Durante su mandato se construyó el fuerte de San Carlos, en la punta de Porto-Pi, dominando la bahía de Palma, que aun se mantiene en pie y aloja un museo militar regional.

En febrero de 1616 moría el castellano de Cambrai y capitán general del Cambresado, Juan de Rivas, que fuera uno de los soldados más reputados de su tiempo. Tras este suceso el Archiduque Alberto escribe a Felipe III pidiendo que cubra ese cargo. La corte española designa a don Fernando Girón, pero este rehusa y Felipe III no provee la vacante hasta la conclusión del mandato mallorquín de Coloma, a quien concede el cargo el 17 de mayo de 1617. Iba a conservarlo durante los próximos 14 años, aunque apenas residió en Cambrai, cuyo gobierno efectivo quedó en manos de su teniente. Coloma estuvo más tiempo en Bruselas, donde Alzina le hace «Gran Maestre de Palacio», cargo que no hemos podido identificar.

En 1620 es designado MdCGral del ejército con que Spinola invadirá el Palatinado, feudo del elector Federico V a quien los protestantes bohemios le eligieron por su rey. El ejército se puso en marcha el 6 de agosto y a Coloma le correspondió apode-
rarse de Kreuznach. Pero Spinola necesitaba una persona para recabar más apoyo de la corte de Madrid y envió allí a Don Carlos en misión diplomática, por lo cual abandonó la campaña. Ya en la corte le correspondió, a disgusto, encargarse de la prisión del Duque de Osuna en el castillo de la Almeda (7.IV.1621), como "guarda mayor" y responsable directo de su custodia. Por fortuna, fue al poco relevado por Luis de Godoy y regresó a Bruselas donde, expirada la Tregua de los 12 Años, había que afrontar el rebrote de la guerra con Holanda. El mismo Coloma había sido uno de los numerosos partidarios de no renovar aquella tregua que había agigantado el poderío económico de las provincias rebeladas: «Si en doce años han conseguido todo esto -escribía en 1620- cabe imaginarse lo que harán si les damos más tiempo».

Antes, el 28 de abril, Felipe IV le había concedido la encomienda de Montiel y la Osa en la Orden jacobea, cuyo título y rentas gozó el resto de sus días. El 11 de marzo de 1622, en Bruselas, toma parte en el solemne cortejo fúnebre con motivo del traslado de los restos del Archiduque a su definitivo panteón. Ya había sido nombrado embajador ante la corte inglesa, a donde partió poco despues.

A finales de abril de 1622 se reúne en Londres con Gondomar, a quien iba a relevar, que le pone al corriente del estado de los negocios; pero no disponía Don Carlos de los grandes medios económicos que habían permitido a su antecesor una amplia labor de atracción y propaganda para su causa. Fue bien recibido por Jacobo I y le cayó en herencia el espinoso asunto de la boda del Príncipe de Gales y la Infanta María, hija de Felipe III. Además tuvo que enfrentarse con el punzante tema de la piratería y del tráfico de la Compañía de las Indias Orientales; la toma de Ormuz por los ingleses y persas; la cuestión del Palatinado; el problema de la tolerancia hacia los católicos ingleses, que logró mejorar. Ocurrió entonces el problemático viaje a Madrid del Príncipe de Gales, para sorpresa de Don Carlos y, poco más tarde, el fracaso de la boda, que causó mal ambiente en Inglaterra y dejó en delicada situación a Coloma. Intentó conseguir la caída del Duque de Buckingham, a quien atribuía la oposición al matrimonio, pero fracasó y cesó en su puesto el 14.XII.1624.

Tras cesar en la embajada se incorporó al asedio de Breda, donde mandó el cuerpo de ejército que cubría las labores de sitio. La rendición de la plaza ha pasado también a la historia por el espléndido cuadro del inmortal Diego Velázquez, también conocido por «Las Lanzas», donde el investigador Carl Justi identificó a los jefes y generales que aparecen retratados en el cuadro: Ambrosio Spinola, Alberto de Arenberg [en realidad, Claude de Rye, baron de Balançon], el príncipe de Neuburg, Don Gonzalo del Córdoba y Don Carlos Coloma.

El 13-VIII-1625, ante la crisis desatada por la invasión franco-piamontesa de la república de Génova y la renuncia de Gonzalo Pimentel, que la mandaba, Carlos es designado Capitán general de la Caballeria ligera del Estado de Milán, que se le concedió
con la inusual retención de su gobierno de Cambrai. No ha quedado mucho rastro de su actuación en Milán, salvo un informe sobre la situación defensiva del Estado en 1626, estudiado por Olga Turner en la Rivista Storica Italiana (1952): Il rapporto
di don Carlos Coloma dal ducato di Milano, nel 1626, a Filippo IV di Spagna. No sabemos cuanto tiempo sirvió aquel empleo, en el que le sucedió Felipe Spinola, hijo del marqués de los Balbases, que lo gozaba ya en 1628; sin embargo, lo más probable
es que saliera de Italia en 1627, antes de que Gonzalo de Córdoba se embarcara en la Guerra de Mantua. Sabemos que aquel año estuvo en la corte y lo más probable es que pasara a ella sin hacerlo por Flandes, embarcándose en Génova. El rey gratificó sus servicios con el título nobiliario de marqués del Espinar, que fue publicado el 16.IX.1627 aunque es probable que se le concediera antes: el 3 de agosto, cuando don Carlos besó la real mano antes de salir de la corte. Pero no iba a Flandes directamente; segun la gaceta de Jerónimo Gascón, debía cumplir una misión en Portugal.

