CARLOS COLOMA Y DE SAA (1566-1637),I MARQUÉS DE ESPINAR (16.IX.1627)Nació en Alicante el 9 de febrero de 1566. Poco después, su padre marchó con sus dos hermanos mayores a ejercer el cargo de virrey de Cerdeña, quedándose Carlos en el castillo-palacio de Elda junto a su madre, Isabel de Saa, que no se movió del condado ni siquiera cuando su marido ejerció el cargo virreinal. Tras regresar de Cerdeña, Juan Coloma fue nombrado por Felipe II Conde de Elda en 1577.
Con solo 14 años, Juan Coloma envió a Carlos con las tropas que a las órdenes del Duque de Alba se dirigían a la conquista del reino de Portugal (1580). Pasó más tarde a servir cuatro años en las galeras de Sicilia (1584) y, en 1588, marchó a Flandes. Allí se curtió en numerosos hechos de armas, en los que al parecer destacó por su arrojo, y aprendió al lado de insignes generales, tales como Alejandro Farnesio y el Conde de Fuentes. Era ya soldado de la compañía de Ramón Cerdán (Tº de Juan del Águila), cuando fracasado un golpe de mano que se intentó contra Ostende (7.IV.1589). Al formar a las fuerzas que se retiraban de Oudenburg, una bala que escapó desde una manga de arcabuceros le hirió gravemente, estropeándole una mano. Felipe II, reconociendo sus méritos y arrojo, ordenó a Alejandro Farnesio que le concediera el mando de la primera compañía de caballería que vacara en su ejército y 40 escudos de ventaja. Así empezó a ilustrar su brillante carrera militar haciéndose notar por su arrojo ya con una pica en la mano, mezclado entre los peones, como tenían a gala hacerlo los nobles más distinguidos de su época, ya como capitán, peleando al frente de los caballos.
El 7.X.1591, tras la muerte te de Carlos de Luna en Niewpoort, Farnesio le proveyó su compañía de lanzas españolas, con la cual asistió a la segunda invasión de Francia (1592). Digno de admiración fue su comportamiento en la batalla de Aumale (18.II.1592), donde resultó herido el rey Enrique IV de Francia, y en el subsiguiente socorro de Rouen.Es indudable que a su decisión y pericia se debió en gran parte la victoria alcanzada en Doullens (1595) por el Conde de Fuentes. El mismo año concurrió al célebre sitio de Cambray y al socorro de La Fère y, en 1596 se halló en las conquistas de Calais, Ardres y Hulst, llevándose en todas estas ocasiones fama de gran entendido y valeroso capitán. Tan importantes servicios fueron premiados con el hábito de Santiago (1597), no sin polémica por el pasado converso de la familia, y una pequeña pensión sobre las rentas de Nápoles. Además, al conocerse en Flandes la promoción de Antonio de Zúñiga al cargo de MdCGral de Portugal, el Archiduque le proveyó su tercio (4-VII-1597), convirtiéndose en maestre de campo del Tercio Viejo de Infantería española de los Estados de Falndes (T.I.E. no. 1).
El Tercio de Carlos Coloma participó en el frustrado socorro de Amiens (1597). Después hizo las campañas de 1598 y 1599, asistiendo en la primera a la toma de Rhinberg, y ocupando en la última la isla de Bommel, que poco después hubo de abandonarse al enemigo. Tras estos años bélicos, Don Carlos obtiene por fin un destino alejado de los frentes de guerra, siendo nombrado por Felipe III gobernador de Perpiñán y lugarteniente general de los condados de Rosellón, Cerdaña y Conflent (17.VI.1600). Diez años después, fue promovido al virreinato y capitanía general de Mallorca, que desempeñó hasta 1617. Durante su mandato se construyó el fuerte de San Carlos, en la punta de Porto-Pi, dominando la bahía de Palma, que aun se mantiene en pie y aloja un museo militar regional.
En febrero de 1616 moría el castellano de Cambrai y capitán general del Cambresado, Juan de Rivas, que fuera uno de los soldados más reputados de su tiempo. Tras este suceso el Archiduque Alberto escribe a Felipe III pidiendo que cubra ese cargo. La corte española designa a don Fernando Girón, pero este rehusa y Felipe III no provee la vacante hasta la conclusión del mandato mallorquín de Coloma, a quien concede el cargo el 17 de mayo de 1617. Iba a conservarlo durante los próximos 14 años, aunque apenas residió en Cambrai, cuyo gobierno efectivo quedó en manos de su teniente. Coloma estuvo más tiempo en Bruselas, donde Alzina le hace «Gran Maestre de Palacio», cargo que no hemos podido identificar.