Breve debió ser, si Gascón estuvo en lo cierto, porque el 3 de enero de 1628 ya estaba de regreso en Bruselas, en la despedida de Ambrosio Spinola, que había conseguido al fin una apretada licencia para exponer en España los problemas del Estado. Ni el mismo Spinola, ni la Corte, sabían que no habría de volver, quedando interinamente el Ejército a cargo de Coloma y del conde Hendrik van den Berg. A la sazón, el otrora poderoso Ejército de Flandes se hallaba reducido a la mayor estrechez y según expuso Spinola ante el Consejo de Estado, solo la esperanza de su éxito en Madrid había detenido su amotinamiento.De esta época son unas estremecedoras cartas que Coloma dirigió al secretario Villela y al mismo Conde-Duque, parcialmente transcritas por Rodríguez Villa en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia (1883).

Habla de soldados «muertos de hambre, en carnes vivas (o sea, en cueros) y pidiendo limosna de puerta en puerta». La última de dichas cartas, dirigida al Conde Duque, está fechada en noviembre de 1629, ignorante todavía de que, para entonces, su destinatario le había procurado una nueva misión diplomática.

En efecto, el nombramiento es de octubre, nuevamente a Londres, ahora para negociar la paz con Inglaterra. Llegó en enero de 1630. Pese a la fracasada embajada anterior, en la corte de St. James se le apreciaba, lo que sin duda contribuyó al éxito. Tras difíciles negociaciones, se firmó el tratado de paz que juró el rey de Inglaterra el 17 de diciembre de 1630. Terminada su misión, en febrero de 1631, regresó a los Paises Bajos con el empleo de MdCGral del Ejército, el mismo que se dio al conde van den Berg y a Frey Lelio Brancaccio, al que se mandó venir de Italia. También venía de Italia, con importantes refuerzos, el Marqués de Santa Cruz, que habría de ser la cabeza de todos con el título de gobernador de las Armas. Coloma hubo de renunciar a su gobierno del Cambresado, que se dio al Marqués de Fuentes. Aquel año las tropas españolas consigueron su primer triunfo militar desde 1627, que el mismo Coloma narró en «El socorro de Brujas» y que traeremos a ésta págna. Sin embargo, no sirvió de mucho.

Carlos había reconocido, en su correspondencia con la corte de 1629, el clima de latente rebelión que se vivía en los Estados. «Puedo asegurar a V.E., con toda verdad, no haber estado jamas los ánimos de todas estas provincias tan alienados de los españoles como hoy en dia lo están; y es de manera que si la rabía de la herejía permitiera al príncipe de Orange y a los Estados rebeldes publicar la unión y libertad de conciencia con las provincias obedientes, y seguridad al clero y abades de gozar sus rentas, iglesias y abadías, todas se incorporaran con ellos sin que le quedara al rey otra cosa que tres castillos».

En 1632 los holandeses comenzaron una ofensiva militar y política. No publicaron «la Union y libertad» que temía Coloma, pero habían urdido un «golpe de estado» con la complicidad de Richelieu y la nobleza local. No fueron muchos los implicados,
pero importantes: El jefe de finanzas, Warffusé, el duque de Havré, y el militar local más prestigioso, el conde Hendrik van den Berg, sobre «cuya buena ley y fidelidad» nunca dudó Coloma «por más que digan». Se equivocó. La traicionera defección de Berg costó aquel año la pérdida de Maastricht (23-VIII), que nunca más seria española. Aquel fue el año más negro de la presencia militar española en los Paises Bajos, pues los holandeses tomaron tambien Venlo, Roermond, Straelen, Sittard y Limburgo.El siguiente (1633) murió la infanta Isabel Clara Eugenia dejando impuesto que se encargara de la gobernación de Flandes un consejo de cinco personas; entre ellos, don Carlos. El Marqués de Santa Cruz fue relevado por Aytona en el mando del Ejército, pero la situación militar no cambiaría en Flandes hasta la llegada del Cardenal Infante, como había dejado entrever Carlos en aquella correspondencia de 1629: «Cabezas, señor, es lo que importa y persona Real acá; ... y que a un mismo tiempo se arrimen tres tercios de italianos y dos de españoles en que haya 10.000 infantes. Con esto habrá acá miedo y vergüenza; sin ésto, ni vergüenza ni miedo».

En 1634 Felipe IV le designaba castellano de Milán y MdCGral del ejército de Lombardía para suceder al duque de Noccera. La patente es del 16 de octubre, y parece que no se firmó —y por lo tanto expidió— hasta el 11 de noviembre. Sin embargo, tuvo que marchar a Milán, pese a sus reticencias por su estado de salud, a comienzos del verano. Allí demostraría por última vez su valía como militar tras obligar a Créqui, general francés al mando del ejército coaligado (Francia, Saboya y Parma) a levantar el 28 de octubre de 1635 el asedio impuesto a Valenza del Po dos meses atrás.

El Marqués de Leganés, nuevo gobernador del Estado, llegó a Milán el 17 de noviembre, pero es poco conocido que tomara el relevo precísamente de Carlos Coloma, gobernador interino desde la muerte del cardenal Gil de Albornoz, que obligó a llamar
de Flandes a Lelio Brancaccio para ocupar su puesto de MdCGral y nombrar interinamente a Juan Diaz Zamorano como castellano de la fortaleza de los Sforza.

Retirado por fin en Madrid, llevó en sus últimos días una vida tranquila en la corte, donde fue nombrado miembro de Consejo de Castilla (1635 – 1637) y mayordomo mayor del rey. En sus últimos años gozó de todo el favor de la corte, asistiendo al Consejo de Estado hasta el día de su muerte el 23 de octubre de 1637, en Madrid.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Jue Jun 07, 2012 4:44 pm


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LELIO BRANCACCIO, I MARQUES DE MONTESILVANO (1621), SEÑOR DE GRISOLIA

Fue el segundo de los siete hijos habidos del matrimonio entre Giovan-Battista Brancaccio y Porcia Poderico, celebrado en Nápoles con posterioridad al concierto y escritura dotal otorgado en la misma ciudad el 9 de marzo de 1561, titulándose el primero patricio del cuartel de Nido y señor del Passo delle Camarelle, heredado de su padre Giacomo Brancaccio en virtud de testamento de 7.V.1553 (abierto el 31. XII del año siguiente), que vendió al duque de la Nocera en 1566. La precedente
noticia se opone a la posibilidad, ampliamente difundida, de que Lelio viniera al mundo el año 1560, siendo preciso retrasarla ca. 1564-65, consonante con la noticia aportada por Capecelatro, que afirma haber muerto con a los 72 años de edad (Annali, 1846, p.76).

Lelio se recibió de caballero jerosolomitano el 29.X.1584, sirviendo en las caravanas (galeras) de la Orden hasta 1589. A su regreso, levantó una compañía de infantería para el tercio de Fray Vincenzo Carafa, Prior de Hungría, formado en Nápoles a comienzos del año 1590 para apoyar al Duque de Saboya en la guerra que sostenía contra los franceses en las fronteras del Delfinado. Tras cooperar con las tropas ducales y españolas en detener la invasión de Lesdiguières sobre territorio saboyano (1593) y asistir a las reconquistas de Bricherasio y Cavour (1594), el tercio recibió órdenes de marchar a Flandes, operando su reunión con las tropas que conducía el Ardichuque Alberto en Nozeroy (entonces Franco-Condado), el 1 de enero de 1596; por entonces, contaba con 989 hombres efectivos, encuadrados en 19 compañías (Roco, 1949). En diciembre del mismo año, ya en Flandes, el tercio fue reformado en el del marqués de Trevico, junto al que había recorrido el "camino español" y que, a su vez, sería reformado durante el invierno de 1597-98, en el de Alfonso de Avalos, hijo natural del marqués del Vasto. Fue en esta unidad donde Brancacho —como habitualmente es citado en la documentación española desempeñó la sargentía mayor hasta que, en julio de 1601, recibió la patente para levantar un tercio de infantería napolitana para servir en los Paises Bajos. Caro (Diz. Biog. degli Italiani, XIII, 785-87) apunta que regresó por mar, vía España, siendo capturado por los ingleses y retenido preso algunos meses, aunque data el hecho en enero de 1602, cuando se hallaba ya en Nápoles levando el nuevo tercio, de cuya inminente partida a Lombardía avisaba el rey (8 de mazo) al conde de Fuentes, gobernador del Milanesado para la prevención de sus “etapas” de tránsito (AGS,E,1897). A finales de mayo, el tercio encaraba el Mont Cenis, todavía en la Saboya cisalpina, recorriendo nuevamente, aunque ahora en solitario “el camino español”; por cierto, en una marcha inadvertida por Parker (The Army of Flanders, 1972), pese a su singular casuística y haber sido precedente y minuciosamente estudiada por José Luis Cano (1970).

En efecto, el 22 de mayo de 1602, el mariscal de Lavardin bloqueaba el puente de Gressin, sobre el Ródano, impidiéndole el paso al Franco-Condado. Mientras la diplomacia española pedía explicaciones a Francia por lo que suponía una flagrante violación del reciente tratado de Lyon (11.I.1601), el conde de Fuentes, gobernador del Milanesado, le ordenó detenerse en Saboya hasta nueva orden (12 de julio). Enrique IV justificó su conducta ante el embajador Taxis por el temor de que aquel tercio fuese a apoyar a los conjurados de Biron (ejecutado el 31 de julio en la Bastilla), ordenando la retirada de sus tropas el 11 de agosto. Brancaccio pudo continuar su marcha, pero el mes de detención le hizo perder la mitad de sus efectivos debido a las deserciones. Peor aun, al llegar a Flandes con menos de un millar de hombres, el tercio fue reformado (octubre) para reforzar a los dos napolitanos que entonces servían allí: el ya mencionado de Alfonso de Avalos y el de Domizio Caracciolo, marqués de Bella. De nuevo le cupo servir la honrosa primera línea de picas secas donde se recogían los oficiales reformados, aunque ésta vez sería por poco tiempo. En setiembre del año siguiente, tras la muerte del marqués de Bella ante Bolduque (‘s-Hertogenbosch), recibió el mando vacante de su tercio, al frente del cual asistió a las últimas operaciones del sitio de Ostende, donde resultó herido, hasta la rendición de la plaza (22.IX.1604). y luego sobre el Rhin. El 10 de agosto del año siguiente se hallaba en la expuganción de Oldensel; el 14 de agosto de 1606, en la Groll y el 1 de octubre del mismo año en la de Rhinberg. Benedetto Crocce, elogió su actuación con estas palabras: «Il reggimento di Lelio Brancaccio in quella guerra sul Reno, fu come la scuola nella quale si addestrarono i nobili napoletani, que parteciparono poi en gran numero e con grande splendore alla guerra dei Trent’anni» (Storia, 1925).