En 1620 es designado MdCGral del ejército con que Spinola invadirá el Palatinado, feudo del elector Federico V a quien los protestantes bohemios le eligieron por su rey. El ejército se puso en marcha el 6 de agosto y a Coloma le correspondió apode-
rarse de Kreuznach. Pero Spinola necesitaba una persona para recabar más apoyo de la corte de Madrid y envió allí a Don Carlos en misión diplomática, por lo cual abandonó la campaña. Ya en la corte le correspondió, a disgusto, encargarse de la prisión del Duque de Osuna en el castillo de la Almeda (7.IV.1621), como "guarda mayor" y responsable directo de su custodia. Por fortuna, fue al poco relevado por Luis de Godoy y regresó a Bruselas donde, expirada la Tregua de los 12 Años, había que afrontar el rebrote de la guerra con Holanda. El mismo Coloma había sido uno de los numerosos partidarios de no renovar aquella tregua que había agigantado el poderío económico de las provincias rebeladas: «Si en doce años han conseguido todo esto -escribía en 1620- cabe imaginarse lo que harán si les damos más tiempo».
Antes, el 28 de abril, Felipe IV le había concedido la encomienda de Montiel y la Osa en la Orden jacobea, cuyo título y rentas gozó el resto de sus días. El 11 de marzo de 1622, en Bruselas, toma parte en el solemne cortejo fúnebre con motivo del traslado de los restos del Archiduque a su definitivo panteón. Ya había sido nombrado embajador ante la corte inglesa, a donde partió poco despues.
A finales de abril de 1622 se reúne en Londres con Gondomar, a quien iba a relevar, que le pone al corriente del estado de los negocios; pero no disponía Don Carlos de los grandes medios económicos que habían permitido a su antecesor una amplia labor de atracción y propaganda para su causa. Fue bien recibido por Jacobo I y le cayó en herencia el espinoso asunto de la boda del Príncipe de Gales y la Infanta María, hija de Felipe III. Además tuvo que enfrentarse con el punzante tema de la piratería y del tráfico de la Compañía de las Indias Orientales; la toma de Ormuz por los ingleses y persas; la cuestión del Palatinado; el problema de la tolerancia hacia los católicos ingleses, que logró mejorar. Ocurrió entonces el problemático viaje a Madrid del Príncipe de Gales, para sorpresa de Don Carlos y, poco más tarde, el fracaso de la boda, que causó mal ambiente en Inglaterra y dejó en delicada situación a Coloma. Intentó conseguir la caída del Duque de Buckingham, a quien atribuía la oposición al matrimonio, pero fracasó y cesó en su puesto el 14.XII.1624.
Tras cesar en la embajada se incorporó al asedio de Breda, donde mandó el cuerpo de ejército que cubría las labores de sitio. La rendición de la plaza ha pasado también a la historia por el espléndido cuadro del inmortal Diego Velázquez, también conocido por «Las Lanzas», donde el investigador Carl Justi identificó a los jefes y generales que aparecen retratados en el cuadro: Ambrosio Spinola, Alberto de Arenberg [en realidad, Claude de Rye, baron de Balançon], el príncipe de Neuburg, Don Gonzalo del Córdoba y Don Carlos Coloma.
El 13-VIII-1625, ante la crisis desatada por la invasión franco-piamontesa de la república de Génova y la renuncia de Gonzalo Pimentel, que la mandaba, Carlos es designado Capitán general de la Caballeria ligera del Estado de Milán, que se le concedió
con la inusual retención de su gobierno de Cambrai. No ha quedado mucho rastro de su actuación en Milán, salvo un informe sobre la situación defensiva del Estado en 1626, estudiado por Olga Turner en la Rivista Storica Italiana (1952): Il rapporto
di don Carlos Coloma dal ducato di Milano, nel 1626, a Filippo IV di Spagna. No sabemos cuanto tiempo sirvió aquel empleo, en el que le sucedió Felipe Spinola, hijo del marqués de los Balbases, que lo gozaba ya en 1628; sin embargo, lo más probable
es que saliera de Italia en 1627, antes de que Gonzalo de Córdoba se embarcara en la Guerra de Mantua. Sabemos que aquel año estuvo en la corte y lo más probable es que pasara a ella sin hacerlo por Flandes, embarcándose en Génova. El rey gratificó sus servicios con el título nobiliario de marqués del Espinar, que fue publicado el 16.IX.1627 aunque es probable que se le concediera antes: el 3 de agosto, cuando don Carlos besó la real mano antes de salir de la corte. Pero no iba a Flandes directamente; segun la gaceta de Jerónimo Gascón, debía cumplir una misión en Portugal.
Breve debió ser, si Gascón estuvo en lo cierto, porque el 3 de enero de 1628 ya estaba de regreso en Bruselas, en la despedida de Ambrosio Spinola, que había conseguido al fin una apretada licencia para exponer en España los problemas del Estado. Ni el mismo Spinola, ni la Corte, sabían que no habría de volver, quedando interinamente el Ejército a cargo de Coloma y del conde Hendrik van den Berg. A la sazón, el otrora poderoso Ejército de Flandes se hallaba reducido a la mayor estrechez y según expuso Spinola ante el Consejo de Estado, solo la esperanza de su éxito en Madrid había detenido su amotinamiento.De esta época son unas estremecedoras cartas que Coloma dirigió al secretario Villela y al mismo Conde-Duque, parcialmente transcritas por Rodríguez Villa en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia (1883).