El Tercio de Brancaccio fue reformado en 1609, una vez firmada la tregua de los Doce Años. No obstante, permanecería en Flandes ejerciendo el empleo de consejero de guerra y el año siguiente, cuando Pompeo Giustiniano se fué a servir a la república véneta, le sucedió al mando del Terzo Vecchio. Durante este tiempo de inactividad bélica, escribió un breve ratado, I Carichi militari, donde repasaba las obligaciones, misiones y competencias de todos los empleos de la milicia, desde el simple soldado hasta el maestre de campo general, dedicando el último capítulo a los príncipes, en tanto que jefes superiores del ejército. En el otoño de 1611 regresó a Nápoles, donde ejerció las funciones de consejero del Colateral, dignidad que le
fue concedida mientras servía en Flandes, y fue designado inspector de las fortificaciones del Reino, descollando de aquella época su actividad política, en tanto que responsable directo de la caída del virrey duque de Osuna. Enviado a la corte como repesentante del Consejo Colateral, empleó dos años (1618-20) en convencer a Felipe III, sus ministros y consejeros de la necesidad de deponer al virrey, contando finalmente con la colaboración de fray Lorenzo de Brindisi, luego santificado por la Iglesia romana. Partió de la corte en marzo de 1620, acompañando al nuevo virrey el Cardenal de Borja, que hubo de entrar disfrazado en Nápoles, y tuvo que enfrentarse también a la esperada resistencia de Osuna, apoyado por el pueblo y la infantería del Reino. Tales servicios le fueron recompensados por Felipe IV, el 16 de julio de 1621, con el título de Maestre de campo general de la infantería italiana del Reino de Nápoles y un gobierno provincial (Gascón, 1991); además, el 2 de setiembre de 1623 le concedió el título de marqués de Motesilvano, siendo designado el año siguiente Prefecto de la Annona; es decir, representante muncipal ante el Consejo colateral y responsable del abastecimiento de la ciudad de Nápoles.

Llamado por el Dux de Génova durante la crisis desatada por la invasión francopiamontesa de su territorio, sirvió el empleo de maestre de campo general de las tropas de la República desde el 15 de junio de 1625. El 4 de noviembre de dicho año se apoderó de Ormea y estableció una fuerte linea de defensiva entre dicho lugar y Pieve; el Dux, agradecido por sus servicios, le nombró capitán general de sus tropas (20.XI), tomando parte en las negociaciones que abocaron a la Liga defensiva firmada entre España y Geóva, el 26 de enero de 1626, contra el rey de Francia y el Duque de Saboya. Fungió dicho empleo hasta abril de 1628, en que, firmada una tregua en enero entre el Duque de Saboya y la República, marchó a España como consejero del Supremo de Guerra. En diciembre de 1630 regresó a Italia como capitán general del ejército español destacado en Monferrato y, tras la firma del tratado de paz de Cherasco (6.IV.1631), fue enviando a los Paises Bajos con el título de maestre de campo general del ejército de Flandes, que debía compartir con Carlos Coloma (1566-1637). Caro, Argegni y Filamondo apuntan que se halló en la jornada de Cardenal Infante a Alemania, combatiendo en Nordlingen, lo que no sustenta Aedo al afirmar que había sido nombrado maestre de campo general de Cataluña. Sin embargo, tras partir D. Fernando de Austria de Milán, Brancaccio quedó como maestre de campo general del Milanesado. En dicha situación le halló Carlos Coloma, cuando llegó a Milán al ejercer el mismo puesto, como él mismo nos refiere: «Llegue el último [de junio] a esta Ci.d. d Milan, a donde no solo no havia mis despachos, pero ni memoria dellos, antes fr. Lelio Brancacho, que hasta entonces, desde que partio el S.er Card. Infante avia exercido el cargo de Mtro. de Campo Gl. con solo horden a voca de S.A., presentó una carta que tenia del Rey en que mandaba hiciesse el off.º hasta mi llegada, y por no haver llegado mis patentes lo continuó a mis ojos hasta que le llego horden de passar a juntarse con el Marq de S.tª Cruz». (Coloma, ASNA, 1635).

Una vez aclarada la situación de Coloma, Brancaccio partió de Nápoles el 11 de setiembre de 1634, siendo nombrado maestre de campo general de Cataluña, en la Corte, por patente de 8 de octubre del mismo año. En abril del siguiente se hallaba en Nápoles atendiendo a la embarcación de tropas para el Principado; sin embargo, debido a la sorpresiva invasión de Lombardía por los franceses, hubo de dirigirlas al punto amenazado, zarpando de Nápoles, el 10 de mayo de 1635, a bordo de una poderosa armada de 35 galeras y 10 bajeles que, bajo el mando del marqués de Santa Cruz, transportaba 7.500 infantes y 250 caballos. A causa del mal tiempo, hubo de resguardarse en Córcega pero el 20 de mayo sobrevino una tempestad que ocasionó «la pérdida de 9 galeras y en ellas mas de 2,000 soldados y casi todas las chusmas; echáronse á la mar los caballos que iban en ellas y grande cantidad de bastimentos y municiones» (Raneo, 1636). No obstante, consiguió alcanzar la costa igur y desembarcar a los supervivientes, regresando a Cataluña en julio con la escuadra de galeras de España. Entonces se concibió el proyecto de conquistar las islas Lerins (Sainte Marguerite y Saint Honorat, al sur de Cannes), para llevar la guerra a Francia y reducir la presión sobre Lombardía, confiándosele el mando de la fuerza de desembarco.

La expedición zarpó de Collioure el 28 de agosto, a bordo de las galeras de España, que mandaba el marqués de Villafranca; aparte de la infantería propia de las galeras, la fuerza invasora consistía en el tercio de mallorquines bisoños del marqués de Santa María de Formiguera, reforzado con 800 veteranos de los presidios del Rosellón, a cargo del maestre de campo Juan de Garay. El 2 se setiembre se reunió dicha escuadra en Savona con la del marqués de Santa Cruz, que contaba con 400 eteranos del Tercio de Sicilia, además de su infantería embarcada. Tras no pocas deliberaciones, accedió el de Santa Cruz a tomar parte en la jornada y el 11 de septiembre zarpaba de Savona una armada de 22 galeras y 5 galeones con 4.000 hombres a bordo. La resistencia francesa fue breve, pues la primera isla se rindió el 14 y la segunda el 15; pero Brancaccio permaneció en la de Santa Margarita hasta perfeccionar sus defensas, levantando el fuerte que hoy se llama Royal, que rechazaría un intento de reconquista francesa en 1637 y resistiría 9 meses de asedio en 1638. No cabe dudar de que aquella maniobra de distracción cumplió con creces su objetivo, como así lo reconoció la Corte, en noviembre de 1635, concediendo a Brancaccio el empleo de consejero de Estado y 6.000 escudos de ayuda de costa. Sin embargo, es dudoso que llegara a jurar su cargo. Tras completar la fortificación de la isla de Santa Margarita (1636) hubo de pasar a la de Cerdeña, trabajando en las defensas de Cagliari hasta que, tras conocer el desastre ante Leocata (28.IX.1637), se embarcó para el Rosellón, dejando inacabada la muralla que enlazaba el cuartel de Vilanova con el castillo y, que tras su muerte, la municipalidad de Cagliari urgió concluir a Felipe IV porque, sin ella, juzgaban la plaza fácilmente expugnable (Hoppen, 1981). Nada conocemos sobre éste último viaje de Brancaccio, ni siquiera su destino, que suponemos Perpiñán para forjarse una idea propia de la situación creada tras la derrota. Lo que sabemos, porque lo refiere un testigo, es que murió de camino, en Elna, el 19 de noviembre (Tarrés, 1998).

Conforme a las exigentes normas de la Orden jerosolomitana, Lelio permaneció célibe, heredándole un sobrino que llevó su mismo nombre: Lelio Brancaccio-Rossi, II marqués de Montesilvano, caballero de Santiago, al que menciona el Diario de Capecelatro en tiempos de la revuelta de Massaniello.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Mar Jul 10, 2012 9:08 am


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Los tercios de Flandes fueron según se dijo en su tiempo; la mejor infantería del mundo, estos aguerridos combatientes fueron el soporte que hizo que en los dominios españoles no se pusiera el sol. La Monarquía española en los siglos XVI y XVII se basó en esta legendaria unidad de combate, llamada los tercios.

Siendo el brazo ejecutor del dominio español , dejando honda huella como tropas de choque en los múltiples escenarios de conflicto en los que se vieron inmersos, desde Nápoles y Milán, a Flandes o en la frontera francesa, con tropas sumamente escogidas para cada ocasión, siendo sus tácticas copiadas por las más modernas unidades militares de combate.


Pese a que su radio de acción cubría toda Europa , fue en los Países Bajos donde los tercios actuaron durante más tiempo y cosecharon sus gestas más notables y laureadas. De aquí les viene el nombre de “los Tercios de Flandes”, unas unidades militares creadas por la Casa de Austria.

A mediados del siglo XVI toda Europa vivía en guerra, una guerra diversa pero persistente y desoladora, que se inició en la contienda entre Carlos I de España y Francisco I de Francia y se alargó a las contiendas religiosas en Alemania, sin olvidar la contienda contra los otomanos en el Mediterráneo. De hecho, los Tercios fueron creados por Carlos I, tras la reforma del ejército de 1534, como garantía de las posesiones españolas en Italia, se cree que su nombre viene dado por la “tercia” , la legión romana destacada en Hispania. Siendo probablemente sus orígenes en el cuerpo expedicionario de Gonzalo Fernández de Córdoba, en Italia, que estaban organizados en coronelías, que agrupaban a las capitanías. La estructura militar innovada por los Reyes Católicos en la guerra de Granada y en la campaña de Italia, estaban fuertemente influenciadas por el “modelo suizo”, cuyos triunfos de la citada infantería suiza contra la caballería pesada de Borgoña , en una serie de batallas, fueron una verdadera revolución en el arte de la guerra moderna.