Habla de soldados «muertos de hambre, en carnes vivas (o sea, en cueros) y pidiendo limosna de puerta en puerta». La última de dichas cartas, dirigida al Conde Duque, está fechada en noviembre de 1629, ignorante todavía de que, para entonces, su destinatario le había procurado una nueva misión diplomática.
En efecto, el nombramiento es de octubre, nuevamente a Londres, ahora para negociar la paz con Inglaterra. Llegó en enero de 1630. Pese a la fracasada embajada anterior, en la corte de St. James se le apreciaba, lo que sin duda contribuyó al éxito. Tras difíciles negociaciones, se firmó el tratado de paz que juró el rey de Inglaterra el 17 de diciembre de 1630. Terminada su misión, en febrero de 1631, regresó a los Paises Bajos con el empleo de MdCGral del Ejército, el mismo que se dio al conde van den Berg y a Frey Lelio Brancaccio, al que se mandó venir de Italia. También venía de Italia, con importantes refuerzos, el Marqués de Santa Cruz, que habría de ser la cabeza de todos con el título de gobernador de las Armas. Coloma hubo de renunciar a su gobierno del Cambresado, que se dio al Marqués de Fuentes. Aquel año las tropas españolas consigueron su primer triunfo militar desde 1627, que el mismo Coloma narró en «El socorro de Brujas» y que traeremos a ésta págna. Sin embargo, no sirvió de mucho.
Carlos había reconocido, en su correspondencia con la corte de 1629, el clima de latente rebelión que se vivía en los Estados. «Puedo asegurar a V.E., con toda verdad, no haber estado jamas los ánimos de todas estas provincias tan alienados de los españoles como hoy en dia lo están; y es de manera que si la rabía de la herejía permitiera al príncipe de Orange y a los Estados rebeldes publicar la unión y libertad de conciencia con las provincias obedientes, y seguridad al clero y abades de gozar sus rentas, iglesias y abadías, todas se incorporaran con ellos sin que le quedara al rey otra cosa que tres castillos».
En 1632 los holandeses comenzaron una ofensiva militar y política. No publicaron «la Union y libertad» que temía Coloma, pero habían urdido un «golpe de estado» con la complicidad de Richelieu y la nobleza local. No fueron muchos los implicados,
pero importantes: El jefe de finanzas, Warffusé, el duque de Havré, y el militar local más prestigioso, el conde Hendrik van den Berg, sobre «cuya buena ley y fidelidad» nunca dudó Coloma «por más que digan». Se equivocó. La traicionera defección de Berg costó aquel año la pérdida de Maastricht (23-VIII), que nunca más seria española. Aquel fue el año más negro de la presencia militar española en los Paises Bajos, pues los holandeses tomaron tambien Venlo, Roermond, Straelen, Sittard y Limburgo.El siguiente (1633) murió la infanta Isabel Clara Eugenia dejando impuesto que se encargara de la gobernación de Flandes un consejo de cinco personas; entre ellos, don Carlos. El Marqués de Santa Cruz fue relevado por Aytona en el mando del Ejército, pero la situación militar no cambiaría en Flandes hasta la llegada del Cardenal Infante, como había dejado entrever Carlos en aquella correspondencia de 1629: «Cabezas, señor, es lo que importa y persona Real acá; ... y que a un mismo tiempo se arrimen tres tercios de italianos y dos de españoles en que haya 10.000 infantes. Con esto habrá acá miedo y vergüenza; sin ésto, ni vergüenza ni miedo».
En 1634 Felipe IV le designaba castellano de Milán y MdCGral del ejército de Lombardía para suceder al duque de Noccera. La patente es del 16 de octubre, y parece que no se firmó —y por lo tanto expidió— hasta el 11 de noviembre. Sin embargo, tuvo que marchar a Milán, pese a sus reticencias por su estado de salud, a comienzos del verano. Allí demostraría por última vez su valía como militar tras obligar a Créqui, general francés al mando del ejército coaligado (Francia, Saboya y Parma) a levantar el 28 de octubre de 1635 el asedio impuesto a Valenza del Po dos meses atrás.
El Marqués de Leganés, nuevo gobernador del Estado, llegó a Milán el 17 de noviembre, pero es poco conocido que tomara el relevo precísamente de Carlos Coloma, gobernador interino desde la muerte del cardenal Gil de Albornoz, que obligó a llamar
de Flandes a Lelio Brancaccio para ocupar su puesto de MdCGral y nombrar interinamente a Juan Diaz Zamorano como castellano de la fortaleza de los Sforza.
Retirado por fin en Madrid, llevó en sus últimos días una vida tranquila en la corte, donde fue nombrado miembro de Consejo de Castilla (1635 – 1637) y mayordomo mayor del rey. En sus últimos años gozó de todo el favor de la corte, asistiendo al Consejo de Estado hasta el día de su muerte el 23 de octubre de 1637, en Madrid.