Pero en el año de 1566 se prendió la mecha a una nueva contienda, cuando los habitantes de Flandes se negaron a aceptar un mayor control religioso y político por parte de Felipe II, pero fue en el 1572 cuando se convirtió en una guerra abierta que fue más encarnizada y sangrienta que las anteriores. Este conflicto tenia motivos económicos, pero también religiosos y políticos , con una estrecha relación con el desarrollo del calvinismo en los Países Bajos y un sentimiento puramente nacionalista.

El rey de España, Felipe II como paladín de la fe católica sabía que además estaban en juego argumentos de prestigio y estrategia , ya que los Países Bajos eran la vía de comunicación “natural” , con importantes potencias, como Inglaterra, Francia y el Imperio. Ya hubo entre sus consejeros quien puso sobre la mesa un argumento duro pero tremendamente realista, que era que mientras se combatiera allí, la península ibérica se libraría de los azotes de la guerra. Ahí entraron en juego los Tercios para llevar la guerra a tierras lejanas, el Rey de España sabía que podía contar con su valentía, aunque ya en los tiempos de Carlos I los problemas económicos se habían solventado más mal que bien , se habían hecho frente a los numerosos temas de política exterior en los que estaba inmerso el Imperio español.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Mar Jul 10, 2012 9:13 am


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El rey Felipe II fue variando las estrategias en el tema de Flandes, pasando de la mano de hierro del Duque de Alba, a la política de conciliación de Luis de Requesens o del mismo hermanastro del rey, D. Juan de Austria, pasando por el pragmatismo del duque de Parma, Alejandro Farnesio. Tras la tregua de 1609 y 1621, lograda por Felipe III, reanudose la guerra durante más de veinte años, hasta la verdadera paz que no llegó hasta el 1648( Paz de Westfalia), con el reconocimiento de la independencia de lo que ahora conocemos por los Países Bajos y fueron compensadas también con dos provincias más(al norte del río Escalda, arruinando la salida fluvial de Amberes, parte las que ya habían ocupado en las Indias Orientales. Fue verdaderamente una larguísima y sangrienta guerra, a veces conocida como la de los “Ochenta años” . Durante todo este gran espacio de tiempo, los enormes gastos logísticos y militares hicieron que España a pesar del heroísmo de sus Tercios de Flandes , fuese incapaz de ganar esta guerra. Esto sin embargo, sin menoscabo de que España, debido en gran manera al valor de sus soldados resistiera tan largo tiempo, da un muestra del poderío militar de nuestro país, en aquella época .

Los Tercios españoles fueron unos avanzados en las técnicas modernas militares en los comienzos de la Edad Moderna, influenciados eso si por la llamada “revolución militar” . Siendo ellos los máximos exponentes del talante innovador del ejército de los Austrias, tal como he dicho anteriormente fueron creados por Carlos I en el año 1534 y constituían una fuerza de choque, con amplia autonomía y poseían una gran capacidad de maniobra y de potencia de fuego, basada en una gran combinación de arma blanca : la más característica era la pica, una lanza de unos 5 metros, que se utilizaba para la defensa contra la caballería, (se clavaba en el suelo y se sujetaba con el pie para darle mayor inclinación), tanto como para los ataques, la alabarda era una lanza que tenía en su extremo una cuchilla transversal aguda por un lado y de media luna por el otro, solía ser el arma de los sargentos y de los cuerpos de guardia, las dagas para el combate cuerpo a cuerpo y la espada, considerada el arma más noble, ya que incluso se trasmitía por herencia, al entrar a combatir al enemigo con la espada había de hacerse de perfil para ofrecer el menor blanco al enemigo. y de fuego: estas eran los arcabuces , usados a modo de fusiles, pero al tener poco alcance se había de maniobrar antes del disparo efectivo y los mosquetes que eran más pesados y se disparaban apoyados en una horquilla, clavada en el suelo, produciendo destrozos importantes en un blanco cercano e inmóvil. Estos estaban divididos en tres armas fundamentales, con sus soldados respectivos : piqueros(llamados también “picasecas”, y “coseletes” , cuando llevaban media coraza) , tenían como principal función defender a las tropas de los ataques de la caballería rival. Su avance con las picas en posición horizontal, y en las formaciones cerradas resultaba de un efecto demoledor para el enemigo , arcabuceros, estos iban protegidos con la celada, peto, espaldar y escarcelas, siendo la espada y los arcabuces sus principales armas y mosqueteros, similarmente armados, pero con un mosquete, con mayor alcance en lugar del arcabuz, este mayor alcance les permitió salir de la formación cerrada y acomodarse en el escuadrón, después de abrir fuego, también contaban con artillería(cañones de bronce o hierro colado, semicañones , culebrinas y falconetes) y en ocasiones con caballería( Ceriñola – 1503).

A raíz de la sublevación en 1566, de Flandes y los Países Bajos desde Italia, España y también desde Alemania se enviaron un gran número de tropas. Siendo las de Italia, las tropas verdaderamente llamadas Tercios, de los cuales fueron por este orden los de Lombardía , mandados por Fernando de Toledo, hijo del Duque de Alba y después por Sancho de Londoño, compuesto por 10 compañías con 1.204 soldados, a los que siguieron los de Sicilia, mandados por Julián Romero, compuesto por 19 compañías, con 3.194 soldados, Cerdeña, mandado por Lope de Acuña y después por Juan Solís, formado por 10 compañías, con 1.756 soldados , Nápoles, mandado por Rodrigo de Toledo, formado por 19 compañías, con 3.194 soldados y el llamado Tercio de Galeras(que fue la primera unidad de la infantería de marina de la Historia), El Tercio de Lombardía se transformo en el de Flandes, mandado por Gonzalo de Bracamonte, 19 compañías con 4.750 soldados . Cada uno de estos Tercios , llamados Viejos ,era comandado por un maestre de campo, y su división estaba formada por doce compañías, de ellas diez de piqueros y dos de arcabuceros, de unos aproximadamente 350 hombres, aunque con el tiempo este número se fue reduciendo. Siendo de hecho un cuerpo, teóricamente hablando de unos tres mil hombres, cuando en realidad no llegaba a un poco más de mil quinientos. Estas tropas fueron llamadas la “Infantería Española” y estaban constituidas por 1/3 de arcabuceros y mosqueteros, 1/3 por coraceros o coseletes y 1/3 por pica secas.

Téngase muy en cuenta, que por ejemplo en el Tercio del Duque de Alba convivían 5.000 españoles, 6.000 alemanes y 4.000 italianos y a pesar de la diversidad de naciones todos entendían que estaban al servicio de la Corona española.

Aparte estos hombres incluían casi toda la escala social de la época, desde labriegos hasta hidalgos o segundones de familias nobles, ni menores de veinte años , ni ancianos, ya que la condición física era primordial , aparte los que servían en unidades navales, debían poseer buena dentadura, para poder roer el duro bizcocho. Su alimentación era de un kilo aproximado de pan o bizcocho, una libra de carne o media de pescado, y una pinta de vino, aparte aceite y vinagre. Siendo Castilla, Andalucía, Aragón, Levante y Navarra, los mayores lugares de reclutamiento. No disponían de uniformes específicos : una ropilla(vestidura corta sobre el jubón), unos calzones, dos camisas, un jubón, dos media calzas, un sombrero y un par de zapatos, pero con la salvedad de que cada cual , costeándoselo de su bolsillo, podía vestir como quisiera. La seguridad de una paga , los posibles ascensos en la jerarquía militar y el posible botín eran los principales motivos de alistamiento, aunque algunas veces las pagas escaseaban , como comentare más adelante.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Mié Ago 01, 2012 2:29 pm


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Ciudadela de Jaca

La ciudadela de Jaca es una fortificación de planta pentagonal, construida a finales del siglo XVI (las obras se inician en 1592), que conserva todas y cada una de sus partes características: foso, baluartes, escarpas, cuarteles, polvorines, túneles, etc. además de una hermosa entrada a la que se accede mediante un puente levadizo.

Su construcción fue encomendada a Tiburzio Spannocchi, ingeniero de origen italiano al servicio de Felipe II, dentro de un programa de defensa de la frontera aragonesa con Francia, cuyo punto principal sería precisamente este castillo. Para la construcción se eligió un terreno extramuros conocido como El Burnao.

El modelo para el Castillo de San Pedro corresponde ya a los nuevos esquemas de arquitectura militar derivados del uso de la artillería, en la que predominaban los muros más bajos y gruesos, con taludes y emplazamientos específicos para cañones y otras bocas de fuego. A mediados del siglo XVII la obra ya estaba completada, pues entre 1635 y 1659 —periodo de guerras con Francia—, Jaca poseía un enorme valor estratégico.

Desde su construcción la fortaleza ha mantenido siempre guarnición militar dentro de sus muros. Sin embargo, las vicisitudes bélicas que lo acompañan son escasas, siendo la más destacada la ocurrida durante la guerra de la Independencia. El 21 de marzo de 1809 era tomada por las tropas francesas ante la capitulación de la ciudad y el escasísimo número de tropas que la defendían. Los soldados españoles, al mando del General Espoz y Mina, recuperaron el Castillo tras varios meses de asedio el 17 de febrero de 1814. A partir de entonces, el castillo va perdiendo importancia militar. Sus muros y edificios fueron magníficamente restaurados en 1968, siendo merecedores del premio «Europa Nostra».

La única entrada al castillo presenta en su exterior una «plaza de armas» con muros defensivos aspillerados que custodiaban dos puertas que precedían al puente, hoy ya desaparecidas.

Desde aquí se accede a un puente fijo, que salva parte del espacio del foso, y al puente levadizo que se manejaba desde el interior mediante contrapesos y cadenas. Sobre la puerta se alza el escudo en piedra de la Casa de Austria y sobre la entrada, una espadaña sujeta una campana que se usaba como medio de comunicación con las tropas. En el túnel de arco de medio punto inmediatamente posterior, se encuentra un cuerpo de guardia defensivo, hoy ambientado con armas y uniformes del siglo XVII.

Por cada uno de los baluartes del castillo se construyeron 2 casamatas. La función principal de éstas era el asentamiento de las piezas de artillería y puestos de tirador que debían defender los muros contiguos a ellos y el muro lateral del baluarte siguiente. Esto permitía una total defensa y vigilancia de todos y cada uno de los muros del castillo y sus proximidades, como el foso y los glacis que lo rodean. Pueden contemplarse aún las hornacinas donde se apilaban las municiones y pólvora de uso inmediato.

La aparición del baluarte en las fortificaciones del Renacimiento ya en el siglo XVI obedece a la necesidad de adelantar las defensas y los asentamientos de artillería para la protección de cada uno de los muros del propio castillo y el correcto y eficaz alcance de los disparos al exterior del mismo, contrarrestando la evidente disminución de altura con respecto a los altos muros de los castillos medievales, que se demostraron ineficaces ante las nuevas piezas de artillería de mayor alcance y mayor efecto destructivo. Cinco son los baluartes de esta fortificación pentagonal, recibiendo cada uno de ellos los siguientes nombres: Santa Bárbara, España, San Francisco, Santa Orosia y San Pedro.

Los polvorines formaban una parte importante de las instalaciones que debían contener todo lo necesario para resistir un largo asedio de fuerzas enemigas: agua, alimentos, armas, municiones y pólvora. En este caso están construidos al abrigo de los disparos del enemigo, en la pared norte del castillo, entre la muralla principal y los cuarteles en una plaza de particular encanto.

Su interior está revestido con un tipo de piedra especialmente poroso que absorbe la humedad y mantiene una temperatura estable para la correcta conservación de la pólvora; una cámara de ventilación trasera facilita esta función y eventualmente previene la destrucción del muro exterior en caso de explosión accidental.

Varias son las defensas exteriores del castillo: el foso, la contraescarpa, un camino cubierto, las plazas de armas y el glacis. Todas ellas debían poner impedimento y dificultad de avance a los soldados enemigos que intentasen asaltarlo.

El foso de este castillo, que lo rodea en su totalidad, cuenta con un recorrido de 1.060 m y nunca ha contenido agua. El acceso al mismo desde el interior de la fortificación se hace a través de tres poternas, una de ellas destinada al acceso de jinetes a caballo; fueron construidas con la finalidad de que los defensores pudiesen despejar el foso de tropas enemigas en caso de necesidad.

Actualmente los moradores del foso son los ciervos que, magníficamente adaptados, hacen las delicias del público que pasea por los verdes glacis de la Ciudadela.
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Re: Los Tercios Españoles

Notapor Juanete » Dom Ago 12, 2012 1:37 pm


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Otra historia de los Tercios de Flandes

A mediados del siglo XVI toda Europa vivía en guerra, una guerra diversa pero persistente y desoladora, que se inició en la contienda entre Carlos I de España y Francisco I de Francia y se alargó a las contiendas religiosas en Alemania, sin olvidar la contienda contra los otomanos en el Mediterráneo. De hecho, los Tercios fueron creados por Carlos I, tras la reforma del ejército de 1534, como garantía de las posesiones españolas en Italia, se cree que su nombre viene dado por la “tercia” , la legión romana destacada en Hispania. Siendo probablemente sus orígenes en el cuerpo expedicionario de Gonzalo Fernández de Córdoba, en Italia, que estaban organizados en coronelías, que agrupaban a las capitanías. La estructura militar innovada por los Reyes Católicos en la guerra de Granada y en la campaña de Italia, estaban fuertemente influenciadas por el “modelo suizo”, cuyos triunfos de la citada infantería suiza contra la caballería pesada de Borgoña , en una serie de batallas, fueron una verdadera revolución en el arte de la guerra moderna.

Pero en el año de 1566 se prendió la mecha a una nueva contienda, cuando los habitantes de Flandes se negaron a aceptar un mayor control religioso y político por parte de Felipe II, pero fue en el 1572 cuando se convirtió en una guerra abierta que fue más encarnizada y sangrienta que las anteriores. Este conflicto tenia motivos económicos, pero también religiosos y políticos , con una estrecha relación con el desarrollo del calvinismo en los Países Bajos y un sentimiento puramente nacionalista.

El rey de España, Felipe II como paladín de la fe católica sabía que además estaban en juego argumentos de prestigio y estrategia , ya que los Países Bajos eran la vía de comunicación “natural” , con importantes potencias, como Inglaterra, Francia y el Imperio. Ya hubo entre sus consejeros quien puso sobre la mesa un argumento duro pero tremendamente realista, que era que mientras se combatiera allí, la península ibérica se libraría de los azotes de la guerra. Ahí entraron en juego los Tercios para llevar la guerra a tierras lejanas, el Rey de España sabía que podía contar con su valentía, aunque ya en los tiempos de Carlos I los problemas económicos se habían solventado más mal que bien , se habían hecho frente a los numerosos temas de política exterior en los que estaba inmerso el Imperio español.

El rey Felipe II fue variando las estrategias en el tema de Flandes, pasando de la mano de hierro del Duque de Alba, a la política de conciliación de Luis de Requesens o del mismo hermanastro del rey, D. Juan de Austria, pasando por el pragmatismo del duque de Parma, Alejandro Farnesio. Tras la tregua de 1609 y 1621, lograda por Felipe III, reanudose la guerra durante más de veinte años, hasta la verdadera paz que no llegó hasta el 1648( Paz de Westfalia), con el reconocimiento de la independencia de lo que ahora conocemos por los Países Bajos y fueron compensadas también con dos provincias más(al norte del río Escalda, arruinando la salida fluvial de Amberes, parte las que ya habían ocupado en las Indias Orientales. Fue verdaderamente una larguísima y sangrienta guerra, a veces conocida como la de los “Ochenta años” . Durante todo este gran espacio de tiempo, los enormes gastos logísticos y militares hicieron que España a pesar del heroísmo de sus Tercios de Flandes , fuese incapaz de ganar esta guerra. Esto sin embargo, sin menoscabo de que España, debido en gran manera al valor de sus soldados resistiera tan largo tiempo, da un muestra del poderío militar de nuestro país, en aquella época .
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